El hermano en Cristo se
arrepentía siempre de algún pecado, una y otra vez, y volvía a la iglesia, una
y otra vez. Tuvo un accidente de automóvil y volvió al Señor. Le dio un ataque
a la vesícula y volvió al Señor. Perdió su empleo y volvió al Señor. Lo echaron
de la casa y volvió al Señor, arrepentido, muy arrepentido y lloroso. El Señor
es como una clínica, la visita sólo cuando está muy enfermo. Nadie sabe quien
sirve a quien. El gran lío ahora es que la puerta de la clínica no se abre ni
con granadas y el devoto discípulo de Jesús está desesperado y con todas las
puertas cerradas, todas.
Del blog índice LAS
SOTANAS DE SATÁN
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