El ateísmo es una expresión de fe, es un credo que pretende ser un anticredo, con las mismas características de un credo. El ateo militante es un evangelizador de sus convicciones, un promotor, que en más de una ocasión ha persuadido a algún débil creyente en Dios a pasarse al bando de los incrédulos, mediante un proselitismo ferviente.
La negación
absoluta y dogmática de un Gran Arquitecto los une, los hermana, permitiéndose
así la santa comunión entre los que no creen lo mismo, conformando una
congregación compacta.
El
ateo devoto es fundamentalista, cerrado, y no acepta fácilmente la posibilidad
de ser un completo idiota.
El
escéptico es capaz de creer de rodillas que la teoría de la evolución es
cierta, que ya no es una teoría sino una ley, una verdad sacra, sin pruebas
definitivas. Otros aceptan con misticismo más de una teoría.
Los
primeros conceptos del catecismo del incrédulo son la negación de lo
sobrenatural, de los milagros, de un reino de Dios, sin pruebas definitivas, y
entonces la moral es relativa, una miseria, sin pilares donde afirmarse.
Renunciar
al ateísmo es renunciar a la arrogancia, es un milagro, abrazando el sentido
común y deducir que detrás del cosmos hay un sumo Hacedor, como detrás de la
creación de un reloj hay un relojero.
Algunos
se irritan cuando se les invita a redimir su miserable alma. Otros ateos hablan
todas las semanas de Dios, más que un cristiano mediocre.
¿Y
si un ateo decide como experimento arrepentirse de sus pecados y aceptar a
Cristo en su alma rogándole que se manifieste con claridad? El concilio ateísta
lo excomulgaría de inmediato, en un lenguaje burlesco.
El
origen del mal nace del libre albedrío del hombre, no de Dios y la pudrición de
la iglesia nominal y de la mayoría de los obispos y clérigos no se desprenden
del sermón del monte. Es obvio concluir, a la luz de la evidencia y de la
historia, que el Vaticano es también una organización inmoral y muchas veces
criminal, por ejemplo, sólo superado por la crueldad de los Estados ateos. Sólo
un ateo sobrepasará a Stalin, Mao y otros. La violencia es una prueba de que el
hombre, religioso o no, se ha alejado de su Creador.
El
viento no se ve y existe, al igual que los sentimientos bien disimulados. La
materia es un elemento más de una creación que está a la vista. El incrédulo se
nutre rechazando lo que el otro cree, porque no posee identidad propia, por eso
jamás presentarán una ética propia y menos una moral objetiva. No poseen moral ni
horizontes porque nada son.
El
hombre que anhele llegar a Dios deberá utilizar la fe y la razón, como quien
usa el ojo izquierdo y el derecho para mirar. Con una razón sola y divinizada
no avanzarás muchos centímetros. La diosa razón enceguece. Creer y pensar,
primero por separado, y después pensar y creer, o al revés. La fe en Cristo pensada
trae paz.
El ateo
militante que titubea es un hereje, se desacredita. El ateo debe ser siempre un
fanático de sus enclenques preceptos.
La
mente finita y limitada no comprenderá al Dios infinito e inmaterial que no
está atrapado por el tiempo y espacio. El reloj jamás comprenderá la conducta
del relojero inventor.
Si
no te radicalizas y te desvinculas de tu ego la intuición es la vía primera
para alcanzar la verdad trascendente. Si esta percepción de que algo
sobrenatural existe es desarrollada por medio de la sensatez consumarás lo que
es correcto.
Es
una obligación sacerdotal del científico abrazar con fe la teoría de la
evolución y las otras conjeturas pías. Los dogmas se respetan, de rodillas.
Darwin planteó que su teoría era “deplorablemente hipotética”.
El
ateísmo nada benigno construye en el ser y en la sociedad, sí importantes
grados de ansiedad frente a la muerte, al dolor y la incertidumbre. La angustia
que genera la finitud es una prueba de que lo infinito es una opción real,
viable.
Algunos
de los peregrinos del ateísmo que marchan por el centro de la ciudad
promoviendo su credo has sido beatificados por los concilios ateos. Otros
profetas y buenos vendedores de libros ya están canonizados por la grey atea.
Algunos peregrinos del ateísmo se emocionan con facilidad y para otros lo más
saludable es creer que el infierno no existe, por su propio bien. Frente a la
muerte algunos incrédulos no logran mantener en alto su altivez y vacilan,
mirando de reojo al cielo. Otros, al ver su ataúd se ponen a gritar o a llorar,
de desesperación. El amor, que es sobrenatural, es quien transforma al hombre.
En
relación a la creación del universo existen sólo dos alternativas y ambas son
religiosas: creacionismo o materialismo. Los creacionistas pensamos que Dios
creó el cosmos, la realidad física. El pensar que el reloj fue fabricado por un
relojero es lógico, racional. El origen de todo me señala quien soy, que soy.
Algunos piensan con fervor que la nada es un dios, porque fue capaz de crear el
universo, haciendo de la generación espontánea su libro del Génesis. Es
divertido observar que algunos devotos creen que la nada evolucionó. Aceptar
que la vida nace de la ausencia total de vida es absurdo. Más racional es creer
que desde la nada un Creador generó vida. La creación es un diseño inteligente,
genial. La termodinámica y la biogénesis rechazan la posibilidad de una
generación espontánea. El universo tuvo un primer minuto, un comienzo, y un
arquitecto de este primer minuto y sus consecuencias.
Si la
creación del universo comenzó con una explosión primera, ¿quién encendió la
primera chispa? ¿quién diseñó el primer hálito de vida?¿un mago?¿Quién está
detrás del escenario? Los obispos del evolucionismo jamás han presentado una
prueba irrefutable, es más, todas las conclusiones son rápidamente cuestionables.
No poseen una roca firme. Los intelectuales que simpatizan con el creacionismo
son herejes. Los científicos son una casta sacerdotal con una hoguera en el
patio.
Se
requiere de la fanática fe de un materialista para creer en la teoría de la
evolución, que es hoy en las universidades un manto sagrado. El creacionismo es
rechazado a priori, a ojos cerrados.
El
aporte objetivo a la ciencia por parte de la teoría de la evolución es nulo.
Muchos análisis tienen como génesis el mito filosófico de la evolución.
Algunos
científicos suponen, sin arrugar la cara, que la nada, en un momento de sublime
inspiración creó o permitió la creación del cosmos, sin un creador.
El
azar y la casualidad son improductivos como medios para diseñar un submarino.
El
ateísmo es notablemente infecundo y los honestos marchan hacia el creacionismo.
Los
obispos y profetas duros del ateísmo no se doblegan ni ceden ante tan ridículo
credo. Las mentiras están cayendo de a una. Es la fe la que cruza el umbral.
Libro de Job 38:4
¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si
tienes inteligencia.
Es que no lo puedo creer
(al escepticismo desde la fe y la razón, juntas)
http://esquenolopuedocreer.blogspot.com
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APOLOGÉTICA ES
(índice de toda mi apologética)
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De la antología “LAS SOTANAS DE SATÁN”
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