Hasta que un día le comunicó a sus amigos con
un poco más formalidad en el bar “La potoncita” que ambicionaba ser diputado de
la república. Iba a cambiar su pizzería de la comuna de Lo Prado por un escaño
en la cámara de diputados. Lo pensó por muchos años y lo anhelaba desde
siempre. Se preparó, estudiando un poco de locución, dicción y teatro,
vigorizando su locuacidad innata. Era su sueño americano. Ensayaba discursos
frente a su espejo casi como un vicio, con el esfuerzo de quien sube el Everest.
Tenía carisma, los clientes lo querían, los vecinos lo escuchaban, lo conocían.
Siempre fue el más simpático del grupo, un buen bailarín de salsa y rocanrol y
un mal cantante en el karaoke que generaba más risas y encomios, por el empeño
que ponía al cantar, desafinado. Todos lo amaban, era liviano de sangre. A veces
sencillamente era un humorista. En el liceo creyó que podría obtener una
gaviota por sus chistes, en el Festival de Viña del Mar. Era un agrado verle,
conversar con él. Cuando hubo que reparar la plaza, hermosear los jardines o
comprarle camisetas al equipo del barrio “Los encopetados” él era siempre el
primero en realizar las gestiones ante la Ilustre Municipalidad o ante quien
fuera, con una energía torrencial que no pasaba desapercibida jamás. Mucha gente
le decía medio en serio: “tú deberías ser diputado”, y él de tanto escucharlo
se compró completamente esa posibilidad, el cuento. Todavía no empezaba ninguna
campaña y el ángel y magnetismo de Juan Etéreo Grupeli ya sumaba votos. Todos
le decían “Juanete”, que era la fusión de su nombre y la mitad de su apellido.
Al igual que la presidenta de Chile Michelle Bachelet su trago favorito era el
terremoto, y después de una inspiración etílica se para delante de todos los
muchachos del bar y se lanza de una buena vez, micrófono en mano, totalmente
persuadido de su misión, que lo carcomía: “Buenas noches queridas amigas y
amigos, por vocación y petición de muchos honorables miembros de esta hermosa
comuna, he tomado la decisión de postular al parlamento por el distrito 18. Sí,
seré un diputado de la gente y por la gente con el lema “Juanete en el
parlamento, a sus promesas dará cumplimiento”. Mi agenda política estará
compuesta por vuestras exigencias y necesidades, no por los intereses
partidistas o de unos pocos. Que nadie se confunda, seré la voz oficial de los
sin voz, de los peatones, de los humildes. Yo los representaré sin arrugar o
arreglines. Las puertas de mi oficina estarán abiertas todos los días del mes
sin excepción, y seré el arquetipo fidedigno del manoseado 24/7. Espero contar
con vuestra confianza en la próxima contienda electoral. Muchas gracias y salud”.
El aplauso y aprobación del público fueron espontáneos y Juanete, con libreta
en mano, ya anotaba los petitorios de la popular, junto con el Zoquete, su
brazo derecho y asesor ideológico. El Zoquete, con una enseñanza media cumplida
con dificultades, fue el primer promotor de la idea de que el dueño de la
pizzería Juanete fuera un flamante servidor público electo. Le tenía una fe
ciega. Desde ese día no se perdían bautizo, partido de fútbol, velorio o
cualquier evento relevante en la circunscripción. Juntaron con tiempo algunos
ahorros y elaboraron un agotador plan. Estaban en todos lados, a todo vapor, registrándolo
todo y haciendo tantas promesas y conjeturas que simplemente no podía
recordarlas todas. Visitó parroquias católicas y protestantes y lo único que
faltó es que predicara del sermón del monte. Se multiplicaba increíblemente,
era ubicuo. Conversaba con todos y abrazaba hasta los perros y mascotas, con su
interminable y singular sonrisa, que era su mayor capital. La emocionalidad era
su bandera de lucha. Su candidatura lo tenía alucinado y poseído, con ese rol
de servidor público que asumió desde el fondo de su alma. El gran problema era
que a estas alturas el presupuesto de caja era esquelético y no quería terminar
haciendo afiches de cartón una vez iniciado el periodo de la publicidad
oficial, así que con su asesor decide visitar al hombre del maletín que le
había llamado varias veces y al que había rechazado por ética política. Juanete
no iba a someterse al yugo de los poderosos, mas la pobreza reinaba. El
candidato sabía que sin dinero todo lo obrado se iría al tarro de la basura en
un tris, así que se encuentra con el misterioso hombre del maletín en el tercer
piso de un reconocido banco y holding capitalino, a evaluar contingencias y sus
opciones.
-Buenas tardes señor Juanete, un gusto en
conocerlo –señala el poderoso señor Ponzeta.
-Buenas tardes señor Ponzeta, gracias por
recibirme. Es un honor conocerle y conversar con usted –dicen al unísono
Juanete y Zoquete.
-Estimado Juanete seré honesto y directo con
usted, sin muchas vueltas. Mire, yo lo necesito a usted y usted me necesita a
mí. Hemos hecho encuestas, estudios e investigaciones con sociólogos,
cientistas políticos y expertos en todo Chile, y le comunico que en su
circunscripción usted es quien tiene hoy la primera posibilidad de ser el nuevo
diputado, por eso lo llamé. Mucha gente está sorprendida y asustada con su
irrupción en la política. Comprenderá que sin financiamiento su derrota política
está garantizada –afirma con convicción uno de los dueños del prestigioso banco
y conocedor de estos escenarios.
-Es verdad señor, mis recursos son escasos y la
gente siempre me pide que le compre una torta para una rifa, que le compre
remedios y mil cosas más, y ya no tengo dinero para cubrir los compromisos y
costos de una campaña política presentable, arrolladora –dice Juanete con cierta
melancolía.
-Mi grupo económico decidió financiarle su
campaña siempre que firmemos un pacto de caballeros –indica seriamente el
banquero.
-¿A cambio de que sería el dinero de la
campaña? –pregunta un intrigado y moralista Juanete, con el disgusto no disimulado
de Zoquete.
-Estimado candidato, el vilipendiado
neoliberalismo que hemos construido con éxito todos estos años ha traído
prosperidad y libertad de emprender a todos. Obviamente no es una sociedad
perfecta y necesitamos una agenda social progresiva y responsable, sin esa demagogia
de los oportunistas y faranduleros. Mas los pilares de nuestro libre mercado
que llevarán a Chile al desarrollo global están ahí y nadie los tocará. Sólo hay
que tener paciencia y seguir trabajando. La previsión en manos privadas es
parte de la libertad de elegir. Luchamos contra esos embaucadores que piensan
que la salud, las pensiones, las empresas estratégicas y el cobre y casi todo, deberían
estar en manos del Estado. Los socialismos reales naufragaron estrepitosamente,
el estatismo es una ideología acabada y digámoslo de una buena vez, Cuba es un
campo de concentración aunque los talibanes de siempre lo nieguen. Mi opción es
la libertad y usted será mi gran aliado y adepto en la cámara –expresa con
convicción Ponzeta.
-Señor Ponzeta, disculpe pero algunos de sus
planteamientos atentan contra mis principios filosóficos –indica un profundo
Juanete.
-Entonces está conversación terminó. Le
entregaré los doscientos mil dólares a su competidor y caso cerrado –expresa Ponzeta
en seco y en eso Zoquete le da un golpe fuerte en la cabeza a Juanete.
-Zoquete, ¿por qué me golpeas?
-Eres imbécil o te cortaron en verde. El señor
Ponzeta decidió amablemente financiar tu campaña, llevarte a un triunfo seguro
para que desde la cámara de diputados puedas servir al pueblo y tú, en un
infantilismo ideológico lanzas todo por la borda. Ahora los afiches van a ser
de cartón y tú los vas a pegar con escupe y después del humillante descalabro
tendrás que vender tus pizzas en la calle porque también se te olvidó de que
estamos quebrados, tarado –un indignado Zoquete lo vomita todo.
-Paren, paren todos, me entendieron mal. Hablé de
principios, no de rechazar la generosa colaboración suya –mirando al banquero
recapacita a tiempo y con la voltereta se soluciona todo.
-Estimado Juanete le pido mil disculpas por
haberlo entendido mal. Entonces somos socios y estamos en el mismo equipo. Usted
apoya nuestra agenda neoliberal de progreso desde la honorable cámara de
diputados y nosotros financiamos vuestro futuro y los éxitos que vendrán. Espero
que sea parlamentario por veinte años, con nuestro desprendido auspicio –aclara Ponzeta.
-Señor Ponzeta, disculpe la impertinecia,
¿podría adelantarnos cinco millones, por favor? –solicita un escuálido y casi
desesperado Zoquete.
-No faltaba más. Aquí está lo requerido –saca cinco
fajos del cajón en el acto-. Mis socios me tratan bien y yo los cuido, por
mientras estemos en el mismo equipo, claro está. Yo también soy un servidor. Así
que en lo que demanden, cuenten conmigo.
-Muchísimas gracias señor Ponzeta –señalan Juanete
y su asesor ideológico.
-Juanete –ya en más confianza-, para que te
pueda entregar los doscientos mil dólares deberás emitir varias boletas de
honorarios por veinte mil dólares cada una en la que harás clases de gramática
a mis empresas por un año, en tu calidad de profesor de castellano. No te
olvides de pagar tus impuestos. Mi abogado te explicará la engañifa y todo y te
depositaré cuanto antes –es un victorioso banquero que termina la reunión con
uno de sus tantos súbditos, más relajado.
Con dinero en los bolsillos la campaña tomó
otro nivel, se eleva notablemente. Empezó a comprar palomas, impresiones de
calidad, llaveros, poleras, publicidad radial y más. También pagó cenas,
empanadas, cantantes, tortas, botellones, rifas, bailarinas coquetas, remedios
y bailongos. Corría como loco todo el día pensando en el escaño. Lo que más le
emocionaba que en las encuestas iba en primer lugar por menos de un uno por
ciento, lo que probaba que de todas maneras la pelea estaba demasiado reñida,
demasiado, no apta para cardiacos. Juanete peleaba voto a voto, golpeaba todas
las puertas, se paraba con su banda musical y danzarinas de falda corta en
cualquier esquina o sitio. A veces gimoteaba en silencio porque desde su interior
escuchaba una retumbante vocecita que lo nombraba diputado de la república.
Y concluida la batalla de tantos meses, llegó
el gran día de las elecciones parlamentarias. Y el pueblo fue a las urnas. Juanete
y Zoquete votaron temprano y se fueron a la sede a esperar los resultados. Los expertos
vaticinaban una llegada estrecha y Juanete se comía las uñas y se bebía una
jarra de café tras otra, y unos gramos de ron, yendo a la letrina cada media
hora. Con cada hora que pasaba se ponía un poco más insoportable. Le costaba
contenerse y disimular mas zoquetito, el perro fiel, lo alentaba con el triunfo
y un mañana esplendoroso. A las cinco de la tarde se abrió la primera mesa de
la circunscripción y comenzó el terrorífico conteo. En una mesa ganaba él y en
la otra su contendor, siempre por pocos votos. Ningún candidato se distanciaba.
Había que esperar y beber más café. Juanete ya no daba más y veces creía que en
esta elección o eventual derrota se le iba la vida misma. Mas se mantuvo en
pie, como pudo, hasta que llega por la radio lo que es el escrutinio final no
oficial. Contabilizados los ciento veinte mil votos anuncia el locutor que
Juanete había perdido por menos de cien votos. Ni una película de horror de
Hollywood podría tener un mejor guion. Juanete entró en una depresión y
angustia mortales y empezó a llorar y a romperlo todo, sin importarle las pocas
visitas ni nada. Su asesor intentaba detenerlo mas el candidato derrotado destrozaba
ventanas, mesas, vasos y todo lo que se cruzara por delante. Echó a todos los
invitados de la sede, totalmente podrido ya, gritándoles ¡traidores! ¡hijos de
puta! ¡métanse la reparación de la cancha en el culo! Algunos vocablos eran
irrepetibles. Cambió el café por una botella de ron y se quedó solo,
completamente solo, fuera de sí, intentando dormir algo borracho, entre gemidos
y una ira que no se disipaba. El último en abandonar la sede fue el amargado y
leal zoquetito que también se fue sollozando, después de asegurarse de que su ebrio
y sedado amigo dormía bien, en la habitación de la propia sede. Todo había
terminado y nadie podía creer como se desarrollaron los acontecimientos. Los buenos
amigos consolaban a un lacrimoso zoquetito que no podía cerrar los ojos, por la
pena que lo embargaba, derramando lágrimas en las bancas de la plaza. Era la incomprensible
tragedia humana de un candidato que corrió como enfermo mental sin descanso ni
respiro depreciando sus pies en la calle por más de un año. Todo era una gran
injusticia, hasta que a las cuatro de la mañana un bebido Zoquete escuchó una nueva
noticia en la misma radio, que les cambiaría la existencia por siempre.
-Estimados oyentes informamos que debemos
rectificar o actualizar el cómputo final de esta circunscripción porque no se consideraron
siete mesas de la escuela Lautaro –barrio en el que se domiciliaba la
pizzería-. Con todas las mesas cerradas a esta hora comunicamos que por una
diferencia de ciento treinta votos a favor el nuevo diputado de la
circunscripción es don Juan Etéreo Grupeli – anuncia un trasnochado locutor.
Zoquete enloqueció de la alegría de inmediato y
en tres segundos quedó totalmente sobrio, y saltando como un canguro rojo se
puso a gritar sin pudores: ¡ganó el Juanete! ¡ganó el diputado del pueblo! Algunos
amigos y simpatizantes se empezaron a reunir en la vieja plaza y se fueron
raudamente gritando la victoria a la sede de un candidato que estaba borracho, y
en su quinto sueño. Y Zoquete echando la puerta abajo y en medio del júbilo
despertó casi a patadas a Juanete y le increpaba en la cara descompuesto de
dicha.
-¡Juanete ganaste! ¡ganaste! Eres nuestro nuevo
diputado por Lo Prado, Cerro Navia y Quinta Normal. Despierta amigo, levántate
y anda.
-Zoquete – Etéreo está totalmente desconcertado
por tamaña noticia-, si es una broma te mato aquí mismo. Mide tus palabras –era
la expresión de alguien que ya sabía lo que era volver de la muerte.
-Amigo del alma, faltaban siete mesas y en el
cómputo final la radio te nombró como el nuevo diputado del distrito 18. Te lo
repito: venciste. Ahora dúchate, aféitate y vístete porque a las 9 am se te
viene la primera entrevista. Me llamaron al celular, tengo todo preparado. Tu nueva
vida comienza ahora, mi querido compadre.
Al excadáver también se le quitó la borrachera
y todo y tratando de contener la inmensa alegría y emoción dialoga con los
periodistas en la puerta de la que es desde ahora su sede parlamentaria.
-Don Juan, ¿qué siente con tan apretado
triunfo?
-Lo importante que la voluntad popular se ha
manifestado. Estoy muy feliz de representar a la provincia en la distinguida cámara.
-¿Dónde esperó los resultados? ¿estuvo muy
nervioso?
-Si bien hubo un nerviosismo natural en el conteo
conclusivo de votos, mantuve siempre y en todo momento la serenidad de espíritu
que la situación ameritaba, subyugado en todo momento al veredicto del pueblo,
y con la conciencia tranquila de haber trabajado bien. Soy un hombre calmado,
por naturaleza.
Terminada la entrevista y después de un buen
descanso Juanete se dirigió a “La potoncita” para celebrar como corresponde tan
magnánimo triunfo, bailando rocanrol. El regocijo en el lugar era una plaga.
El 11 de marzo Juanete juró como flamante diputado
y el primero en felicitarlo fue Ponzeta, su gran socio político-financiero, de
aquí en adelante. Llegaron a ser amigos. En la sede atendía a casi todas las
personas pero se estaba agotando su paciencia así que regañó cariñosamente a su
asesor ideológico.
-Zoquetito, me traes puras viejas feas con
problemas terribles ¿Qué culpa tengo yo del sida, del embarazo precoz, de la
infidelidad, de la delincuencia o del alzhéimer? Tráeme mujeres bonitas será
mejor. Selecciona Zoquete, selecciona, y así nos divertimos los dos. Las fiestas
privadas no fenecerán jamás, menos ahora. El vino y las mujeres yo las pago,
como en todos estos años. Adelante amigo, con fe. El porvenir nos pertenece.
Juanete como diputado fue reelecto varias veces
porque tenía cada vez más un potente financiamiento y aprendió bien todos los
trucos y fechorías del kamasutra político. Nunca pellizcó a los poderosos, ni
en broma. Cuando terminaron sus servicios a la amada patria como parlamentario
se compró una pequeña cadena de pizzerías y algunas propiedades y volvió a “La
potoncita” a mostrar sus dotes de bailarín de rocanrol, con su peculiar y
prestigiosa sonrisa.
DEL BLOG ÍNDICE “LAS SOTANAS DE SATÁN”