viernes, 24 de junio de 2022

ENTRE COLEGAS - MICROCUENTOS SON

 A Francisco nunca le gustaron las mujeres, ni sexual ni sentimentalmente. Su padre, que era un encumbrado millonario de la patria, no entendía la desidia de Dios si lo educó en los mejores colegios particulares católicos, con todos sus ritos y retiros al día. La vergüenza de ser descubierto lo aterraba. El prestigio de su distinguido apellido corría un serio peligro. Los devaneos no son fructíferos, las terapias no sirvieron. Fue tal la presión sobre el devoto muchacho que ingresó al seminario, al final sin rezongos. Con tantos homosexuales dentro de la comunidad y jerarquía Francisco se sintió en casa, querido. Se ordenó sacerdote y la familia alababa a María orgullosa. Entre afectos y encubrimientos llegó a ser un obispo renombrado.

 

 

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domingo, 19 de junio de 2022

CORAZÓN MÁRTIR - CUENTO

La familia Gabillón era de alcurnia, de la cúspide. El padre, don Benjamín, era un hacendado, exportador y accionista pesado de un banco, entre otros tantos, en el cual trabajaba de sol a sol como ejecutivo buscando inversiones, nuevos negocios y productos en cualquier sector de la economía. Pertenecía a la lista de los diez hombres más ricos del país y a uno de los grupos financieros e inmobiliarios que movían los hilos de la amada patria. Eran el verdadero poder y La Moneda era solamente el eterno cómplice, sin importar quien residiera temporalmente allí. Poseía un importante y grueso portafolio de activos, sobre todo en la supuestamente impredecible bolsa de valores. Él no solicitaba información privilegiada, la daba. Una de sus misiones era mantener una gran amistad con todos los gobiernos y políticos de turno y colaborar en lo que fuera posible, siempre que la aberrante sombra del estatismo o populismo no aparezca. La demagogia es el caos. Sin sobresaltos, todos sus hijos e hijas se casaron con el tiempo en la misma parroquia y con confiables sacerdotes del Opus Dei o equivalentes, hasta que apareció el séptimo hijo, el conchito, que resultó ser una preciosa y rizada señorita, que fue bautizada con el nombre de Isidora Ignacia, el año 1965. Tenía ocho años de diferencia con su hermana inmediatamente mayor. A la Isi la malcriaban sus padres, sus abuelos, sus hermanos, sus tíos, las nanas y el resto del planeta. En cierta manera empezó a ser una niña insoportable y excesivamente caprichosa desde la cuna, y eso trae sus derivaciones. Cuando era tozuda era inaguantable. El padre se sometía con fluidez y babas a las más singulares extravagancias de su postrer retoño. Isidora estudió en el exclusivo colegio “Las devotas de María”, en la que le enseñaron todo sobre el apostolado de ser una madre piadosa y una abnegada y fiel esposa, según los estrictos dictados de la Madre Iglesia, y los propósitos de la familia, aunque ingresara a la universidad. El primer requisito de las alumnas es ser damas compasivas y comportarse como tales en todo instante y lugar, con una profunda fe en Dios, María y los santos correctamente canonizados. Todos sabían la ira que le producía a don Benjamín los anarquistas, contestatarios, rebeldes, rojos, ateos y libertinos, a los que él consideraba la escoria. Si uno de sus hijos hubiese optado por este desgraciado camino del mal habría sido desheredado en tres tiempos. Naces como un católico conservador y te mueres así y punto. Amas a Dios, a la patria y a la familia y punto. Y no explores otras definiciones de patria. Don Benjamín se incomodaba con los sermones del evangelio social y transformador que oía en alguna homilía oficial de vez en cuando. No hay un milímetro de espacio para los licenciosos, insurrectos o cuestionamientos. La primera comunión de Isidora Ignacia fue un acontecimiento de la alta sociedad. Y si bien en la secundaria había besado en secreto a dos jóvenes a ella le gustaba su vecino cercano Faustino, que si bien era de muy buena situación económica, no se podía comparar con los Gabillón. El guapo Faustino e Isidora hicieron juntos la confirmación e iniciaron un romance secreto, con la reservada venia posterior de la madre, doña Matilde. Faustino no hizo la Confirmación a su debido tiempo y aprovechó la coyuntura para conocer más a Isidora, en las clases de preparación en la parroquia. El primer beso fue una larga batalla, tanto, que le compró una canción. Ella, con sus dieciséis años disimulaba muy bien su profundo y juvenil amor, como la señorita que era. El apuesto y respetuoso Faustino, hostigado por varias féminas, no ocultaba en ningún minuto su amor y profundo fervor por Isidora y la cubría de elegías y adulaciones, hasta acomplejar a Bécquer. Doña Matilde, supernumeraria del Opus Dei, la autorizaba a salir siempre que fuera con otras amigas, en grupo, y a lugares y con horarios debidamente inspeccionados, y con discreción. Algunas millonarias eran algo modernas o progresistas, ella no, nunca. Al primer desliz o tontera Isidora se queda sin admirador y sin nada. Su santa madre la veneraba, mas en cuestiones de principios no transaba jamás. Obviamente el pololeo de ellos no era de todos los días. La antojadiza Isidora sabía que terreno pisaba en toda hora y lugar, y el diplomático Faustino se adaptaba a todo con tal de consentir a la que el veía y soñaba como su futura esposa. La consentida joven era, en general, coqueta con él. Después de un año juntos varias veces se habían manoseado con cierta pasión sin llegar a mayores, sin corolarios que lamentar, en el automóvil especialmente, cuando se quedaban solos. Es que físicamente no estaban muchas horas solos. Un día cualquiera del verano de 1983 Faustino golpea la puerta de su amada y la encuentra sola en su casa, sin nanas y sin su madre, que fue a un herbolario con cierta urgencia, por media hora. Isidora se abalanzó sobre él y lo besó fogosamente y él, que intentaba ser recatado por miedo a fallecer en la hoguera en manos de sus suegros no resistió más y respondió con una desordenada efusión y le tocó todo y le besó casi todo, ciegamente. La resistencia apostólica y mariana de ella fue nula, es más, la primera iniciativa libidinosa es de su autoría. En medio de los palpamientos impúdicos e impetuosos Isi escucha el sonido de la reja o puerta externa de su casa y se acomodó la ropa en cinco segundos y se sentó en la escalera de afuera con su galán enamorado, presurosamente. Si se demora más de la cuenta en poner las prendas en su sitio hoy Isidora estaría posiblemente excomulgada y denigrada por su familia.
-¿Qué haces en la escalera? ¿por qué no haces pasar a Faustino? –pregunta una extrañada Matilde.
-Mamá, no hay nadie adentro y decidimos esperarte aquí. Faustino ya se va, sólo quería darme un regalo –señala Isi.
-Eso me parece muy prudente. Chao Faustino, que te vaya bien.
-Hasta luego señora Matilde.
La joven lo acompaña hasta la puerta y se despidió de él con un débil beso en la mejilla. A Isidora le gustaba mucho Faustino, de pies a cabeza, desde que lo vio. No podía gritarle al viento su hondo amor, tampoco a su mamá. Era un amor juvenil, idílico, tal vez algo enfermizo. Ella era veleidosa y eso no ayudaba en nada.
En el refinado club Vitacura los jóvenes del barrio alto se juntaban con sus familias para celebrar navidades, fiestas patrias, cumpleaños y otros, y generalmente Isidora era el centro de mesa, la estrella, ya que además bailaba bien y era agraciada. Desde niños nunca faltaron Faustino y Guillermo, que eran siete años mayor que ella. Estos dos eran los partidarios más destacados, entre tantos. Ella disfrutaba siendo una muñeca presumida y sutilmente provocadora. Guillermo Prado no se quedaba atrás en odas y alabanzas, aunque su atractivo era más limitado. En la navidad de 1984 don Benjamín lanza en su casa una bomba de racimo que Matilde presentía, por el perfil de los reiterados comentarios de su cónyuge, de los últimos meses, y que no fue posible soslayar.
-Querida esposa, si Isidora se casa con el ingeniero Guillermo podemos unir las fortunas de los Gabillón y los Prado y ser así juntos los accionistas casi mayoritarios del banco Lemet. Imagínate casi el 40% de las acciones y de otras inversiones quedarían en las dos familias. Es por lo que mis padres y yo hemos batallado toda una vida. Difícilmente el futuro se puede ver más esplendoroso. Isi sabrá cumplir con su deber de Gabillón, sin cursilerías, lo sé, lo sé – expresa un emocionado padre, que planificaba un matrimonio por conveniencia soterradamente, casi involuntariamente. Estaba vendiendo a su hija.
-Benjamín, tú sabes que Guillermo ha perseguido con energía siempre a Isi, pero ella no lo ama, sólo lo tiene como un buen amigo –replica ella.
-Isidora Ignacia no ama a nadie, no está comprometida con nadie. Tú la has cuidado bien y está oportunidad no la dejaré pasar. El amor vendrá con el tiempo. Mi bisoña hija tiene un deber sagrado que cumplir, y esto siempre va primero. Hay decenas de millones de dólares en juego y más, en los años venideros. Dependemos de este matrimonio y una Gabillón no eludirá su responsabilidad. Obviamente tengo tu total apoyo. Ya hablé con los padres de Guillermo y también entienden que hay muchísimos activos en juego. Además el inteligente Guillermo tiene pensado realizar grandes inversiones y proyectos en muchas áreas. Es una mente brillante, inquieta, ambiciosa. Es un Henry Ford. Matilde, tu compromiso moral es explicarle a Isi el sabroso, espectacular e insuperable escenario financiero y familiar que estamos construyendo. Esta oportunidad no se presentará dos veces –señala Benjamín con infinita alegría y esperanza.
-Benjamín, no será muy apresurado. Isi va a cumplir recién diecinueve años –indica Matilde tratando de postergar la fija boda.
-Esperar más tiempo, ¿para qué? Para que se enamore de un aventurero, de un hombre de patrimonio limitado, de un trepador encubierto, de un emprendedor de última hora. Matilde, ¿escondes algo? ¿Guillermo es muy feo?
-¡¡No me ofendas!!, tú sabes que soy transparente y que te apoyo en todo lo que sea beneficioso para la familia. Guillermo no es feo y es varonil –contesta así obligadamente y levantando la voz, por ser una encubridora en peligro.
-Mis otras tres hijas se casaron muy bien, mas la boda de Isidora va a hacer historia. Invitaremos a toda la aristocracia criolla. Si hasta la esposa del general Pinochet me señaló que le encantaría asistir a la boda del siglo, en una conversación distendida que tuvimos en La Moneda. Mi general está ocupadísimo. Sólo falta el responsable sí en el altar de mi hija y programa cerrado. A ella le he dado de todo, no me fallará. Matilde, encárgate de todo lo sentimental y yo de lo económico. Necesito de tu absoluto apoyo en estas semanas decisivas, sin titubeos – sentencia el patriarca de los Gabillón, que con convicción y perspectiva juega sus fichas.
-Benjamín, yo te ayudaré en todo, con la boda del siglo, con la vehemencia acostumbrada. Esto nos conviene a todos y es un premio a tu infatigable lucha por todos nosotros. Ambos son los herederos perfectos del reino.
-Gracias esposa mía por comprender rápidamente y colaborar siempre. ¿Qué haría sin ti?
Matilde le permitió pololear en secreto a su hija y ahora debía afrontar las ramificaciones de los besuqueos, porque la mimada Isidora estaba enamorada de verdad. Eran demasiados los millones de dólares en inversiones jugosas y ella no le iba a cerrar la puerta de una prosperidad obesa a la familia por un amorío juvenil pasajero. Isidora entenderá el contexto y asumirá con altura de miras su obligación, seguramente. Cualquier afán adolescente será desestimado. Se lo explica a su hija con pinzas, en su lujosa habitación de soltera.
-Isi debo conversar contigo un asunto delicado –el rostro se le empalidece.
-Dime mamá, ¿qué sucede? –Isi algo sospecha, por las señales de los últimos meses y los obsequios lisonjeros y caros de Guillermo.
-Hija, tu padre y los Prado han llegado a un gran acuerdo. Ellos están convencidos que el glorioso futuro pasa por tu matrimonio con Guillermo. Tú sabías que un acontecimiento como este llegaría, y el joven Prado te adora.
-Mamá, ¡se volvieron locos!. Yo sólo amo a Faustino, y si bien el educado Guillermo es un buen pretendiente, es mi amigo y nada más. ¿Cómo me voy a casar por dinero? ¿soy yo una acción de la bolsa de valores, una dama de compañía? Es increíble que no participe en la decisión más importante de la vida de una mujer.
-Es un amigo que te ama, que ha insistido contigo. Faustino se ha interpuesto en cualquier relación que pudiste haber tenido con él. Le bloquearon toda posibilidad a Guillermo, y yo soy un poco culpable.
-No amo a ese tipo mamá, no me casaré con él. Prefiero morir, huir. Mándame a estudiar al extranjero cualquier carrera.
-Isidora Ignacia, mantén la compostura de una señorita de tu clase. A tu padre no le podemos hacer escenas y menos un escándalo. En esta vida que es dura, todos tenemos que ceder. Guillermo vendrá a pedir tu mano un mes más, con ambas familias de testigo. Tu primer deber es terminar secretamente con Faustino explicándole en detalle todo. Él comprenderá todo, créeme. Es un muchacho inteligente. Hoy, Benjamín y tus seis hermanos cifran sus esperanzas en ti, en que actuarás rectamente, por el beneficio de todos. Tus hermanas hicieron algo parecido, con el visto bueno de tu papá. Cada oveja con su pareja. Fuiste educada para este día.
-¿Y quién se preocupa de mi beneficio emocional?
-¡Malcriada egoísta!, todos hemos pensado siempre en ti. Y esta boda a la primera que beneficia es a ti. Tus hijos serán tan o más importantes que tu propio padre, si te conduces con sabiduría y prudencia. Vas a ser una de las mujeres más importantes de la república. Reflexiona en profundidad sobre el futuro de tus hijos. Te hemos dado todo lo que has solicitado. Has sido una agasajada insoportable muchas veces. Tu padre ha sido tu aliado y protector siempre, en todo, a veces en contra mía. Hasta he discutido con tu padre por la forma exagerada en que te regalonea. ¡Primero está la familia!, el porvenir de todos. ¡Vas a vivir como una princesa!
- Por favor mamá, ¡ayúdame!. Yo amo a Faustino y mis hijos con él van a ser felices. Busca una triquiñuela. No ansío ser una princesa afligida.
-Toleré tu amor juvenil. Te comportarás como una Gabillón e irás al altar de la mano de Guillermo. Si desilusionas a tu padre o le rompes el corazón yo misma te moleré a palos. ¿No te gustó jugar a ser coqueta con Guillermo? ¿no te gustó jugar a enamorar a los hombres? Pues bien, lo lograste. Guillermo te ama y tu padre y los Prado ya prepararon todo. El mundo de los negocios es cruel. Autoricé disimuladamente tu amorío, confiando en ti, en tu criterio, llegada la hora cero. Ahora podrás coquetear con Guillermo todos los días de tu vida -concluye Matilde, melancólica, irónica y enfadada.
Matilde lloraba en el más imperioso silencio la desdicha genuina de Isi, mas no eludirá su compromiso con el bienestar de todos. No prevalecerá el sentimentalismo, los anhelos adolescentes. Ella organizará la mejor boda que la alta sociedad haya visto, por amor a los suyos y a su abnegado marido. A su benévolo Benjamín no lo va a desencantar, por ningún motivo. Isi ya se acostumbrará a su holgado destino. Nobleza obliga.
Isidora maduró por medio de un golpe brutal. Está al corriente que es la heredera a un trono mercantil que muchas envidian y si decepciona a su padre y familia es el fin, más el insoportable deslustre público. Ella en varias oportunidades galanteó con Guillermo, entre otros, como la niña mimada que era, generándole inconscientemente expectativas románticas desproporcionadas. Le resultó gravoso ser aprendiz de vampiresa. Pues bien, ahora está locamente enamorado de Isi y pedirá su mano aunque tenga que mover el cielo y matar dragones, y ella le aceptará con decoro y feliz, como parte del aciago guión. Don Benjamín cree que el joven Prado va a ser su primer amor o romance, y el único. Isi se prepara adecuadamente como una Gabillón a posesionarse de su tarea dentro del quisquilloso clan, sin devaneos. Don Benjamín no toleraría otra cosa, perdería la razón. Ha trabajado como una mula por un día glorioso como éste. Su primer dramático paso es hablar con el hombre que ama, con Faustino en el cauteloso café “La Gaita” de Las Condes.
-Faustino, mis padres han arreglado mi matrimonio agudamente. Conjeturan que lo mejor es que yo me casé con Guillermo y consolidar y acrecentar así el patrimonio de los Gabillón y de los Prado. Te amo y estoy desesperada. Beber veneno va contra mi fe. Esto es una chifladura –intenta explicarse entre lágrimas.
-Prado siempre te ha perseguido y posee un capital en cientos de millones de dólares. Comprendo la decisión racional de tu padre, que supone también que Guillermo va a ser tu primer pololo y único novio, y que por eso no ve ningún tropiezo en tu corazón. Estoy seguro que perderé la chaveta –dice un abrumado Faustino, que sospecha lo peor.
-Dime Faustino, ¿qué haré? ¿huir? ¿huir contigo?
-Si huyes conmigo deshonrarías a tu madre y a todos los Gabillón, y yo no permitiré una indecencia como esa. El desprestigio sería eterno. Mi única salida es llorar como un niño y desearte cabal felicidad. Yo soy adinerado, lo sé, mas al lado de los Prado soy sólo un pyme exitoso. Ellos son banqueros. La banca mueve el mundo y el caso está cerrado, lamentablemente. Debes ponerte el traje de novia, marchar al altar, casarte con él, hacer dichoso a tu padre y cumplir con todos los deberes de una Gabillón, como dice tu madre, sin dramatismos. Yo intentaré no suicidarme. Cuando escuches nuestra canción “Una lagrima sul viso”, de Bobby Solo, que una vez te dedicara, acuérdate de mí, por favor, es lo único que te pido. Marcharé cabizbajo al monte de los lamentos –Faustino lo explica todo con valor e impresionante realismo, llorando con mesura y facilitándole de esta manera las cosas a la mujer que idolatra. La canción italiana describía, también lo que le había costado besar por primera vez a la escurridiza Isidora Ignacia, según él.
No hubo muchas palabras más, esquivando una tragedia griega mayor. Ella le dio un fuerte beso en la boca, el último, en la escalera del café. El sabía que había perdido la batalla y emprender una retirada digna y resuelta era lo aconsejable. Pelear con la banca es inadmisible. La pesada y brusca realidad, tarde o temprano, los visita a todos. Un violento rayo del cielo los despedazaba sin misericordia alguna. A Faustino no lo sirvió de nada ser adinerado, joven, profesional, laborioso, inteligente, católico, guapo, complaciente, educado, tierno, sano y ser amado por la involucrada. En algunas ocasiones tenerlo todo no sirve de nada. En las batallas del amor muchos soldados han caído, algunos miserablemente. Faustino camina con la frente en alto, con sus dignas heridas de guerra.
A la semana después Guillermo asiste a una cena que Matilde preparó con abnegación con el propósito de acercar los intereses comunes y a los dos jóvenes, que conversan entre sí en un pequeño balcón preparando casi espontáneamente su devenir. La conducta de la señorita Isidora será intachable. No hay lugar para sensiblerías o salidas de madre.
-Isidora es un placer estar al lado de una estrella de cine como tú, espero que te hayan gustado mis versos y obsequios. Puse en ellos todos mis bríos, aunque me queda claro que tu belleza empalidece toda obra de arte –expresa un iluminado Guillermo.
-Una vez más te comportas como todo un duque. Eres un trovador talentoso y agradezco tus bellos halagos y regalos –responde ella con respeto y un afecto restringido.
-Isi, concédeme el privilegio de aceptarme una invitación al cine este fin de semana –lo expresa cruzando los dedos.
-¿Al cine? no veo ninguna dificultad. Me agrada el cine. Tendrías que pedirle permiso a mi papá –ella inicia su rol, a duras penas.
-Ya sabía que te agradaba el cine. Voy de inmediato donde tu padre.
El joven Prado se dirige hacia donde don Benjamín lleno de dicha.
-Don Benjamín, autoríceme a ir al cine con Isidora. Ella ya me concedió el placer de aceptar mi invitación, por favor –dice el cortejador con una impresionante formalidad.
-Por supuesto mi querido yerno. Con un hombre distinguido como tú mi regalona Isidora asistirá encantada al cine y a donde ustedes quieran. Además, ustedes dos hacen una pareja fenomenal, se los digo desde ya -exclama con regocijo el patriarca, mirándolos.
Durante un mes frecuentaron el cine, el teatro, el ballet, centros deportivos y veinte lugares más. Matilde pensaba que con tanto paseo Faustino desaparecería de la mente de su última hija. Al menos él hacia más que gustoso su papel de futuro novio y cónyuge, y se le declara a Isi, sin fanfarria.
-Isidora Ignacia, te lo he dicho por escrito y verbalmente, y de todas las formas posibles. Me gustas desde siempre. Te amo con locura sublime. Te ruego que aceptes ser mi esposa – expresa un nervioso Guillermo, que ya no aguanta más.
-Has sido cariñoso y educado conmigo y he aprendido a quererte y a valorarte. Me da la impresión de que no estoy enamorada de ti. Hablo de ese amor del que se alimentan las bodas ciertas –es una acotación clara de parte de ella, una notificación honesta, una profecía.
-Con el que me quieras me sobra. No le pido más a la vida. Con el tiempo vendrá el amor que falte. Cásate conmigo, te lo suplico, te lo imploro –insiste el pretendiente invencible.
-El riesgo es elevado. Tú eres una mente brillante, analiza exhaustivamente tu proposición. Y si ese amor que falta no llega nunca, ¿qué haremos? ¿Y si somos unos desdichados? -consulta ella con dudas a un indoblegable galanteador, como presintiendo algunos sobresaltos en los años que se vienen.
-Ese amor llegará, te lo prometo. Poseo la suficiente fe y ganas. Yo me encargaré personalmente. Te suplico que te cases conmigo. Contigo quiero construir una familia y un imperio. Sin ti estoy acabado, la desdicha contigo es imposible – el galán, que no atiende otras voces, va a perseverar hasta el fin de los tiempos, definitivamente, porque Isidora lo tiene embobado, idiotizado, y no es una exageración.
-Entonces, ¿nos casaríamos bajo tu responsabilidad?
-Sí, bajo mi total responsabilidad.
-Bueno, si aceptas las condiciones y hasta estás dispuesto a esperarme con esa tanta fe, sí, acepto ser tu esposa –contesta Isidora, subyugada por las circunstancias y los compromisos externos que no rehuirá, regalándole una sonrisa fabricada a pulso, con el rostro de su padre flotando en el aire. En él el pesimismo está fuera de todo foco, es irreal.
Ella intentó sutilmente de que él no le ofreciera matrimonio, con ademanes, gestos y vocablos de emergencia. De esta forma no tendría que justificarse ante su padre, por una mano que no le pidieron, y Faustino reaparecería, en gloria y majestad. Era un imposible, Guillermo estaba estupefacto con su Julieta. Ella pagaba por su vanidad atolondrada. Isidora Ignacia cumplió con los anhelos de su querido padre, y esta boda lo llenaría de una total dicha. Matilde se somete a los designios del destino, que era lo habitual en ella. Isi es la primera en entregar la noticia. Al ingresar a la casa ve solo a su padre y sin rodeos y con un entusiasmo dudoso le entrega los detalles de lo acaecido.
-Papá, Guillermo Prado me pidió matrimonio hoy. Le dije que sí.
Don Benjamín estalla de alegría: ¡Matilde, ven, ven rápido!
-¿Qué pasa Benjamín? Salvaguarda la compostura, por favor –le ruega la esposa.
-Matilde, Guillermo y la Isi se van a casar, ¡se van a casar!. Hay que comunicárselo a todo el mundo. Tengo que comprar inserciones en todos los diarios de la capital, invitarlos a todos. Hija mía, me haces inmensamente feliz, más que tus hermanas –Benjamín está desatado, de júbilo.
A las dos semanas después Guillermo pidió la mano de Isi ante sus suegros, con la presencia de sus padres, en una ceremonia que parecía de Estado. Todos los pasos ya estaban dados, correctamente, bajo la supervisión directa y persistente de Matilde. Ahora se viene la boda del año, o del siglo, según el entender del bienaventurado patriarca.
En mayo de 1985, Guillermo Prado e Isidora Ignacia Gabillón se casan en un templo de Vitacura, en la cual se invitó a toda la aristocracia criolla, al jet set, con una fiesta de lujo que fue inolvidable y carísima, y de repente entre tanto invitado distinguido ingresa la primera dama.
-Isidora, te entrego este presente en nombre de mi marido y mi familia. Todos esperábamos este gran acontecimiento. Ustedes dos se ven preciosos y son todo un ejemplo para nuestra juventud. Disculpa que esté un poquito corta de tiempo.
-Muchas gracias por concedernos el honor de aceptar nuestra invitación señora Lucía. Salude al señor Presidente de la República por favor, a mi presidente, de parte de todos nosotros.
Faustino desde un segundo piso del templo observó como el amor de su existencia le daba el sí perpetuo a un hombre que no amaba y no asistió a la fiesta porque no correspondía, aunque envió un hermoso regalo. La relación de Matilde y su hija nunca más fue igual. Ella sintió como una apostasía la actitud de su mamá. Isi tuvo dos hijos varones y Faustino después se casó con una mujer bella que terminó siendo una espectacular esposa. Y Ya era 1992, con plena democracia en Chile. Mucha agua había pasado bajo el río.
Isidora dormía con su marido sin pasión. Ella suponía que cumplía con sus deberes maritales porque no se le negaba, y en parte así era. No le inventaba excusas o dolores de cabeza. Tal vez de tanto pensar en su amor prohibido apegada a su almohada apagó el fuego que nunca tuvo por su cónyuge. A Guillermo lo atrapaba cierta timidez. Deducía que no era correcto ser agresivo o audaz en el lecho marital con una dama y más su frecuente eyaculación precoz producto del estrés bancario y mercantil lo dificultaba todo. Ciertas tradiciones religiosas puritanas o de los acomodados no eran un aporte. Tampoco el diálogo sexual entre ellos era fluido porque esa época era recatada y beata todavía, en ciertos sectores. Y no ventilarían su intimidad con un sexólogo o sicólogo. Todo mal. De vez en cuando ella conversaba a tajo abierto y teatralmente, con su almohada, y con absolutamente nadie más.
-Cuando estoy con mi esposo, en algunas oportunidades presumo que estoy con mi antiguo pololo y vecino Faustino. Me da la impresión de que mis formales relaciones sexuales no van a ningún lado, que son el inicio de nada. No puedo ser caliente. Que la procreación sea el propósito más determinante en los casorios me parece horrible. Como los sacerdotes no se casan, jamás me comprenderán. No solicitaré el sacramento del perdón. No creo que la búsqueda del placer extremo sea una obsesión impía que ofenda al sagrado sacramento del matrimonio. Este entumecimiento interno, este hormigueo, me va a liquidar, si es que no enloquezco antes. Me acuesto y me levanto vacía del coito. La mayoría de las veces no alcanzo a empezar y cuando me he excitado unos gramos él termina y se da la media vuelta. Mi marido cree que se desempeña bien y jamás toma posesión de mí –dice ella, alarmantemente escaldada.
-Si no te obsesionaras tanto con Faustino e intentaras recomponer la intimidad con tu esposo poniendo de tu parte ardor y voluntad, tal vez tu escenario cambiaría. En un tango se necesitan dos. Manoséalo más, con gemidos actuados, como comienzo. Pienso que dentro de él hay un buen amante, pero debes ayudarlo tú, con algunas iniciativas sensuales. Pídele un milagro a la Virgen de los Milagros, en tu próximo viaje a España –le responde la almohada.
-No hay romanticismo, mi esposo no me estimula, no me persuade. Es respetuoso y atento conmigo y es claro que suavemente intenta agradarme. Eso lo reconozco. Es que él nunca me posee, nunca me rapta, es como si me tuviera un poco de miedo. Tal vez estoy condenada a no amarlo nunca, a desearlo poco. Todo es terrible –expresa una patética Isi.
-¿Y no has evaluado que tú puedes ser la que lo estimule a él? Salva tú misma tu propio matrimonio –le argumenta la almohada, algo molestada.
-No sé si esa conducta sea propia de una dama. La iniciativa es del varón, creo. Hasta se malinterpretaría el que sea yo quien lo desvista con agresividad. A veces me gustaría ser belicosa en la cama con él, y siempre hay algo que me detiene, siempre –recalca Isi.
-Lo que no corresponde a una dama es fornicar descarada y mentalmente con el expololo, con tu fruto prohibido. Y sí es propio de una mujer avispada intentar llevar con astucia femenina un poco de erotismo a la alcoba. Tus orgasmos aparatosos en sueños con Faustino son una indecencia. Estás fuera de lugar. Eres una impenitente – señala una almohada enojada.
-¿Y qué haré con mis pezones rígidos? – consulta ella.
-Ponerlos sobre Guillermo con algún estimulante –concluye el cansado cojín de cabecera.
-Mi marido me ve como la madre de nuestros hijos, como una devota de la Virgen de Andacollo, no como a una hembra a la que desea perversa e impetuosamente. Él se refrena también. Creo que esa es la semilla de mi insatisfacción sexual demencial. También he deseado que mi marido me viole –plantea Isidora, que porta dentro de sí una ninfómana y no lo sabe.
-Si la energía que le entregas a tu amor platónico la traspasaras con furia a tu lecho marital serías una señora feliz con tu esposo pasado algún tiempo, niña infantil. El fuego sexual en una mujer es normal, no te asustes. Tus esfuerzos son nulos. El erotismo dentro del matrimonio es un placer bendecido por el Creador. Siempre fuiste una mujer caprichosa que obtenías todo, absolutamente todo lo querías, y como Faustino ya no es de tu propiedad, quieres volver a tenerlo, porque lo deseas, con una paranoia impresentable. Y si tu exvecino no existiera seguramente desearías a otro, porque tu alma es amiga del peligro. Cuando eras soltera lo despreciaste desahogadamente, varias veces. Te hacías de rogar, con todos –le replica la almohada.
-Se casó después sin avisarme y es verdad, nunca le dije todo lo que sentía por él, porque especulaba que no correspondía. Lo nuestro era un amor juvenil puro. Además la mujer bonita era yo y él era solo un admirador más, el más apuesto, al que terminé amando en demasía. Cada día que pasa lo codicio más. Últimamente todas las semanas me imagino con él, baboseándolo. Es una inmoralidad el solo sospecharlo, mas supongo que amo a Faustino, que siempre era tan tierno, guapo y educado. Si el obispo de la Obra supiera lo que realmente soy y siento por mi exvecino me quemaría en la hoguera a fuego lento. No sé lo que realmente sucede en mí –señala Isi.
-Ese pecado no se lo confieses a nadie, menos a ese párroco que te mira con ojos de sapo, con el falsificado disimulo de las sotanas lascivas – expresa la almohada.
-¡Estás loca!, mis ofensas al Señor no existen, son virtuales. Lo que me sucede es que en los momentos cumbre de mi insatisfacción íntima me acuerdo de él, a veces, y todo mi ser interno zapatea desfachatadamente. He fantaseado que me abalanzo sobre él desnuda –Isi se descarga sin pudores.
-Eres una desvergonzada –le contesta el cojín.
-Yo diría que soy una inmoral. Varias veces he soñado que lo secuestro y que nos vamos un fin de semana a un valle a desatar el volcán que vive en nosotros, o al menos el que vive en mí.
-Estás cada día más enferma –le replica su amiga de género blanco.
-Sí, estoy desvariando de verdad y todo mi ser arderá en el infierno. Seguramente me estoy enfermando de algo. También he considerado seriamente como posibilidad el que esté poseída por Satán. El purgatorio no me servirá de nada y ni siquiera me puedo confesar. Moriré con esta llama dentro de mí. Espero no descomponerme. Deshonrar a mi familia sería un crimen y la excomunión mayor –concluye escolásticamente Isidora Gabillón.
-Por favor, por favor, no lances tu trasero por el ventanal. Que no te tiemblen las piernas. Mantén la dignidad y actitud de una señora casada, de tu clase –le aconseja la almohada, que ya presentía algún revés.
-Tal vez mi único problema es que soy anormal y simplemente no lo reconozco. Estoy mal de la cabeza. Estos silenciosos soliloquios me van a pulverizar –remata Isidora.
Después de sufrirlo todo, de cuidar las formas adecuadamente, de intentar comportarse como una señora educada de “Las devotas de María” por años, se decide a llamar a Faustino a su oficina sin medir los desenlaces, aunque el presbítero la estigmatice. Ya no da más. La vida es una y breve y ser una heroína de la desdicha por guardar las apariencias era ridículo. Hastiada de todo opta por ser audaz e imprudente, juguetona. Era mayo de 1992 e iba a celebrar su séptimo año de matrimonio, como era lo acostumbrado, porque se trataba de ella.
-Aló, ¿estará don Faustino?
-De parte de quién señorita –pregunta la secretaria.
-De parte de “una lacrima sul viso”.
-Disculpe, no entiendo nada, está bromeando.
-No se preocupe señorita, don Faustino va a entender de inmediato quien soy cuando le indique esta canción italiana.
-Espere un momento.
La secretaria le indica al gerente general que una misteriosa señorita se presentó por el teléfono con el título de una canción italiana de Bobby Solo. Faustino comprendió todo ipso facto y se comunicó con ella en un tris.
-Aló.
-Hola Faustino.
-Isidora Ignacia, ¿eres tú? –su llamada lo impactó.
-Sí, Faustino, soy yo –ella tiembla por dentro, como una quinceañera.
-¿Cómo está la mujer más hermosa y escultural de Santiago?
-Aquí estoy, casada, con dos hijos y algo tristona. ¿Cómo está el galán de Vitacura?
-Aquí estoy también, intentando hacer crecer mis empresas. Me va bastante bien.
-No me extraña, también eres un tipo inteligente e intuitivo. Siempre se aprende algo conversando contigo –lanza su indirecta provechosa.
-Obviamente parlotear contigo es un deleite. Me gustaría hacerlo en vivo y en directo. ¿Puedo invitarte un café? ¿qué te parece?
-Sí, invítame. Será todo un agrado –acepta de inmediato, sin volteretas.
-¿Qué te parece en “La Gaita”, mañana viernes a las cuatro de la tarde?
-Ahí estaré mañana, a la cuatro –lo expresa en estado de pánico.
Ella pasó la noche del jueves entre el miedo y la sensualidad, entre un romanticismo insensato y la lujuria, entre el pecado y el placer carnal. Si alguien se entera de un desliz de la señora Isidora sería un cataclismo. Ella le temía más al descrédito que a una eventual infidelidad. Se acicaló adecuadamente y fue puntual. Faustino, era un hombre de familia con reiteradas aventuras extramaritales. Era rico, joven, guapo y simpático, y le llegaban ofrecimientos femeninos de todos lados, y aceptaba algunos, en la hora de almuerzo. Ya no era el joven que Isidora conoció, definitivamente. Eso sí, amaba a su esposa Trinidad sin vacilaciones, sin soliloquios. Él la esperaba sentado desde hace quince minutos. Pidió un lugar más reservado en la vieja “Gaita”. Ella aparece, relumbrante.
-Hola Isidora, te ves estupenda como siempre.
-Hola Faustino, te ves como el galán que eres.
-Ya no, he subido unos kilos, a pesar del tenis.
Hablaron de todo lo cotidiano, de sus penas, por cincuenta minutos, e Isidora no podía disimular su amor, su apetito o lo que fuera. Faustino, de tanto acercársele le dio un beso que la elevó a las nubes. Ella le respondió con una fogosidad desbocada que terminó en un motel discreto y elegante que él conocía muy bien. Ella entre tanto manoseo y pasión derramó algunas lágrimas insignificantes, como si fuera una joven enamorada tonta. Ya no la torturaba ninguna almohada estúpida. Él no iba a desperdiciar el acariciar e intimar con una mujer hermosa, aunque a ella le vinieran reminiscencias juveniles. Ella era un cráter que explosionó a gusto y con descaro. Rejuveneció, carcajeaba sola. Tomando las máximas medidas de seguridad se empezaron a visitar casi todos los viernes después del almuerzo, con juegos eróticos, risas y tragos. Ella lo desvestía, lo acorralaba en el baño, lo manoseaba con frenesí y no se le despegaba. A los tres meses deciden sólo conversar, resumir. Es que afuera de la ventana del hotel también había una bulliciosa marcha, que les perforó el ardor, de ciudadanos que ponían su grito en el cielo por los ampulosos abusos de la salud y previsión privadas, las famosas Isapres y AFPs. Y se sentían algo desganados.
-¿Te acuerdas todo lo que me amaste? –lo dice moviendo las pestañas.
-Sí, yo me habría casado contigo de inmediato. Te adoraba.
-Si me hubieses secuestrado, yo me voy contigo al extranjero o a donde sea, te lo juro, y hoy seríamos felices.
-Isidora, te repito que eso habría sido una humillación para tus padres.
-Mis padres fueron los que me doblegaron, los que me condenaron a la desdicha. Me vieron como una inversión a largo plazo y nada más. Yo era un activo.
-No condenes a tus padres, ellos actuaron con la racionalidad del caso.
-Faustino, ¿me amas todavía?
-Isi, de que hablas, eso ocurrió hace tanto tiempo.
-¿Te queda un poquito de ese amor juvenil?
-De nuestro pololeo guardo los mejores recuerdos, de todo lo que te idolatraba.
-¿Me amas un poquito hoy? –es una pregunta algo bochornosa.
-No me pongas en esa encrucijada. Yo amo incondicionalmente a mi esposa Trinidad, lo sabes.
-Entonces para ti soy una amante ocasional más, la perra de turno.
-Por favor, no dramatices todo, no te deprimas tan fácilmente, no te expreses de esa forma. Me alegra el haber pololeado contigo y me alegra el estar en la cama contigo. Eres peligrosamente ardiente. Sí, casado contigo habría sido dichoso, mas eso no sucedió.
-No solo te entrego mi trasero, también me entrego yo. ¿Comprendes mi lío existencial y emocional? De ahí viene el fuego. Una pregunta teórica: ¿Te arrancarías conmigo a un nuevo país mañana?
-Isidora, deja las cosas en su sitio y tranquilízate. Yo amo a Trinidad y jamás me voy a divorciar de ella, jamás. Disculpa mi sinceridad.
-Parece que fuiste bendecido con una buena esposa.
- La Trini es espectacular, un tesoro –Faustino anhelaba empezar a desmarcarse de la insistente Isidora.
-Entonces soy para ti una amante temporal, y sólo eso. Que triste es saberlo, que poco valgo.
-Por favor, no lo plantees así. Me agradó verte, posees también un cuerpo soñado.
-Yo quería que mi cuerpo soñado fuera tuyo toda la vida. Dime ¿por qué esa gente de allá afuera alega tanto? – Isi cambia de tema bruscamente, y entra en el área financiera en donde él es un experto, porque notó el agotamiento de Faustino, ante tanta necedad y presión femenina.
-Tampoco están conformes en democracia. Pretenden reformar la previsión y la salud en Chile y más.
-En mi casa se crearon las AFP, creo.
-Don Benjamín fue uno de los estratégicos gestores de las privatizaciones de las empresas públicas, de las AFP e Isapres. En cierta manera el modelo neoliberal se diseñó en casas como la tuya, al menos una parte. Si hoy existe una constitución política partidaria, impuestos bajos, una legislación laboral flexible, una escasa fiscalización del Estado, es gracias a hombres visionarios como tu gran padre. La economía de la patria crece a buen ritmo. Sólo les faltó privatizar el banco central jajaja.
-A mi casa iban ministros, subsecretarios, directores, obispos y todos.
-Toda la elite conoce y respeta a tu papá.
-Espero que el congreso no fastidie mucho. Me aburren sus discursos.
-No te preocupes, el congreso está en el bolsillo de la elite –lo dice sin arrugarse.
-Y tanta protesta no es un tropiezo?
-Es parte del juego, déjalos que griten, nunca se satisfacen. La Moneda es razonable, no va a permitir que el despelote se generalice. Todo está bajo control y Chile continúa progresando. La cabaña del tío Tom está establecida y limpia y los barracones no se van a sublevar. Aprendieron a apreciar el crecer con paz y orden. El galeote es sumiso, con algunas excepciones. Que cada uno ocupe su lugar –sonríe socarronamente.
-Sabías que la fortuna de los Gabillón posee un pasado algo truculento –bromea un poco, relajándose, con un vaso de champagne en la mano.
-Disculpa Isidora, esas son tonterías. Todo patrimonio y familia poseen sus manchas, su pasado. Los inmaculados no existen. No escuches a los envidiosos. Don Benjamín es un triunfador y punto, un adelantado. Además, el banquero que juega limpio quiebra.
-Hablas como mi padre. Debiste ser mi esposo.
-Yo respeto y aprecio a tu padre, y tengo una maravillosa esposa. Lo correcto es que no nos veamos por un tiempo, disculpa –está cansado del romanticismo impropio de Isidora.
-Ahora quieres deshacerte de tu perra ocasional –su depresión es evidente.
-Otra vez con lo mismo –levanta la voz-. Cada uno posee su vida y responsabilidades. Lo nuestro por ahora se termina, lo siento. Tal vez no veamos en otra oportunidad –él necesita un desahogo, se lo dice con cariño y la voz baja. Isi dejó de ser divertida.
-Lo acepto, lo acepto, lo acepto, no te rogaré más. Está bien, nos vemos. Cuando escuches nuestra canción italiana acuérdate de mí, por favor. Es lo único que te pido –ella desiste, se rinde, al fin.
-Eso haré, te lo prometo –le responde aliviado, y con un beso sin sabor se despiden.
Isidora perdía por segunda vez al que consideraba el amor de su vida. Lo tenía todo desde que usaba pañales y busco en su juventud la forma de casarse con su vecino amado, mas el destino le preparó a su corazón de mujer un camino doloroso e irreversible. Tontamente creyó que viviría o reviviría esa magia adolescente en un motel, al menos fraccionadamente, con un hombre guapo y responsable que estaba dichosamente casado, y se volvió a equivocar. La dura realidad la visitaba nuevamente y ella pensaba que su corazón era un mártir. Por motivos distintos a los de la canción “Una lacrima sul viso” –una lágrima en el rostro-, una lágrima rebelde recorría su rostro, con los puños apretados, encerrada en su baño privado, escuchando su nuevo himno secreto y demasiado popular, de gente humilde: “Sombras nada más”, de Javier Solís. Todo mal otra vez, a ella nada le sale bien. Los caprichos de las poderosas también sufren derrotas. Al principio fue Faustino quien le rogó que se acordara de él mediante la canción italiana, ahora es exactamente al revés, siete años después. La ironía juega su papel determinante en la historia, sin avisarle a nadie.


FIN.


Del blog índice “LAS SOTANAS DE SATÁN”
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Todos mis cuentos en un solo blog
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE

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sábado, 11 de junio de 2022

NO ME CAMBIES LA PREGUNTA - MICROCUENTOS SON


Por sus excelentes calificaciones y capacidades fue elegido para ser periodista de la Central de Noticias del canal Todos, fortaleciendo el equipo. Reporteando con vigor la Semana Santa en terreno se acercó al sexto ciudadano y le preguntó lo mismo:
-¿Qué opina usted que suban los precios de los mariscos y pescados en Semana Santa?
-Muy mal señor, muy mal -contestó enfadado el ciudadano.
¿Y qué le parece que suban la tarifa de los buses intercomunales?
-Ese es otro abuso más, las autoridades deben intervenir –replicó el último entrevistado.
Con las imágenes adecuadas y con la agradable sensación de haber cumplido la misión se presenta en la Central, para el noticiero nocturno. Se quería lucir. Después de treinta y seis años de recibir exactamente las mismas opiniones por parte del público el canal Todos concluyó que la gente se molesta con las subidas de precios, en la misma época, todos los años. La tendencia era clara, irrefutable. La reacción es semejante, siempre. Comer legumbres ese día es impensable. Hacer consultas equivalentes, en sitios predeterminados, es un escenario cómodo, conocido. Jubilar con formatos análogos de entrevistas da seguridad, favorece el prestigio. Fastidiar a la ONU, a la elite, a los poderosos es espinoso, resbaladizo. El FED, los narcotraficantes, los lavadores, los demagogos, los megabanqueros, la bolsa de valores, el flujo del oro y de armas, el IOR y los otros malhechores, realizan sus actividades sin mayores inconvenientes. Los reportajes delirantes y las denuncias están editados, dirigidos. Nadie pellizca al faraón. La imprudencia se paga cara. El silencio es un componente de la cautela. Quiero profetizar que el precio de los pescados subirá en Semana Santa. El postgrado del periodista destacado se viene con tambores. La manipulación requiere de hombres competentes, decididos.



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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE

domingo, 5 de junio de 2022

EL MUNDO QUE ME CAMBIÓ - NOVELA

 domingo, 5 de junio de 2022

EL MUNDO QUE ME CAMBIÓ - NOVELA


Con la novela que presento aquí intento dibujar adecuadamente a través de varios personajes estratégicos menores la historia política reciente de Chile y del alma humana, pasando por el gobierno de Salvador Allende, la dictadura militar de Augusto Pinochet y la frustrante democracia posterior. La tragedia, el amor, el reencuentro, la ambición desmedida, el asesinato político, la concentración de la riqueza en pocas manos, la desidia astuta de la iglesia, la manipulación de los poderosos, la tortura, las especulaciones crueles de la logia bancaria, las utopías pulverizadas, el desprestigio total del quehacer político, el avance de los negreros, la demagogia refinada, la esperanza recauchada y el dolor de cada día de los peatones, son los pilares de mi manuscrito, que pretende reavivar y revivir, una y mil veces ocurrirá, esa sed de justicia social que es inmortal en la naturaleza humana y que pelea hora tras hora en contra de la avaricia despiadada, sin rendirse jamás. Bienvenidos a mi singular novela: EL MUNDO QUE ME CAMBIÓ, que se registró en la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, de Santiago de Chile, el 9 de noviembre del 2011, y de la cual poseo todos sus derechos.



Enero 1983

Según lo establecido en la singular y nueva constitución política chilena del año 1980, confeccionada a la medida por los mejores sastres de la insaciable, pícara y férrea derecha económica, el general Augusto José Ramón Pinochet Ugarte ejercería como Presidente de la República por ocho años más, partiendo desde el 11 de marzo de 1981, espacio de tiempo en el que privatizarán todo, apropiándose legalmente de las empresas estatales de la sagrada patria, a espaldas de la voluntad ciudadana, con un rostro circunspecto y doctorados en Chicago, y en otros olimpos ya reverenciados.
También el Comandante en Jefe del Ejército era el mandamás del poder legislativo, sin contrapesos. En los tribunales de justicia rara vez lo incomodaban, aunque los acérrimos defensores de los ejecutados políticos y de los detenidos desaparecidos jamás dejarán de pelear en los juzgados, con un vigor portentoso, que irritaba al supremo Gobierno, que no entendía la tanta lamentación del enemigo vencido. Esta amigable y a la vez jabonosa constitución de la república se aprobó mediante un plebiscito curioso. Sólo los simpatizantes probos y fichados del general Pinochet contaron los votos y fueron los únicos apoderados de mesas en los escrutinios. La publicidad sólo fue para favorecer la opción nacionalista de la Junta Militar que ganó rotundamente, en todos los distritos de Chile, sin excepciones, sin registros electorales ni contrariedades. Entre los seguidores del dictador el pesimismo era de cero. Levantaron la copa de la victoria repletos de complacencia antes de que se iniciara la brega. No es estresante apostar a ganador cuando el único caballo que corre es uno y con jueces y observadores de la propia familia. Como el de la pobreza y el de la desesperanza, el de la oligarquía es un círculo de hierro que no se rompe jamás, ya que es protegido por las Fuerzas Armadas, la banca, los empresarios, los padrinos y una determinada y trascendental ayuda extranjera. En democracia esto no ocurriría nunca. El triunfo integral quedó garantizado mucho antes de la instalación de la primera mesa receptora y escudriñadora de votos. Fue una profecía autocumplida.
En el país uno solo daba las órdenes, el Capitán General, y a los quisquillosos les iba mal más temprano que tarde. La armonía personal consistía en alinearse en el bando correcto. Lenin Farfán, Emilio Peña y el flaco Fernández, nacidos los tres en el año 1950, fueron amigos siempre. Desde primero básico a cuarto medio y además residían en la misma comuna, pobre y postergada, que desde 1981 se empezó a llamar Lo Prado, en la periferia de Santiago de Chile, y compartían idearios, sobre todo cuando el indiscutido líder Salvador Allende asumió la presidencia de la república en el año 1970, escoltada por la supuesta siempre fiel Unidad Popular, que era la suma de varios partidos políticos y organizaciones de izquierda que apoyaron al doctor Allende. Emilio, enterado de que el empresario dueño del supermercado La Ventajosa es su antiguo compañero, su condiscípulo en la lucha política universitaria y revolucionaria, decide ir a visitarlo, algo nervioso. El golpe de Estado de casi diez años atrás, que derrocó al presidente socialista, los había separado a todos. Uno se fue a Cuba, el otro a Suecia y el tercero a la muerte.
-Don Lenin, ahora que terminó la reunión del departamento de adquisiciones le comunico que un tal Emilio Peña está parado abajo en la puerta y con mucha humildad me solicitó una entrevista. Dice conocerlo desde niño y quiere charlar con usted, si es posible –le señala su subordinado Israel.
-¿Mi compadre Emilio? Por favor dile que suba de inmediato, y prepara un buen café – lo indica en una actitud perentoria.
-Sí, don Lenin. A su orden –responde sumisamente el noble y veloz Israel.
Algo impresionado por el agitado movimiento y bonanza de La Ventajosa, Emilio Peña sube los escalones muy lentamente, casi como masticándolos. Con cada peldaño su inquietud se dilataba. No se imaginaba al entonces insurrecto y marxista estudiante de pedagogía en Historia de la Universidad de Chile de empleador, de negociante, de explotador de trabajadores. La iniciativa empresarial era una codicia de otros, no de los que se codeaban con los proletarios, no de aquel que comía en la calle con los marginados sentado en el suelo con sus zapatillas viejas o que era solidario con los vilipendiados hasta en su último centavo. Lenin era una porción del pueblo sufrido, era de abajo, un soñador empoderado que con su espada y un yelmo luchaba por los relegados de esta sociedad burguesa y humillante. El aliado de La Habana era un atorrante al lado de su amigo. Una parte de Emilio, la más romántica, se fugaría de inmediato. Algo aquí no cuadra, está fuera de lugar. Esto huele a parodia. Hay que encuadrar la redondela. Más sensato sería ver a Lenin Farfán en un movimiento clandestino luchando en contra del dictador Augusto Pinochet, repartiendo panfletos, creando conciencia revolucionaria con la mano izquierda en alto y empuñada, educando o formando a las nuevas generaciones de rebeldes. Lenin en toda la administración Allende, desde el 4 de noviembre de 1970 y hasta la aciaga mañana del 11 de septiembre de 1973, estaba altamente abanderizado e imbuido del programa socialista marxista de la Unidad Popular, mucho más que Emilio y tantos otros. Por algo estudiaba Historia, una carrera generalmente de izquierdistas e impugnadores.
Farfán era el arquetipo del allendista confiable, del hombre nuevo. Con su cabeza en ese mundo de antaño que dimitió por la fuerza, golpea la puerta del empresario y exmarchista empedernido, sobre todo por el centro de la roja capital de ese trienio indeleble, entre 1970 y 1973, que tal vez no regrese jamás, de esta forma al menos.
-¡Emilio Peña, amigo de toda la vida! –lo expresa sin asombro y alegre-, ¡¿cómo estás? ! Tantas lunas sin verte.
-Compadre Lenin Farfán, que gusto verte –con un abrazo vigoroso, de hermanos de sangre-. Aquí estoy, aquí estoy otra vez en mi querido Santiago, compañero, luchando por subsistir, con algunas dificultades –responde Emilio en una actitud cordial y vigilante, y con una lupa en la mano. En el enérgico y emocionado abrazo de bienvenida mil recuerdos, anécdotas y traumas cayeron por un tobogán en un santiamén, por medio del lenguaje del silencio. La niñez y la juventud se vinieron encima despiadadamente: los encuentros futbolísticos en las canchas de tierra y en las calles, el canturreo alrededor de una cerveza, los poemas libidinosos a la exquisita profesora de castellano, las risotadas a granel a pesar de la carestía, el legendario y nunca superado trasero de la inspectora general, el calificar de 1 a 10 a las mujeres que paseaban por la calle o por los pasillos del Liceo con un letrero diminuto de cartón, las cumbias hasta el calambre, la ingenuidad, las romanzas, el vino tinto navegado, las peñas folclóricas, los extáticos cordones industriales, la Violeta Parra, las camionadas de candor, La Cantata de Santa María de Iquique. Las utopías y soflamas danzaban en las sombras, los circundaban. El que pensaba en el entonces preponderante congreso marxista de Chillán era una estatua de sal. Era retrotraer la historia, y eso se vedó. Como olvidar al glorioso equipo “Los Matorrales”, campeón de fútbol infantil de Lo Prado el año 1963.
-Emilio, me complace mucho que estés sano y salvo. ¿Cuando regresaste de La Habana? –en un tono muy hermanable pregunta Lenin.
Partir a Cuba discretamente era un acto de penitencia, volver a leer el catecismo rebelde, de verde olivo, era el repechaje de un repitente de curso, recomponer ese jarro que voló en mil pedazos con el golpe militar fascista. Partir a un país capitalista era inconcebible, una traición a los caídos.
-El año pasado, y con mucha cautela, casi en secreto, utilizando a Argentina como puente –señala un atento Emilio.
-¿Y por qué no me visitaste antes? –pregunta el inquieto empresario con un cierto aire de amigable reproche.
Ni Lenin ni Emilio estaban en las listas negras del servicio secreto, de la Dirección de Inteligencia Nacional. Eran revolucionarios de tercera línea, inexistentes en la plana mayor de la Unidad Popular, en el glamour contestatario, aunque participaron en casi todas las convocatorias con apoteosis y juveniles bríos.
-Buscaba empleo de profesor, intentaba volver con Rebeca y no sabía exactamente en donde residías, al principio, y ni imaginaba como me recibirías, siendo tú un emprendedor campeón y exitoso, de fuste –Emilio lo plantea en una actitud dócil y proletaria, navegando en aguas confusas.
-¿Me hablas de la misma y atractiva Rebeca de siempre? –consulta un risueño Lenin.
Se acordó de lo embobado que esa devota joven católica tenía a su amigo, hasta el punto de pensar en contraer matrimonio, de regalarle un anillo de compromiso. Emilio y Rebeca pretendían casarse por la iglesia, en ese entonces.
-Sí, estamos tratando de tramitar la nulidad de su matrimonio civil con un abogado. Hay que mentir sobre el domicilio y así tienes posibilidades de éxito. En Chile el divorcio es un pecado mortal todavía –afirma irónica y melancólicamente Emilio.
Rebeca había tenido un primer matrimonio civil fallido. No se casó por la santa iglesia, en ese templo de Las Rejas, por un presentimiento que la dominó.
-Compañero Peña -con un rostro taciturno-, ¿olvidaste el pacto que hicimos con el flaco, en el liceo, de que los tres seríamos hermanos hasta el final, de la hoz y el martillo, aunque hubiesen estremecimientos, de cualquier índole? Íbamos a convertirnos en los adalides de la agenda revolucionaria del compañero presidente Allende, en sus tres mosqueteros. Íbamos a hurtar el mismo cielo para traerlo a la casa de gobierno, a la tierra, y erigir de esta manera una sociedad más digna –comenta Lenin, con murria y la voz baja.
-No, Lenin, no lo olvido ni en broma. Sollozo casi todos los días en silencio por la tragedia experimentada. En la Vicaría de la Solidaridad me señalaron que el rastro del asesinado flaco Fernández se perdió en el Estadio Nacional. Hoy está en el índice alfabético de los Detenidos Desaparecidos. Ese sí fue un sismo horroroso. Lo magullaron y lo maltrataron hasta que falleció, esa mañana en el propio estadio, de un balazo, de un capitán del Ejército, según relatan los sobrevivientes de los camarines del recinto deportivo –dice un enfurruñado Emilio.
-Esa fue una desdicha como tantas y tantas otras. El flaco sí se inscribió en el Partido Socialista y vivió y murió por el sueño de una patria más fraterna y equitativa. Le ardía la rabia cuando veía esos campamentos empantanados en la miseria y la postergación. Estoy seguro que fue linajudo hasta el fin y que antes de su última exhalación pensó en el presidente Allende, a quien amaba y veneraba desde el fondo de su alma, como pocos –dice un cariacontecido Lenin.
-Sí, el flaco fue más valiente y coherente que nosotros y que muchos oradores, cabecillas y paladines de la Unidad Popular, de la izquierda grandilocuente, que juraron con espuma en la boca defender hasta el final a Allende en cualquier escenario que se presentase, en donde todas las formas de lucha iban a ser legítimas, y después corrieron más veloces que un guepardo. En más de un insomnio me he sentido un roedor sucio al lado de este héroe de la revolución huasa. El sí estaba dispuesto a escudar al gobierno popular con un fusil. El golpe militar lo sorprendió desarmado y desprevenido, como a la mayoría. El armamento liviano internado en los “bultos cubanos” no fue suficiente, la asesoría técnica de los cofrades extranjeros enviada tampoco. La solidaridad internacional con el proceso revolucionario chileno no se materializó adecuadamente. Faltó logística, un estado mayor socialista, una voluntad fidedigna de combatir y entrenamiento militar revolucionario. A sabiendas que se venía el golpe de Estado, la deplorable descoordinación político-militar se mantuvo hasta el último día. Con el Tanquetazo de junio de 1973 los golpistas nos notificaron su anhelo de derribar al presidente constitucional. La Ley de Control de Armas de mayo de 1973, propiciada por la Democracia Cristiana, también dificultó la tarea. Si bien el Movimiento Campesino Revolucionario se tomó algunos fundos apaleando y matando a algunos agricultores, como un preámbulo del verde olivo, no fueron actos potentes en la instauración del soñado Estado Revolucionario. Fidel los habría calificado de tímidos, de blandengues. Basta ver en detalle todo lo que la patria progresó socialmente con la heroica e inigualable nacionalización del cobre, obra maestra de la justicia social izquierdista, de la Unidad Popular. De la buena semilla plantada por estos guerrilleros sesenteros nacieron los combatientes dispuestos a batallar en contra del dictador Pinochet, con el apoyo y bendición del Comandante Fidel Castro y su aparato militar, en esta valiosa década de los ochenta. El Comandante en más de una oportunidad trató de cobardes y fracasados a los allendistas, por no ser capaces de armar un ejército dispuesto a preservar la causa en ese día decisivo del golpe fascista, ese once de septiembre. Los revolucionarios cubanos y nicaragüenses tildan de traidores y gallinas a los locuaces y fanfarrones revolucionarios chilenos. Me cansé de escuchar que ser un revolucionario chileno y ser un cobarde es lo mismo. Si bien muchos nos fuimos de la isla homérica, otros chilenos se entrenaron en la Fuerzas Armadas Revolucionarias y pelearon y triunfaron junto a los sandinistas en Nicaragua. También algunos consecuentes huasos murieron peleando en otras latitudes por la causa marxista.Fidel quiere colaborar de corazón con la internación de armas y de combatientes, adecuadamente preparados. El flaco Fernández hubiese sido todo un teniente. Las pías ideas revolucionarias han sido el producto de exportación más fructífero de una isla que es el paradigma del antiimperialismo, de la dignidad de un pueblo que no se deja avasallar –concluye un desarmado Emilio.
Fidel frente al imperialismo ruso era más bien tímido. Ingresaba al Kremlin humilde, pidiendo colaboración económica, pasando el sombrero. A pesar de los 30 años de subsidios rusos, Cuba nunca salió de la bancarrota, al igual que los socialismos reales.
En esa implacable mañana del 11 de septiembre de 1973 cae por la fuerza el gobierno constitucional de Salvador Allende Gossens. Junto con el impetuoso bombardeo que destruía e incendiaba La Moneda, con aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea de Chile, que era la casa de gobierno del presidente de la república, todo un ciclo de más de medio siglo de lucha social rescindía. Ese día en Chile se iniciaba una revolución política y económica extraordinariamente opuesta a la pretendida por las fuerzas marxistas y rebeldes, democráticamente elegidas. El gélido neoliberalismo ingresaría por una acicalada alfombra púrpura. Generales católicos debidamente bautizados iniciaban y dirigían la violenta cruzada en contra del socialismo ortodoxo y ateo, con una bendición papal que imaginariamente fue sutil.
Ninguno de estos generales en estado de gracia y sacramentados sería excomulgado nunca, a pesar de las dudosas críticas al régimen militar por parte de algunos obispos, que teóricamente sufrían con los atropellos a los derechos humanos y a la misma vez recibían algunas prebendas o beneficios del régimen dictatorial, menudamente. La Madre Iglesia nunca ha publicado las prerrogativas y patrocinios que recibe de parte del Estado. El multimillonario patrimonio del Vaticano es incalculable. Augusto Pinochet y sus severos colegas de la Marina, la Aviación y de la Policía, jamás dejaron de recibir la hostia consagrada, jamás, y en un templo lleno y con la escenografía acostumbrada y en la que sólo faltaban ángeles verdaderos. Franco, Mussolini y otros también fueron beatificados políticamente en vida por la Santa Sede, bañados con agua bendita. Es un muy interesante el episodio de la línea de ratas, en la cual el Vicario de Cristo ayuda a asesinos y torturadores nazis a huir a Sudamérica con pasaportes falsos. Pío XII nunca dejó de saludar con gran afecto a Adolfo Hitler en su cumpleaños. Los cardenales y obispos eran cálidos con los fascistas y nazis. Son demasiadas las fotografías y testimonios vívidos que lo demuestran. La fe y la gracia santificante de los negreros, dictadores, reyes, inquisidores, millonarios y la de los obispos encubridores, serían las mayores reliquias del catolicismo. Algunos contestatarios duros piensan que los objetivos de la Santa Sede son tres: aumentar sus ingresos, ganar dinero e incrementar su hacienda. El arzobispo de Santiago tenía a sacerdotes que criticaban al Capitán General y a otros que lo alababan discretamente, por omisión generalmente, y hasta por la televisión, con la acostumbrada picardía de esa sotana que es experta en caminar por la cuerda floja estando en paz con la luz y con la oscuridad en una misma semana. El ideario neoliberal fue la antípoda. Nada sería igual, absolutamente todo cambiaría, todos nos trocaríamos. Efectuado el golpe militar, Emilio, con algunos contactos y en un trayecto de bajo perfil se fue a Cuba vía Argentina, astuta y voluntariamente, por miedo. Perdería la chaveta si le ocurría algo a Rebeca o a algún familiar. Desde el exilio continuó su sofrenada lucha por la dignidad del ser humano. Pobre como se fue, llegó a Chile. Lenin sin embargo, siendo un estudiante de Historia no titulado optó por Suecia, con la ayuda de la embajada y de algunos subterfugios. Para él también lo más conveniente era partir. No quería correr el riesgo de ser un cadáver, un torturado, de la campaña de intervencionismo militar y económico de la CIA en Sudamérica. Todo allendista que era reconocido como tal era un paria y un posible candidato al tormento. Era muy peligroso ser sindicado en algún momento como socialista o comunista. Era más seguro ser un delincuente que ser un socialista. Aparecer en la fotografía de una marcha rebelde podía ser el fin de la existencia.
-Lenin, ¿cómo te fue en Estocolmo? –consulta un curioso Emilio.
-Contagiándome de la mentalidad europea en un tris, asustado por mi futuro y siendo un menesteroso, sufrí una transformación interior obligada, repentina, brutal y a contrapelo. Empecé a trabajar como una mula de carga, en contra del tiempo. El “comité de Chile” me ayudó mucho, y otros también. Partí haciendo el aseo en el metro de Estocolmo y terminé estabilizándome como jefe de bodega en un supermercado típicamente escandinavo, ahorrándomelo todo. Allá el ascenso es rápido y yo vivía y vivo a doscientos kilómetros por hora. Los fines de semana laboraba en lo que sea, vendía lo que sea. Guardé cada centavo, como si de eso dependiera mi vida. Bueno al final fue así, por mi porvenir. Comía poco y no descansaba nada. Con todo lo que reuní me alcanzó para regresar en el año 1980 discretamente y comprar esta casa-local de tamaño medio, de un bastonazo. Yo tampoco estaba en la nómina de los enemigos del oficialismo. Lo repleté de mercaderías, y junto con mi iniciación en Impuestos Internos, puse en acción mi talento comercial, que todos me decían que poseía de sobra. Y aún me quedaban ahorros. En este nuestro barrio pobre los precios inmobiliarios son convenientes aún, y yo aproveché una ganga. La antigua dueña de este local estaba enferma y desesperada por dinero contante y sonante. Algunas compras fueron sin IVA, en negro –baja la voz con una mímica-, de matute –relata Lenin.
-Tú en la universidad comprabas y vendías cualquier cosa. Recuerdo particularmente los aretes y collares, con tu bolso comercial. También participabas de las ferias dominicales o lo que cayera. Eras impaciente, despierto y un pequeño quimérico –aparece una sonrisa en Emilio.
-Acá en Lo Prado, trabajando más duro que en Suecia y Europa, en un par de años he logrado surgir y ya tengo diecinueve empleados. Busco nuevos mercados y productos. Ahora alucino con ser un gran exportador. También compro y vendo automóviles usados, uno tras otro, y asisto a algunos remates públicos en los cuales adquiero cualquier cachivache que me genere centavos. El vehículo previamente lo llevo a un taller mecánico e intento venderlo de inmediato. Creo que no desprecio ninguna oportunidad de ganar dinero, ninguna. También he comprado productos de contrabando –baja la voz otra vez-. Mi cabeza se abarrotó de dólares, liras, inversiones, inventarios o lo que venga. Mi horario es de veinticuatro horas al día, siete días a la semana, los trescientos sesenta y cinco días del año. Quiero un cometido de excelencia, fecundo –expresa un jadeante Lenin.
-¿Cuánto le pagas a tus trabajadores? –pregunta Emilio en un tono afable y moralista, como sentado en las alturas.
-Lo menos posible –estalla una risotada-. Pago salarios de mercado y a algunos el salario mínimo. Y como recién empiezo esquivo hacer contratos o pagar horas extraordinarias o finiquitos caros. Todos los empresarios chilenos que han crecido operan de esta forma, y cuando ya son millonarios, predican de la honestidad y la transparencia, generalmente en una familia bautizada y mariana. Mi estructura de costos la vigilo con una microscopio todos los días. Ahí no transo. No me permitiré volver a ser pobre otra vez por una actitud irresponsable o sentimental. La sobrecarga ideológica trae carestía y frustraciones –Lenin hace un declaración de principios.
-¿Y puede un sufrido obrero chileno vivir dignamente con el salario mínimo? –lo dice en una actitud sacerdotal y de cierto regaño, como si fuera el defensor oficial de los pobres, y de los cuales se preocuparía personalmente.
-No lo sé amigo, ya no es mi problema. Mi deber es mantener los gastos en la raya. Esa es la única manera de generar en el mediano plazo una rentabilidad que me permita abrir nuevas sucursales e involucrarme en nuevos desafíos fabriles. Si mi chequera la maneja un sindicato o aquellos que son generosos y piadosos con el dinero ajeno, quiebro. El que pestañea pierde feo. No me quedaré pegado en las inquietudes laborales. Creceré y creceré y creceré a como de lugar –plantea Lenin.
-¿Existen sindicatos con el dictador Augusto Pinochet en La Moneda? –lo expresa tenuemente, como un intachable protector de los derechos humanos que concuerda sin arrugarse a ultranza con la dictadura monárquica de los hermanos Castro en la isla modelo. Emilio ama a Fidel y odia a Pinochet, como lo ordena el muro de Berlín. Es lo que corresponde hacer en el campo de la ética.
-No, y por eso que hay aprovechar de capitalizarse ahora. Los negocios son los negocios. Hay que concentrarse solamente en el aumento del PGB y en el de mis ventas. Lo primero es responsabilidad del gobierno. Y yo por incrementar los ingresos del local sería de capaz de usar una minifalda con bigotes -lo expresa con una certeza ladina y sin oscilaciones.
En Chile la cesantía es la gobernante indiscutida, le recesión vive su apogeo y las empresas nacionales que no son capaces de competir quiebran una tras otra, en un efecto de dominó impresionante. Las importaciones aplastaron a muchos. Muchas empresas se arruinan por el efecto fatal que se generó cuando Pinochet decidió abrirse al mercado libre y competir. Chile es una selva sin piedad, que desea ingresar al duro mercado internacional como sea, sin proteccionismos ni cursilerías. La compacta derecha económica se da un festín con las privatizaciones de las empresas públicas, porque a veces las compran a precio de huevo, casi regaladas, todo en estricto respeto a la constitución y las leyes, que ellos mismos propusieron, para evitarse así el tener que caminar a los melindrosos tribunales de justicia criollos. La gula de los poderosos es voraz y no se preocupan de mantener la compostura en el saqueo a la amada patria. Tienen los brazos acalambrados de tanto llevar agua a sus molinos y no pestañean en el cometido. En ese instante ingresan dos dependientes a la oficina del patrón, con algo de temor.
-Don Lenin, vamos comenzar el aseo de la bodega -expresa un barrendero.
-¡¿Qué?! Otra vez con la misma cantinela. Mañana quiero la bodega soplada y ordenada, y si no, los despido a los cuatro –el rostro se le enrojece-. ¿Fui claro?
-Sí, don Lenin -y se retira el empleado en estado de pánico, porque era casado, con hijos y pobre como un burundés al igual que sus colegas de La Ventajosa.
El segundo dependiente que entra es el contador.
-Estimado numerólogo –con sarcasmo-, ¿qué sucede?
-Don Lenin, efectivamente los precios de algunas acciones de la bolsa de comercio están a precio muy conveniente -y también se retira de la oficina prestamente.
Y a un Emilio que se hallaba en un estado mental imposible de descifrar oye absorto a su amigo marxista leninista de la juventud y actual empresario duro.
-Emilio, con el programa de privatizaciones del general Augusto Pinochet algunas empresas del Estado las están enajenando a precio de propaganda, para no regalarlas –otra risotada-. Es una maravillosa oportunidad de inversión. Si tuviera tres millones de dólares disponibles, me hago multimillonario en cinco años.
-Lenin, así veo, es toda una tentadora oferta la que ofrece el general –expresa un estupefacto Emilio, ya que Lenin es un especulador de fuste nato, intuitivo.
-Compañero Emilio, hoy es viernes. Ven a las veinte horas a buscarme. Te invito a mi restaurante favorito para hablar de todo, de los buenos viejos tiempos. Que la melancolía nos envuelva. Que el sensiblero pasado vuelva. Ya estoy escuchando a Víctor Jara, a los Quilapayún, a la Violeta, con poco volumen, obviamente.
-Compañero, estaré puntual, si es que no te incomodo.
-Otra vez con lo mismo. Somos cofrades, no lo olvides. Quédate ahí, te voy a presentar a mi querida esposa.
Lenin hace entrar a su cónyuge y la presenta.
-Emilio, te presento a Sara Esther. Nos casamos el año pasado.
-Mucho gusto Sara Esther, ¿cómo está usted?
-Bien, gracias. Lenin me ha hablado mucho de usted.
-Que bueno es saber que Lenin me recuerde –ya respira más relajado Emilio.
-Esposa mía, invité a Emilio esta noche al restaurante Don Jano.
-Vayan. Que lo pasen bien y no se pongan tan tristones, por favor –dice ella.
Corrobora que Lenin Farfán, su amigo de la infancia todavía lo aprecia. No comprendiendo a cabalidad eso sí su proceder de negrero eficiente, se presentó a las ocho de la noche. Se fueron en una camioneta casi del año, y desempolvando algunas canciones de los Quilapayún, se fueron coreando a dúo, con moderación y los vidrios arriba. Cantar canciones comunistas o facciosas en el gobierno del Capitán General podía ser un crimen de consecuencias impredecibles. El restaurante era elegante y se sentaron en la mesa habitual del compañero y dueño del supermercado. Lenin era la mezcla perfecta de revolucionario, socialista, empresario, capitalista, explotador y cristiano nominal. El mozo se les acerca presurosamente, al divisar al empresario, que da buenas propinas.
-¿Qué se sirve don Lenin?
-Déjame pensar. Tráeme una ensalada a la chilena, un filete con papas duquesas, vino francés y al final, una tarta de almendras. Lo mismo para mi compañero de labores y hermano Emilio Peña.
- Alguna cosecha especial para el tinto. ¿Tal vez la del año 1954?
-Sí, ese fue un buen año –expresa el experto Lenin al mozo.
-Ey, no pretendo importunarte –interrumpe Emilio con sumisión.
-Cálmate, yo pago. Si te apetece un hot dog o un caramelo de leche –en un tono burlesco y de satisfecho- pídelo con confianza.
-Lenin, se me viene a la memoria y en cámara rápida el liceo “Aurora de Chile”, las peñas folclóricas, los comandos comunales, las briosas tomas, la reforma agraria, la escuela nacional unificada, las columnas interminables de los luchadores sociales, el maldito Tancazo, las incesantes y místicas huelgas de los excluidos, la efervescencia pulcra, las inspiradas movilizaciones de las masas, y por supuesto el trasero de la inspectora general. Los sindicatos eran parientes de sangre, todos con un mismo apellido –comenta un penetrante Emilio.
-Emilio, la famosa vía chilena al socialismo con empanadas y vino tinto la olfateamos, nos pasó rozando. Estuvimos cerca de erigir una sociedad socialista, humanista y pluralista. Nos faltó disciplina, coraje, lealtad férrea al presidente del país y orden. El lema “avanzar sin transar” fue una irresponsabilidad criminal y arrogante, un desenfreno vacío, un suicidio global. Con el reputado “los momios al paredón, las momias al colchón”, nos descaminamos. Tanta fiebre revolucionaria intolerante e infructífera dirigida por cobardes que no dispararon ni con una pistola a fogueo fue más que un error trascendental. Todos los gatillos de los ampulosos paladines se atoraron. La revolución debió ser por fases. Allende estatizaba la minería, profundizaba la reforma agraria y de salud y dos o tres cosas más y punto. Y un segundo gobierno popular seguía adelante con dos o tres reformas estructurales más, defendiéndose en las calles cada logro y laurel, con esa misma fiebre. Pero no, ganó el doctor Allende y se vino la excitación revolucionaria inconsciente, las huelgas por cualquier motivo, el desorden, el divisionismo, la rapiña, los personalismos, las deslealtades y los discursos violentos y temerarios de líderes que huyeron a trescientos kilómetros por hora al primer triquitraque fascista. La hiperpirexia fue totalizante. Si predicas con agresividad de la revolución debes estar armado, organizado y dispuesto a matar, o al menos a defenderte apuntando bien. El eterno brazo armado de la aristocracia sí mató, y de inmediato, y sin complejos o dudas filosóficas. El Ejército de Chile cumplió con el supremo deber de defender los intereses de los potentados de la patria, de la reacción, interpretando el himno nacional con una satisfacción plena, sellada la gesta. Los militares nos ganaron el quien vive y la película la tenían clara –plantea un profundo Lenin.
-Por supuesto, mas no fuimos capaces de defender al Chicho como esos combatientes valientes que retrasaron unos minutos el golpe de Estado disparando desde el Ministerio de Obras Públicas. También algunos valientes pelearon en Indumet, en La Legua, en el sur. Si absolutamente toda la Unidad Popular genuina hubiese salido armada a la calle a defender al presidente constitucional, otro gallo habría cantado. Arrugamos. Lo demás es cuento muerto, un lloriqueo nimio que no finalizará jamás, ni con un millón de marchas o querellas en los tribunales, ni con mil libros o testimonios llorosos. El fusil nos pesó, nos asustó –Emilio se confiesa.
-Yo, como estudiante de Historia te digo: teníamos la razón, pero la Historia fue caprichosa y exasperante y no nos dio la razón. Pensábamos dogmáticamente que la propiedad privada era un robo en todo evento y que la riqueza legítima era un oprobio, y eso indignó de inmediato a la burguesía, a los fascistas, a los moderados, a los explotadores y a los latifundistas. Además, no estábamos decididos ni preparados para establecer el socialismo. En la zona cero flaqueamos. El resuelto Fidel Castro solucionó el problema a balazos y venció. Los revolucionarios cubanos desde el primer día estuvieron dispuestos a todo, a pelear en todos los frentes y de todas las formas posibles, sin inseguridades. Nosotros no fuimos idóneos. Terminamos siendo revolucionarios de cartón con la partida de un caballo inglés, unos capones, unos espantadizos. Sin sangre no hay revolución, creo que una vez le dijo Fidel a Allende. Sólo una minoría, como el flaco Fernández y otros, se comportaron siempre a la altura de las circunstancias. Su sangre le pertenecía a la causa, no a él. Te repito, muchos de los que enseñaban férvidos de la revolución huyeron vertiginosamente, sin disparar un tiro, a ciudades burguesas y claramente capitalistas, abandonando a los humildes militantes contestatarios a su suerte. Esos mismos son los que quieren volver a gobernar al país, lo antes posible, y llenarse los bolsillos de oro y plata, como ocurre siempre y en todos lados –afirma Lenin.
-Compañero, un brindis –hay turbación- por el flaco Fernández y por los que murieron en manos de los golpistas –Emilio lo expresa con una melancólica copa.
-¡Salud! , por el flaco Fernández y por todos los que fallecieron en esos años de sueños imposibles –lo expresa Lenin con una fotografía del flaco en su cabeza.
-Canté un millón de veces el mantra sagrado: ¡Crear, crear, poder popular! Era mi padrenuestro, mi avemaría, mi ángelus y todo. Nunca nos cansamos de pintar consignas y empapelar la comuna con el eterno Che Guevara, Fidel, Camilo Torres, Lenin, Stalin, Zapata, Marx, Mao y tantos otros personajes preclaros –afirma Emilio.
-Y yo, como estudiante de pedagogía en Historia creía que el futuro era nuestro y que sería uno de los próceres de este nuevo mundo. Un nuevo mundo sin Dios ni amo. Era una época romántica, herética, limpia y de proyectos solidarios, con hombres que se suponían que estaban dispuestos a ofrendar sus vidas en defensa del gobierno constitucional y revolucionario de don Salvador Allende y no a huir o a esconderse bajo tierra. Richard Nixon, Kissinger y la reacción criolla jamás toleraron la construcción de una sociedad sin clases, en la que todos seamos iguales, las nacionalizaciones, los cambios estructurales. Las fuerzas retardatarias nos hurtaron la batuta en nuestras narices. El capitalismo venció, nos transformó, y tal vez nos prostituyó. Wall Street es el gran dios, el leviatán, el drácula, y nadie lo voltea. Mataron a compañeros y también nuestro espíritu. La esencia del nuevo hombre fue molida, tal vez sin retorno –dice un acongojado Lenin.
-Lenin, entonces el triunfante capitalismo imperante es el sistema político de Dios – dice Emilio estrujándose de la risa.
- No, compadre. Unos teólogos arminianos me señalaron que el neoliberalismo enfría el espíritu, exacerba el consumismo y corrompe el ser porque promueve el egoísmo, la ambición, el atropello a los derechos de los trabajadores y al de los otros, el lucro descomedido y la trampa. Y claramente todo esto atenta contra la limpidez del alma. El impasible capitalismo es un sistema filosófico que va a hacer su vital aporte al fin del mundo, a las profecías finales –expresa un elevado Lenin.
-Compañero revolucionario Lenin, ¿no me digas que eres un empresario escudriñador de la Biblia, un exegeta, un ultramontano y un republicano gringo?
-No, no es necesario. Mi esposa Sara Esther es cristiana protestante, como Suecia, y me revienta las orejas de vez en cuando, con mucho cariño y suavidad, con lo dicho y obrado por Jesús de Nazaret. Me casé recién con ella, en abril del año pasado. El único descarriado en la casa soy yo –lanza una carcajada.
-¿Y tus hijos? –consulta un curioso y sobrecogido Emilio.
-Mis retoños son bastantes espirituales también. Viven preocupados del ordenador de última generación. Y si no se los compro me queman la parcela -más risas-. No, no, no, no, todo es una broma. Estoy esperando a mi primogénito. Sara Esther está embarazada. Si es hombre se va a llamar Josué Salvador. Josué, por el líder del Antiguo Testamento y Salvador en honor al compañero presidente mártir. Es un nombre repensado. Y dime Emilio, ¿qué es de ti? ¿cuál es tu domicilio?
-Vivo con la Rebequita y mi madre en la misma calle Varsovia de siempre.
-¿Y tu papá, el gran pedagogo?
-Mi viejo ya estaba enfermo y el golpe militar terminó por liquidarlo, en el año 1978, conmigo en el exilio. Fue particularmente terrible para mi madre.
-Don Julio era un buen hombre y fue un buen profesor normalista, como tú
seguramente lo eres. Recuerdo que en el Registro Civil él te inscribió erradamente.
-Sí, mi padre me quería poner Emiliano, por Emiliano Zapata, pero me inscribió como Emilio, y yo digo que es por Luis Emilio Recabarren, el padre del movimiento obrero revolucionario chileno. Yo trabajo de profesor y más la pensión de viudez de mi madre y el empleo de Rebeca, sobrevivimos bien. Estoy instalando una pequeña tienda de abarrotes en mi casa esquina, por iniciativa de Rebeca, que atiende mi madre, y quiero incorporarle, pasteles, dulces y otros.
-Emilio, ¡entonces somos colegas y correligionarios!, ¿quién lo diría?
-No, lo mío es un punto de venta irrelevante, insignificante.
-Es lo mismo. Eres microempresario o comerciante, un pyme, y partiste de cero, al igual que yo. Somos colegas. Tal vez eres un Rockefeller en potencia y no lo percibes –carcajadas-. Charlemos más de esto después.
-Realmente, ¿empezaste de cero?, dime la verdad.
-Si considero a Suecia sí. La casa-local, la camioneta, la mercadería y más, las pagué prácticamente al contado. Me ha ido excelente, a pedir de boca. Este gobierno es de silueta empresarial y la cuestión social es desairada. Hay que aprovechar este glorioso momento, porque en unos años más nos van a tapar de derechos laborales, beneficios sociales y obligaciones insoportables.
-Lenin, ¿entonces eres un empresario casado con una cristiana y estás formando una familia conservadora, burguesa y confesional? Eres igual a los republicanos rudos de Estados Unidos, con una Biblia en la mano.
-Recórcholis, no lo había pensado así –dice Lenin con muecas burlescas.
-¿Y cómo vas a votar en el plebiscito de 1988? –pregunta ya un preocupado Emilio.
- Por ética política y tradición le diré que No al señor general.
-Obviamente mi No al tirano resonará en el continente –Emilio empuña la mano.
-Empresario Emilio, -con la voz baja y muy pausada- ¿te gustaría que te entregara mercaderías en consignación? -le habla con ternura- ¿que le de una mano a tu inventario? ¿a tu catálogo rorro, con un crédito bien humanizado, a 60 días?
-Lenin, quería tocar ese punto, mas por pudor no lo mencioné.
-No te preocupes, algo de eso sospeché desde un principio, con eso de la tienda en tu casa esquina. Yo en tu caso hubiese hecho exactamente lo mismo y sé, que tú también me hubieses ayudado. Ven la próxima semana a mi oficina y hablemos de negocios, y más de alguna asesoría te puedo entregar también.
-Gracias, maestro Lenin –levanta su copa de vino francés mansamente, viéndose como un negociante.
-Emilio, mi hierático deber es aplastar toda competencia en la comuna, mas tú eres una excepción –disparando una algazara más-. El mercado es feroz, una jungla. Aquí la regla de oro es: “sobrevivir o morir” “matar o perecer”. O como diría el patriarca Fidel Castro en su expresión ex cáthedra más luminosa: “socialismo o muerte”, aquí es: “crecimiento o muerte” –lo expresa con una etérea ironía y con los guantes de box puestos.
También rememoraban su intransigente ateísmo, lo glamoroso que era negar la existencia de Dios gratuitamente, sin ninguna evidencia, porque la ideología lo dictaminaba, que era ortodoxa.
-Lenin, fuimos ateos hasta la saciedad. La teoría de la evolución es sólo una teoría y la acepté como un dogma de fe. En el fondo era un teocrático. Decir que el universo fue creado por una generación espontánea es lo mismo que decir que fue creado por un acto de magia –afirma Emilio.
-¿Y quién es el mago? ¿Quién está detrás del azar, de los dados cósmicos? –pregunta escolásticamente Lenin.
-La posibilidad de que existiera una Gran Arquitecto o su equivalente era un capricho burgués, una superstición de conformistas –dice un reformado Emilio.
-El ateísmo riguroso no aporta nada, sólo genera más preguntas circulares. Pensar que detrás del universo no hay un Creador es como pensar que detrás de mi reloj no hay un relojero. El ateo es un alma desprovista, arañada por la ansiedad, con una extravagante pose de pensador objetivo y abierto de mente. La ética del ateo ratifica el genocidio del aborto sin pestañear, el suicidio asistido y otros. El humanista o laicista puro es más devoto e inhumano que un talibán iletrado y quejoso, además de ser un teocrático intolerante –concluye un inquisitivo Lenin.
Como dieron las dos de la mañana de tanto analizar los meandros del planeta y los cachiporrazos de la existencia, los dos compañeros ya estaban algo ebrios. Un mozo condujo la camioneta, nuevamente, y llevó a los correligionarios y noveleros a sus hogares, previa buena propina. Antes de separarse lanzaron el último grito de su equipo de fútbol campeón “Los Matorrales”, al unísono.
-Ma ma ma, to to to, ¡Matorrales Lo Prado!

Septiembre 1973

Junto con el golpe de Estado propiamente tal, la Junta Militar inició una cacería en contra de los allendistas, del cáncer marxista, como decían ellos. En un allanamiento rápido y sorpresivo el 15 de septiembre a Lo Prado divisaron al flaco Fernández quien era conocido por su fervor al gobierno de la Unidad Popular y amor al Chicho. Fernández en ningún momento negó su militancia socialista activa. Se subió al camión militar junto con otros y fue llevado al Estadio Nacional, el campo de detenidos más grande existente que funcionó hasta el 9 de noviembre de 1973, en calidad de prisionero. Al bajarse recibe unos culatazos en un callejón oscuro y es revisado entero, con las piernas abiertas. De lejos divisa rápidamente unos cadáveres, unos sobre otros, en un rincón. Presagia su final. Los pasillos se repletaron de militares. En la galería del estadio, en la que recibió unos cigarros de un periodista y alcanzó a participar de una misa con un sacerdote detenido, es la última vez que lo vieron con vida y sano los otros militantes allendistas que sobrevivieron. Antes de partir tuvo una penetrante mirada de fe y paz. De la escotilla dos lo llamaron para un interrogatorio y con torturas de palos y corriente eléctrica le ofrecieron salvarle la vida si se convertía en un informante del régimen entregando nombres, sobrenombres, arsenales, mapas, domicilios y antecedentes de comunistas, socialistas y miristas. A pesar del padecimiento y la sangre negó poseer información y sólo dio la dirección de la sede del Partido Socialista que todos conocían. Por su terquedad e ideología los militares de la mesa del interrogatorio lo declararon de inmediato traidor a la patria, escoria. Golpeado y con una venda en sus ojos con manchas granas caminó por los exteriores del estadio junto con tres más. Un capitán lo retiró de la fila y lo puso de rodillas a unos ochenta metros de la pista atlética de la cancha principal del recinto mundialista, en un rincón supuestamente discreto. El disparo se escuchó fuerte a noventa metros a la redonda. Es un tiro que sus amigos escucharán por siempre, y tal vez por algunas generaciones, la patria reflexiva. El eco de esas balas no desaparecerá. Eran las 11 de la mañana del 16 de septiembre. Los otros tres corrieron la voz de que el asesinado era el flaco Fernández, y todos en Lo Prado se enteraron, incluidos Lenin, Emilio y Rebeca. Nadie ha encontrado su cadáver y es un detenido desaparecido más. Con la muerte del presidente Salvador Allende y de su gobierno, al joven Fernández le dio una depresión tal, que no tenía ningún ánimo de continuar viviendo. Partió al más allá junto con su líder y guía. Antes de fallecer exclamó sin levantar la voz y con respeto: ¡Viva Allende! Por otro lado y en ese mismo día 16, en el club La Cúspide un trascendente grupo de empresarios y militantes de derecha en un almuerzo de bajo perfil hacen un conmovedor brindis por la Junta Militar. Don Agustino, un grande entre los grandes, se dirige a la tan distinguida concurrencia. “Quiero agradecer al Dios Todopoderoso y a la honorable Junta Militar por haber salvado a nuestra amada patria del tumor del marxismo. En nuestro amado Chile se estaba dando peligrosamente un proceso de cubanización con el cual pretendían convertirnos en un país satélite de la Rusia bolchevique, en un terruño ateo y sin libertades. Los guerrilleros de pacotilla y sus afiebrados líderes fueron neutralizados a tiempo. El Ejército les destruyó sus macabros planes de tomarse el poder por la fuerza, según reza su credo y las homilías de Fidel. El comunismo es y será una lepra. Los vociferantes y allendistas apasionados están huyendo, la gran mayoría lo hará, claro está, con ese espíritu emprendedor normal en los humanos, a países capitalistas, a reiniciar o a iniciar una existencia comercial o fabril. La ideología de Fidel Castro sólo trae pobreza, tarjetas de racionamiento, supresión de todas las libertades y la suprema desesperación. Digan lo que digan, Cuba es un hercúleo campo de concentración, blindado por el marxismo internacional, por el astuto manejo comunicacional del comunismo, con una fachada de revolucionarios paradisíacos. En Cuba no hay libertad de prensa, no hay libertad de reunión, no hay libertad de religión, no hay libertad para emprender, no hay libertad para viajar al extranjero, no hay libertad de pensamiento, no hay libertad para protestar, no hay libertad de expresión. Fidel, el vasallo más fiel de la Rusia roja imperialista, dijo al principio por la televisión que no era comunista. Repito mis queridos amigos, Cuba es un campo de concentración y todos los izquierdistas lo saben y lo callan ¿Qué socialista ha puesto el grito en el cielo para exigir libertad de prensa y de reunión en la isla? ¿Cuántas veces criticaron molestos los brutales gulags? Los únicos aportes que realizaron los marxistas en nuestra adorada patria fueron: aumento brutal de la inflación, detención del crecimiento, caos, violencia, ateísmo, resentimiento, tirria, paralizaciones y el deterioro de las instituciones. Con cada día que pasaba con el señor Allende en La Moneda, Chile se empobrecía y se envenenaba un buen poco más. Nos íbamos a convertir en una patria de muertos de hambre. Yo sé que muchos corazones llenos de odio e ignorancia no lo entenderán jamás, pero es mi deber moral levantar mi copa por el General Pinochet y las Fuerzas Armadas, ya que evitaron que Chile se convirtiera en un país de pordioseros, materialistas, ateos y cautivos. El descerebrado revolucionario le tiene miedo al emprendimiento, al lucro, a las libertades individuales, al libre comercio y a la libertad de prensa, porque es un mediocre y un fracasado por naturaleza. En La Habana el único que publica un periódico, que más parece un panfleto trasnochado, es Fidel. Que nunca tengamos tarjetas de racionamiento. En Cuba sólo comen carne con huevos y papas fritas los privilegiados, es decir los dirigentes comunistas. Allá, los nuevos pudientes son los barbudos locuaces. La aristocracia de la isla la compone la dirigencia comunista, con un sinnúmero de exenciones, socorros, franquicias y prebendas. Pasarán los decenios y los siglos y jamás seremos desagradecidos con el general Pinochet, jamás. Nunca le olvidaremos, ni en broma, y menos en las dificultades, porque la lealtad es un principio intransable. La intervención directa del benigno Dios a favor de la buena patria fue evidente. Viva Chile”.
El expresidente del Senado y líder democratacristiano afirma en una entrevista expresiones inmortales y brutalmente sinceras como: “la vía chilena al socialismo estaba rotundamente fracasada” “a través de las organizaciones de milicias armadas, muy fuertemente equipadas, constituían un verdadero ejército paralelo para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder. En esas circunstancias pensamos que la acción de las Fuerzas Armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar al país de caer en una guerra civil o en una tiranía comunista”. La Democracia Cristiana chilena era claramente golpista, pero nadie debía enterarse, porque algunos se incomodan y otros se enfadan en exceso. Lo importante es estar en el lugar correcto en la hora correcta. Perder popularidad y votos gratuitamente es una tontera. Una fructífera amnesia y viveza vendrían con los años.

Junio 1973

El 29 de junio de 1973 y sin apoyo de la CIA, el teniente coronel Souper comandando unos tanques que respetaban hasta los semáforos en rojo y con menos de 90 soldados intenta derrocar el gobierno de Salvador Allende. El Palacio Presidencial sólo fue defendido por la Guardia de Palacio, a balazos. Ningún revolucionario salió a escudar o a guerrear por el Presidente socialista, ninguno. Hasta dio la impresión de que se ocultaron todos, deliberadamente. Allende, desde un punto de vista paramilitar se quedó solo frente a este golpe de Estado en miniatura, que casi demuele la agenda marxista. Socialistas y comunistas y miristas se hicieron la autocrítica esa misma noche en la casa de un connotado miembro del socialismo fidedigno santiaguino. Por la gestión personal del general Prats el tancazo o conspiración, ese día fracasó. Ningún combatiente izquierdista asomó un arma. Participaron como diez en la zarandeada reunión y era imposible determinar quien era el que hablaba, atropellándose con vocablos, entre ellos. Todos se exteriorizaron con sinceridad. El flaco Fernández, militante socialista joven de segunda línea, participó del acalorado parlamento porque era amigo de uno de los líderes, dado su espíritu inquieto, lozano y leal.
-De las quinientas balas que dispararon los que defendieron a nuestro presidente ninguna fue nuestra. No disparamos ni una pistola de agua.
-Ningún combatiente salió a la calle a luchar. Fuimos meros observadores de lo que pudo ser nuestra ruina. Uno de los tanques cargó combustible en una gasolinera y le pagó al dependiente y nosotros nos bloqueamos completamente. No fuimos capaces de organizar una escaramuza tibia, de percutir una pistola de fogueo, de levantar una bandera del Che, de poner una mala cara. Fuimos desenmascarados.
-Demostramos que derrocar militarmente al presidente constitucional es sencillo. Nos pillaron desprevenidos y desarmados. Como veinte civiles fallecieron y nosotros nada hicimos. No hay una voluntad de lucha, y menos el ánimo de pugnar hasta las últimas consecuencias. Con la pura fanfarronería y la locuacidad no ganaremos. Por parte de los golpistas, estamos notificados. Somos los reyes del blablá.
-Otra cobardía y candidez como esta, y lo lamentaremos un milenio.
-El compañero presidente dijo que si llega la hora el pueblo tendrá sus armas.
-¿Y de qué sirve el armamento con revolucionarios de cartón, con guerrilleros de hule?, que a lo único a que se dedican es a calentarle la cabeza a la gente, a jactarse. Hoy, no apareció ninguno de ellos.
-En el discurso efusivo aparecen todos los abnegados.
-Nosotros somos millones y noventa soldados en tanques que tenían dificultades para disparar y que respetaban las leyes del tránsito estuvieron cerca de aplastar al gobierno popular. Los discursos repletos de fuego y vehemencia no han servido de nada. Noventa soldados y un coronel con voluntad y determinación casi liquidan todo el proceso de cambio, influenciados seguramente por el movimiento de extrema derecha Patria y Libertad, que hizo su apuesta.
-La Democracia Cristiana y los nacionales nos van a derrocar, tarde o temprano. No lanzamos ni una flecha. Frei y Jarpa en el fondo son lo mismo. Así, nos van a borrar del mapa, con el congreso de Chillán y todo. Si miras con atención descubrirás que la Democracia Cristiana hoy es un partido político de derecha tibia.
-¿Qué somos entonces? ¿una coalición que instaurará el Estado Revolucionario por la vía pacífica con una derecha, con una democracia cristiana, con una CIA y con una oligarquía que ya cargaron su revolver y su espíritu?¿Para qué Allende recibe de regalo una metralleta AK-47 por parte de Fidel Castro?¿Es una metáfora vil? ¿Para qué un sector de la extrema izquierda se arma militarmente si al primer vehículo blindado que aparece no lo atacan ni con insultos? Si todas las formas de lucha son legítimas frente a la agresión fascista o represión, ¿en dónde estaban los socialistas y comunistas de tomo y lomo en esa hora en que el gobierno de la Unidad Popular se terminaba por la fuerza? ¿De qué hubiese servido toda nuestra retórica con un gobierno aplastado por unos tanques y un contingente mísero de noventa soldados, con un presidente socialista asesinado en el Palacio Presidencial? Arrugamos descaradamente, nos amedrentamos.
-Nuestra actitud fue vergonzosa e impresentable. No merecemos perdón.
-¿O cambiamos la verborrea por la metralleta o nos sometemos a la democracia burguesa y dejamos de predicar la radical revolución e intentamos dar de baja al Movimiento de Izquierda Revolucionario y a todos sus inservibles equivalentes? Hay que elegir entre la revolución fidedigna o la democracia representativa que nada soluciona. Hoy no somos ni chicha ni limonada.
-En los congresos de Linares y de Chillán se consagró la vía armada como el único método de lucha válido, para liberarnos del yugo imperialista y burgués.
-Si la democracia burguesa es una porquería deberíamos actuar en consecuencia.
-No nos podemos quedar entremedio. Hoy no estamos en ningún lado, al igual que el compañero presidente. No nos engañemos más porque no habrá otra oportunidad. El próximo intento de golpe de Estado se viene con todo y nos van a pasar por arriba, y nos vamos a morir todos. Esto es sin llorar.
-O somos socialistas ortodoxos como corresponde, o somos socialdemócratas. No actuamos ni como lo uno ni como lo otro.
-Si el general Prats hubiese estado en el extranjero, tal vez estaríamos todos bajo tierra y con la bandera triunfante del golpismo en La Moneda.
-A este gobierno lo ayudó la buena suerte, que no es eterna, no nosotros.
-Agradezcamos que Prats es un militar constitucional y que nos salvó. Esta historia no la contamos dos veces. Debemos depender de nosotros en la defensa.
-Tenemos menos de una semana para crear un Estado Mayor revolucionario con cuadros y brigadas dispuestos a darlo todo, o nos vamos para la casa y nos aburguesamos. El romanticismo y candidez del compañero presidente del país va a resultar fatal. Ya optamos por el marxismo leninismo. El propio Salvador Allende fue presidente del OLAS. Un revolucionario desarmado es carne de cañón, un fiambre.
-Esta ambigüedad nos liquidará a todos. En este intento fallido de golpe estuvo la extrema derecha detrás, obviamente, por mientras los revolucionarios dormíamos la siesta. El discurso acalorado vacío, sin un testimonio de respaldo, es un lastre.
-Con la actual actitud en un próximo intento golpista nos van a aplastar en tres días. Nos falta voluntad y valor. Digámoslo de una buena vez, y no nos escondamos más en la retahíla emotiva, en la palabrería ideológica. Tenemos los días contados.
-No podemos tener una crisis de identidad política a estas alturas ¿Somos o no somos? En teoría somos una cosa y en la práctica somos otra muy distinta.
-¿Somos marxistas leninistas impávidos con fascistas armados, que están a la vuelta de la esquina?
-Sí, tenemos que definir con claridad que somos y hacia donde vamos. Un brete existencial es insostenible.
-Hemos sido marxistas ilusos, como tal vez lo es el presidente del país.
-En este Tanquetazo los que dispararon fueron uniformados, de ambos lados. Creo que al menos deberíamos sentir vergüenza por nuestra pusilanimidad revolucionaria.
-Hoy la vía pacífica al socialismo casi fue nuestra tumba y tal vez nos entierre a todos, desmantelándolo todo. Sí, estamos notificados de lo que el porvenir nos depara. Si el poder de la CIA interviene en la próxima, sucumbimos en un tris.
-Hoy quedamos al desnudo. No somos nada. Nuestros campamentos guerrilleros, como los de Chaihuín y otros, han resultado ser infructuosos, retraídos. Los helenos son una parodia.
-Lo único que hacemos es hablar, marchar, vociferar, enseñar los dientes, presumir y cantar todas las consignas, a veces con un vaso de vino tinto.
-Si el compañero Fidel viera este triste espectáculo nos reprendería duramente y nos regalaría un réplica de diez metros de alto del Granma. Fidel, Raúl, el Che, Camilo y otros, fueron los que vencieron el Ejército profesional del dictador Fulgencio Batista, y eran unos pocos. Aquí, fue al revés. Unos pocos, menos de noventa, casi tumban a millones de izquierdistas timoratos o grises.
-En este país las revoluciones o agitaciones no se efectúan en verano porque hace mucho calor, tampoco en pleno invierno porque hace frío. Hay algo de tiempo aún. Estamos obligados moralmente a preparar una estrategia de defensa del gobierno popular por si se repite otro movimiento militar como el de esta mañana.
-Sí, sólo un idiota deduciría que no habrá otro intento de golpe de Estado.
-O nos preparamos para pelear o nos morimos. Simplemente hay que elegir.
-La otra posibilidad es rendirnos o declararnos socialdemócratas.
-Repito, el congreso de Chillán definió que la vía armada es la ruta prolífica. La visita del Comandante del Granma no fue una socarronería.
-Entonces seamos consecuentes con la vía armada que predicamos o autorizamos a los cuatro vientos, practicando con fusiles y no con micrófonos.
-La boina del Che la hemos utilizado sólo para presumir, insensatamente.
-Después del análisis siempre terminamos diciendo lo mismo y haciendo nada.
-En público somos socialistas valientes, en privado una fruslería.
-El general Prats respeta una constitución que aborrecemos. Es irónico, del golpe militar nos salvaguardó un militar.

Julio 1973

El flaco Fernández, Emilio y Lenin, se compraron unas cervezas y analizaron con desvelo el humillante tanquetazo en contra del presidente constitucional.
-Los golpistas nos han advertido de sus intenciones y nos salvamos por un pelo, por esta única vez –señala el flaco quien asistió a la importante reunión del partido socialista, esa misma noche del espeluznante y turbador 29 de junio.
-Yo pensé que el MIR y el Grupo de Amigos Personales tenían un servicio de Inteligencia y armamento, y el dedo en el gatillo –advierte un boquiabierto Emilio.
-Alcanzaron a enterarse en La Moneda de este intento de golpe y aún así nada hicieron, creo. Allende no llamó a sus cuadros revolucionarios leales, o tal vez no pudo, o tal vez no quiso, y sí tenían algunas armas, al menos. Todos los gatillos nuestros se trancaron. Simplemente nos congelamos –responde el flaco.
-Somos una tropa de ineptos o de cobardes, o las dos. O aquí hay un gato encerrado o yo no comprendo nada de los que nos sucede –confiesa Lenin.
-El compañero Presidente confió en la lealtad de las Fuerzas Armadas, y casi se muere él, la coalición y la causa –agrega un desconfiado Fernández.
-Las Fuerzas Armadas de perfil históricamente burgués nos comunicaron sus anhelos –Emilio dibuja la realidad política con sinceridad, como muchos.
-De la próxima no nos salvamos. El general Carlos Prats nos libró de la debacle –sentencia con seguridad el flaco, como pronosticando escenarios futuros.
-Creo que debería solicitar una metralleta –Emilio se envalentona, con retraimiento.
-¿Estás dispuesto a utilizarla en contra de los militares golpistas hasta que te acribillen o mates? ¿quieres recibir entrenamiento paramilitar? Porque combatientes de la boca para afuera tenemos decenas de miles. Nos sobran los guerrilleros de cartulina –consulta y dice un agriado flaco Fernández.
-No te olvides que el Estado Revolucionario descabezará el Alto Mando de las Fuerzas Armadas regulares y burguesas, como lo sentenció en congreso de Chillán también. Un propósito militar tan gigantesco como éste requiere de logística, coordinación, planificación, comandantes aguerridos y de muchos socialistas y comunistas dispuestos a ofrendar sus vidas en las columnas de lucha –acota Lenin, que no se ofreció de voluntario.
-Pero flaco, ¿quién va a defender al Chicho en la próxima balacera? –dice Emilio.
-Generales y coroneles también están notificados de las fidedignas intenciones de los revolucionarios. Saben que queremos descabezarlos, y seguramente la Inteligencia militar funciona hace años en el más completo de los silencios y ni cuenta nos hemos dado –explicita un embrollado Lenin.
-Después del susto del tanquetazo los combatientes de la Unidad Popular seguramente ya están preparados y reorganizados para el próximo intento de golpe de Estado. Es lo que me dijeron. No están disponibles para un segundo bochorno como el del 29 de junio –sentencia Fernández, recuperando el oxígeno.
-Es tranquilizador saber que los revolucionarios no están desnudos militarmente y que no van a ser sorprendidos otra vez desguarnecidos –supone Lenin.
-Con lo ocurrido, mi confianza en el acomplejado combatiente chileno ha sido perforada –concluye un Fernández descorazonado.

Julio 1973

En la casa de unos de los grandes dirigentes del Partido Nacional se reúnen empresarios, derechistas de tomo y lomo, un simpatizante del movimiento Patria y Libertad, más otros que también querían derribar a Allende, de cualquier forma y a cualquier precio. Se atoraban, por la conmoción y las expectativas.
-Falló el tanquetazo, por culpa del comunista Prats, un general sin patria, pero Allende debe caer a la brevedad.
-Este gobierno comunista y ateo destruye la fibra moral de Chile.
-Nuestra amada patria no se va a convertir en una tierra de galeotes.
-En Cuba la gente no puede ni salir del país, no hay prensa libre ni nada.
-Allá la democracia popular es una caricatura y la libertad de expresión una infamia.
-Al parecer el apoyo de Los Estados Unidos será útil, e indispensable.
-Tampoco respetan a la Madre Iglesia.
-Estas ratas de La Moneda reciben el apoyo del marxismo internacional.
-Fidel les tapizó la ruta del odio y la violencia.
-Los lameculos de Fidel son unos extremistas dispuestos a matar.
-Estos enfermos mentales piensan que la propiedad privada es un robo.
-El resentimiento se ha adueñado del país.
-Tengo entendido que generales patriotas tienen pensado rescatar la patria.
-Hay dos alternativas: o nos dedicamos a llorar o a matar.
-El único comunista bueno es el comunista muerto.
-La Democracia Cristiana sabe que el Partido Socialista aprueba la vía violenta, pero se mantienen a distancia. No se quieren ensuciar las manos. Que otros peleen por ellos. Es su naturaleza.
-No contemos con esos cobardes que están donde calienta el sol.
-Ellos no se mojan el trasero, pero si disfrutan de los dividendos de las acciones de otros. Hay que estar dispuesto a todo en esta noble cruzada.
-Roguémosle a Dios que proteja a nuestra patria de la lacra del marxismo.

Agosto 1973

En una de las visitas a la casa de Rebeca, los padres de ésta deciden conversar seriamente con su futuro yerno. Los rumores de un golpe de Estado por parte de los militares son tantos que hasta la guardia personal de Allende hace bromas, como si fuera el cuento del lobo. La boda de Rebeca pende de un hilo.
-Dime Emilio, ¿qué va a suceder con este gobierno tuyo? Escucho rumores todos los días de que estamos cerca de un pronunciamiento militar. Disculpa, pero lo único que deseamos los democratacristianos de que este gobierno termine luego, sin balaceras –señala don Abelardo, que ya no disimula su bronca.
-El tanquetazo casi aplasta a Allende y todo lo que le rodea –agrega la señora Eva.
-Los combatientes allendistas están preparados por si los golpistas intentan derrocar a Allende otra vez. Aprendieron la lección –dice Emilio, sofocado.
-Entonces, ¿vamos a tener una guerra civil? ¿En que país van a crecer mis nietos? –pregunta una preocupada Eva, con su rosario en la mano.
-Es un deber moral de los revolucionarios defender el gobierno constitucional de Salvador Allende y evitar de esta manera una masacre. La Moneda actuará como corresponde y utilizará todas las armas a su alcance, textualmente –expone con firmeza y respeto Emilio.
-¿Entonces están preparados para el próximo tanquetazo o intento de golpe? –pregunta un preocupado Abelardo, que huele sangre.
-Ya veo, el derramamiento está garantizado –sentencia una apenada Eva.
-¿Existe la posibilidad de que el señor Allende renuncie? –pregunta Abelardo.
-Don Abelardo, en las elecciones parlamentarias de marzo obtuvimos un 44% de apoyo por parte de la ciudadanía. La Unidad Popular es una fuerza política que crece cada día más, bajo el mando de nuestro presidente constitucional, a pesar de los vilipendios y las paparruchas. Y sí, La Moneda se prepara por si es atacada militarmente. Es su derecho y su deber, por los más humildes y excluidos. El fascismo no venció, ni vencerá. Son los negreros los que más asustados están, porque ven que el poder popular se agiganta cada día. Nuestra revolución en cualquier momento se va a materializar –remata Emilio serenamente, y conjeturando victorias desde el entusiasmo momentáneo.
Don Abelardo y doña Eva no saben que pensar con precisión. A estas alturas lo único que desea el centro político, representado en Chile por la Democracia Cristiana, es que el gobierno de Allende concluya pronto, a través de una salida política pacífica y legal, sin muertos ni ríos de sangre, o como sea. Los más lúcidos olfatean un futuro muy oscuro. Con las extremas derecha e izquierda funcionando a todo vapor, nada bueno se presagia. Y si los ultra de ambos lados están armados, decididos y palpitantes, peor aún. Los discursos de los allendistas son cada vez más impulsivos y la bronca de la derecha a Salvador Allende ya no tiene límites ni escrúpulos. Allende caerá, a como dé lugar. Y si hay que conversar con la CIA o con Satán para apurar el fin del presidente marxista y desinfectar La Moneda, se conversa con la CIA y punto. Todo vale en estas circunstancias. El enemigo de la tricolor es uno.

Junio 1974

Si bien la DINA, la Dirección de Inteligencia Nacional, germina en junio de 1974, empezó a operar a fines del año 1973, al mando del coronel Manuel Contreras. Se le responsabiliza de aproximadamente 1500 asesinatos, que incluyen torturas, secuestros, interrogatorios, apremios ilegítimos y desapariciones. Entre comunistas y socialistas ultimó como a mil. La guerra civil propiamente tal, con enfrentamientos y balazos de ambos lados duró menos de una semana, tal vez tres días, en la cual desapareció toda trinchera socialista o foco de resistencia dentro de la nación. La Junta Militar, a la semana después de asumir el gobierno de Chile por medio de la fuerza, tenía al país absolutamente controlado, sin ningún tipo de peligro que pudiese rasguñar y menos inquietar militarmente al General Pinochet. Todo lo demás fue una inservible e inhumana represión. En un país totalmente vigilado por la Inteligencia regular de las Fuerzas Armadas y sin ningún tipo de amenazas a la vista, el nacimiento de la cruel DINA fue innecesario. La lucha en contra de la llamada sedición marxista estaba acabada y las torturas y asesinatos no cumplieron ningún objetivo, aparte del inventar una guerra que justificara la presencia de la Junta Militar en la casa de gobierno por muchos años y de satisfacer el odio parido de la católica oligarquía a los izquierdistas. Si el enemigo real no existe, hay que inventarlo. Los guerrilleros marxistas chilenos siempre fueron de hule apolillado y sólo combatían con la lengua, en sus exaltados discursos. Las excepciones honorables fueron pocas. La dictadura militar jamás estuvo tácticamente en peligro, ni siquiera cuando el Frente Patriótico Manuel Rodríguez intentó asesinar a Augusto Pinochet. Los hijos de la Escuela de las Américas mantendrán flameando la llama de su libertad extirpando todo recato. En la guerra que no existió tampoco la DINA respetó la Convención de Ginebra. Los amigos de la CIA tenían carta blanca. La DINA fue en el año 1977 reemplazada por la CNI, Central Nacional de Informaciones, que se dedicó a lo mismo, con un nombre distinto. Fue su coherente heredera. La DINA motivó a muchos a huir del país, entre ellos a Lenin y Emilio. Los agentes de la CNI torturaban, asesinaban, secuestraban, arrestaban a ciudadanos en medio de la noche, todo impunemente. La Central Nacional de Informaciones era una organización criminal muy bien organizada y financiada, y era la chica la mimada del Capitán General. Si la Dirección de Inteligencia Nacional nunca hubiese existido, el gobierno militar habría durado igual los diecisiete años que gobernó, seguramente.

Abril 1982 y otras.

Después de observar con la pasmosa y brutal facilidad con la que morían y desaparecían los miembros de la Unidad Popular en la capital, Emilio Peña se fue a saborear in situ lo que él consideraba una sociedad ecuánime y solidaria, en el año 1974. Emilio bebería del agua de la democracia popular y no la de la democracia burguesa y corrupta, controlada por unos pocos faraones, desde la cúspide. Ejerce como profesor de matemáticas y taxista en La Habana hasta 1982. Cató la defensa cierta de los Derechos Humanos. Como exiliado del Chile reaccionario, fascista y autocrático, tenía el privilegio de sentarse en un lugar relativamente cómodo en la plaza de la Revolución a escuchar con delirio las extensas y seguidas homilías de Fidel u otro convertido o barbudo. Una vez el Comandante predicó cinco horas con enardecimiento, moviendo las manos y el cuerpo, y no había un rostro disgustado o aburrido en todo el país. Era magnánimo, vivaz y excesivamente parlero, aunque la producción de ganado, los planes quinquenales, el PIB y todo lo demás fueran un trago amargo inacabable e irreversible. El aire puro es el bien de consumo más apetecido, ironizan algunos habaneros. Cuando toma una decisión importante el Comandante se consulta a sí mismo, y cuando se equivoca, lo reintenta, utilizando congruentemente la misma vereda. Es que descentraliza poco y no confía ni en su sombra. Ahí aprendió el lopradino en detalle y claramente que la expresión y la prensa deberían estar bajo el más celoso control del Partido Comunista, por razones de seguridad. La libre expresión clásica, como la que existe en las comunidades retardatarias o burguesas, son un peligro latente para la Revolución y los años de abnegación, de tantos tenaces camaradas, sobre todo de los inmortales que pelearon en Sierra Maestra. El imperialismo está atento a cualquier fisura que pueda encontrar. Las libertades en sí son una bomba de tiempo. Anhelan darles una herida mortal al socialismo justiciero. Por eso que en Cuba se publica un sólo periódico, el Granma, en donde los locales y extranjeros hallan absolutamente toda la información, crítica y objetiva, que requieren, sin necesidad de tasar. Los comisarios de la filosofía política no quieren problemas ni apuros. Es un periódico muy apreciado por los patriotas isleños no contaminados por los yanquis. Objetivamente las libertades de movimiento, expresión, reunión, culto y pensamiento, son un riesgo latente para la sobrevivencia del insigne comunismo, porque el fascismo internacional lo utilizaría de inmediato para la sedición y la mentira. Sin una firme restricción, todo se derrumba en el acto, como un castillo de naipes. Bastaría una mínima libertad de expresión fidedigna en la isla y el modelo socialista sería pulverizado. Ahí radica el peligro. El comunismo sobrevive con un pistolero guardián en cada esquina y espías por todos lados. El número de soplones que defienden a Fidel Castro es imposible de calcular. Las Damas de Blanco, siempre heroicas, que luchan por la liberación de los presos de conciencia, de sus familiares, serían manipuladas por la extrema derecha. Tal vez sean bandoleras. La Primavera Negra es una más, de tantas. Todos los bien intencionados saben que la producción de bienes y servicios en la isla es encogida y aberrante, por culpa del bloqueo norteamericano o mejor dicho del embargo. Eso de que el único bloqueo habita en los sesos revolucionarios sería una falacia. Es lo que ellos deben creer de corazón. En los socialismos reales la prosperidad y los debates televisados siempre fueron escasos. Años después Cuba le compraría al enemigo, al tío Sam, al contado. Eso sí, las insoportables apreturas en los temas alimentación, vestuario, transporte, vivienda, salarios, jubilación y servicios básicos del cubano promedio, le metían presión y perplejidades al credo ideológico de Emilio, interpelando con un potente mutismo el sistema político imperante en la isla, súbdita del Kremlin, hasta la caída del muro. Nunca se enamoró del modelo de desarrollo de La Habana, por alguna razón que no comprendía del todo. La mayoría de los chilenos se fue de la tierra de don Carlos Manuel, presurosamente. La dolorosa tarjeta de racionamiento fue una de las culpables. Escasean la carne, la pasta de dientes, el aceite, los zapatos, los postres, los huevos, el pescado, la leche condensada, los tampones femeninos, las ensaladas, el pluralismo y diez mil más. La lista es interminable como indomable es el espíritu de las brigadas que resguardan el catecismo rojo, sin barquinazos. El revisionismo es la salvajada más irritante, una canallada a todos los cubanos bien nacidos. Un amigo argentino ebrio y de confianza le comentó a Emilio que en la isla sí hay torturados, perseguidos y asesinados y que la participación de los ciudadanos cubanos en las discusiones radiales o en la pantalla chica es nula y que todo es un montaje. No supo que pensar, que decir. No aceptaba la posibilidad de que el edén rojo estuviese carcomido a ese extremo. El Kremlin y la KGB apoyan a Fidel. Tal vez la única pelea real es entre la CIA y la KGB y el globo terráqueo está entremedio, con coliseos repletos de siervos. Es el siglo de los tiranos. Es esa guerra fría que empezó en el año 1945 cuando terminaba la Conferencia de Yalta. En el globo sólo hay dos directores de orquesta. En Cuba los plebiscitos son una blasfemia inadmisible, una maniobra de capitalistas. No es necesario consultarles nada a los peatones. El Comandante todo lo resuelve. Él administra bien lo poco y nada que queda, con su indefectible talante. En marzo de 2003, la gestapo de Fidel Castro arresta y después enjuicia, al estilo suyo, a más de setenta ciudadanos que cometieron el horrible delito de disentir. La Ley Mordaza es uno de sus mayores tesoros y arrestar periodistas independientes lo tranquiliza un poco. La primavera no será siempre negra. El que bosteza en la plaza con los discursos de Fidel es declarado mercenario y subversivo de inmediato. Se prohibió interpelar al divino barbudo, al gurú que nunca se calla y a sus imprecisiones radiantes y tenaces. Posterior al fallecimiento de su padre y a pedido de su madre, vuelve cabizbajo a la comuna de Lo Prado, a su querido Santiago de Chile, por medio de algunas triquiñuelas, trayendo en sus maletas contradicciones de todas las categorías y algunas dudas profundas sobre lo boyante y saludable que han resultado ser los socialismos reales en el mundo, con o sin bloqueos. Su interrogación era fina. A veces a su almohada le decía que el marxismo no mejoraría las condiciones de vida de los proletarios y que el socialismo puro era una hecatombe por definición. A esas alturas la ideología ya no era celestial. Era una desilusión penetrante, y fluctuantemente breve. Fue bizarro al criticar el marxismo en su intimidad. En una pesadilla lúcida y premonitoria, una vez se vio orinando sobre El Himno de La Internacional. Los reniegos a Emilio le duraban un partido de fútbol y es que creía que era el único sacrílego que pensaba así en el continente. Era el único desorientado que abofeteaba las innumerables bondades de un Estado Revolucionario. Es que dormía y se levantaba con la sotana que usaba Lenin, el gran arquitecto de la revolución bolchevique. Algunos descollantes filósofos de izquierda ya estaban creando en otras latitudes el socialismo capitalista. Esto es, un capitalismo moderado con una potente agenda social, que permita “crecer con equidad”. Era la socialdemocracia. Y como el nuevo chorreo no llega, los postergados no comprenden el eslogan que les permite a los poderosos, y sólo a ellos, crecer con equidad y potencia. La idea de los socialistas modernos es asesinar el socialismo fidedigno sin que nadie lo note, sin pedir perdón, silbando en la regadera. Sin entender nada, la ingenua pobladora debe creer que el socialismo aún existe, que el “espíritu” del socialismo ¡vive!, aunque nadie sepa donde, con las grandes riquezas concentradas en pocas manos, ahora y siempre. El izquierdismo político se ha derechizado, de rodillas. Algunos líderes izquierdistas almuerzan y brindan con empresarios reconocidos públicamente como pulpos y cuatreros. Muchas veces el mejor socio del faraón o propietarios del país es un presidente socialista, un parlamento colaborador. Es un neoliberalismo con la fotografía del Che Guevara impresa en la polera y con una y que otra barba, cantando a la Violeta Parra y a Silvio Rodríguez, en un jacuzzi con espumas y alhajas. El terror es tanto, que hablar en Chile de estatizar toda la minería para combatir la miseria fue y es una herejía. Pedirle al gobierno que el 80% o más de la propiedad de las Administradoras de Fondos de Pensiones y de los Instituciones de Salud Previsional sea de los trabajadores, es una apostasía, una imprecación. Hablo de unos fondos que son propiedad y aportes de los trabajadores y del cual no participan de la gestión ni de la rentabilidad. Suman y siguen los atropellos. Una AFP estatal en sí tampoco es una mala propuesta y todos los izquierdistas con los labios corcheteados lo saben. La izquierda real moderna es capitalista y tan farandulera como esa corta minifalda sin sesos que se postuló a diputada y ganó, masticando chicles y actualizando el vestuario, con una dulce sonrisa que no cesa, sobre su escote, que cubre sus ineptitudes y que ofende a las damas capaces. Emilio observó que en Santiago de Chile el Ministerio de Hacienda abrió osadamente la economía al mundo y se vino una ola de cesantía que dejaría huellas férreas en la década de los ochenta. Su mamá, su casa y su barrio estaban más o menos igual. En su corazón habían clavadas espinas por Rebeca, que se había casado y regresado, según le contara su madre. Más antecedentes del amor de su vida y de su adolescencia no poseía. Regresó por bus a través de Mendoza, con alguna turbación y disimulo. En su juventud era un universitario obsecuente más del gobierno de Allende. A él le embelesaba la cubanización a la chilena, el socialismo con vino tinto y empanadas, con un sello propio. Pero, ¿sabe alguien todo lo desgarrador que es el sistema político en Cuba si allá no hay libertad de expresión? ¿Qué tipo de cárcel es un país sin libertad de locución ni opositores visibles o viables? ¿Es Cuba un campo de concentración, entonces? ¿Puede un tirano idealizado por decenios, con o sin barba, ser el modelo de algo benigno? Fidel Castro, en un debate televisado sin contendientes es invencible. Y Emilio, al igual que Lenin, nunca se inscribió en un partido político, nunca firmó, y eso tal vez les salvó la vida. Como muchos quijotes, en el año 1973 Emilio y Lenin se sumaban a las marchas por el centro de Santiago y a veces ni sabían cual era el motivo específico de la protesta. A ellos les gustaba sumar, contribuir. La noble causa era una y los detalles no interesaban. Siempre fueron soldados de segunda o tercera línea en la vía al socialismo fidedigno que vivía su apogeo, su viril cenit. Usando algunos contactos y engaños en junio de 1982 comienza a trabajar como profesor de matemáticas en el “Aurora de Chile”, con un escueto salario. Su siquis intentaba recapitular, rearmarse. El exilio voluntario y supuestamente redentor no lo cercenaría. Algunos sueños personales continuaban con la bandera al tope. Divisaba algunas resquebrajaduras macizas un su filosofía política, en el más absoluto silencio, claro está, porque pensaba que era el único revisionista en la república y no quería ser el primero, menos en un gobierno militar fascista como éste, en esta hora crucial. Con un dictador chileno en pleno apogeo no se iba a dedicar a cuestionar a su dictador mágico y barbudo. Si bien conocía de primera mano todas las postergaciones y miserias de los sufridos ciudadanos cubanos el problema concreto de hoy se llamaba Augusto Pinochet. Y cuando tenía problemas de insomnio por las pellejerías de la isla, culpaba de absolutamente todo al bloqueo imperialista y asunto cerrado. Visitar a su exnovia casada a todas luces sería una impertinencia. Simplemente no correspondía. Desde el primer día le deseó a Rebeca, como el caballero que era, toda la felicidad del mundo en su matrimonio con el señor Durán. Esta boda civil fue una estaca en su corazón. Era el costo personal más terrible por ser un revolucionario medianamente perseverante en el trienio que gobernó Allende. En La Habana muchas veces soñó que se casaba con ella, de que viajaba a Cuba y de que se enlazaban allá. Tuvo amoríos con algunas morenas, que le llamaban la atención, y otras damas. Con la dulcísima Dalia convivió varios años. El terrible problema era que ninguna señorita o filosofía o lo que fuera podía quitarle de su apesadumbrada cabeza a Rebeca. Es que su pololeo con ella era lo más cercano a lo que sintieron entre ellos Romeo y Julieta. Lo de Emilio y Rebeca era una versión santiaguina popular de la obra de Shakespeare. Cuando Emilio leía poemas o novelas de desamor sufría. Las canciones tristes y románticas de la radio lo liquidaban. Su corazón nunca vivió con normalidad porque residía y respiraba en torno a Rebeca, su amor imposible y fuera de lugar. Moralmente ella estaba extinta, aunque caminara por las vías, con su preciosa sonrisa. Una mujer casada es una mujer muerta, por sanidad mental te alejas, es lo que le enseñaron cuando era joven.

Julio 1982

Con un poco más de un mes en su empleo e iniciándose las vacaciones escolares de invierno en la Región Metropolitana y transitando por la calle Ecuador que es paralela a ese mismo parque entre los metros Las Rejas y Pajaritos, ve que Rebeca dobla involuntariamente la esquina hacia él, desde la calle Roma. El encuentro fue casual, prodigioso y frontal. El rostro de ella se sonrojó completamente y el ritmo de su corazón disminuyó. Era una mujer pálida viendo un ángel. Ella iba a la farmacia, nada más. Si ella por su condición de casada no lo saludaba o le era indiferente, lo comprendería, estaba obligado a aquello, con un puñal en su ser. Coquetear con una mujer casada que vive o no con su esposo era agravar cualquier situación. Emilio quedó congelado entero, intentado esbozar algunos vocablos coherentes, tratando de creer lo que veía; a una Rebeca envuelta en un halo de luz. Ella lo observó embobada y con un semblante de agrado, así que él entendió que se daban las condiciones para un diálogo, con esa lógica incertidumbre que generan los deseos clandestinos o impropios, de la desplomada raza humana.
-Hola, Rebeca –como poniéndole acentos a todas las letras.
-¡Dios mío, eres tú! Emilio, ¿cómo estás? –era como ver un milagro cumplido.
Casi sin concertarlo terminaron sentados en la misma banca del parque en la que él le había pedido pololeo hace miles de días. En esa andanza breve, dos planetas recuperaron sus coordenadas, en donde ese amor gigante que late a mil por hora te descompone cualquier norma civil o costumbrismo.
-Rebeca, te ves guapísima –los ojos de él centelleaban.
-No mientas, no necesito que me engañes. Me casé en 1976 –se desahoga sin rodeos-, me separé, estoy tratando de tramitar la nulidad de mi matrimonio civil y trabajo en una relojería del Paseo Ahumada, en pleno centro de Santiago. Por órdenes de la Santa Iglesia no hay una ley de divorcio. Mi marido, un apostador violento se fue. Gracias a Dios se marchó, en 1978. La tragedia terminó. Empecé a tomar las discutidas pastillas anticonceptivas casi desde el primer mes de matrimonio. Actué como una católica liberal y desmandada. Mi cruz la guardé en el velador. No quiero hablar de él ni verlo, por favor. Esa historia feneció. Disculpa que te hable así. No es lo correcto. Estuve mal.
-Todo eso ya no importa. Rebequita, no fui a tu casa por vergüenza. Pensé cualquier cosa, que ni la puerta me abrirías. Tú eres una moralista católica.
-Emilio, no fui a tu casa porque sentía pavor. Te habría ido a esperar. Era moralista.
-¿De qué hablas mujer?
-Mírame bien, soy un desastre de veintiséis años de edad. Espero que hayas encontrado una joven soltera, alegre y sin estorbos allá en tu isla paradisíaca o acá. Es lo que te mereces.
-Si pudiera, mañana mismo me caso contigo. Esta vez no te dejaré ir. Cuando en el 1976 supe que te casaste me quería lanzar al mar desde el malecón. Pensaba en la argolla de compromiso que te regalé seis meses antes de abandonarte y me hundí, mas lo comprendí. Era lo justo. Nada tenía que ofrecerte, sólo inseguridades y lo acertado era que te casaras con otro. En ese agosto de 1973 seguía creyendo que nos casaríamos luego, incautamente. Y se vino el golpe de Estado propiciado por la CIA, y lo desencajó todo.
-Sinceramente creí que nunca más regresarías y que con este gobierno militar nunca más te vería. En cierta forma eras un desaparecido más del régimen, al menos para mí. No quería morir soltera y por eso me casé. Veo que resucitaste. Ahora creo que te traicioné. No supe esperarte. Cuando tuve la chance, me casé. Disculpa el daño causado y todo lo que te decepcioné.
-¿Tú me traicionaste? ¿yo te abandoné? No, es el indómito destino el que nos cambió, el que desmoronó nuestros planes y el de muchos. Quiero que seas mi novia lo antes posible. Ya no tolero este drama. Demasiados años sin tu presencia. Caminando solo, sin ti, soy un perro vagabundo y no hay un plan alternativo o de reserva. Tú o tú. Si me rechazas agonizaré por siempre.
-Me fascina la idea. Sicológicamente no estoy en condiciones de hacerte feliz. Tú debes hallar una joven soltera, algo mejor. Mi estrella se apagó.
-El exilio y la pobreza me trituraron psíquicamente y no creo ser digno de ti, sobre todo que nada tengo para ofrecerte. Entonces, estamos iguales. Sí, resucité.
-Emilito, ¿y qué tengo yo para darte?
-Nada deseo de ti. Lo que deseo eres tú. Y tú estás aquí, para siempre.
-Con tu profuso optimismo, se ve fácil.
-Si es fácil o imposible no me importa.
Dos horas conversaron y se lo confesaron todo, con más de una emoción fornida y muchos lagrimones. Emilio le aclaró reservadamente que Cuba no era precisamente una isla celestial. Por supuesto, él nada habló de morenas o damas, nunca, ni por broma. Volvieron a esa noche en que se conocieron escuchando a Camilo Sesto, Sandro, Raphael, Nino Bravo, Roberto Carlos. Transformar la fatídica última noche de despedida en una de bienvenida era un deleite. Tomarle la mano de nuevo y reinventar la ilusión ya no era un disparate. El amor sincero es el sentimiento que pulveriza murallas de acero y es capaz de cambiarlo o remozarlo todo. Y Emilio se decide, otra vez, y no aceptará un no como respuesta.
-Rebeca, ven, párate aquí, en el sitio de nuestro primer beso y dime: ¿Quieres pololear conmigo, ser mi prometida? ¡Estoy dispuesto a esperar un año por besarte otra vez! Sé que eres tramitadora –fluye una sonrisa.
-Emilio, Emilio, por favor bésame intensamente y no me abandones nunca. Que sea un beso que dure mil años -se lo demanda sollozando y deseosa.
En ese beso sin fin Rebeca limpió su ser, se descargó emocionalmente en él. Las curadoras manos de su amado la devolvían a la vida. Le costaba creer que la aceptaría así, con un primer matrimonio no anulado y tantos líos. A él le encantó saber también que su pobreza y periplos ideológicos no eran un entorpecimiento en el idilio que reaparecía.
-Rebeca, así lo haré, te lo prometo. No te abandonaré otra vez, jamás. Hasta, que la muerte nos separe. Toma, te regalo la luna otra vez. Estamos bendecidos por todas las estrellas. Nunca más nuestras manos se soltarán.
Ese mismo fin de semana y sin evaluarlo dos segundos ella lo invita a Viña del Mar a una de miel adelantada con un brindis y todo. Desde que comenzaron a hoy pasaron diez años, y por eso cuando llegaron al motel económico llamado “Ahora sí” ella se desnudó y lo acarició con una inusitada vehemencia, con una diminuta ira, besándolo por todos lados, como procurando recuperar el decenio extraviado en los vericuetos de la enigmática vida, que es muchas veces mezquina y perra. Simplemente ella se lo devoró entero sin abrir los ojos. Fue un acto de amor irracional y desbordante, casi una violación femenina. Emilio quedó pegado al cielo al ver que la mujer que el adoraba se le entregaba de esa fogosa y desmedida forma. Eran un premio mutuo, ante tanto sufrimiento. La visita al motel fue un sacramento de la reconciliación, una catarsis. Ambos volvieron a Santiago más enamorados, con esperanzas y más sanos. Una Rebeca decidida les comunica a sus padres que se va a ir a convivir con Emilio, en la calle Varsovia, a partir de octubre, de 1982, y que nada ni nadie lo va a impedir. Por su Emilio no se iba a fijar en prejuicios y lo del pecado mortal o venial lo vería después. En todo caso Rebeca no iba a ser su concubina perenne, y sí su cónyuge, en la primera oportunidad que se presente. Su catolicismo no era una simulación. Continuará trabajando en la relojería y el profesor también intentará en su casa esquina instalar una pastelería o tienda, que atenderá primeramente su madre. El bicho de ser microempresario ya había ingresado en él, alentado y presionado por ella, y le informan que es su amigo Lenin el dueño de La Ventajosa, que se ubica a no muchas cuadras. Quiere y necesita verlo. La mediocridad y la melancolía, con diferentes tonalidades y elucidaciones, es el enemigo jurado de muchos.

Enero 1972

Por razones monetarias muchas familias santiaguinas no veranean en la playa y menos viajan al extranjero. La inflación del gobierno de Allende ya causaba algunos estragos. Era común que los jóvenes con poco dinero organizaran fiestas los fines de semana en las diferentes casas del mismo barrio. El país se dividía entre buenos y malos, entre capitalistas y marxistas, entre beatos y sacrílegos. El maniqueísmo y la radicalización eran brutales. En el fondo la guerra fría daba dos alternativas: Moscú o Washington. Es el siglo de los opresores y sus súbditos. Los continentes eran soldados y todo lo demás era chimuchina. En una nación monopolizada, expectante y con la sangre caliente, una tercera vía era infructuosa; el hervor y la impaciencia no lo aceptan. En los espacios que quedaban en común, los muchachos se reunían en las noches para divertirse un poco y beber moderadamente, relacionándose entre sí. A pesar de la bulliciosa década de los sesenta en occidente y de las inquietudes que pretendían construir una nueva sociedad, las familias chilenas eran conservadoras en su proceder, incluyendo a los progresistas de esa época. El sábado 16 de enero le correspondió a Evaristo armar la fiesta, que residía en la calle Roma, al igual que Rebeca, y era amigo tanto de Emilio como de ella. A esa noche todos fueron invitados. Como las damas llegaban temprano, nunca solas, Rebeca y sus dos amigas tocaron el timbre a las 20:30 horas, escoltadas por un joven. Emilio llegó solo, media hora después y saludándolos a todos, con afabilidad. Cuando vio a Rebeca, con su vestido azul y precioso semblante, un relámpago lo atravesó, y le dirigió la palabra sin preámbulos.
-Hola, ¿puedo preguntarte tu nombre? –le consulta Emilio con los aires de un galán pipiolo, y esperanzado.
-Me llamo Rebeca –con una voz femenina y complaciente.
-Si me permites el atrevimiento, te comunico oficialmente que te ves estupenda. Espero no contrariarte –el galán toma vuelo.
En ese preciso instante a Rebeca, por un movimiento inesperado y corto que hizo con su cuello, se le cayó un arete y Emilio, en menos de un estornudo ya estaba de rodillas en el suelo buscándolo con unos ojos que eran unas linternas. Y a pesar de la deficiente visibilidad lo encontró y se puso de pie fulminantemente y se lo pasó, con una reverencia de vasallo, como si ella fuera una infanta. Ella le regala una mirada elegante y sugerente a su imprevisto adepto.
-Muchas gracias. No debiste molestarte de esa forma –a ella la feminidad le brota a borbotones por los poros y Emilio sintió el fuerte impacto de la dulzura de su mirada de inmediato.
-Rebeca, sólo hice lo mínimo, por una reina como tú. Por favor, proporcióname el privilegio de bailar contigo las próximas canciones movidas –el seguidor está resuelto, ya que ve alguna posibilidad de avanzar, en ese pedregoso sendero.
-Bueno –con una alegría tenue-, y tú, ¿cómo te llamas?
-¿Quién soy yo? Aquí voy. Me llamo Emilio, resido en la calle Varsovia, estoy en mi último año de pedagogía de matemáticas en la Universidad de Chile y me acerco a los 22 años de edad –lo expresa un poquito más relajado.
-Yo, me llamo Rebeca, estoy en mi último año de la secundaria en el liceo comunal, -suelta un carcajeo controlado porque se presenta como si fuera candidata a miss universo-, tengo diecisiete años, soy soltera y santiaguina, y me gustan los gatos –rieron juntos y la química entre ambos fue patente y pública.
Bailaron un poco de twist en español y pop de ese tiempo. Emilio la invita a salir al patio con unas bebidas y ella accede, manteniendo alguna formalidad. No alcanzaron a charlar treinta minutos cuando Evaristo rastreando la tierna situación de los tórtolos va al tocadiscos raudamente y pone canciones de Camilo Sesto, Sandro, Roberto Carlos y otros; y el romanticismo se apoderó de la pista y Emilio rozaba los nimbos. Ningún varón le objetó la iniciativa al anfitrión que captó en el acto la misión que se le había encomendado, en código cifrado: promover el amor.
-Rebeca, ¿quieres bailar este lento conmigo? –estaba derretido como mantequilla y con una cara de baboso impresionante.
-Bueno, pero el próximo tema –con un tono de pudibundez y observación.
Ese primer tema, después de esperar un quinquenio conteniendo la respiración al fin concluyó. Entran calmosamente a la pista de baile. Él, con su mano derecha en su espalda y con la izquierda sobre la cintura, disfrutó de dos baladas mejilla con mejilla. Cuando puso su mejilla en la aromatizada de ella, quedó subyugado, y ella, algo atraída. Al rato después Rebeca mira el reloj, cual cenicienta. Entre la primera canción lenta y la segunda pasó una centuria, y entre que la conoció y la medianoche pasó un suspiro. Eso es relatividad pura, forjada por el encantamiento de una mujer, diría el genio Einstein.
-Disculpa Emilio, se acerca la medianoche y debo retirarme. Esa fue la instrucción de mi madre –lo expresa con suavidad.
-Como tú digas Rebeca. Autorízame a acompañarte –maximiza su caballerosidad.
-Bueno. Nos vamos todos juntos, con las amigas que llegué –sentencia una circunspecta Rebeca. El escolta inicial estaba arrebatado con una pelirroja y se quedó bailando lo que viniera, al pie del cañón.
Las tres horas a Emilio se le hicieron tres minutos. Caminaron las dos cuadras de la calle Roma hacia el hogar de Rebeca. Él iba muy atento a cualquier ademán o seña de ella, y concentrado como un trapecista. Adelante iban Emilio y Rebeca y atrás las dos amigas, sin intervenir, como sospechando que presenciaban un apego predestinado. En esa época los noviazgos no eran eternos generalmente y eran con pocos o con un solo varón, y las madres analizaban a cualquier aspirante a pretendiente con la mayor ecuanimidad posible, utilizando hasta ese sexto sentido femíneo. Los padres intentaban neutralizar las indecisiones y las bajas pasiones de los yernos. Se veían una pareja bonita y persuadida, desde ya.
-Emilio, está es mi casa. Nos vemos en una nueva oportunidad.
-Por favor, por favor, dame tu número telefónico –insiste con ternura.
-Bueno, aquí está –lo escribió lentamente en un papel improvisado.
Antes de darle el último beso en su suave cara, él la miró fijamente ocho segundos sin soltarle la mano. A ella no le molestó. No sabían ni aventuraban que esa noche los marcaría por toda la vida. Cupido abrió un nuevo expediente. Ella tardaría un poco más en darse cuenta de lo ocurrido. Sus dos amigas riéndose le pidieron a Rebeca que cerrara la boca, porque su admirador ya se había ido.

Febrero 1972

Rebeca era una buena católica y típicamente conservadora en su conducta y modales, como la mayoría de las señoritas de esa década. Su familia abrazaba los ideales del centro político, que encarnaban la Democracia Cristiana, al mando natural del estadista Eduardo Frei Montalva. Era una “revolución en libertad”, sin combatientes ni bombas molotov, con una libertad de expresión a todo evento y sin violencia revolucionaria o contrarrevolucionaria, y mirando el evangelio de Jesucristo, intentando hacer carne por esta olvidada tierra los preceptos sociales y éticos da la Palabra sagrada. Un social cristianismo sin entrenamiento guerrillero ni contrarios que deban morir o matar por sublimes razones. Por ser pacífico y viable, innegablemente el camino de la Democracia Cristiana era más lento, y más seguro e integrador, también. La “revolución en libertad” era la vía pacífica que generaría los cambios estructurales y sociales en la nación. No toleraban el materialismo ateo ni ese resentimiento del que se nutrían y fomentaban las monsergas rojas, las recomendaciones oficialistas. Don Abelardo, padre de Rebeca, ansiaba que el gobierno marxista del señor Allende terminara lo antes posible y en el año 1973 a veces ya no le importaba como, por su extremo descontento con la demagogia, las protestas, la improductividad, la ira de las barbas, el desabastecimiento, las filas largas para comprar, la inflación imparable y el despelote. El era uno de los tantos centristas que veían en el marxismo y sus matices un horror de ramificaciones impredecibles. Los marxistas leninistas ofendían a la santa y Madre Iglesia y a la democracia con pasmosa facilidad. Dado los fogosos y agresivos discursos de los socialistas con lemas temerarios y punzantes como el mítico “avanzar sin transar”, todos se ponían neurasténicos. No había que ser profeta para adivinar que en algún momento los revolucionarios o los contrarrevolucionarios empezarían a disparar al que consideraban su tenaz enemigo. La sangre estaba caliente y varios tenían silenciosamente el dedo en el gatillo. Además el presidente Allende no se sometía a los dictámenes de la Contraloría General de la República o a otras normativas constitucionales o legales, precisamente porque era un marxista que pretendía transformarlo todo. Los rebeldes jamás han sido sumisos con los modelos establecidos. La Contraloría lo declaró un gobierno ilícito, en algún momento. Allende decía “yo no soy presidente de todos los chilenos” “utilizaremos primero la ley y después la violencia revolucionaria” y otras expresiones igualmente sinceras y alarmantes. La Policía de Investigaciones era dirigida por la izquierda y la carestía de alimentos y productos básicos se apoderaban del país, poco a poco. La derecha política y económica buscaba la forma de reventar al presidente constitucional. Cualquier senda servía. El derecho a la propiedad era cuestionado cada cinco minutos. Un Comandante de la revolución sureño daba a entender con claridad que tenían que morir un millón de chilenos para que el Estado Revolucionario se instaure como es debido, según los principios guerrilleros ortodoxos. Este intrépido Comandante Pepe no fue castigado ni nada parecido por el Ministro del Interior José Toha. Claro, algunos duros del MIR pensaban que asesinar a un millón de chilenos era exagerado. La izquierda más radical se armaba, pero no se entrenaba adecuadamente a los soldados revolucionarios. Al final, fue un error táctico y fatal, que quedó demostrado con el golpe de Estado. Don Abelardo quería que Allende se fuera, y ya. Independiente del quehacer ideológico, los jóvenes vivían parte de su vida personal con cierta normalidad, tratando de disfrutarla. El romanticismo del adolescente es inmortal. Previo contacto telefónico y tras algunas insistencias, Rebeca acepta ese sábado salir con Emilio al parque existente entre el Metro “Las Rejas” y el de “Pajaritos”. Él se presentó puntual a las seis de la tarde, fragante, afeitado y con un pelo con una chasquilla corta y algo ordenado. Ella con su falda, zapatos con un pequeño taco y una cruz diminuta que jamás se despegaba de su cuello. Le acepta con un guiño púdico el bombón que él le obsequia y lo comparte con él mismo una hora más tarde. Las diferencias políticas se han esclarecido y no preponderarán. A ella personalmente no le molesta el pensamiento de su pretendiente porque su comportamiento es sin faltas. Don Abelardo sí se incomoda con la ideología del enamorado de su hija. Emilio, respeta la opinión de sus suegros expeditamente. Rebeca no transa con los principios católicos que intenta cumplir con honestidad y conversa con sus padres, don Abelardo García y Eva Garrido.
-Rebeca, tú sabes que somos católicos bautizados y que no comulgamos con el pensamiento rebelde de tu pretendiente. Que no pretenda enrolarte en su materialismo alienante. No quiero a una hija que vomite odio hasta por los ojos. El resentimiento sempiterno no es un elemento de nuestra fe. El papa Juan XIII, en una decisión iluminada, excomulgó al dictador e irreverente Fidel Castro. Los guerrilleros locales son de pacotilla, unas cabezas ardientes, y no van hacia ninguna parte. El contestatario criollo siempre ha sido asustadizo. Esta cobardía tal vez evite un mal mayor –señala con firmeza don Abelardo.
-Hija, tú crees en Jesús, María y en los santos. Que no intente mofarse de nuestra antiquísima y sagrada confesión de fe. Eso es inexcusable –sentenció Eva, todavía con más firmeza, por los eventuales desvaríos.
-Mamá, mamá, no te preocupes. Emilio tiene absoluta claridad de mi credo y conducta y me ha respetado en todo. Es más, está dispuesto a acompañarme a misa de vez en cuando. Él quiere titularse de profesor de matemáticas y le queda poco. Casi no hablamos de política. Si hasta me ha dicho que ha soñado –le brillan los ojos- que se casa conmigo en nuestra cristiana parroquia –dijo Rebeca, prendada.
-Eso de que ha soñado que se casa contigo por la Santa Iglesia me gustó. Es esperanzador –dijo la pechoña Eva, más aliviada.
En las primeras oportunidades pasearon como amigos. En la cuarta salida el atontado Emilio iba más decidido. Él era de izquierda y ella del centro. Ella era militante de la Santa Iglesia y él un incrédulo, a lo más un agnóstico.
-Rebeca, ¿me has observado bien? Simplemente me estoy enamorando de ti ¿Me aceptarías un beso? Muero por eso. Eres linda y estás en mi cabeza en todas mis respiraciones, que tartamudean por ti.
-Eres mi amigo y nada más –lo señala flirteándole.
-No te entiendo –Emilio en la política y en el amor es algo cándido.
-Cómo voy a besarte si no hay ningún compromiso.
-Voy comprendiendo ¿Quieres pololear conmigo? –se apresura un poco.
-Emilio, ¿me pides pololeo sólo para besarme? Déjame pensarlo un par de semanas, al menos.
-Rebeca, por favor, ¿qué juego es éste? Me tramitas como los burócratas.
-Mira Emilio, hemos conversado de todo y ya sabes bien mi tradicionalista forma de pensar. Antes de contestarte te cuento que elaboré tres preguntas, con la asesoría de mi madre, que sin mofarte responderás. De lo contrario continuamos siendo amigos. Y si eso te calma, llámame beata o cínica o como quieras.
-Rebequita, encantado responderé todos tus cuestionarios, con o sin alternativas. No eres mojigata. Tu familia es católica tradicionalista, devota del extraordinario sacerdote Alberto Hurtado e intenta vivir según sus creencias, eso es todo. Yo soy un humanista pluralista. Y si digo amarte y no respeto tu proceder y breviarios, sería una farsante y se me caería el discurso.
-Perfecto. Aquí voy mi admirador: ¿Te vas a sobrepasar conmigo? –se pone seria.
-No, Rebequita, no me sobrepasaré –lo señala melancólico.
-¿Te casarás conmigo cuando te titules de profesor?
-Sí, cuando me titule me casaré contigo en la parroquia de Las Rejas, como te lo he insinuado varias veces, sin coartadas –la mira a los ojos.
-¿Me acompañarás a misa de vez en cuando?
-Sí, de vez en cuando te acompañaré. No soy un intolerante. Tú sabes que lo único que me irrita es el fascismo, el imperialismo yanqui, la explotación de los obreros. Tus sinceras creencias en ese maravillo ser llamado Jesús de Nazaret son hermosas. No hay atados, menos con el cristianismo social.
-Emilio, entonces acepto ser tu polola, tu prometida y futura cónyuge.
Como en cualquier historia de amor, este primer beso fue mágico y perenne y pareció que los pajarillos coreaban ordenadamente la melodía del vals de los novios. Comenzó un pololeo y noviazgo más que nada de fin de semana, con osos de peluches, flores y chocolates, de bajo precio. Esa era la costumbre de la época, que no se ha perdido del todo. Todo a un costo conveniente porque no podía financiar un cortejo como corresponde, por lo pobre que era. De lunes a viernes ambos eran estudiantes y se veían poco los días hábiles. Emilio conoció más a sus futuros suegros, tomaba once en su casa, la llevaba al cine, al centro de la capital. Era precavido. No aguantaría que la agitación política de esos días la rozara, la irritara. Los comentarios sobre la contingencia eran los mínimos. La familia de Rebeca en la misa rezaba por el pronto y pacífico fin del gobierno de Allende, cada vez con más fuerza. Emilio, sin ser miembro de ninguna organización, se pegaba avivadamente a cualquier movilización o reivindicación de la izquierda criolla. Y concretado el golpe de la Junta Militar terminó su relación con Rebeca en lo formal, por seguridad. Se escondió como si viviera en un submarino, y estaba recién titulado. El 12 de septiembre de 1973 Chile inicia una ruta distinta a todo lo craneado alguna vez. En el aspecto económico la Junta Militar lo reformaría casi todo, beatificando el capitalismo salvaje, la antípoda del Congreso de Chillán. Cuando el general Augusto Pinochet le entregó la banda presidencial al presidente electo y democratacristiano don Patricio Aylwin el 11 de marzo de 1990, la macroeconomía chilena era excelente, ordenada y con proyecciones. Los números económicos grandes funcionaban bien. Chile en esta específica área era un león en América latina. Nadie quería reconocerlo públicamente. También el Gobierno Militar les traspasaría toneladas de pobreza, animadversión, desigualdades y un país dividido, malogrado, dolido y polarizado. El experimentado Aylwin, que era como un padre respetado por todos, enfrentó sabiamente los distintos desafíos y sentó las bases para una agenda social más vigorosa, con una política fiscal. Al menos eso pensaron muchos. Aylwin manejó su gobierno con asombrosa prudencia. Jamás tomaba decisiones que pudieran deteriorar lo avanzado, la democracia. Caminó por la cuerda floja con maestría, con un puntilloso y antojadizo Pinochet, que a pocas cuadras de La Moneda ejercía sus funciones de Comandante en Jefe del Ejército. Los dictadores, sin importar sus dogmas políticos o religiosos, siempre son una espina en el alma.

Febrero 1974

Antes de partir al extranjero, se reuniría con Rebeca por última vez en su casa, de noche. La Junta Militar presidida sin rotaciones por el general del Ejército afianzaba su poder total y endurecía su mano cuando lo estimaba conveniente sin vacilaciones o disyuntivas morales. Rebeca se convenció totalmente de que a Emilio no lo volvería a ver otra vez, en una actitud entre pesimista y realista. La existencia de muchos compatriotas se fracturaba, se rompía en mil pedazos. El Emilio que se iba en cierta forma moría. Ambos también agonizaban por amor. Experimentaban en la carne la pena. Lo de ellos no era una despedida, era un funeral, o por lo menos reunía todas las condiciones de uno. Dado los acontecimientos políticos y las rigurosas características de la guerra fría Rebeca se persuadió que esa noche sería su última oportunidad de ver en vivo y en directo los ojos marrones de un Emilio que con el alba cruzaría la cordillera hacia Argentina con destino al edén latinoamericano de los revolucionarios de una pieza, de los virtuosos. Junto a un café cargado ella contemplaba a su amado ángel rojo y él a su princesa azul desfigurada por la contingencia. Ella advierte que él se le va, que ya es como un fantasma que rondará alrededor de su corazón sin sentirlo más, sin poder tocarlo. Todo es una ópera griega. Las más sublimes promesas de amor se cubrirán de espinas y melancolías. Camilo Sesto, Lucho Gatica, Nino Bravo, Leo Dan, Los Panchos, Javier Solís, Sandro, Los Ángeles Negros y otros acompañan desde la radio el réquiem de un fogoso último beso inviolable, que comienza con sutiles lágrimas de una dama que se quedará absolutamente sola en un escenario que en parte comprende, dada su sagacidad y visión, que era rara en las jóvenes setenteras locales, porque el país era muy machista. Era inteligente y no le encontraba salida a un laberinto erigido por las utopías e ingenuidades de él. Según don Abelardo, la separación era natural ya que sus mentes habitaban en sistemas solares distintos u opuestos. Para él los paraísos eran Cuba y Europa del este, para ella el cielo venía después de una breve y sufrida estadía en el purgatorio y el camino político lo definían Frei, Maritain, algunas encíclicas papales, ciertas homilías y otros. Él pensaba que el Vaticano era una empresa multinacional de orientación capitalista y fascista y ella creía que ahí residía el vicario de Cristo. Él aseguraba que las congregaciones católicas eran sociedades de inversiones y ella que eran ovejas del mismo rebaño con el papa como el supremo pastor. Él predicaba que Fidel Castro era el líder natural de América y el premier en una democracia popular y ella pensaba que era un tirano más, un jactancioso rojo, influenciada por don Abelardo. Muchos cristianos y sensatos no pueden creer que existan seres humanos que piensen que el dictador Fidel Castro no atropella los derechos humanos. Así y todo ellos se amaban y se respetaban. Era como si la política y le religión no incidieran en la relación sentimental propiamente tal. Ellos se miraban y se besaban y el planeta dejaba de girar y todo lo demás se congelaba. En todo caso en Santiago la boda entre un izquierdista comprometido y una dama católica no era ninguna novedad. Era un plato repetido. El amor todo lo supera, mas hay circunstancias inesperadas o agresivas que no logra soslayar y siempre existe la posibilidad de que dos corazones firmemente fusionados terminen contando una historia trágica e inquebrantable.
-Rebeca, como te lo señalara anteriormente, debo irme, fugarme. Nunca fui militante de la Unidad Popular, más sé que estoy relativamente identificado, sobre todo en la universidad, y si el servicio secreto del régimen de facto me arresta soy hombre muerto o torturado, arriesgando así la integridad física de mis familiares y la tuya. Algunos de los compañeros se quedaron en la clandestinidad intentando dar una pelea simbólica y esperando nuevos aires, otro tablado.
-Emilio, estoy obligada a aceptar tu ineludible decisión y los insomnios. Le he rezado a Dios, a la Virgen de Andacollo, al padre Alberto Hurtado y a los santos ángeles para que te protejan. Que te vaya bien en tu nueva vida porque sospecho que desde mañana serás un ser invisible en esta ciudad. Por mi falta de fe veo todo gris. Me cuesta digerir lo que sucede. Esto es un melodrama.
-Todo es muy lóbrego. Tú eres una cristiana noble y una excelente mujer. Ya luego encontrarás un hombre que te merezca, que se case contigo. No te acerques a los teorizantes y quijotes, por favor.
-¡No digas eso! Mira que es bastante punzante verte partir y ganas de pensar en hombres no está en mi futuro, y menos contigo viviendo en el continente.
-No te adoses a idealistas. Las utopías como las mías sólo existen en la sinrazón. No son posibles y causan heridas y sangre. Ver morir a camaradas revolucionarios y amigos es una debacle. Vas a ser una excelente madre y esposa. Fuimos unos ilusos, por decirlo suavemente.
-Emilio, ¿existiría una remota posibilidad de que regreses pronto? A veces los milagros existen. Lo ético entonces sería esperarte, con mi vestido de novia en el armario ¿Qué piensas al respecto? Dame una esperanza.
-Rebequita, estas tiranías militares de perfil fascista duran mucho tiempo y son tercas. Basta mirar la España de Franco y el Paraguay de Stroessner. Tal vez jamás regrese a Chile, sería riesgoso, y tú mereces ser feliz. Espero estar vivo y sano para ese día en que mi patria se haya normalizado totalmente, con un régimen democrático y popular que a todos nos dé garantías. Me voy a mi lisonjeada Cuba. Oye –algo enfadada-, el gobierno de tu presidente Allende fue agresivo y no me digas que los revolucionarios y marxistas que componían el gabinete eran palomas blancas. Mi padre y muchos democratacristianos querían que este terrible gobierno popular o progresista o como quieras llamarle terminara luego, a como dé lugar. Esa es la verdad, la verdad de los otros, la de esos otros que piensan que Fidel es un genocida blindado por la sublime ingenuidad e idiotez de los revolucionarios, y por la terquedad y gilipollez de esos odiosos incondicionales. Algunos ministros y militantes socialistas con sus discursos violentos y radicalizados querían incinerar todo el país. Ahora todos ellos son víctimas del terror militar y de lo que sembraron. Sólo les queda un tsunami de lamentaciones imperecederas. Detesto a Allende y a Pinochet porque te voy a perder, porque ya no te veré.
-Sí, cometimos muchos errores inconcebibles. A Allende lo dejamos solo, no fuimos lo suficientemente leales con él, perdimos la disciplina política y la unidad, la agenda se dispersó, nos afiebramos con una causa que pensábamos que era lo equivalente a una revelación divina. No supimos dialogar a tiempo, ceder. Algunos se adueñaron de la verdad y efectivamente otros allendistas pretendían inundar de gasolina la patria entera. Creo que la historia grande analizará con la mar en calma todo lo que se plantó y se cosechó aquí, partiendo desde la convulsionada década de los sesenta, a lo menos. Esta era la primera y única vez en que un marxista era elegido presidente mediante el voto popular en el mundo. Lo sucedido fue novedoso, una locura, un infierno. Tristemente no fuimos comprometidos ni garantes. Sólo Allende y unos pocos fueron consecuentes hasta el horrible final. Si piensas que soy un temeroso, lo consentiré.
-Emilito - le toma la mano-, no nos martiricemos más, el telón ya cayó. Tú actuaste correctamente, según los dictados de tu conciencia y de tu ideología, y eso lo respeto aunque discrepe y me enfade a veces. Yo también peleo por ser consecuente con mis principios, que son los de la Madre Iglesia.
-Si la mitad de nosotros hubiese sido valiente y consecuente como lo fue el héroe Salvador Allende, todo habría sido distinto. Insisto, nuestro presidente constitucional se quedó solo como un perro, disparó su metralleta solo en La Moneda. Falleció solo. Sus seguidores resultaron ser un batallón de farsantes con metralletas de engrudo. Tal vez desde el exilio se puedan retomar algunos sueños.
-Emilio, tu generación ya cumplió su misión. Este capítulo se terminó abrupta y definitivamente. Vendrán otros a continuar la lucha por una sociedad más justa utilizando una vía pacífica efectivamente viable. Basta ya. Y entre esos otros hay cristianos muy comprometidos socialmente.
-Rebeca, además eres políticamente inteligente, aunque diverjamos.
-Chile fue y es un país sobrecargado ideológicamente, monopolizado. Algo se aprende, si es que uno escucha la radio pertinente, que siempre estuvo altamente politizada. La época lo demandaba -esboza una sonrisa.
-Rebeca, gracias por ser mi polola, por quererme. Yo no soy digno de ti.
-Emilio, gracias por respetarme a mí y a mi fe. Pocos varones son caballerosos como tú. Mi rebelde muchacho, te mereces lo mejor.
-Rebequita linda, que ese Dios tuyo, que es misericordioso, te cuide.
-Amén. No dejaré de rezar.
Y en la puerta de la reja de la casa se dieron ese extenso y letal último beso y abrazo, con las esperanzas escarchadas o desmanteladas. El problema era que ella amaba mucho a Emilio y éste, partía a la Nueva Jerusalén de los revolucionarios de habla hispana. Ambos dormían en el cementerio del amor, y los prodigios escasean, sobre todo cuando el odio y la ojeriza son el epicentro de la patria.

Julio 1975

Emilio ya instalado en La Habana como profesor de matemáticas reside en un diminuto y humilde departamento con Dalia, una cariñosa morena que es madre soltera y a la que conoció tres meses atrás en la plaza de la revolución. Dalia, es una oficinista muy culta en filosofía y en historia, como muchos cubanos. Ella le declaró desde un principio que era una revolucionaria de tomo y lomo, a prueba de balas, y de cohetes imperialistas.
-Dalia, realmente eres una socialista genuina. Si en Chile las compañeras y compañeros hubiésemos sido como tú, nuestro destino habría sido muy diferente y hoy tendríamos a un Salvador Allende victorioso gobernando, con un gorro del Che.
-Mira papi, lo que faltó en Chile es un Fidel, un Camilo, hombres decididos a todo desde un principio, desde el primer día. Dime, ¿cómo vas a instalar pacíficamente el socialismo marxista en Santiago de Chile con una metralleta de la CIA apuntándote en la cabeza todo el día? ¿qué ingenuidad es esa? ¿qué locura es esa? Aquí y en todos lados las revoluciones se han ganado a balazos, con columnas de hombres armados y entrenados decididos a entregar hasta la última gota de sangre en el combate en contra de los soldados o títeres del imperialismo norteamericano, de los explotadores. Y lo más importante, claro está, es la absoluta convicción de que la causa socialista es sublime. La conciencia revolucionaria se crea todos los días. La única forma de quitarle la banca a un banquero es matándolo. Estos abusadores y ladrones de cuello y corbata contratan matones o incentivan a los ejércitos regulares, sin indecisiones, en nombre de una libertad burguesa, construida filosóficamente por ellos mismos, que no beneficia a las grandes mayorías. Ese truco sucio de los poderosos aquí no funciona. La banca privada es un crimen y la usura en la democracia burguesa reina sin contrapesos.
-En mi país no fuimos capaces de disparar o de iniciarle una guerra a Pinochet, no teníamos una genuina o potente conciencia revolucionaria. Queríamos instalar el Estado Revolucionario escoltados por palomas blancas, sin matanzas. No sé si fuimos cobardes o imbéciles, tal vez las dos. Las acciones del izquierdista chileno nunca fueron coherentes con los sólidos discursos de los ardientes líderes, que al primer fogonazo se convirtieron en timoratos y fondistas. Todos huyeron, como si se hubieran puesto de acuerdo. Todo era blablablá.
-Mira papi, la lucha continúa. El bloqueo nos tiene pobres y con muchas carencias, pero no derrotados. Somos ese trigo soplado por el viento que nunca es desarraigado. El pueblo cubano es digno y el bloqueo y las saetas de la CIA o del imperialismo norteamericano no nos van a encorvar. Cada día que pasa es una escaramuza. La isla resistirá todos los embates de ese drácula o enemigo que no tolera que no nos dobleguemos ante la banca y los consorcios internacionales, ante las mafias. A los yanquis les molesta que seamos realmente libres, por eso nos fastidian. La escasez de provisiones es un componente más en esta lucha eterna por la justicia social, es una trinchera. No nos rendiremos.
-Cuando vuelva a Chile me gustaría colaborar y trabajar en una patria libre como Cuba, que es el paradigma.
-Muchacho, tú quieres volver por el socialismo genuino o porque una chilena te robó el corazón en tus años mozos. Disimulas mal. Cualquier mujer se daría cuenta de que tus sentimientos están lejos de aquí. Yo no me engaño ni en la filosofía ni en el amor.
-Dalia, no lo plantees así, por favor.
Y si bien Emilio ya no estaba muy persuadido con el edén cubano, cuidaba sus palabras frente a la tenaz Dalia por razones obvias. Nadie en Cuba dice lo que realmente piensa, ni Fidel. De todas formas respetaba su coherencia y se deleitaba con su fogosidad al desnudo. Ella fue apasionada y fiel con él, efusiva. Intentaba cumplir con todos los caprichos sensuales de su muchacho y lo ayudaba y lo respaldaba en todo. Dalia era una mujer asombrosa, cabal. Emilio nunca quiso casarse con Dalia porque la mayor parte de su ser residía en Lo Prado. Dalia sufrió y lo asumió. Ella captó que enamorarse de un chileno que no vivía nunca en tierra firme fue un error que le rompió el corazón, mas lo soportó con la entereza de la dama valerosa e íntegra que era, aunque lloró varios meses la partida del chileno.

Abril 1976

Esa parte de 1974 que quedaba y todo el año 1975 Rebeca lloró y rezó por Emilio. Hacía penitencias por su desdicha, por su mal. Se aferró como nunca a su fe católica, al santo de los imposibles, con fotografías, poemas y recuerdos de su amado. Le rogaba al Cristo del templo que se lo devolviera. Hacía promesas de todo tipo. Lo que le pedía al cielo era volver a besar a su ángel rojo, que tal vez tan rojo ya no era. Lo moralmente piadoso era esperar a ese amor imposible al cual le entregó todas las proposiciones que poblaban su corazón. De su novio revolucionario recibió un anillo de compromiso, una fecha de boda, tolerancia y admiración. Por la dignidad de Latinoamérica y los derechos humanos Emilio decidió habitar en Cuba y soportar las impresionantes penurias de la isla, que inspiran las interminables burlas de la centroderecha, de los vasallos de la Casablanca. Rebeca trabaja en la relojería, comulga cada domingo y se deprime agudamente. Va a cumplir veintiún años y se está aburriendo de espantar a los partidarios que se le acercan, con diferentes motivaciones. Tiene miedo a que se le vaya el tren. No va a aceptar voluntariamente el castigo de ser una solterona sempiterna y aparece una vez más en la relojería “Al minuto” del Paseo Ahumada con un ramo de rosas rojas y perfumado su seguidor más perseverante al cual le acepta esta vez que la acompañe a su casa en metro, una vez concluida la jornada. Rebeca rechazó subirse al automóvil de Alexis Durán, quien fue puntual al ir a buscarla y al principio fue muy respetuoso con ella. Alexis, un vendedor innato de veintinueve años era un solterón exitoso con las damas y en su bello automóvil vendía o distribuía chocolates, leche, vestuario o lo que fuera. Por su garbo y encanto, su talonario y catálogo de ventas eran exitosos. Viajaba mucho a Viña del Mar, a La Serena, a Rancagua y a cien poblados y ciudades más, incluyendo a la bellísima Arica, la puerta norte de Chile, la ciudad de la eterna primavera. Vio en Rebeca una mujer decente, leal y buena católica. Algo cansado del trasnoche y de las damas frívolas, comprendió que Rebeca debía ser su esposa. Ella era la candidata típica a esposa perfecta. Era una carta segura. Así podría trabajar y viajar tranquilo, con una mujer fiel y buena madre de los hijos que vendrían. Después de conversar muchos detalles varias veces, y de salir a pasear durante algunas semanas, Duran vuelve a la carga, con toda su artillería.
-Rebeca, eres una joven hermosa y buena cristiana. Créeme, no hay otra como tú. Eres femenina y dulce en todos lados. Te repito la misma pregunta: ¿te quieres casar conmigo? –lo expresa un inspirado Alexis.
-Tal vez no has insistido lo suficiente con tu petición. No me dijiste que te morías de amor por mí –contesta una mimada Rebeca.
-Comprendí la indirecta. Rebeca, te amo de tal manera que estoy dispuesto a rogarte todas las veces que sea necesario. Te suplico de rodillas –y su puso de rodillas- que concedas el más profundo anhelo de mi corazón. ¿Te quieres casar conmigo? Dime que sí, por favor.
-¿A la brevedad? -se pone algo quisquillosa.
-Acataré cualquier fecha que me propongas –lo dice seriamente.
-Bueno Alexis, acepto casarme contigo. Me convenciste.
-Gracias Rebeca. Te amo, te amo, te amo.
Él le dio un beso anchuroso e inquieto por mientras la adulaba de todas las formas posibles. Encontrar a otra como Rebeca era buscar una aguja en un pajar.
-Alexis, como te lo explicara anteriormente, sólo nos casaremos en el Registro Civil. Y cuando esté muy segura de tu amor eterno, nos casaremos en mi parroquia. Espero que no te moleste postergar el sacramento del matrimonio de la Madre Iglesia, que en mi credo es determinante.
-No, no me molesta. Estoy aquí subordinado a tus caprichos. Entonces haré los méritos que sean del caso y cuando tú lo determines, nos casamos en el templo de Las Rejas –a Alexis le importaba un comino la Santa Sede y ese Príncipe de los apóstoles que residía en un pesebre de oro puro forrado de dólares y encubrimientos.
Después de unos meses de noviazgo en el que él derrochó magia y una verborrea tamizada, Alexis Duran y Rebeca García se casaron en el Servicio del Registro Civil de Lo Prado el 24 septiembre del año 1976, día de Nuestra Señora de la Merced. Él le prometió de todo en los interrogatorios de la desposada. Se fueron a vivir a la única casa que tenía el triunfante vendedor en la comuna de Maipú. Alexis intentó acostarse con su novia Rebeca varias veces, mas sólo logró agarrarle el trasero en una oportunidad, por un par de segundos y con un regaño montaraz. Su madre Eva se indignó con Rebeca por soslayar el pío sacramento del matrimonio de la Santa Iglesia. Una hija excomulgada no era un halago. A Alexis le daba lo mismo y don Abelardo no refunfuñó demasiado. Su hija era una mujer casada y con eso se evitan los chismorreos duros, aunque los que no se casaban delante de un sacerdote eran de una categoría inferior. Es que Rebeca veía en su reciente marido a un vividor en retirada al que debía domar primero, un viajero atrayente, así que tomó la inusitada y maliciosa decisión de tomar pastillas anticonceptivas desde el principio. En el año 1976 los siempre solteros obispos guiaban las conciencias de las casadas. Si el párroco de Las Rejas se enteraba de semejante anomalía, la expulsaba del reino de Dios de un palmazo, y ya no se sentaría en las primeras bancas de la beata parroquia tan fácilmente. Rebeca García, en una actitud de madurez admirable y circunspección, decidió que sólo tendría hijos y que se casaría en el templo de Las Rejas con Alexis cuando estuviese segura de que su marido le iba a durar una vida entera. Siempre fue avispada. La señora Eva le recriminó la ingesta de las malévolas pastillas anticonceptivas y le recordó la invariable e infalible opinión del primado de Italia. Las habladurías feroces de las pechoñas son ineludibles. No llevaban ni dos meses de casado y Alexis ya parrandeaba moderadamente o se extraviaba por días, por razones de trabajo, que era la excusa perfecta e inigualable. Y a pesar de golpear la puerta de su casa bien bañado, igual Rebeca le sentía olores y actitudes extrañas. Ella iba de la relojería a su casa de Maipú, como la esposa piadosa que era, con un hundimiento emocional que iba y venía. Estaba casada y se sentía sola. Ella esforzándose por amar más y embelesar a su marido, éste le respondía con ausencias y con unas justificaciones tan ingeniosas que en un principio fue digno del beneficio de la duda, hasta que Alexis mostró un lado oscuro que había cubierto relativamente bien. Un fin de mes llegó otra vez casi sin sueldo a su hogar porque lo había perdido casi todo apostando a los caballos. Alexis era burrero. El club hípico era su tabernáculo sagrado. Con lágrimas en los ojos Rebeca le reprochó su irresponsabilidad moral y financiera. Alexis, con unas piscolas en el cuerpo la insultó porque no lo dejaba vivir en paz, porque no comprendía adecuadamente su debilidad que el decía que era una enfermedad. Es que Alexis tampoco quería ayuda profesional y menos acercarse a un presbítero. No pretendía sanarse y la augusta capilla le era una zarzamora. La sensata Rebeca analizó su patético escenario desde todos los perfiles posibles y no veía ni futuro ni salida. Era lúcida. Las mujeres agradecen a Dios por los hijos, ella alababa al inventor de las pastillas anticonceptivas, su Santa Sede no. Un hijo con el burrero sería una cadena perpetua efectiva, un sambenito. Alexis, que era sociable y canchero, tampoco colaboraba en los quehaceres del hogar y ambos trabajaban, y contratar una nana era suspender la austeridad, que al final de nada servía con un apostador riguroso de pareja. En una noche de sábado cualquiera de septiembre de 1978 Alexis es dejado por sus amigos apostadores en la puerta de su casa en calidad de bulto. Era tal la ebriedad de su cónyuge que le solicito ayuda a sus amigotes de juerga para recostarlo en el lecho nupcial. Ella cansada de él, hizo sus maletas con calma y tiempo, y sin ira, escribiéndole una escueta carta de despedida que decía: “Alexis, este es el final de nuestro nauseabundo matrimonio. Eres bebedor, despilfarrador, apostador, vicioso, flojo en la casa, mentiroso, infiel y desconsiderado. No me busques más, yo ya no existo. Con tu próxima esposa por lo menos se cariñoso, por favor. No me pongas dificultades con el divorcio a la chilena”. A la mañana siguiente tomó sus pocas pertenencias, llamó a un taxi y partió a la casa de unos padres que comprendieron todo de inmediato. No había boleto de regreso. Alexis no se enteró de lo ocurrido inmediatamente y fue a la casa de Rebeca varias veces a intentar recomponer su machacada historia marital. Don Abelardo fue tan agresivo con él en la última visita, con un fierro en la mano, que no necesitó amenazarlo más, después de romperle un foco. Alexis desapareció definitivamente de la vida de Rebeca y de los García, en su movedizo coche de vendedor y cazador. Alexis supuso tontamente que Rebeca iba a ser una esposa mártir más, que lo iba a soportar toda la vida con un rosario en la mano, porque una católica, apostólica y romana, no cree en el divorcio. La despierta Rebeca fue al confesionario por unos pensamientos que consideraba sucios, licenciosos. Resulta que estando casada o mal casada mejor dicho, soñaba que se casaba de blanco en la iglesia con Emilio y que se iba con él de luna de miel a Viña del Mar y que por supuesto, intimaba ardientemente con él. Si bien ella había sido una esposa incólume de Alexis e intentó de corazón amarlo y salvar su fatídico matrimonio, se sentía pecadora, sobre todo porque los sueños eran tan reiterados, como el paso con el que se hundía su casorio. Emilio era un fantasma de carne y hueso, casi de cuerpo presente. Tantas noches románticas a la luz de la luna con un hombre invisible que no era su marido requería el perdón del párroco a la brevedad. Del sacerdote recibió la absolución, hizo algunos actos de penitencia como rezar diez avemarías y diez padrenuestros por tres meses continuados. Ella cumplió a cabalidad lo ordenado por el párroco y le agregó un mes más de rezos y algunas buenas obras como comprarle leche por dos meses a la hija de una vecina pobre. Sentía su alma más blanca y la almohada le comunicaba que el vestido blanco sólo podía ser de un Emilio, que ya no existía, que ya no volvería. El destino se reía de ella. Así que siguió laborando en la relojería, en paz, y vivía con sus cariñosos padres, asumiendo lo lúgubre que Cupido había sido con ella, resignándose, atada al rosario de su madre. La fatalidad era un componente de la existencia humana y había que asumirlo, desde el misterio de la fe. Nada sucede por casualidad y Rebeca presentía que Dios sí la amaba, a pesar de todo, y eso la calmaba un poco, sólo un poco, en una fe en el Padre que no sucumbía. Gloria a la Santísima Trinidad.

Octubre 1981

Desde su segundo piso de La Ventajosa Lenin se da cuenta una vez más que ingresa a su local con su madre una joven hermosa, de aspecto sencillo y puritano, con una pequeña Biblia en la mano. La mayoría de las veces se despide de Israel, su hermano en la fe protestante, con un beso en la mejilla. Israel es un empleado que trabaja en el supermercado desde el primer día. Hombre de total confianza de don Lenin, brazo derecho. Intrigado, buscaría cualquier forma de contactarse con esa clienta que lo hechizó y que era bellísima. Llama a Israel a la oficina y se lanza al agua de una piscina que no conoce.
-Israel, ¿quién es esa guapa señorita que saludas y que viene seguido a comprarnos, sola o con su madre?
-Patrón, se llama Sara Esther. Somos evangélicos del templo de esta jurisdicción. Ahí nos vemos los domingos, y dos veces en el año en la catedral Metodista Pentecostal de Jotabeche, cerca de la Estación Central.
-¿Crees que podrías presentármela?
-No lo sé. Ella es ultraconservadora y no sale nunca. Es auxiliar de párvulos y trabaja en un jardín infantil. Vive con su abuela nani y con su mamá Adela, que trabaja de cocinera en un restaurante. Y tiene un defecto.
-¿Cuál? –sospecha que hay piedras en el camino.
-Don Lenin, seré directo. Le he visto varias fotografías del presidente Allende y su familia simpatiza en algún grado con el general Pinochet.
-Pero, ¿por qué? ¿Cómo puede ocurrir eso? –consulta intrigado.
-Porque el general participó del primer te deum evangélico en su calidad de Jefe de Estado, y eso no se olvida tan fácilmente. Además, Pinochet ha recibido con amabilidad a los evangélicos en la casa de gobierno formalmente, por primera vez. Los evangélicos ya no somos parias. No las acuse de fascistas. A Sara ni le interesa la política. Los democráticos y tolerantes gobiernos anteriores nunca hicieron aquello, es más, ni los candidatos a regidores saludaban a la comunidad protestante. A Sara no le interesa la política, a mí tampoco. Se dedica más a leer el Nuevo Testamento, a trabajar y a orar por un esposo, como es la costumbre de las jóvenes cristianas de las parroquias reformadas –le responde su brazo derecho.
Efectivamente, en septiembre de 1975 el general Augusto Pinochet Ugarte en su calidad de Jefe de Estado acepta participar en el primer Te Deum evangélico de la historia de Chile en la catedral Metodista Pentecostal ubicada en la calle Alameda con Jotabeche, en celebración de las Fiestas Patrias. Sin pretenderse, se enterró una semilla de tolerancia religiosa que traería en muchos años después la hermosa ley de cultos, que firmó el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, sin complejos ni irresoluciones. Este presidente democratacristiano era particularmente amistoso con las otras confesiones religiosas. Ahora todos los credos son iguales ante la ley. Chile, gracias a Dios, sí, gracias a Dios, ya no es un país confesional o déspota, como lo es vergonzosamente Argentina también, por ejemplo, que en su artículo dos de la constitución reza: “El gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”. Los bonaerenses no vomitan de vergüenza por esto, y eso que no se caracterizan por ser pávidos. Los protestantes, ortodoxos, judíos, musulmanes, chamanes, budistas, hinduistas, ateos, agnósticos y otros, ya no son de segunda categoría, acá. Chile sí ha salido de la Edad Media al fin, marchando por las plazas y calles en paz, orando y pugnando. Esta digna ley de cultos va a contagiar a la tullida América latina tarde o temprano, que todavía utiliza crucifijos o imágenes sacras o paganas, dependiendo de quien sea el observador, en los tribunales de justicia y otros organismos públicos, acercándola así unos gramos al mundo moderno. Los únicos que nausean fuego con lava son los integristas católicos que piensan que esa multinacional financiera y pervertida llamada Santa Sede es la única casa de Dios. Jesús de Nazaret dijo: “mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Todo calza, en la Santa Sede no se dedican sólo a orar y con el lavado de dinero, los banqueros de Dios, el encubrimiento de la pederastia y la inmoral autopsia al envenenado Juan Pablo I y otras, la honestidad les es un bien escaso. Muchos de estos protestantes amistarían por mucho tiempo con el Comandante en Jefe del Ejército, con disímiles matices, entre ellos la familia de Sara Esther, que nunca fue ideologizada. El hecho de verla sola o acompañada en el local se repite sin excepciones todas las semanas y en cada oportunidad le gusta más. Alucina con ella, babosea, ya que siempre se acicala y brilla. Un día de noviembre, producto de la desesperación ocurre algo distinto. Al ver que Sara ya había terminado de comprar, se acerca a la caja, al lado de Israel –situación algo convenida- y al despedirse de Israel, tiene la oportunidad de saludarla, cometiendo su primer traspié, de menor cuantía, con ella, producto del nerviosismo.
-Adiós Israel –dice Sara con distinción.
-Chao Sara Esther –replica Israel.
-Buenas tardes señor –Sara le dice a Lenin.
-Hasta luego señorita. Déjeme decirle que usted se ve muy guapa, una vez más –dice un denodado Lenin.
Sara Esther se dio vuelta y lo fulminó con los ojos, sin malos modales ni arrogancia. Le desagradó la actitud baladí del empresario. Ella no iba a permitir que un desconocido la adulara de esa forma. Lenin no entendía nada y dialoga con Israel.
-¿Qué hice Israel? –pregunta un ignorante y despistado Lenin.
-Don Lenin, le comuniqué con señales y detalles que era reservada y enchapada a la antigua, y usted ni la conoce y le lanza un piropo. Eso no se hace. No mantuvo la distancia. Quedó en una pésima posición. Invítela a un café con una torta primero y después la florea –ironiza, el que es su brazo derecho en todas las batallas.
Lenin se retira a su oficina aceptando que se equivocó y que tal vez traspapeló la única oportunidad de charlar con la bella joven. Intentaría remendar la situación y utilizaría a Israel. No se va a rendir, le gusta muchísimo y él es un industrioso en todo evento. Lenin Farfán no se rinde, y su última bandera blanca la quemó. El verla de cerca lo dejó más turulato. Sara se transformó en su amor imposible, en una obsesión inexorable. Ella es una luz.
-Israel, quiero que en la iglesia converses con ella y le pidas disculpas. Explícale con peras y manzanas que no fue mi intención ser atrevido. Estoy triste por lo sucedido –comenta un preocupado Lenin.
-Don Lenin, ¿está realmente interesado en Sara Esther? –Israel endurece la cara.
-Sí, a primera vista la joven me gusta demasiado. No se quien es, que es. La veo y me vuelvo loco y me pongo tonto, por eso metí la pata. Ella es del cielo.
-Jefe, resulta que Sara es hermosa y tiene muchos adeptos. Lo que busca ella es un marido. Su madre y abuela oran al Señor por un esposo, no por seguidores, novios, pretendientes, admiradores, jotes o lachos. El designio de Sara es casarse en el templo, de blanco. Si usted quiere algo serio con ella, tiene una remota posibilidad matemática, de lo contrario, olvídese de todo. Sara nació con el propósito de servir al Señor formando una familia y creo que sería una muy buena esposa suya.
-Israel, no tengo ninguna intención mundana o frívola con ella. Y si es la mujer que el destino me da, que así sea. Es que la encuentro lindísima, y cuando la diviso babeo. No sé lo que me sucede. Tal vez es el lindo paraíso quien me la envía.
-Bueno, si se dan las circunstancias y usted está dispuesto a formalizar con ella, entonces intentaré hablarle y señalarle su posición, con pinzas. Probaré ser un embajador, por usted. Todo el tiempo que invierta en esta causa usted me lo pagará como horas extraordinarias. Sí, ella es celestial –remata un optimista Israel.
-No te subas por el chorro –sonríe-. De ahí arreglamos, dependiendo de los resultados. Por lo menos su rostro y figura son sobrenaturales –Lenin bromea.
Ese mismo domingo, concluido el culto de adoración a Cristo Jesús en la casa de Dios metodista, Israel se acerca a Sara Esther, que estaba con su madre y abuela. Sara era amigable con Israel, y éste muy respetuoso con ella. Se conocen hace años, desde la escuela dominical, cuando eran niños.
-Sara Esther, le pido que me escuche.
-Por supuesto. Tú eres mi amigo, Israel, ¿qué sucede?
-Sara, casi oficialmente le pido cinco mil excusas por el exabrupto que tuvo con usted don Lenin Farfán a la salida de La Ventajosa. Él se entristeció por lo ocurrido y le gustaría pedirle perdón personalmente. Le conté que usted es Metodista Pentecostal, como yo, y todo lo que esto significa y conlleva. No tiene ninguna intención mundana. Es un empresario soltero de treinta años y cree que usted es la joven más bella del planeta. Es que al verla se puso como un retrasado, por eso el error de él. Nunca había visto despepitado a mi jefe.
-Déjame pensar que haré y te cuento –esbozando una sonrisa-. No te preocupes. Nada terrible ha sucedido. Todo se compondrá. Y seguramente en el planeta hay otras más bellas que yo –bromea-, o tal vez no – lanza una risa-. Espejito, espejito, ¿quién es la más bonita? Nadie me contesta, ja ja ja ja –habla como una niña.
El lunes a primera hora Israel le anuncia de inmediato a don Lenin que hay alguna remota esperanza, que tenga paciencia. En el intertanto la señora Adela, madre de Sara, le entrega su opinión final, a continuación de haber recabado y examinado toda la información, que Israel proporcionó abundantemente, hablando como un loro. Se ve interesante el panorama de un exitoso patrón como pretendiente.
-Hija Sara, si ese caballero soltero y empresario tiene intenciones serias contigo, al menos deberías considerarlo, escucharlo, conocerlo. Le hemos pedido a Dios un esposo para ti desde 1967, y si don Lenin es el indicado, averígualo tú misma, manteniendo la distancia, y la fe.
-Sí, mamá, nada se pierde charlando. Y no es feo –lo expresa pestañeando-. Por supuesto que se presentará la chance de dialogar con él.
-Sí, posee su encanto el hombre –remató la nani, con una leve sonrisa ladina, ya que es una clienta más de La Ventajosa y ahí ha visto al varonil Lenin.

Octubre 1967

Lenin, Emilio y el flaco Fernández, se subieron al microbus “Tobalaba-Las Rejas”, en la Alameda con Las Rejas, en dirección a plaza Italia, en donde los esperaba un indispensable e incontrovertible mitin de la juventud socialista al cual nadie faltaría, cuando de repente en la siguiente cuadra se sube una señorita particularmente femenina y muy bien peinada y vestida. Era una diosa terrenal que dejó alelados a los tres luchadores sociales en un santiamén. Un platillo volador en la vereda con un marciano borracho los hubiese impresionado menos. Era como una estrella de cine de Hollywood o algo parecido. Tal vez era una ex miss America. De tanto examinarla en detalle, terminaron venerándola. A los treinta minutos de trayecto este ensueño de fémina desciende en la calle Amunátegui en dirección al norte. Y con un resorte en el asiento Lenin y sus secuaces también se bajaron del microbus y la siguieron. Media cuadra más adelante, y aturdido, Lenin le toca el hombro a la diva con su dedo índice y en una osadía atípica en él, le habla. Metros más atrás estaban parados Emilio y el flaco, como un par de zopencos duchos, esperando el desarrollo de los acontecimientos, con un telescopio cada uno.
-Encantadora señorita, mil disculpas por mi atrevimiento. Sencillamente me fue imposible no observarla y admirarla sin recato y seguirla así. Es que estoy hechizado. Lamento ncomodarla. ¿Cómo se llama usted?
Ella se da la media vuelta entera, y pestañeando y regalándole una sonrisa le responde a su primer devoto de ese día.
-Me dí cuenta de todo. No te intranquilices tanto.
Lenin, con el espumarajo hasta los rodillas con el pestañeo de la dama y oyendo fuegos artificiales a las dieciséis horas de una silenciosa tarde y con una pequeña insignia revolucionaria en el pecho la interroga.
Por favor, por favor, dime, ¿cómo te llamas? ¿en qué trabajas? ¿Eres extraterrestre?- dijo Lenin, con sus talones flotando.
Lenin veía a la señorita, de unas veinticinco primaveras, acompañada de unos ocho serafines en ese instante, que cantaban como un octeto célebre.
-Me llamo Sacha y soy una bailarina más de la boite Galope, de la calle Huérfanos, y tú, inquieto muchacho, ¿cómo te llamas, a qué te dedicas?
-Encantadora y hermosa Sacha, me llamo Lenin, curso cuarto medio en el Liceo “Aurora de Chile”, vivo en Lo Prado y me considero un luchador social.
-Me parece interesante lo que expresas –dice Sacha, con una risita, con la cual Lenin cree que es un ángel viviente, y eso que es ateo.
-Hermosa Sacha, me gustaría conocerte. Concédeme el placer de pasear contigo este fin de semana, por favor –consulta un asustado Lenin.
-Está bien, está bien –lo dice después de pensarlo eternos cuatro segundos-. Me ganaste por insistencia. Con ese aspecto tierno que tienes es difícil decirte que no. Este sábado a las cinco de la tarde te esperaré en mi domicilio y vamos a esa pequeña plaza entre los metros “Las Rejas” y “Pajaritos”, una media hora, sin compromiso de ningún tipo –le señala la curvilínea Sacha, con un papel con su dirección, que le entrega acariciándole la palma de la mano.
-Estaré ahí a las diecisiete horas dulce señorita Sacha, con puntualidad inglesa. Gracias por hablarme y sonreírme. Me siento otro ser –dice un pasmado Lenin.
-Chao, nos vemos chiquillo. Voy a preparar mi número nocturno, tengo que ensayar. Así me gano la vida, que es bastante pesada –dice la diosa.
Lenin se acerca hacia sus amigos, que continuaban parados con una boca tan abierta, que les cabría una manzana verde de exportación entera a cada uno. Deslumbrado y sin reaccionar, Lenin se devuelve caminando a su hogar. No sintió las dos horas y media del trayecto e iba especulando sobre lo que le podía regalar a la seductora Sacha con su mísera billetera, acompañados de unos amigos que no se cansaban de congratularlo por su proeza. Como no asistieron al mitin, la agenda de la revolución socialista de empanada y vino tinto se les retrasó un par de horas, por culpa del escultórico cuerpo de una bailarina. Seguramente la Revolución va a tolerar este desliz. No era la primera vez que sucedía esto. Algunas hembras de moral distraída han retrasado batallas o marchas, al seducir a algún lascivo mariscal de campo u otro paladín. Eva y el fruto prohibido le desmantelaron los beneficios y prerrogativas a Adán en el Huerto del Edén. Eso sí, se lo estudiaron todo para asistir al mítico, inmortal y revelador congreso de Chillán, que era el próximo mes. El congreso era la brújula ansiada por todos los revolucionarios, el decálogo, el sermón del monte. Se comían las uñas por participar. El sábado se presentó puntualmente en el nirvana donde vivía Sacha. Impecable y con los zapatos lustrados, sólo le faltó la corbata. Él tenía su pinta también, y estaba estimulado, creyendo que el apóstol Pedro le abriría la puerta de ese vergel.
-Hola Sacha, ¿cómo estás? Este bombón es para ti –dice un circunspecto y tiznado Lenin Farfán, que intenta aterrizar.
-Hola Lenin, no debiste molestarte. Gracias –contesta ella con su dulce voz.
-Caminemos entonces hacia el parque, Sacha –invitó Lenin.
-Bueno –dice ella, con un pestañeo chantajista y demoledor que no se disipa.
Por mientras partían a la plaza ubicada cerca del metro “Las Rejas”, que de lejos parecía parque, Lenin, ante tanta dicha, aceptaba la posibilidad que existiera el santo cielo o algo así. Esa cintura de utopía era una creación prodigiosa, claramente. Cualquier teólogo juicioso lo confirmaría en el acto. El cuerpo de esta bailarina fue diseñado pacientemente por un ser sobrenatural, irrebatiblemente. Cuando se sentaron en una banca, él discurría que era el olimpo. Charlaron sobre la importancia del color azul y otros asuntos semejantes. Se miraron atentamente y ella sin más trámite le regaló un beso de miel de medio minuto que cubrió su ser, y nada más. El joven socialista se quedó enganchado a las nubes, en un cielo totalmente despejado en Santiago. Él le agradeció ese beso como si le hubiesen obsequiado un edificio alhajado. A la hora después se marcharon al domicilio de la próxima miss universo y al llegar a su puerta había un elegante señor en un automóvil que parecía un Ferrari. Los dos pies de Lenin bajaron al planeta tierra en un tris y el cielo se le repletó de cirrocúmulos azabaches a cinco metros de altura. Ella se despidió con la afabilidad que portaba en la piel y él le respondió con un beso bajo el pómulo y un tímido adiós. Alcanzó a ver como la bailarina de fantasía saludaba al distinguido caballero con un beso en la boca, sumisamente. Su corta carrera de galán de cine por ahora terminaba. No poseía los recursos económicos que financian esas pasiones noctívagas y burguesas. Volvió a aterrizar, esta vez más ásperamente. Emilio lo veía triste en el Liceo y lo consolaba agasajándolo por lo obrado, que no era poco, y entonces Lenin en pleno recreo, salta la muralla del “Aurora de Chile” y se dirige a la casa de la futura actriz del celuloide. Él se detiene en su portezuela en el más absoluto silencio y le arroja una tarjeta al jardín con un corazón roto dibujado por él mismo, adornado de un poema de desamor y se esfuma, esta vez invariablemente. El amor genuino de esta forma no funciona, los espejismos de hojarasca, sí. Sacha era su nombre artístico y era capaz de refrigerar a un luchador social. Dos glúteos fabricados por Miguel Ángel no son sinónimo de júbilo, sin un trasfondo espiritual o de largo plazo. Es lo que se diserta en los pasillos eclesiásticos con voz fuerte y con ambas manos elevadas a ese más allá que vigila nuestras travesuras. La pobreza fomenta el desafecto.

Diciembre 1981

Ha visitado varias veces La Ventajosa y Lenin la miraba a escondidas, casi como un niño sonrojado. En una compra que hacía Sara se queda conversando un buen rato con Israel, situación que aprovechó de inmediato Lenin –previo ademán exiguo de Israel a su patrón, como diciéndole: venga jefe-, acercándose a paso lento en donde estaban los dos. Cuando están los tres juntos Israel se aviva.
-Sara Esther, le quiero presentar a mi patrón, a don Lenin.
-Mucho gusto, -se dicen al unísono Sara Esther y Lenin-, e Israel se retira del escenario, muy pausadamente, casi sin respirar y como yendo a buscar algo importante que se le quedó más atrás, y con la sensación del deber cumplido.
-Señorita Sara, primero que nada quiero excusarme por haber utilizado un lenguaje inapropiado e impertinente al dirigirme a usted. Me he sentido un mísero todo este tiempo por la pésima impresión que le causé. En términos respetuosos, le señalo que estoy dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de remediar mi torpeza, de redimirme. Espero que Jesús me perdone también –sabe que ella es cristiana.
-Don Lenin, no se preocupe más. Israel me ha comentado que usted se ha sentido desacomodado por lo ocurrido. Lo de la redención del alma es complejo y más extenso de explicar. Tal vez fui excesivamente seria –ella le extiende sus dos manos de bailarina de ballet como señal de amistad, manteniendo la distancia.
-Jamás, señorita Sara Esther. El único que cometió errores fui yo. Si no es una nueva descortesía concédame la delicia de acompañarla a la puerta de su casa, por favor, se lo ruego, se lo suplico –Lenin se humilla desfachatadamente.
-Bueno don Lenin, ya que tanto insiste –ella se demora unos segundos en consentir-. No es una mala idea. Pago y nos vamos.
-¿Pagar? Por ningún motivo. La sigo a su casa, señorita Sara Esther. Permítame llevarle la bolsa –expresa un motivado Lenin, casi fuera de sí.
-No se preocupe, es sólo pan y margarina –replica una irresistible Sara Esther.
-Señorita Sara la seguiré hasta el fin del mundo –Lenin rozaba la corte celestial.
Israel con el administrador se quedaron a cargo del negocio. Lenin se saca su delantal blanco y lo lanza a cualquier parte, olvidándose del gorro de panadero que paseó de ida y de vuelta a la casa de su idílica Sara Esther sin que nadie se lo comunicara, porque se podía enfadar. Caminaron el par de cuadras hacia la casa de ella, perezosamente. Algunas formalidades concluyeron y un par de sonrisas afloraron. Sara Esther le hablaba de los cantos de la iglesia, del jardín infantil en el que trabajaba, de su madre, de su abuela y de su fe en Jesús. Lenin le indicó sin mayores detalles de su exilio en Suecia, de que era un pequeño empresario, de que soñaba con ser exportador y de que trabajaba de lunes a domingo, casi sin descanso. Era un hacendoso de excelencia. Tenía cerrado el triste capítulo de sus ancestros. Ambos se expresaron bien de Israel y se compenetraron de inmediato. Lenin siguió al pie de la letra todos los templados consejos de cómo comportarse con una joven cristiana, con un manual de los cortapalos en el bolsillo. No metería los pies al barro otra vez. Y se arriesga a una invitación en la puerta de su domicilio, a un local diurno, indudablemente, con el gorro de panadero puesto.
-Sara Esther, en el centro hay una gelatería con unos sabrosos helados y tortas. Te invito para este sábado. Sería un ensueño que me acompañaras –lo expresa con imperturbabilidad-. Te pasaría a buscar a las seis de la tarde. Te imploro que aceptes, por lo que más quieras.
-No sé si pueda ir. Te confirmo el mismo sábado al mediodía, ¿qué te parece?
-Todo el sábado en la mañana recibiré despachos de bebidas y helados –su rostro es de una pequeña frustración-, y es un asunto delicado que debo ver yo mismo. Disculpa, ¿puede venir Israel a preguntarte?
-Sí, y además él es un buen amigo. No hay ningún lío –concluye ella.
El sábado a las 11:58 horas Israel se presenta en la casa de Sara Esther con 20 rosas rojas –una por cada año de edad de la joven- muy bien envueltas y un chocolate grande importado, con un tríptico alusivo a la belleza y a la gracia de tanta femineidad depositada en una sola señorita. La señora Adela es la primera en verlo llegar y abre la puerta lentamente.
-Hermano Israel, que gusto de verle, ¿qué lo trae por aquí? – le consulta con unos gramos de intrascendente cinismo.
-Señora Adela, buenos días, ¿está Sara Esther? – responde Israel diplomáticamente y con desplante, comprometido con la misión.
-Sí, y parece que lo espera –hace una banal mueca a su hija.
Israel saluda a la madre y a la abuela y al dirigirse a Sara Esther hace una reverencia corta y le entrega las rosas rojas y el chocolate, y le pregunta parco al rostro, lentamente, como si fuera un canciller.
-Sara Esther, de parte de don Lenin le consulto si usted aceptaría acompañarle a la gelatería “Calanzano”. La pasaría a buscar a las seis de la tarde, por favor. Si usted no acepta me van a amarrar a un cepo –dice un socarrón Israel, en voz baja.
-Dile a Lenin que acepto –y aunque se quedó pensativa, fue breve en la favorable respuesta-. Lo espero aquí a las dieciocho horas entonces. Veamos como es esa gelatería –expresa Sara, con una cierta distancia y gravedad, planificadas.
Las tres mujeres de la casa quedaron sobrecogidas con la solemnidad con la que el humilde y querido Israel expresó la invitación. Era claro que venía bien aleccionado, con disposiciones precisas. La señora Adela, observando que el sendero se allanaba, le dio todos los consejos a Sara que una buena madre la da a una hija cuando el aspirante que viene no se fuga cuando oye la palabra matrimonio. Sara Esther se puso una falda de vuelo muy sutil, hasta la rodilla, una blusa blanca, aretes, y otros atuendos de una señorita que es muy femenina y linda. Tres minutos para las seis de la tarde aparece un Lenin con terno gris, camisa blanca, sin corbata y unos zapatos negros que brillaban. Esta vez, en una jugada un poco más audaz, le trae de regalo un oso de peluche de un metro y veinte centímetros que se lo entregaría en el automóvil, a la vuelta. Golpea la puerta de Sara Esther. Esta se demora un poco en abrirse, y lo hace mansamente. La joven es quien la abre. Lenin quedó embobado en el acto, peinando la muñeca. Ella se veía sencillamente refulgente, destellante. Era una soberana sin corona.
-Hola Sara Esther. Te ves preciosa –está patidifuso y la regala más flores.
-Lenin, gracias por tus palabras y por tus nuevas flores. Ven, pasa. Te presentaré a mi madre y a mi abuela –con una sonrisa sujetada e incesante.
-Buenas tardes don Lenin. Mi nombre es Adela y soy la madre de Sara Esther. Mi hija me comentó que usted es un hombre muy trabajador, un batallador.
-Mucho gusto señora. Efectivamente, soy un hombre que trabaja de sol a sol, todos los días, sin descanso. Lucho por prosperar –indica un sereno Lenin.
-Entonces le pediré al Señor que le bendiga en todo lo que emprenda –propone la mamá de Sara, con cordialidad.
-Muchísimas gracias por sus plegarias e intenciones –lo dice él muy pausadamente.
-Buenas tardes don Lenin, dígame nani por favor, ¿desea un jugo?
-Buenas tardes señora nani. Gracias. El jugo por ahora no. Creo que va a ser imposible determinar cual de las tres damas que residen en esta casa es la más encantadora. Deberé traer a especialistas en el área. Y saca también de un bolso regalos para Adela y la nani y las deja tocadas.
-Que caballeroso es usted don Lenin –dice nani, muy simpatizada.
Concluido los vocablos básicos del protocolo Sara Esther se despide de una madre que les dice a ambos: que Jesús los cuide. Sara Esther marchando hacia la puerta derecha del automóvil se queda de pie ahí, inmóvil, sonriendo. Lenin, pasando de largo dos metros, se le había olvidado abrirle la puerta a la dama. Corrige el equívoco a la velocidad del rayo. Van a la gelatería “Calanzano”. En el trayecto él le habla de la ciudad y sus proyectos corporativos. Ella pregunta poco y más bien guarda silencio, por ahora. Una vez en la heladería y con modales más morosos Lenin está atento a evitar cualquier impericia que le estropee la tarde. Ella, vehementemente suave, es una delicada flor que todo lo reluce. Los dos pidieron una porción de torta de mango y un café capuchino. Con la canción romántica de Julio Iglesias “Abrázame” que se escuchaba en la radio, Lenin la miró a los ojos frescamente, sin pronunciar una palabra. Ella se mantenía en su lugar y le replicaba con una ojeada mucho menos atrevida. Una vez que salieron del “Calanzano” recorrieron el Paseo Ahumada y sus alrededores, viendo carteleras de cine y algunas galerías comerciales, terminando intencionalmente en una joyería de un mall. Él lo planeó de esa forma. Entonces frente a la vitrina él le pregunta con disimulada indiferencia a la duquesa que le acompaña.
-Sara, te gusta el collar que se ubica ahí en el centro de la estantería.
-Lenin, están todos preciosos. Mira ese que está en la esquina de la vitrina con flores diminutas, es una hermosura también.
A Lenin ese comentario le bastó. Siguieron circulando y él le solicitó que se sentaran unos minutos en una banca de cemento a unos cinco metros de la joyería, doblando una esquina de la misma galería comercial.
-Sara Esther, espérame un minuto aquí. No te muevas -lo expresa con despreocupación, como rumiando palabra por palabra.
En ese momento entra con turbación a la joyería y le señala al vendedor fulminantemente: ¡Dame ese collar de oro de flores diminutas y envuélvalo rápido y llévemelo a la banca, encintado! Es para mi novia. Páguese y quédese con el cambio. Apúrese. Lo espero. De esa banca que ve ahí no me moveré. ¡Apúrese más! Lenin sale de la joyería a paso flemático y se sienta al lado de Sara Esther. Por mientras comentan lo variada que es la galería en productos y lo vital que es asistir cada domingo a la parroquia, se le acerca el vendedor y le entrega el collar finamente envuelto y encintado, con una venia. La boleta de compraventa se la pasó a él con total reserva. En ese instante el pasmado Lenin contemplándola le dice:
-Sara Esther, por favor acepta este sencillo obsequio.
-Lenin, ¿qué es esto? –ella se incomoda un poco, ruborizándose.
-Por favor, ábrelo –insiste él, embrujado.
-Lenin, ¡el collar de oro de flores diminutas! No me lo malinterpretes, pero no debiste comprarlo. Era sólo un comentario. Te pasaste.
-Sé que es la primera vez que salimos. No resistí la tentación. En ti el collar se va a ver precioso. Bueno, en ti hasta un collar de papel de diario se ve hermosísimo.
-Insisto. No debiste molestarte -se lo expresa con cariño y le golpea la mano con la fuerza de una mariposa, como multándolo.
-Sara Esther, acéptalo, acéptalo, acéptalo. Mereces mucho más.
-Lenin, no rechazaré tu gesto de amabilidad. Gracias. Con respeto, por ahora lo guardaré. Es hora de partir a casa -lo dice con una afabilidad que no se dispersa jamás, porque está adherida a su ser.
Lenin actuaba con audacia, tal vez en demasía, y apuro, como pensando que la perdería. Y era su primer día. Estaba embaucado y como es hiperquinético, se comprende su actitud. Ella creía que los tantos halagos eran algo acelerados mas no le molestaban. Lo veía tan entusiasmado y un poco alocado, que también ella se contagió en parte. También captó que su empresario admirador era un hombre solo, y eso la enterneció. Trabajaba como una mula, en solitario. Al llegar a la casa, después de una charla amena en el automóvil durante el trayecto de regreso, Lenin le dice con su alma encumbrada y respirando profundo:
-Sara Esther, gracias por este estupendo día. Disculpa que sea un poco precipitado.
Compréndeme, al estar con una mujer tan hermosa me descoloqué un poco. No todos los días uno conoce a una top model. En mi pequeña empresa y con los demás soy normal. Sé que me puse un poco tonto. Disculpa otra vez, de corazón.
-Lenin, por favor, no te preocupes. Te confieso que eres amoroso y que fuiste todo un caballero benévolo conmigo. Gracias por todo.
-Sara Esther, te pido que me acompañes el próximo sábado donde tú quieras. Concédeme ese privilegio. Dime que sí, ahora, ahora –como rogándole, otra vez.
-Lenin, está bien, está bien, está bien, acepto –tanta insistencia simplemente terminó por convencerla-. Pásame a buscar este próximo sábado a las seis de la tarde y analizaré tus alternativas –ríe vigiladamente, mirándolo fijo.
Con un beso en la mejilla se despiden y cuando ella va en el antejardín y justo antes de entrar a su humilde casa, él le indica con arrojo y palpitante:
-Sara Esther, espera un poco -ella se queda como una estatua expectante.
Lenin, se dirige rápidamente a su automóvil, toma el oso de peluche grande escondido en el maletero y se lo regala, y ella algo impávida le expresa:
-Pero Lenin, ¿qué es esto? ¿qué es todo esto? Estoy anonadada con tantas atenciones y obsequios en este día. Es excesiva tu generosidad.
-Sólo es un gesto de admiración mínimo, la nada misma. Debería traerte la osa mayor. Chao, Sara Esther. El sábado a las seis estoy aquí -se fue como huyendo; temía que le devolvieran algún regalo o a algún arrepentimiento.
-Chao Lenin, y por favor, cálmate y cuídate.
Sara Esther ingresa a su casa con un collar en la cartera y un oso de peluche que toma con las dos manos, con cierta dificultad. Su mamá le abre le puerta. Sara se acomoda en una de las sillas de la humilde mesa y le da un ataque de risa campechano. La madre le pregunta de todo, quiere saber los pormenores.
-¿Qué te sucede hija? –pregunta Adela presurosa y anhelosa.
-Mamá, Lenin es un chiflado romántico. Es un tipo genial. Me hizo cuatro regalos en un día, en el primer día –continúa riéndose, con complacencia.
-Eso me parece inapropiado –opina una extrañada Adela.
-A mí también mamá, pero ese tipo está bellamente loco, aunque reconozco que es muy caballero y fascinante, y es un ganador.
-Cuéntame hija los detalles. ¿Qué sucedió, qué dijo? –Adela se come las uñas.
-A las 11 de la mañana me trajo rosas rojas y chocolates. En la galería del Paseo Ahumada no resistió la tentación de comprarme un collar de oro y cuando llegamos a la casa me regala un oso de peluche que tenía en el automóvil escondido y que mide más de un metro –risotadas a granel-. Lenin es mágico e inesperado.
-Más las rosas de la tarde –añade la nani, que es una hincha del empresario.
-El que le guste regalar flores no va a ser un problema –remata Adela.
Entregado todos los sazonados detalles, la mamá y la abuela se incorporan a la risa. Las tres reían y bromeaban sanamente. La señora Adela concluye ahí mismo. -Sara Esther, es un tipo exitoso, trabajador, generoso y con buenas intenciones. Esto me gusta, todo va por una muy buena ruta. Gracias Jesús.
-Mamá, no te olvides de los cinco regalos –otra risa loca revienta.
-Les señalé que era encantador y atrayente –remata la nani.
La nani, Adela y Sara, al parecer tenían el mismo presentimiento. Ahora había que esperar y manejarse con sabiduría. Al Final, Adela da gracias por el prometedor pretendiente y vio con buenos ojos que ella lo hallara fascinante, mágico, caballero y encantador. En privado, la joven se probó el collar, acompañada de su oso de peluche y se reía sola. Él apareció nuevamente el sábado con un nuevo oso de peluche y flores, y así cada sábado, a las seis de la tarde. Sara obligó a Lenin que los osos disminuyeran su tamaño considerablemente. La casa de ella era pequeña. Visitaron los cines, el Calanzano, museos, el ballet, obras de teatro. El no la invitaba a la piscina o a espectáculos nocturnos, ni por broma. Israel lo tenía amaestrado, bajo amenaza. Esa navidad la pasó con la familia de Sara y ella le cocinó una exquisitez. Él llegó tarde porque atender a la clientela es sagrado. Una de las debilidades del hombre chileno es su estómago. Lenin las acompañó al culto especial de navidad en el templo. Obviamente él fue invitado al sencillo cumpleaños de ella, el 24 de diciembre, y ella le preparó algo especial, otra vez. No disimulaba el querer repetirse los ricos platos de la joven cocinera. Él, cada día se ponía más creativo con los obsequios y los halagos. Ella cada vez era más relajada y amorosa con él. No le hastiaban las adulaciones de su galán, sí un poco los tantos obsequios, porque él siempre le compraba algo, siempre. En febrero y concluido un concierto de música orquestada en el museo aeronáutico ella le acepta un primer beso. De ahí las manos de ambos no se soltarían nunca más. Lenin en el primer viernes de ese marzo de 1982 habla en reservado con la señora Adela de sus propósitos, antes de que Sara Esther llegue de su trabajo en el jardín infantil. Tocaron varios puntos y suscribieron un trato o tratado secreto, sin lápices.
-Señora Adela, quiero que este sábado especial usted me de permiso para invitar a su hija al restaurante bailable Don Jano. Le tengo algo importante preparado a Sara Esther. La pasaría a buscar a las 20 horas y esta vez llegaríamos más tarde –plantea Lenin, con cierta expectación.
-Disculpa Lenin, ¿y cuál sería el motivo? –le consulta con cierta suspicacia.
-Estimada suegra, en el restaurante pienso pedirle matrimonio a Sara Esther –lo expresa con una determinación inquebrantable.
-Esa sí que es toda una noticia –pone una supuesta cara de asombro.
-¿Me autoriza señora Adela?
-Lenin, entonces terminemos con esto. Este sábado tú te presentas a las ocho de la tarde y yo me encargo de de todo lo demás. No te preocupes en absoluto por la hora de llegada, ¿me entiendes? Deja todo en mis manos. Sé todo lo que tengo que hacer, preparar y decir.
-Entendí perfectamente señora Adela. Vengo el sábado, esta vez con corbata.
Sara ingresa al living de su casa después de su jornada laboral y la madre le pide que se siente, con un rostro repleto de regocijo.
-Hija Sara, Lenin se acaba de ir. Quería hablar conmigo.
-¿Y qué quería mi Lenin?
-Este sábado lo acompañarás al restaurante Don Jano. Te va a pasar a buscar a las ocho de la tarde y por esta vez le permití que llegaras pasado la medianoche.
-¿Entonces madre, se trató de algo crucial? –pone cara de ingenua.
-Claro Sara –no sabe si reír o llorar-. Lenin Farfán te va a pedir matrimonio. Acuérdate que esto es un secreto, por favor.
-Esa es una bella noticia –lo expresa Sara sin rodeos y con un rostro radiante.
Sara Esther sencillamente se llenó de emoción y soltó un par de lágrimas, esta vez de felicidad. Con la noticia verificó que estaba enamorada de verdad de su inquieto pretendiente, porque su dichoso corazón se lo avisaba. En esa noche de viernes de dicha las tres pensaban en el vestido, los zapatos, el collar de diminutas flores, las cremas, el perfume y en todo aquello que sólo las mujeres conocen y advierten. Obviamente ella va al restaurante relativamente ignorante de cualquier designio. Tendrá que disimular más o menos bien. Lenin se presenta con su terno clavado a las veinte horas y saludándola con un beso alígero en la boca ve en Sara Esther un querubín, y le entrega unas flores.
-Sara Esther, no me canso de cegarme al verte. Acompáñame por favor donde Don Jano –invita un zanjado Lenin.
-Por supuesto que voy contigo –en ningún momento se apremia ni alza la voz. Vamos. Te ves muy guapo con esa corbata –contesta Sara, acariciándolo.
-Gracias. No hay vocablos que describan tanta gracia en ti.
-Bueno, eso de la gracia del Señor es un tremendo y extenso tema –dice Sara contenta, con rostro de seminarista acuciosa.
La señora Adela le repasó el manual de buenos modales y el de la cordura varias veces, con cierto nerviosismo. Y Lenin acordó con don Jano algunas sorpresas. Todo se dispuso. El garzón se dirige a don Lenin, y éste le da una buena primera propina de entrada, discretamente.
-Don Lenin, señorita Sara, bienvenidos a Don Jano ¿Qué apetece la dama?
-Me gustaría que me trajera papas mayo, carne asada y jugo de manzana –leyendo calmadamente la carta-. Todo en poquita cantidad –habla en voz un poco baja.
-¿Y usted don Lenin?
-Exactamente lo mismo, pero cámbiame el jugo por una copa del apetecible vino tinto cabernet cosecha 1970.
En la grata comida él era todo sonrisas y ella amabilidad y dulzura. Terminada esta fase de la cena Lenin llama al garzón por los postres. Ambos piden durazno con crema. En el intertanto retiran todo de la mesa y el garzón pone una vela en la cual tenía amarrado un corazón bermellón. Y los dejan solos.
-Sara Esther, todo este día y toda esta noche la he preparado para ti. Te haré la pregunta más importante de mi vida –inhala y exhala profundo-: ¿Te quieres casar conmigo? Y le mostró una argolla de oro blanco paladio y oro amarillo con un diamante, de compromiso inmarcesible.
-Lenin, que tierno eres. Me dejarías pensarlo al menos media hora –ella sonríe.
-Por supuesto, no faltaba más. Aquí esperaré una eternidad y más, si es necesario.
En ese instante Lenin le hace un gesto tenue a don Jano y aparece un elegante cantante de boleros con sus dos guitarristas también bien vestidos, y le cantan a Sara Esther el tema “Contigo aprendí” al estilo del inmortal Lucho Gatica. Se supone que la espera duraría media hora, pero los tres minutos del bolero bastaron y Sara Esther con el corazón derretido le dice a Lenin tomándole la mano: Lenin, acepto ser tu esposa, por supuesto que acepto, con unas lágrimas pequeñas. Sara Esther llora con facilidad. En ese momento Lenin le da un beso extenso a flor de labios en la boca por mientras le acariciaba tiernamente el pelo, y el cantante interpreta “Cuando tú me quieras” de Raúl Shaw Moreno, la última canción programada por él. Ambos juntan sus sillas, por iniciativa de ella. Ella se incrustó al él con energía y le dio el postre de durazno en la boca, cucharada por cucharada, procedimiento que se haría habitual en ella. Posteriormente pasan al salón de baile de música romántica y sin avisar ahora es Sara Esther quien lo besa a él, fuertemente, como con la intención de no soltarlo jamás. La noche fue perfecta. Eran la una de la mañana. Él la deja en la puerta de la casa. También cumpliría el pacto secreto hecho con la señora Adela. Los dos serían presentados oficialmente en el templo cristiano como novios. Ese domingo, son anunciados en su nueva condición, por el ministro metodista, ante la congregación, que esperaba y presentía una noticia tan hermosa como esta. “Hermanos y hermanas en la fe, todavía recuerdo cuando Sara Esther fue presentada en este templo cristiano siendo una niña. La vi crecer y desarrollarse como un retoño del Señor. Siempre fue una hija colaboradora y una señorita piadosa con el prójimo. Muchas veces oró por los necesitados, con la predisposición de una adulta. Y como toda joven responsable, ella le pedía al Padre un esposo, que es lo que corresponde. Por la gracia de Dios, me es un agrado ahora presentar a la congregación a los novios Lenin Farfán y Sara Esther Rivera. Los anillos que llevan puestos –ellos los muestran a la grey- traen consigo un compromiso inalterable. Que Dios los bendiga. Ellos se casarán en esta parroquia a finales de abril. Que sus hijos sean educados dentro del redil. Glorificado sea el nombre del Redentor. Gloria a la Santísima Trinidad”. Hubo unos aplausos y muchos los felicitaron, especialmente a la novia. Todo se selló e Israel estaba contentísimo. Él había sido uno de los albañiles de esto esponsales y le pagaron bien las horas extraordinarias, por su prolífica comisión, más otras prebendas y promesas.

Marzo 1965

Adela Flores y Manuel Rivera, padres de Sara Esther, estaban casados desde febrero de 1958 y a él, le gustaba organizar regados bailes en la sede de la junta vecinal “Barrancones”. Era un galanteador. Adela se lucía cocinando y haciendo empanadas de pino y de queso, estas últimas, eran especialmente apetecidas, por algún truquillo que ni Adela discernía, porque cocinaba con naturalidad. Poseía una excelente mano.
-Señora Adela, ¿me presta a su marido para bailar esta cumbia? –preguntó una de las vecinas, frívolamente.
-Bueno, pero me lo devuelve intacto –contestó la joven Adela riendo un poco.
A Manuel, después de una segunda cerveza, le gustaba bailar con las invitadas, y si era joven y carnuda, mucho mejor. Era una usanza en él ser comedido y dicharachero. A pesar de su pobreza, porque sólo era el dependiente en una ferretería, comenzó a frecuentar a Angélica, con la fatídica diferencia que esta vez quedó enganchado a su meneo femenino y Adela, que ya conocía su lascivo currículum, no le iba a aceptar ningún desliz más y ninguna excusa, y le notificó que si lo sorprendía con otra mujer partiría a la casa de la nani, su madre, que la esperaba con ansias y cariño, ya que también se incomodaba con las repentinas desapariciones de Manuel. No aguantando más la traición, Ximena, amiga en común del matrimonio golpea la puerta de la sencilla casa de Adela.
-Adelita, debería callar, pero no aguanto más.
-Dime Ximena, ¿qué sucede?
-Esta es ya la tercera vez que veo a Manuel y a Angélica acaramelados en una de las esquinas arboladas de la cancha de tierra este año. Cuando los vi salir de la casa de Julián, fehacientemente su nido de amor, no lo resistí y vine.
-¡Maldito infeliz!, ¿Qué haré ahora?
-Confróntalo.
-Sí, lo haré, aunque sea mi última pelea con él.
A las dos horas después aparece Manuel en la casa con los zapatos de fútbol y la polera transpirada, con el propósito de ducharse.
-¿Horas extraordinarias? ¿salidas con los amigos?¿que el campeonato de fútbol está más palpitante que nunca?
-¿Qué te sucede Adela?
-¿Hace cuánto tiempo copulas con esa perra?
-¿de qué mujer me hablas?
-Manuel, antes de irme mañana a la casa de mi mamá, sólo pretendo saber cuántos meses llevas con tu amante Angélica. Todos lo sabían menos yo. La interesada es la última en enterarse ¿Quieres que te muestre fotografías –blufeaba- saliendo con ella de la casa de Julián, tu amigote?
-Adela, no es lo que tú crees.
-Entonces, acompáñame ahora a la casa de Angélica y conversamos con ella y sus padres, si nada malo hiciste.
-¡Te volviste loca, no es necesario algo como eso!
-Mañana mismo me enfrentaré con un fierro en la mano a esa Angélica en la puerta de su casa y la descorreré.
-Adela, por favor no hagas una tontera como esa. Los padres de Angélica son enchapados a la antigua y un escándalo no soluciona nada.
-¡Desgraciado, ahora defiendes a la perra de tu amante!
-No lo veas así.
-Después que le dé un fierrazo a los dos partiré a mi cuarto de soltera, donde mi mamá, con Sarita.
-Dime trasero tieso, ¿en qué trabajarás si eres una completa inepta? Y si tocas a Angélica yo te golpearé a ti.
-Prefiero morirme de hambre o ser una ramera a que seguir viviendo con un fracasado infame como tú. Chao imbécil.
Previo contacto, la separación de hecho de Adela fue rápida, porque recibió el total e incondicional apoyo de la nani. Manuel Rivera se quedó solo en la casa de ambos, como soltero, y ella sin dinero y con unas pocas pertenencias estaba hacinada y deprimida en su cuarto de soltera, con una Sara Esther de cuatro años que no comprendía nada. No fue capaz de insultar ni de golpear a nadie. Sólo se retiró pacíficamente del escenario que le amargaba la vida. Su vecina Andrea oraba al Padre Dios con el objetivo de que Adela saliera de su coma emocional profundo, y así ocurrió un mes más tarde, y razonó con su madre.
-Hija, ¿cuántas veces te rogué que no te casaras con ese perdedor e ignorante que se cree una figura porque tiene los ojos azules?
-Dos mil veces mamá, y tal vez más.
-Adela, tú eres talentosa en todo lo que es cocina y particularmente tus empanadas son sabrosas, sobre todo las de queso. Deberías comenzar a venderlas. Yo soy pobre y mi modesta pensión no alcanza para nada.
-¿Y dónde las voy a vender, mamá?
-En la calle, en la cancha o en cualquier lugar. El miserable de Manuel no va a pagar la pensión alimenticia de Sara Esther y hoy por hoy en tus empanadas reside tu sobrevivencia económica. No llores más.
-Este domingo hay fútbol y público. Iré a la cancha a venderlas, si logro superar el miedo escénico, que me paraliza.
-No te preocupes Adela, el hambre hace milagros.
En la década de los sesenta la mujer chilena fuera de la puerta del hogar valía poco y nada. Era una sociedad machista e intolerante con la iniciativa y las múltiples capacidades de las mujeres. Estaban obligadas socialmente a mantenerse dentro de la casa, cerca de la cocina, de la escoba y de la ropa sucia. Adela no tenía alternativa ni problemas sociológicos al respecto. O trabajaba o se convertía en una indigente. Se hizo una insipiente emprendedora por la fuerza de unas circunstancias que no controlaba. Ese deportivo domingo de barrio ella se levantó temprano y preparó el queso, la masa, el aceite, las servilletas y todo, y el ánimo. Cuando parte a la cancha con su canasto lleno de deliciosas empanadas de queso y necesidades económicas los pies le pesan y se pone más temblorosa de lo esperado, se acobarda. Su hijita Sara Esther la escolta con un letrero de cartón que anuncia el sazonado producto. Al llegar Adela al borde del campo de juego o punto de venta su ser se congeló. Era una gallina total. Después el Señor interviene directamente y le envía un niño hambriento de ocho años que le dice: “Señora, me vende tres empanadas”. Desde ese día agarró confianza y su historia personal cambió para siempre, en todos los aspectos. Consiguió un empleo estable de ayudante de cocinera en la municipalidad con una remuneración escasa y los fines de semana vendía sus empanadas y tortas, aceptando pedidos y desafíos. La bella niña Sara no bajaba su letrero. Acepta a Dios en su alma e ingresa a la iglesia metodista en el año 1967 y por todo le daba gracias a Jesús de Nazaret, por todo. Desde ese día oraba a la Santísima Trinidad por un buen marido para Sara Esther, como el que ella no tuvo, como es la costumbre en las confesiones cristianas. La vida de Sarita iba a ser distinta.

Abril 1982

Primero se casaron en el Registro Civil de Lo Prado el 21 de abril 1982 y por la iglesia protestante el 24 de abril. El templo se acicaló adecuadamente. No fue una boda muy especial y menos pomposa. Como novia ella se veía linda y rutilante como también consciente de la nueva vida que emprendía. Lenin pagó todos los engalanamientos y la recepción. Su situación económica le permitía inclusive viajar a Buenos Aires o a Brasil, pero en un tono decidido Sara Esther le propuso una luna de miel austera en un lindo hotel en Viña del Mar, por una semana. Quería colaborar en todo lo que fuera ahorro y sobriedad, desde el primer día. Se predispuso a prosperar junto a su amado haciendo todos los sacrificios pertinentes. Lenin quedó gratamente impresionado una vez más con la madura actitud de su esposa. Sara no era una boba derrochadora ni nada parecido. Ella cuando niña y joven acompañó a su madre Adela a vender empanadas en la calle. Casi desde el primer día él aprobaba las propuestas de ella porque eran sensatas y sinceras. En La Ventajosa ya había una genuina y eficiente ama de casa, una patrona que empezaba a dar órdenes: una brujita.

Septiembre 1975

En la junta vecinal “Barrancones” en donde residía Adela, los dirigentes organizaron la Fiesta de la Primavera lopradina, tratando de recuperar una tradición perdida en el ayuntamiento y en Chile. Todas las señoritas de la comuna de enseñanza secundaria podían ser candidatas a reina de la primavera. Varios admiradores de Sara Esther axiomáticamente pensaron en ella, recalcándole que no habría trabas con el estricto pudor de su madre, a la cual le planteó su inquietud.
-Mamá he obtenido siempre buenas calificaciones en el Liceo. Permíteme participar como candidata a reina de la primavera -señaló ávida Sara Esther.
-Hija, ¿crees que ese concurso es benigno para una cristiana, que va en primero medio? Piénselo bien, la vanidad es resbaladiza –dijo Adela.
-Mamá, he conversado con Juan Luis y los otros muchachos y me prometieron que todo se hará con urbanidad y corrección. Mamá, no salgo ni la esquina y quiero ser reina por un día, si es que gano –lo expresó Sara, con alguna duda.
-Has sido una buena alumna y una excelente hija, obediente y piadosa. Diles que te inscribirás en el concurso. Sé que te comportarás adecuadamente, en todo momento y lugar. Te asesoraremos –concluyó Adela.
-Utilizando mi máquina de coser voy a hacer maravillas en tu vestido celeste de percal. Y yo misma te peinaré –añadió la nani, con una talante de estilista.
-Gracias mamá. Me comportaré como una reina, si es que venzo –añadió Sara, con risas y el júbilo de una postulante que dejará toda la piel en la disputa.
Ese sábado instalaron sobre una cancha de fútbol de tierra un improvisado escenario por el cual desfilarían las candidatas a reina, algunos cantantes del barrio, un mago y los campeones de cumbia del último verano, que eran los dueños de uno de los kioscos colindantes al humilde campo de juego. Por falta de una adecuada iluminación el bien peripuesto animador Antonio empezaría el show a las 20 horas. Sara Esther caminó a pie, como las otras ilustres damas de escasos recursos, como una estrella de cine recién premiada con el oscar, por la deteriorada vereda que la llevaba a la tarima del éxito. Iba escoltada por Adela, la nani, Juan Luis más otros adeptos y amigos. El arribo de la comitiva de Sara a la cancha traía un cierto aire de triunfalismo, que prescindía de todo signo de arrogancia. Juan Luis creía que su amor imposible pintaba para miss universo, de todas maneras. Concluido el número de magia y el de los cantantes de boleros y baladas, las diez concursantes a reina de la primavera de la junta vecinal desfilaron en las nubes y contestaron las preguntas del jocoso animador. Todas se esforzaron en conseguir o pedir prestado el mejor vestido y zapatos, con una sana alegría que contagió a la barriada. Algunas peluqueras o madres llamaron la atención por su esmero y talento. Diciéndolo abiertamente, Sara Esther brillaba con luz propia. Era una princesa heredera a su trono comunal. Sólo un complot o alguna maniobra turbia le robaría el primer lugar. Por mientras el jurado compuesto por un exregidor, un camionero y un árbitro, dirimía, los campeones de cumbia se lucían en la pista de madera cubierta con lonas con un par de canciones colombianas que avivaban la emoción, la expectación. La hija de Adela esperaba el veredicto de pie con una dudosa entereza. Es que veía la corona en su cabeza. Juan Luis se comía las uñas sin disimulo aguardando la sublime puntuación final y a la nani la serenidad se le agrietó totalmente. El presentador les pide a las candidatas que suban al escenario. Primero anuncia a las que ocuparon el tercer y el segundo lugar. Por mientras un joven hace con su desguañangado tambor un escueto e interminable redoble, el locutor eleva su voz con alegría y comunica que la reina de la primavera versión año 1975 de la junta vecinal “Barrancones” es Sara Esther Rivera. El aplauso fue espontáneo y total. Todos reían y bromeaban. El animador acompañó a la reina a una camioneta Ford vieja hermoseada con flores y cintas, como parte del protocolo. En su calidad de reina fue paseada por algunas calles y pasajes del barrio, acompañada de su familia y amigos. Juan Luis no se despegaba de la camioneta, ya que era su primer guardaespaldas y autor de esta obra. Cuando la antiquísima camioneta se detenía, por falta de mantención o de dinero, la empujaban entre todos los varones y el motor se encendía otra vez. Este percance ocurrió dos veces, mas la reina seguía firme en su sitio, con el semblante de Grace Kelly. En el trayecto un admirador le regaló una flor y otro un chocolate del kiosco “El pollo fino”. Las adulaciones sobraban. Sara Esther toma uno de los chocolates y se lo regala a Juan Luis con un cariño rápido que le hace a sus manos, más una mirada delicada y penetrante que fue un flechazo para su perpetuo e incondicional hincha. El primer guardaespaldas quedó enumerando unos pajaritos que no existían. Cuando llegó la comitiva a la sede de la junta vecinal se dio inicio a la fiesta en honor a la reina. Adultos, jóvenes y niños bailaban cumbias, twist, merengues, mambos y lo que pusiera el disc-jockey de acuerdo a los long plays o discos que la misma vecindad facilitaba. Tras insistentes ruegos Sara le aceptó bailar un lento a Juan Luis, sólo uno, así que cuando apareció la canción “El amor de mi vida” de Camilo Sesto, inmediatamente su salvaguardia le cobró la promesa. Como oscurecía, prendieron las luces del local. Un abuelo bebido pasó a llevar el interruptor externo y cortó el suministro de electricidad. Juan Luis aprovechó ese momento prodigioso y le dio un beso con la boca cerrada a Sara en donde sus labios terminan, asustado. Ella le respondió el afecto y el beso de amor real duró unos seis segundos, espacio de tiempo en al cual volvió la electricidad al aporreado recinto. Nadie advirtió este ósculo clandestino bajo una luna menguante porque alguien gritó que iban a prender el interruptor. Repusieron la balada y terminaron de bailar. El alcanzó a susurrarle al oído varias expresiones dulces a la majestad recién coronada entre las cuales se destaca: “Sara, este beso es el mayor tesoro que mi corta vida me ha regalado, lo cuidaré como tal por mientras viva. No creo que exista una mayor felicidad”. En secreto le regaló una pulsera barata comprada en la feria dominical. El sencillo y atractivo Juan Luis, de calificaciones mediocres, no era parte de los planes de Adela y éste sabía que la bella Sara era un amor imposible, sin proyecciones. En su casa Sara Esther guardó la corona y unas fotografías de la premiación en una caja de zapatos, y también el beso. Adela oraba al Padre Dios por un esposo para su hija, desde siempre, siguiendo los consejos del predicador.

Noviembre 1983

El embarazo de Sara Esther había sido normal. En La Ventajosa Lenin la trataba como a una patricia y la mimaba en todo lo que podía. La señora Adela la visitaba de continuo y la acompañaba a la clínica, ayudándola en los quehaceres, dada su gravidez. Hasta el último día Sara regaloneaba a su esposo. Lo vestía, le preparaba todas las comidas, le quitaba los zapatos. Lo único que faltaba era que le lavara los dientes. Ella oraba por ser una buena esposa y sí lo era, de sobremanera. Cada día que pasaba Lenin valoraba más a la mujer que despertaba con él. Ella dirigía la casa en todo y el empresario comprendió que debía involucrarse lo menos posible en asuntos domésticos, obedecerle casi siempre y no quejarse mucho. Siendo algo sumiso con ella le iba bien en todo, lo obtenía todo. Ella lo malcriaba, era una geisha. Contrariarla era ridículo, sobre todo si ella lo complacía en todo. En los asuntos comerciales Sara apoyaba a su marido sin vacilaciones. Tomaba recados, archivaba junto a él, le ordenaba la caja fuerte. El primogénito Josué Salvador nació el 20 de noviembre de 1983 en la prestigiosa clínica “Torrelaguna”. El nombre Josué, fue por el siervo de Dios y conquistador de la tierra prometida, del Antiguo Testamento. El segundo nombre Salvador lo propuso Lenin en honor al mártir y expresidente constitucional Salvador Allende. Los tórtolos estaban felices con el bebé, con el nombre y con todas las buenas nuevas que prorrumpían. La señora Adela se preparaba para ser la nana intermitente de Josué Salvador. El anhelo de democracia y la cesantía inquietaban a los sufridos chilenos. Estaban aburridos con el dictador, con los pocos millonarios que eran los dueños de todo Chile y con los asesinatos, arrestos arbitrarios, ignominias, delitos y fechorías de los agentes de lentes oscuros del régimen militar, que operaban cruel e impunemente.

Febrero 1983

Lenin recibe en su oficina al compañero Emilio. Esta vez hablarían de negocios, de capitalismo insipiente, del porvenir, con una sumadora en la mano.
-Emilio, me alegra saber que ya timbraste facturas y boletas de ventas en Impuestos Internos, que pagaste la patente comercial y que te hayas comprado un buen congelador horizontal y unos refrigeradores.
-Lenin, los refrigeradores lo compré usados y el congelador me salió caro. Mas no tenía otra alternativa. Estoy recién comenzando.
-Son los riesgos de la inversión inicial. Yo te traspasaré a consignación casi a precio de costo y con un crédito blando arroz, fideos, bebidas, mantequillas, margarinas, quesos, jamones y otros. Y a medida que me vayas cancelando las entregas yo te abastezco de más mercaderías. Israel te lleva gratis todo a tu domicilio en la camioneta. Serás mi cliente especial.
- El boliche se va a llamar “La Tienda” y lo atenderá mi madre primero, si prosperamos Rebeca renuncia a la relojería y se dedicará a él a tiempo completo.
-Emilio, veo que estás entusiasmado como yo. Cuando empecé era así.
-Amigo Lenin, como profesor de matemáticas me gustaría más adelante instalar mi propio preuniversitario, hacer clases particulares grupales. Rebeca piensa aprender a fabricar pasteles y dulces, en un curso de capacitación. Quiero salir del pantano económico en el que estoy. Algo dentro de mí me vocifera que sí puedo crecer si trabajo como una mula de carga todos los santos días.
-Emilio, ahora el campeón de los emprendedores eres tú. De esta manera, el lucro es benigno. Lamentablemente sobreabundan las mentes trancadas que predican que el enriquecimiento lícito no es ético. Sin lucro no hay crecimiento, motivación ni nada. Nadie va a cambiar la naturaleza del ser humano, la ambición.

Septiembre 1985

Con el degollamiento de los profesores comunistas Santiago Natino, Jose Manuel Parada y Manuel Guerrero, más otros arrestos ilegales y brutales de la Central Nacional de Inteligencia, también conocida como la gestapo de Pinochet, Chile se horroriza otra vez. No era un problema político propiamente tal, era una dificultad moral. Asesinaban o torturaban sin juicio ni pruebas a los supuestos enemigos de la patria. Sólo ellos eran los chilenos bien nacidos, los patriotas genuinos, los escuderos de la libertad, los lúcidos y decentes, los más fidedignos hijos del Señor y militantes de la religión verdadera. La lucha del bien en contra del mal era total y ceder frente a los enemigos de la venerada bandera tricolor era una necedad. La gestapo de Pinochet no cedería ni vacilaría ante las conspiraciones del marxismo
internacional y la gestapo de Fidel no cedería un segundo ante las conspiraciones del imperialismo norteamericano. Particularmente la derecha económica, guardaba un gustoso silencio porque el servicio secreto de la Junta Militar les permitía enriquecerse todavía más, en santa paz y con una hostia dominical. Los apremios ilegítimos componían la rutina de la dictadura militar. El banquero y los grandes empresarios se enriquecían y la CNI, su escudero, torturaba. Rebeca había aprobado con éxito su curso de pastelería y había renunciado a la relojería. Se dedicaba a tiempo completo a “La Tienda” vendiendo pan, bebidas, pasteles y dulces. El arroz, los fideos y los abarrotes quedaron de lado lentamente. Lenin comprendería el cambio de giro y lo apoyaría. Su especialidad de pastelera estaba definida y soñaba con algún día ser banquetera o pastelera industrial. El loco sueño de ser una empresaria era posible. El boliche lo atendía de lunes a domingo con ímpetu y fe, sin descanso, con su suegra como remplazo eventual. Emilio trabajaba de profesor de lunes a viernes y el fin de semana y feriados atendían juntos el negocio. Si antes Emilio repartía panfletos revolucionarios, ahora distribuía con ímpetu volantes con los convenientes precios de los pasteles de su esposa. Ambos laboraban durísimo y empezaban lentamente a brotar algunos signos menores de prosperidad. Mas Emilio estaba convencido que debía participar en las protestas contra Pinochet que se organizaban en la Alameda. Era un imperativo filosófico ser coherente, según él y sus epifanías personales. En esta manifestación pública de septiembre de 1985 un idealista y saludable joven de izquierda murió por el balazo de un carabinero y la aguda Rebeca le advierte con cariño de esposa a Emilio, una vez más, otra vez más, con la mente puesta en sus intereses, y deduciendo que no existe una vacuna que neutralice la candidez perenne e infructífera, de su amor.
-Emilio, ¿por qué protestas tú? –con una voz algo fastidiada.
-Es un deber moral luchar en contra del tirano –responde con certitud.
-Tu primer deber es velar por tu familia, por tu negocio que está en pañales. Piensa en tu futuro. Madura un poco. No serás tú quien venza a los dictadores como Augusto Pinochet, Fidel Castro, el rey de Arabia o Erich Honecker. La última vez que fuiste consecuente terminaste exiliado y pobre y ahora quieres que una bala loca del impredecible Ejército te vuele los sesos. En 1988 va a haber un plebiscito en el que todos le vamos a decir No a Pinochet. Ahora te corresponde trabajar y economizar. Nada ni nadie alterará el cronograma constitucional del señor Capitán General y todos lo saben. En el mejor de los casos entregará el gobierno el 11 de marzo de 1990, sin importar la majadera violencia callejera. Los que dirigen las marchas se quieren mostrar, ser ellos los próximos residentes de La Moneda y ambicionan mamar con la venia de las masas populares, de la galería. Sólo les interesa apropiarse de la casa de gobierno, democráticamente, por supuesto. Hay dos equipos. Los que están en el poder y los que pretenden recuperarlo, con tu espléndida ayuda y la de los crédulos.
-Rebeca, los grandes líderes de la centro izquierda chilena están llamando a los ciudadanos a la resistencia pacífica, a mantenerse alertas. Debemos estar dispuesto a realizar algunos sacrificios que esta lucha nos demanda.
-Emilio, no seas tan ingenuo, todos esos grandes líderes políticos que veneras disfrutan de una muy buena situación económica, algunos son millonarios y casi todos tienen asegurado el futuro propio y el de sus familias. Muchos partieron a países burgueses y progresaron fantásticamente. Que ellos peleen por lo suyo que yo lidiaré por lo mío. Pretenden un sillón en el parlamento o en algún ministerio. Ellos quieren alcanzar el poder para seguir robando, como sucede ahora y ha ocurrido siempre. No te olvides que la Democracia Cristiana tenía la esperanza de que Pinochet les devolviera el poder político de una u otra forma, sin importar el mecanismo. Algunos de ellos le regalaron sus joyas a la Junta Militar y hoy no recuerdan nada, y yo, lo que deseo es ser pastelera o algo parecido. Todos los adinerados líderes de izquierda y de derecha poseen una lista de tontos útiles que trabajan gratis para ellos. No seas más un bobo y preocúpate más de tu situación económica. Piensa en ti, como lo hacen los futuros secretarios de Estado y parlamentarios. Cuando vuelva la democracia los mismos apellidos de siempre ocuparán el poder, otra vez, y van a lanzar al olvido a todos los marchistas y colaboradores. Acuérdate de mí, la democracia le va a dar la espalda a los postergados, como lo ha hecho siempre, y en todos lados. El neoliberalismo es sempiterno y ya decomisó al país. O nos sometemos al juego o nos morimos de hambre. Es así de sencillo. Al final, somos peones.
-Lenin no participa del quehacer político hoy, de la contingencia. Siempre se mantiene a distancia, y eso que se supone que tenemos pensamientos similares.
-En La Ventajosa hay clientes de derecha y de izquierda y lo que le interesa y motiva a Lenin es incrementar sus ingresos. Por eso no sale a vociferar al centro de Santiago en contra de Augusto Pinochet u otro. Tú sabes que Lenin también le vende productos a algunas unidades militares y policiales, como lo hacen también los empresarios de izquierda. El patrón es el que paga, el cliente. Lenin no va a poner en riesgo su patrimonio y los años de esfuerzo, ¿tú sí?
-Rebeca, me preocupa la actual situación de Chile. Te lo digo en serio. Hay todo un pueblo que anhela la democracia, cambios estructurales profundos.
-Emilio, Emilio, –lo dice agobiada por su candidez-, ¿y a quién no? Si Augusto Pinochet te pide mil pasteles de piña mañana, ¿se los vendes?
-Bueno, yo creo que sí. Esa sería una excelente venta.
-Ese titubeo cínico tuyo, típico de muchos izquierdistas, es sinónimo de estrechez y mentecatez. Yo le vendo los mil pasteles al dictador y le beso los pies. Y si quiere diez mil tortas, le hago un descuento y una estatua. Los empresarios socialistas y democratacristianos hacen negocios con el gobierno de Pinochet, con la derecha económica y con quien sea, ahora y siempre. La única patria del adinerado es el dinero y la política es una industria más, aunque se ponga los ropajes de la democracia y de la justicia social. La política es un mercado más, un kiosco más. No es un secreto que la casta política es una legión de aprovechadores aquí y en todos los países. En el fondo, la actividad política es una actividad comercial más. Y tú estás al tanto perfectamente de que muchos de los hoy llaman excitados a derrocar al dictador Pinochet, aprobaron o propiciaron el golpe de Estado del año 1973, aunque ahora se hagan los desentendidos con una sonrisa beata. Están donde les calienta el sol. Los socialistas ayer odiaban a los democratacristianos por golpistas y hoy se besan entre todos y fornican impúdicamente. Y resulta que hoy no puedo quedar embarazada porque si te matan mi hijo crecería sin su padre y con odio. Este mes cumplo treinta años, ojo. ¿Cuántas veces marchaste en contra de la dictadura de Fidel Castro allá en La Habana, o en contra de los tiranos comunistas de la Europa del este? ¿o los aires de demócrata sólo te bajan en Santiago de Chile? A un dictador lo amas y al otro lo odias. ¿Para quién es un secreto de que los linajes de los poderosos se repiten, con o sin dictadura? En el fondo, ¿que ha cambiado la rimbombante democracia en América latina? El faraón siempre es el mismo, sólo cambia su vestimenta y los trucos. El dinero es el amo y el parlamentario el títere. El diputado es un vasallo más. El obispo es un poderoso más, tras bambalinas generalmente. No son más de cien clanes los dueños de Chile. Cada Estado posee su pequeña nómina de celosos y escamados amos, con muchos escuderos cerca.
-Rebeca, casi siempre tienes la razón. No discutiré contigo. Esta conversación es reiterada. No puedo superar tu lucidez política. Has leído demasiado.
-Si te retiras de las protestas y de tanta lesera te doy el hijo que me has pedido tantas veces. No quiero que en una protesta te reconozcan como el esposo de la pastelera. Sí, antes tuve mucho tiempo para informarme bien de la maldita política y leer.
-Rebeca, está bien, está bien, acepto el trato –con melancolía-. Me convenciste. No andaré más por la ruta de los bolsillos vacíos o lastimeros. Seré un poco como Lenin. Me concentraré en la prosperidad y en mi familia, y en el maldito dinero. Es imposible pelear en contra del dictador, contra ti y contra la pobreza. En el seguro plebiscito votaré que no. Ahí me desquitaré y celebraré un mes completo.
-Yo también votaré que no, te lo prometo. Dile a Lenin –cambió bruscamente de tema- si es posible que venda mis tortas y pasteles en algunas de las naves de La Ventajosa. Dile que mi trabajo es de calidad. Haz esa gestión por mí.
-Hablaré con él. Si el producto se vende él no te va a poner ningún problema. Siempre es igual. Él me dice que el único zar es el billete largo, y si es verde y con una fotografía de Washington, muchísimo mejor.
-Emilio, esa sí es una expresión irresistible. Pastelero a tus pasteles. Luchemos por nosotros primero y después por el mundo.
Rebeca, de todas formas decidió encomendarse a San Expedito, un santo que se adecua a los tiempos modernos ya que posee la característica de atender con rapidez y eficiencia los requerimientos sinceros y urgentes de los creyentes. El rendimiento de este santo protector supera al de muchos gerentes de consorcios internacionales y corrientemente es veloz como un meteorito en sus respuestas. Es el Michael Schumacher del catolicismo local e internacional. Por eso es tan popular, particularmente entre los urgidos y ahogados. La plegaria pasa primero por San Expedito, después por la Virgen María, la mediadora indiscutible de todas las gracias, después por Cristo Jesús, el Redentor y único mediador, y después llegaría a Dios Padre. El favor concedido utiliza la misma autopista de regreso. La bendición pasa del Padre al Hijo, del Hijo a la Virgen María, de la Virgen María a San Expedito, y de San Expedito al peticionario. La fe es un componente vital en la subsistencia humana.
Ahora Emilio y Rebeca transitan por el mismo carril. Los pasteles y tortas en La Ventajosa se venden bien y está contentísima porque otros supermercados de otras comunas también le han solicitado por teléfono algunas bandejas de pasteles. Ella y él ven el cielo más azul y deben inspirar seriedad empresarial y no se darán el lujo de ser contestatarios o los componentes de alguna justiciera demanda popular. Si la CNI le toma una fotografía a un incipiente empresario se termina todo. Que los manifestantes sean otros. Se entusiasmó con la posibilidad de ser una prestigiosa pastelera, tal vez con un local en la Alameda, la principal avenida del país. Que las piedras a los carabineros las lancen otros, que rezagados mentales y radicalizados brotan todos los días. Que otros trabajen para los políticos que luchan por econquistar el poder que irresponsablemente perdieron ellos mismos el año 1973 entre la demagogia, la arrogancia, el fundamentalismo ideológico, la ira inconducente, la fanfarronería, la idiotez suprema y la terciana. Fue la casta política la que perdió su fuente de ingresos, su biberón. Que ellos peleen por su mamadera. En octubre de 1985 Rebeca logra anular su matrimonio con un buen abogado y en noviembre de ese mismo año se casa en el Servicio del Registro Civil con Emilio, invitando a Lenin y esposa y a sus amigos. El 12 de agosto de 1986 nace Felipe Emilio, el hijo de ambos. La familia con su primogénito está feliz. La riña indudable y profunda consiste ahora en fabricar más y mejores pasteles y tortas. Con la compra de un furgón usado mejoraron notablemente la distribución. Rebeca piensa en su familia y en los pasteles y en nada más. Contrató a un contador externo en los asuntos legales, tributarios y administrativos. El intenso quehacer de los que están obsesionados con alcanzar la casa de gobierno y sus infinitos beneficios, licitaciones, contratos y asesorías millonarias, no le preocupa mayormente. Emilio la sigue con cada vez menos rezongos, comprendiendo el famélico escenario en que se mueve su rudimentaria fabricación de productos, en su casa. Observa que Rebeca trabaja como una prisionera de campo. Los poderosos juegan al juego de las sillas con el poder. Primero se sienta uno en el trono y después se sienta el otro, y así sucesivamente sin mayores variaciones, por los siglos de los siglos. Como sólo se había casado en el Registro Civil en su primer matrimonio, Rebeca recibe la autorización del arzobispo para casarse con Emilio por la santa Iglesia Católica en el templo de Las Rejas. Tal vez no era técnicamente lo correcto según algunos rigurosos prelados, mas ella igual se casó de blanco en el templo, estimulada y dichosa, con un coro pequeño incluido. Este era su primer matrimonio por la iglesia, y el último. El vestido de novia era un sueño desde niña, una aspiración romántica inmodificable. En el año 1992 Juan Pablo II le concede la esquiva gracia del divorcio a Carolina de Mónaco, con la mentira elaborada y tolerada de que hubo una insuficiencia en el consentimiento al momento de casarse por parte de Carolina. La mentira fina en el Vaticano hace maravillas. Muchos aún creen que Juan Pablo II era un enemigo del divorcio. Pudo presionar a Carolina a que se casara otra vez con su mismo marido, pero no, la bendijo con la nulidad de la boda. El papado concede el divorcio, sólo a unos pocos elegidos o regalones, con elegantes falsedades de por medio. A los plebeyos les cuesta un poco más acceder al sacramento del divorcio papal. El piadoso papado es clasista hasta en los accesos al divorcio celestial. Rebeca no transaría con el color blanco de su vestido. Con tanto pedido de pastel pendiente no hubo luna de miel, sólo un fin de semana en un hotel porteño, como lo hizo su amigo. Volvió a ponerse en su cuello la cruz bendecida que tenía escondida y que usaba desde su primera comunión hasta su divorcio civil. Al volver a comulgar un domingo, previa confesión, sintió esa paz interior que un día le despojaron desfachatadamente. Todo estaba en orden. El doliente pasado sucumbió. Sólo hay un millón de pasteles y tortas por delante. Y vivía feliz con su ángel casi rojo, y su rosario de plata.

Noviembre 1967

El 24, 25 y 26 de noviembre, Lenin, Emilio y el flaco Fernández asisten al esclarecedor Congreso marxista de Chillán. Los tres iban como simpatizantes y cursaban su último año en la secundaria. A pesar de su juventud y de no ser mayores de edad participan de este evento, con argucias, encadenándose sólidamente a sus ideales. En el congreso el partido socialista, como organización marxista-leninista, plantea instaurar un Estado Revolucionario, con el firme propósito de liberar a Chile del retraso económico y cultural, y de la dependencia. En el combate al retraso económico y social el modelo sacrosanto era la Cuba del compañero Fidel Castro y su hermano, quienes demostraron la eficacia militar y política de la metralleta y de los lanzacohetes, al derrotar al dictador Fulgencio Batista, sin incertidumbres ni gimoteos. El sendero luminoso, ineludible y legítimo para la instauración del socialismo era la violencia revolucionaria, el derramamiento de sangre de los enemigos, destruyendo así el aparato burocrático y militar del Estado burgués. Los métodos pacíficos o legales son estériles. La verdadera revolución manifiesta que la nueva sociedad debe ser gobernada por los proletarios. Todo el poder le pertenecerá a los marginados, todo. Una clase sustituirá a la otra, sin remiendos. Las clases son enemigas e inconciliables. El Estado de derecho es una porquería. La vía armada es el camino prolífico, irrefutable. Lo demás es perder el tiempo, populismo, chimuchina. Con eso de la decapitación de la cúspide del aparato militar, muchos uniformados en Santiago se pusieron nerviosos, particularmente los oficiales de mayor rango. Cuando el Alto Mando del Ejército de Chile se enteró de que iba ser aniquilado, porque así lo pedía la doctrina fiel marxista, le ordenaron a cada Servicio de Inteligencia de todas las Fuerzas Armadas regulares que se infiltren entre los allendistas y revolucionarios y recaben toda la información posible, porque seguramente la iban a necesitar. El intercambio de fuego era más que una probabilidad estadística. Algunos coroneles, de claro perfil golpista, como se vería posteriormente, empezaron a elaborar con sigilo disímiles hipótesis de conflicto en el escenario de una guerra irregular. Estaban atentos y condensados, con el sable en la mano. Los militares chilenos recibieron un contundente apoyo económico e ideológico de la CIA y de los sectores más burgueses de la nación, de la oligarquía, cuando fue pertinente. Comprendiéndolo a cabalidad, Lenin, Emilio y el flaco, juran la noche del 26 de noviembre de 1967 frente a un fogón defender la revolución con fogonazos si era necesario, hasta las últimas consecuencias, sin lloriqueos ulteriores, sin lamentos tardíos frente a la bala fascista que tarde o temprano llegará, sobre la bandera de la hoz y el martillo. No los iban a torturar y a asesinar como a perros, como ocurrió con los obreros del norte de Chile en la matanza de la Escuela Domingo Santa María de Iquique en el año 1907. Además estos 900 obreros del salitre asesinados estaban desarmados y sin el debido adoctrinamiento paramilitar. Eran unos obreros ingenuos y sanos, con un petitorio básico. El no adelantarse a la jugada es un delito capital en la lucha socialista. El derramamiento de esta sangre obrera fue una gran lección. Un marxista en la lucha por una sociedad sin clases no podía ser sorprendido durmiendo o desarmado, desencajado. El que pestañea se muere. Eso estaba más que claro para todos los que sabían leer o escuchar. El 27 de noviembre de 1967 los tres eran unos peligrosos y valientes revolucionarios, de tomo y lomo, comprometidos y absortos, como muchos otros. El juramento fue con fuego en el corazón. Se preparaban sicológicamente para darle batalla a cualquier enemigo que se presentase, sin subterfugios o pretextos de última hora, sin desertar o rendirse.
Los tres eran unos leones. Ninguno de los tres quería temblar al momento de usar el fusil libertario. Un socialista sin un fusil es un blandengue, un payaso. Y hubo el 11 septiembre de 1973 el derramamiento de sangre que el perenne Congreso de Chillán propugnó y presagió. La hora cero anunciada y solicitada, el minuto de la verdad, estaba allí, a tajo abierto. Y el presidente del país se quedó solo como un quiltro, en la casa de gobierno, sin rendirse, por mientras la fuerza aérea chilena bombardeaba y calcinaba La Moneda ese fatídico día. Los combatientes socialistas y allendistas probos y consecuentes con el congreso sureño y la doctrina socialista pura fueron pocos, tan pocos que algunos creen que la resistencia fue casi nula y pusilánime. La gran mayoría de los supuestos partidarios procedió a la fuga, algunos a máxima velocidad. El flaco Fernández fue torturado brutalmente y murió por la bala de un capitán, por la otra vía armada, la golpista y brutal, que fue la que disparó primero y sin clemencia. Lenin y Emilio se exiliaron por las de ellos, por razones de seguridad. Al final de su epopeya, el Che Guevara también se rindió. El legendario héroe argentino no murió peleando, porque se entregó con sus dos manos arriba a los soldados reaccionarios bolivianos, que fehacientemente lo ejecutarían. El Che terminó siendo un asustadizo en su hora clave. Salvador Allende jamás mostró una bandera blanca y nunca pensó hacerlo. Fue audaz, valiente y coherente con su discurso del estadio hasta el final. Sólo el pueblo le quitaría la banda presidencial. Murió con las botas puestas. Prefirió suicidarse a que un subordinado con un uniforme golpista le disparara. Tenía honor. La izquierda chilena nunca le perdonó al violento general Augusto Pinochet Ugarte que les triturara la ennoblecida agenda revolucionaria, con tanques, aviones, fusiles, cárceles, cepos, corriente eléctrica y corvos. Por su atropello a los derechos humanos y en venganza por lo sucedido, al dictador chileno lo van a perseguir por siempre, especialmente por sus asesinatos, torturas, fraudes, exilios, engaños, desapariciones, arrestos arbitrarios, represiones, colección de cuentas bancarias, humillaciones, robos y censuras. Augusto Pinochet tenía una cuenta bancaria para cada día del año. Era financieramente inquieto. La inmensa mayoría de los militares vivía y vive austeramente, con una sola cuenta en el banco. Pinochet insistiría con frenesí hasta el último día de su vida que todo lo que hizo fue por su inmenso amor a la patria. Todo lo demás es un desquite de los antipatriotas. El revisionismo es sórdido, dicen los marxistas fidedignos. Salvador Allende fue honesto, clarísimo y profundo cuando dijo: “Utilizando primero la ley, utilizaremos luego la violencia revolucionaria”. El connotado Carlos Altamirano fue aún más agresivo, franco contundente en sus declaraciones arrebatadas. El compañero pronunció un discurso el 9 de septiembre de 1973 de tales características y vehemencia, que pareció que lo que anhelaba era apurar el golpe militar. Tal vez enloqueció. Algunos ministros revolucionarios del presidente marxista Salvador Allende, antes de retomar con éxito su existencia burguesa, se sorprendieron con la agresividad contrarrevolucionaria post golpe de Estado, mas nunca se sorprendieron con la agresividad e ira de las homilías izquierdistas huasas, que lo evacuaban todo, con una furia sorprendente. Piensan imperturbablemente que los militares chilenos se sobrepasaron en su proceder, y se lo comunicaron a los organismos internacionales existentes. Pinochet utilizó primero la violencia contrarrevolucionaria y después la ley y su constitución política. Su servicio secreto feroz fue su escolta leal. Frente a la represión y crímenes del mágico Fidel Castro eran más respetuosos, tal vez porque lo escucharon predicar poseído, en el estadio Nacional de Santiago. Caído el muro de Berlín en el año 1989 nadie quiere rememorar el vehemente, explícito y tajante congreso de Chillán. Otros simplemente se olvidaron de su existencia y espíritu, en este capitalismo salvaje que los envolvió a piacere, y que los tiene adormecidos y mansos. En La Habana no se quieren enterar de que el muro que separaba a la libertad imperfecta de las tiranías comunistas cayó. Fidel y su legítimo heredero al trono no van a soltar la mamadera por unas elecciones libres, abiertas e informadas. Muchos volvieron a cantar “Libre” de Nino Bravo, dedicada a un joven que murió en el Muro de Berlín, intentando huir de la tiranía socialista alemana. No recibió asistencia médica, además.

Noviembre 1971

El carismático mesías político de la revolución Fidel Castro aterriza en Chile el 10 de noviembre de 1971 con el propósito de entregar su asesoría, su palabra santificada. Toda una grey rebelde está alerta a lo que piensa, dice y hace, a cada gesto o ademán, con las pupilas bien abiertas y sin pestañear. Él era el hombre con estatura moral que recorrería la república aleccionando y alentando con bríos a los izquierdistas criollos. Él era la encarnación de la dignidad. Se iba a quedar acá diez días y se quedó más de veinte, con el envanecimiento de siempre. Hasta el presidente Allende quería que se fuera luego. Todos se aburrieron con el barbudo, como en parte de La Habana. Mas el director de orquesta en América latina era el líder cubano y había que tolerarle algunos antojos. El 2 de diciembre Lenin, Emilio y el flaco Fernández escucharon atentos y con los ojos desorbitados al profeta del Granma, en el Estadio Nacional. Se grabaron en la retina cada mueca y vocablo. Con el encendido y convincente discurso, los tres terminaron por canonizar el congreso marxista leninista de Chillán, al Che Guevara, a Zapata y a todo lo demás. El breviario y el plan eran límpidos como el agua, sólo faltaba poner manos a la obra y el carácter necesario. El gobierno de Salvador Allende debía ser revolucionario y no reformista, socialista y nunca socialdemócrata. Las rígidas transformaciones debían ser profundas e irreversibles. Y hacia allá caminaba Allende. Los cambios cosméticos y vagos de los políticos moderados no han liquidado la pobreza y mucho menos la aberrante distribución de la riqueza. La lucha por delante y el trabajo que les esperaba eran arduos. La vía al socialismo se rastreaba, el arrebato era infinito. Los tres analizaron alucinados el gigantesco discurso de Fidel, desorganizadamente, estremecidos y con fe en el mañana, que se teñirá de rojo.
-Fidel es realmente un esclarecido, el líder natural de Latinoamérica. Es impresionante todo lo que expresó y nos enseñó. Jamás había escuchado a un hombre así. Nos advirtió que si fracasamos, los fascistas nos van a aplastar, a liquidar –expresa un dichoso Lenin.
-Chile vive un proceso revolucionario y las libertades burguesas y capitalistas son infructíferas, un cazabobos –afirma Fernández con ímpetu.
-Si en el socialismo el pueblo se representa a sí mismo la democracia representativa es un anacronismo, un truco oligárquico con el cual beatifican y apernan sus tropelías –corrobora Emilio ensimismado.
-Hay que crear una relación entre la producción de bienes y servicios y la propiedad social –declara Lenin.
-Antes de armar al guerrillero hay que armar su espíritu, llenándolo de las firmes convicciones e ideales – señala el flaco, moviendo sus manos como Fidel.
-Los inventores de la violencia son los privilegiados, los que nos aplastan y nos someten a un diseño dibujado por ellos mismos – responde un enrabiado Emilio.
-La reforma agraria burguesa fue tibia, como todo lo demás. Hay que construir un modelo que socave las actuales bases que satisfacen sólo los intereses de los terratenientes, de los usureros, de los pandilleros con cuello y corbata –plantea duramente Lenin.
-El Comandante Castro nos pidió que estuviéramos alerta con las típicas reacciones brutales de los explotadores –advierte un precavido Fernández.
-No nos podemos quejar después. Nos advirtió que la hora decisiva llegará, tarde o temprano. Y si estamos desarmados nos van a masacrar –recalca Emilio.
-El proceso chileno es único e insólito, pero es ¡revolucionario!, con todo lo que esto significa para el pueblo y los abusadores de la plebe. Estamos con los humildes y esto sí es una lucha de clases –dice Lenin, llamando a no engañarse.
-Como visionario nos explicó que los explotadores siempre responden de una forma violenta y bárbara – lo dice un Emilio que estaría dispuesto a luchar militarmente por la causa, en una opinión primera.
-Fidel nos está notificando que en algún momento nos enfrentaremos violentamente con el fascismo, con los negreros. Deberíamos armarnos adecuadamente –azuza un Lenin que nunca ha disparado un arma ni una flecha.
-Y entrenarnos adecuadamente, con el armamento ruso –lo expresa Emilio con algún titubeo en su mirada y en todo su ser.
-Hay que devastar la actual constitución política burguesa –opinó Lenin.
-A veces pienso que someterse a la actual legislación chilena burguesa no tiene sentido. Es en sí un contrasentido. La razón está de nuestro lado, las leyes de la historia están de nuestro lado, entonces el futuro es nuestro –lo dice un dubitativo Fernández, en relación a la metralleta.
-¿Quiénes despertarán primero? ¿los explotadores o los explotados? Nos advirtió otra vez que los privilegiados pueden iniciar una contrarrevolución despiadada. Se suponía que la revolución en Cuba era imposible porque los gringos la hundirían. Pues bien, no fue así. La CIA es un enemigo más, el más grande –aclara Lenin.
-La contrarrevolución armada de los explotadores aparecerá en cualquier momento y el valiente Allende nos previno que del Palacio Presidencial lo va a sacar muerto. Nosotros deberíamos ser capaces de expresar algo similar –dice un envalentonado Fernández, que es militante fiel del socialismo.
-El Chicho no se va a rendir jamás, lo prometió. Posee pasta de héroe, carne de mártir –lo señala con orgullo un Emilio, que no pretendería seguirlo.
-Y ¿qué haremos nosotros? ¿cómo vamos a actuar en la hora cero? –consulta el flaco, viendo que el compromiso militar genuino socialista era exiguo y que el frívolo entusiasmo no tenía balas de combate en el fusil.
-Tenemos que prepararnos para cualquier escenario. Fidel nos dijo que el pueblo debería estar dispuesto a morir por defender la causa revolucionaria. Entregar la vida si era necesario, sin incertidumbres –responde Lenin lo que cree que es pertinente, sin comprometer su existencia.
-Hay que crear conciencia revolucionaria y militar día tras día, sin detenerse –plantea Emilio, sin suscribirse tácitamente, transitando por esa zona gris que los atrapó a todos y que fue letal en el día cúlmine.
-Al final, el coraje moral en el ardor de la lucha del guerrillero chileno, va a ser el determinante –les recuerda Fernández, con algunas oscilaciones que disimula adecuadamente, como tantos otros.
-La patria cubana es una, grande y libre porque no hay privilegiados y desposeídos. Nadie les regaló nada a los resueltos combatientes del Granma –dice Lenin.
-En esta reflexión Fidel nos dice que se va a La Habana más radical y extremista –dice un sublevado Emilio, como tratando de descifrar un mensaje subliminal.
-El terrible momento de la verdad llegará de improviso –advierte el flaco, otra vez.
-Un revolucionario pajarón, tímido o llorón, es un hombre muerto –señala Lenin.
-También me confirmó que el catolicismo es un apoyo espiritual a la explotación de los trabajadores, a los negreros, más allá de sus astutas homilías y encíclicas para desviar la atención. En el día a día todo fascista leal recibe la hostia y la gavilla de sacramentos. La Santa Sede es la gran encubridora, la gran cómplice de los abusos, siendo ella muchas veces la atropelladora de los postergados –dice un Emilio ateo y enfadado con la Madre Iglesia insolentemente.
-Jesús dijo sin dobleces que los ricos no entrarán en el reino de los cielos. Más fácil es que un camello entre por el ojo de una aguja. El cristianismo ferviente y original está con nosotros, porque también es reformista –expresa Lenin.
-El Comandante nos exhortó a construir una alianza estratégica entre los marxistas revolucionarios y los cristianos revolucionarios. No seamos sectarios –dice Fernández, que en el divisionismo ve una leucemia.
-El Ejército burgués de Batista al cual vencieron los héroes el Granma era muy superior. Nunca hay que desalentarse en la lucha, jamás. Siempre adelante –lo expresa Emilio con pasión verbal.
-El futuro nos pertenece –dice Lenin.
-Patria o muerte. Venceremos – todos lo dicen al unísono.
Después de escuchar la clase magistral del Comandante en Jefe de la revolución cubana, el diseño arquitectónico y el camino estaban ahí. El entusiasmo y el ímpetu los desbordaba. Eran unos románticos inexorables, hijos de esa época, con algunas dudas que resultaron fatales, claro está. Opuesta fue la sensación en Lenin y Emilio cuando en el año 1989 el muro de Berlín fue derribado por la sabia Historia, junto a su antiguo y utópico credo político. Ese día todo murió, formalmente, y el socialismo ortodoxo se quedó sin fe, con el canasto vacío y las ovejas dispersas, y con una oligarquía cubana y roja que no renunciará al poder y sus franquicias. Algunos de estos cabritos se dedicaron entonces a promover el aborto, el matrimonio homosexual, la poligamia y otras beldades progresistas, como parte de un nuevo ideario, y así sentirse supuestamente útiles y vigentes, otra vez. Si no hay un conflicto, hay que crearlo. El aburrimiento mata a cualquiera y el resentimiento es inmortal. En el año 2008 Fidel Castro le entrega el trono al también millonario Raúl Castro, el príncipe heredero legítimo en la monarquía de la isla, de la dinastía. La resuelta Junta Militar chilena compuesta por Pinochet, Merino, Leigh y Mendoza, trituró la vía al socialismo de Allende con bombas, balas y una atroz represión, y con lo que fuera. Los hermanos Castro son expertos en mantener a flote un Estado policial, con una calculada represión, que es la envidia de los otros tiranos. En la Cuba de Fidel no hay marchas de protesta, dicen orgullosos los revolucionarios cubanos. En la Rusia de Stalin tampoco los opositores se quejaban o marchaban por las calles manifestando su descontento. En la comunista Europa del Este las recriminaciones públicas a los gobiernos socialistas casi no existían y la libertad de prensa era un falacia. La libertad de expresión era un estorbo monumental. El comunismo es el enemigo natural de la libre expresión y aliado de la mordaza y de las persecuciones. Es su sino.

Mayo 1986

Con el propósito de iniciar una contraofensiva militar al ya sangriento dictador Augusto Pinochet, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, con la colaboración logística y moral natural del líder latinoamericano Fidel Castro, interna por Carrizal Bajo, en el norte chico de Chile, más de treinta toneladas de armamento. Como la operación fue exitosa y sortearon los controles formales y al servicio secreto militar, hicieron un segundo intento que fracasó rotundamente. Con tres mil fusiles, granadas, explosivos, lanzacohetes y coraje, era factible desestabilizar a La Moneda. La torpe segunda internación fue desenmascarada por la Central Nacional de Informaciones, descubriendo barretines en diferentes lugares del país. Obviamente no todas las armas fueron encontradas por la policía política. Desde La Moneda Augusto Pinochet le comunicaba al país que la genuina guerra en contra del terrorismo marxista internacional estaba en su clímax y debían estar más atentos que nunca para defender la patria de la sedición de los guerrilleros sin Dios ni ley. Los frentistas al tomarse fotografías con los fusiles y al descuidarse en su proceder nocturno demostraron su falta de profesionalismo y rigurosidad revolucionarias. Además, internaron más armas de las que podían utilizar en contra del dictador. En la guerra en contra del comunismo internacional el enemigo directo de Pinochet era el servicio secreto cubano, y La Moneda era una barrera en la difusión de la guerrilla. Sara Esther y su madre se preocupaban de que las balas y explosivos subversivos llegaran a Lo Prado. Cuando vieron por la televisión el arsenal frentista se asustaron. El aparato militar de la izquierda chilena debía elaborar una acción castrense potente o intrépida que los metiera de lleno en el teatro de operaciones, en la primera plana. Necesitaban decir presente. Los apagones, asaltos, robos y sabotajes, no eran suficientes. Pero el cohete que eliminaría a Pinochet no tomó la suficiente fuerza por falta de distancia y el dictador salvó su vida, porque la Virgen María lo protegió, según lo explicara él. También notó que la seguridad del país, de los generales y la suya eran vulnerables, sobre todo cuando hay tipos dispuestos a todo, como ocurrió con algunos frentistas, que dispararon con los pantalones bien puestos y una audacia sobresaliente. Pinochet tenía enemigos valientes reales, dispuesto a matarlo sin arrugar. Ambos bandos disparaban ahora.

Septiembre 1986

El 7 de septiembre, en una emboscada en el Cajón del Maipo, el Frente estuvo a un milímetro de liquidar al general Pinochet. El lugar escogido, el armamento, la logística y la organización, demostraron que fue una acción de envergadura. Arriendo de automóviles, de casas, ayudistas, informantes y sincronización. Iba a ser el atentado perfecto, pero falló. Tal vez por la poca distancia, el cohete no alcanzó a pulverizar el automóvil del dictador, En La Ventajosa el episodio asustó en demasía, especialmente a las damas, que aborrecían el comunismo ateo y sus símiles.
-Casi asesinan al presidente Pinochet estos criminales –señala Adela.
-Ahora que lo pienso bien, la guerra de la cual el general habla siempre por televisión es verdad. Hay una guerra entre la Junta Militar y el marxismo internacional, que no le perdonará jamás que haya derrocado al socialista Salvador Allende y que haya aplastado la agenda revolucionaria de la Unidad Popular, con violencia. No me quiero ni acordar de esos tenebrosos tiempos –replica la nani.
-Lenin, si la guerra en contra de los terroristas marxistas es una mentira, ¿por qué la internación de tanto armamento? ¿por qué intentaron ejecutar al general Pinochet?
¿Para qué iniciar una matanza o una guerra civil si en dos años más vamos a tener un plebiscito en el país, como tú lo has dicho tantas veces? –consulta Sara Esther, en una deducción básica y nerviosa.
-Este atentado fue una idiotez, un acto políticamente irracional. Ahora poseen la excusa perfecta para decir que efectivamente desde el golpe militar tienen una lucha en contra de los terroristas marxistas. Yo sólo espero que los militares no usen este atentado para perpetuarse en el poder o quedarse diez años más. El Frente rodriguista le hace un flaco favor a los demócratas, a los que respetamos el cronograma constitucional diseñado por el propio general Pinochet, ya que es la única salida. Retornaremos a la normalidad institucionalidad a través de una hoja y un lápiz, del voto secreto de la urna. Los cohetes nada aportan y sólo justifican la forma que tienen ellos de defender la patria –responde Lenin.
-Yo pienso que el Presidente Pinochet va a respetar la constitución de la república hasta su última tilde. No tengo dudas al respecto, a pesar de los balazos de estos delincuentes comunistas –afirma Adela.
-Por la paz social entre los chilenos espero que así sea. Que no inventen alguna triquiñuela con la cual se desestime la democracia –concluye Lenin, desalentado.

Abril 1987

En abril de 1987 el Romano Pontífice Juan Pablo II, ex funcionario favorecido de la empresa Solvay, visita Chile. Emilio y Rebeca asistieron al encuentro en el Estadio Nacional, de magros recuerdos. La iglesia católica chilena se manejaba bien. Algunos presbíteros trabajaban al lado de los pobres y en contra del dictador y otros mamaban en paz del régimen militar, todos subordinados a un mismo hábil Romano Pontífice. Siguiendo los lineamientos de la sagacidad vaticana, son unos expertos en estar en relativa paz con Dios y con el diablo. Emilio esperaba a un papado comprometido con los propósitos de la democracia y Rebeca también quería ver al representante de Jesucristo en la tierra. En su momento y a su modo Juan Pablo II bendijo a Augusto Pinochet, a Jorge Videla, a Alfredo Stroessner, a Alberto Fujimori y otros tantos símiles. Eso sí, Juan XXIII, el “papa bueno” que firmó la despiadada “Crimine Solicitacionis” que protegía formalmente a los pedófilos, excomulgó a Fidel Castro sin vacilaciones. El papa polaco no simpatizaba con hombres como monseñor Oscar Romero, tal vez por su excesiva sensibilidad social. Abogó por liberar a Pinochet de Londres y le felicitó por sus cincuenta años de matrimonio con la señora Lucía Hiriart. La Santa Sede no era antipinochetista, obviamente. La hostia no es para todos los tiranos. Juan Pablo II tampoco estuvo dispuesto a ordenar una objetiva autopsia al cuerpo envenenado de Juan Pablo I ni a entregar a sus banqueros de Dios a la justicia italiana que los requería, con la justificación inmoral de la inmunidad diplomática, del Tratado de Letrán. Paul Marcinkus fue uno de los agraciados. La canonización del papa polaco va, ya que cumple con todos los requisitos sobradamente para ser un buen santo romano. Hitler, Mussolini, Pavelic, Videla, Stroessner, Pinochet, Franco y otros, participaron siempre de la sagrada comunión, de la Eucaristía, de las variadas bendiciones apostólicas, acompañados de un coro polifónico, en algunas oportunidades. Es que estos dictadores eran más cercanos y generosos con la Madre Iglesia y eran bautizados. Los comunistas no poseen Dios ni ley. Cuando a Augusto Pinochet se le vio junto a Juan Pablo II en el balcón de La Moneda, muchos se decepcionaron. El piadoso Príncipe de los Apóstoles no era antipinochetista, categóricamente. Está demás decir que la iglesia católica chilena siempre quiso aparecer como adversaria del régimen, como parte del espectáculo. No se enfadaban con los beneficios que le entregaba la Junta Militar. El factor comunicacional es determinante. Cuando corresponde, el Romano Pontífice hace el rol del engañado, del desentendido, del que no sabía en detalle lo que sucedía.

Marzo 1988

Posterior a varias conversaciones telefónicas en la cual afinaron casi todos los detalles de procedimientos y valores, Lenin recibe en su oficina al divertido don Rigoberto, un canchero transportista internacional que además era importador, de carnes y otros. La simpatía le brotaba por los poros. Era una fiesta en dos pies.
-Lenin, el negocio es sencillo. Yo te traigo a tu puerta carne congelada de Argentina, Paraguay y Uruguay, y tú me la pagas acá con un cheque a 30 o 60 días, como quieras, previo pedido por teléfono. Si precisas algo más, te lo traigo. Quiero que cerremos el trato en un restaurante, con mi equipo más cercano. Yo pago todo. Me agrada invitar a mis clientes sobresalientes. Y así charlamos más. Créeme, ganarás buen dinero con este ítem. Creo que hay que celebrar desde ya.
-Tienes razón Rigoberto, este es un negocio con futuro para mí. Eres el proveedor que necesitaba. Gustoso acepto tu invitación. Ni por broma te rechazaría –risas baladíes-. Ven a buscarme con tus asesores a las veinte horas. Te sigo amigo.
Cuando llegaron al lugar, Lenin se percató que no era un restaurante sino la boite La Tetera. Y la cena se transformó en unos churrascos, vino tinto y ron. Lenin tenía al proveedor que requería y no lo iba a desperdiciar porque unas bailarinas curvilíneas con poquísima ropa cantaran mal o no supieran leer una partitura en clave de sol. Rigoberto podía traerle del extranjero cualquier producto, lo que pidiese, con buenos precios y a crédito. Era el contacto que le faltaba en su crecimiento comercial, y además es un amigo simpático y leal. Después de unos tragos y en medio de las bromas del parrandero y cómico Rigoberto se aparece en la mesa toda libidinosa la bailarina estrella, que era morena y colombiana y a la que los asiduos a La Tetera la llamaban cariñosamente “la condesa del catre” por su célebre y loada performance en la intimidad. Por instrucciones claras de Rigoberto, que era el que cubría todos los costes del festejo, la desafinada morena empezó a bailar alrededor de Lenin, con vítores y aplausos de la concurrencia, sobre sus muslos, caderas y vientre. Y a medida que la condesa se desprendía lentamente de sus ropas, más aplaudían y gritaban los comensales, como vueltos locos, y no sólo los de la mesa titular. Ya bailando con la colombiana semidesvestida en la pista, Rigoberto se suma a las danzas con otras bailarinas. El jolgorio y bullicio eran totales y el ron hacía sus efectos. En uno de los bailes la colombiana, que ya lo había tocado entero a Lenin en la previa sobre sus piernas, le pide al achispado dueño de La Ventajosa que la acompañe a buscar cigarros. Los cigarrillos estaban en su habitación. Ninguno de los dos fumó y quedaron en posición horizontal sobre el colchón de una morena que se tropezó sagazmente. Por mientras la colombiana le hacía su connotado número afrodisíaco a Lenin, afuera de la picaresca habitación estaban Rigoberto y sus asesores gritando, siempre escoltado por bailarinas o meseras y sus risotadas: -¡Vamos Lenin!, tienes el deber de mantener en pie el prestigio del empresariado chileno. ¡Lúcete con la morena! Y no te preocupes, porque no va a quedar embarazada, o si no me devuelven todo el dinero que invertí. ¡Confiamos en tus capacidades! ¡Ruge Lenin, ruge! Esta cuba libre es por ti. Azótala Lenin, azótala, y no te rindas jamás. Mantén la bandera al tope. Actúa como el tigre que eres.
Lenin estuvo sólo veinte minutos en los sombríos y sensoriales aposentos de la ágil bailarina morena, y cuando salió todos estaban elogiándolo y congratulándolo, con abrazos y brindis, especialmente Rigoberto, que le decía: ¡Yo sabía que no me fallarías! ¡Grande Lenin! Rigoberto sí sabía tratar bien a sus clientes de primera línea. La condesa se expresó bien del excitante Farfán, y eso que estaba algo ebrio. El problema es que en el cuello de la camisa quedó una involuntaria y minúscula huella de lápiz labial. Esa sería la desalmada tinta con la que se firmaría la declaración formal de guerra entre él y Sara. Por el bullicio y la mala luminosidad nadie lo advirtió. Bailaron una hora más y a Lenin lo dejaron en el timbre de su casa, bebido. Sara Esther lo recibe con la amabilidad de siempre. Sabía que se sellaba una importante alianza y no iba a interferir en las jugosas transacciones comerciales internacionales de La Ventajosa, por una camisa algo desvencijada y una copa de vino adicional.
-Perrito, estás ebrio –dice Sara, algo preocupada por su malcriado cónyuge.
-Sarita, cerré un importante negocio para La Ventajosa –lo dice pronunciando mal.
-Lenin, siéntate en la mesa, te voy a servir un café cargado –expresa la dulce Sara.
A Ella le pareció muy extraño que se bebiera el café en forma tan silenciosa, que llegara chispo, tan tarde y con un pequeñísimo e infrecuente olor, un dudoso tufo. De todas formas lo llevó a la cama y empezó a desvestirlo. No iba a obstaculizar los asuntos lucrativos de su cónyuge sin motivo o por una botella de vino tinto fino. Cuando vio en el cuello de la camisa una marca de lápiz labial captó que había encontrado la prueba irrefutable de un escalofriante delito. Con todos los cabos atados la furia integral se apoderó de ella de inmediato, y sin alcanzar a respirar una vez más y ni a pensar, explosionó como si fuera Hiroshima, en el acto.
-¡Miserable Lenin, dime ¿dónde estuviste esta noche?! –le grita en la cara Sara.
-Cenando con Rigoberto y unos amigos –ya sospecha lo peor, lo adivina.
-¡Eso es mentira imbécil! Dime, ¿cómo se llamaba el restaurante? ¿Cuál es el domicilio? Quiero corroborarlo todo, de inmediato. Voy en la camioneta –Sara continúa gritándole desbocada, con un tono amenazante.
-Ellos me llevaron, no recuerdo los detalles –lo expresa como si fuera un penitente.
-No te acuerdas de los detalles porque no fuiste a ningún restaurante, ¡traidor! Llama ahora al celular del parrandero Rigoberto y consúltale el domicilio y nombre del lugar en que estuvieron bebiendo y prostituyéndose – le grita con más fuerza.
-No, no lo voy a llamar, eso sería pasar una gran vergüenza. Fueron unos churrascos y unos tragos –lo expresa con una discutible seriedad.
-Miserable, antes de que te abandone, dime, ¿dónde estuviste? Yo voy a llamar a Rigoberto y lo voy a obligar a que me diga la verdad. Y con el escándalo que voy a armar se va a enterar su esposa y todo Santiago –lo intimida con una inusitada y terminante furia, atípica de las ovejas militantes del rebaño de Cristo Jesús.
-Sara Esther no llames a Rigoberto ni a su esposa. No soportaría la vergüenza –se lo suplica, en calidad de condenado, sin saber por que.
-Entonces sinvergüenza dime, ¿en qué prostíbulo estuviste hoy? O voy en la camioneta a la casa de Rigoberto a denunciarlo ¡aunque tenga que recorrer toda la Región Metropolitana! –se lo grita con la mano empuñada y furibunda.
-Estuve en una boite comiendo churrascos y bebiendo ron –ya era culpable, pero no sabía por qué, tampoco lo imaginaba. Veía todo plomizo.
-¡Un prostíbulo no es un restaurante perro mentiroso! Ahora dime, ¡¿con que prostituta te acostaste?! Y si me mientes ¡te abandono de inmediato! –Ella sabía todo, al parecer, y espías no tenía, y tampoco era clarividente.
-Sara, no me acosté con ninguna prostituta –intenta exculparse a como de lugar.
-¡Mientes! ¡Mientes! ¡Mientes descaradamente!, ¿Cómo se llamaba la boite? –los gritos ya son escandalosos, totalmente descompuestos y destemplados, como si fuera una dama ebria de la noche, de moral distraída.
-La boite se llama La Tetera –confiesa la primera parte de la fechoría, con sumisión y esperando una gota de piedad, que no llegará.
-¿Tuviste contacto físico con alguna de esas prostitutas? – ella se lo pregunta con una bola mágica en la mano, irrebatiblemente.
-No, no tuve contacto físico con ninguna de las bailarinas –piensa que puede soslayar su delito sexual, con esa voz del humilde pecador.
-Bailaste o te acercaste a alguna de las rameras –Sara algo descubrió, definitivamente, tal vez usando alguna tecnología de punta o bola de cristal.
-No, no me acerqué a ninguna, sólo las vi bailar en el escenario y desafinarse –no sabe si se está condenando o absolviéndose.
-¡¿Estás seguro de que no te acercaste a ninguna de esas rameras?! –Sara lo pregunta como si tuviera una prueba incriminatoria irrefutable escondida.
-No, Sara, no me acerqué ni toqué a ninguna de las bailarinas –ya Lenin habla en calidad de reo, esperando compasión y el fin del interrogatorio fiero.
-Entonces dime perro traidor, ¿por qué tienes olor a prostíbulo en tu ropa? ¿por qué hay lápiz labial de color guinda profundo en el cuello interior de tu camisa? No sabes que el color guinda oscuro es que el que usan las prostitutas -lanza una teoría-, estúpido farsante. Mañana mismo iré a La Tetera con una pistola y una fotografía tuya y averiguaré cual es la perra que usa este color, y así sabré con quien te acostaste esta noche, ¡perro traidor! Hasta tal vez le dispare. Todo Santiago se va a enterar de tu canallada. Y si a Rigoberto lo veo por acá ¡lo voy a acuchillar! –ya Sara no hablaba con la serenidad y sapiencia de una hija del Señor, redimida por la sangre preciosa del Salvador. Parece una demente.
-No imagino como el lápiz labial llegó al cuello de mi camisa –Lenin intenta vanamente librarse de su mortífera infracción.
-Otra mentira más, miserable. ¡Me voy! ¡Este matrimonio artificial se terminó! –la irreconocible Sara Esther estalló en mil llamaradas y se fue, con vocablos impropios. Atrapada por la ira Sara Esther toma a su hijo Josué Salvador y se va a la casa de su mamá en medio de la muy peligrosa noche y sin avisarle ni llamar por teléfono, caminando sola. Si estaba poseída por algún demonio era difícil saberlo. Lo que sí, daba la impresión que la rabia la iba a trastornar. Su mamá la recibe asustada.
-¿Qué pasa hija? –pregunta con un rostro espantado.
-Esta noche el señor Farfán se acostó con una prostituta. Lo sorprendí en una mentira tras otra. El matrimonio feneció. Volveré a mi trabajo antiguo. Todo se acabó. Me voy a mi pieza –contesta ceñuda y parcamente.
-Hija Sara, la vida no es tan sencilla. Mañana estarás más calmada y analizarás todo en su justa dimensión –intenta aconsejarla en vano presintiendo lo peor.
Chocantemente, al otro día la propia Sara Esther ingresa a la boite La Tetera, acompañada de Israel y encubierta. Se acerca sutilmente al escenario con Israel y se da cuenta de que la única que usa lápiz labial guinda es la morena, la colombiana. Además es la que más engatusaba a los clientes, bailando sobre ellos. El círculo se le cerró. No eran necesarias más pericias policiales ni fisgoneos. Lenin se había acostado con la morena colombiana, con la cantante desafinada. Adiós matrimonio. Israel le da los pormenores de la insólita y denodada actitud de Sara Esther a su jefe. Sara es una dama dulce y educada, pero ahora se había convertido en una mujer en estado de furor, en un leviatán con tacos, en un volcán inapagable, con lava y material piroclástico abundantes. Sara le ordena con claridad y vigor a Israel que le lleve todas las pertenencias suyas y las de Josué Salvador en la camioneta. Existía la posibilidad de una represalia con la perra de la boite, que gracias a Dios nunca se concretó. Ella y su vástago se han instalado en la hermosa ampliación que le hicieron a la vivienda de la señora Adela. Sara tenía buenos ahorros en su libreta de Bancoestado y Lenin en ningún momento la desampara, y menos al niño. Los primeros meses no hay diálogo entre los esposos. Ella no abre ninguna ventana. Su rabia no mengua y su mente no analiza nada y se bloquea ante cualquier posible contacto con el señor Farfán. Él asiste un domingo a la iglesia y al divisarla ella huye. Se va y se encrespa ante cualquier insinuación en favor del empresario lopradino. Lo que sí tranquilizó a Lenin fueron las palabras del pastor: “Amigo, no se preocupe tanto. Sara Esther es mujer de un solo hombre. Persevere en las plegarias. Yo también oraré por usted”. Él no deja de enviar mercaderías y vestuario o cualquier cosa que pidan a la casa de la señora Adela, quien ya estaba bastante aburrida también con la rigidez e intransigencia de su unigénita. Nadie aprobaba la actitud de Sara. Lenin la llamaba por teléfono, cada vez menos eso sí, y le enviaba todo tipo de recados y nada. No contestaba. El único contacto indirecto era cuando Sara Esther le llevaba el niño a La Ventajosa y se lo entregaba a Israel para que su buen papá pudiera estar y jugar con Josué Salvador. En este aspecto no eran necesario ni abogados ni jueces. Lenin era un excelente y generoso padre y un buen hombre. Un día de julio, a cuatro meses de la separación el que abre la puerta para recibir a Josué es el propio Lenin porque Israel estaba con un día de permiso. A la obcecada Sara no le agradó mucho la situación y maleducada no iba a ser, así que prosiguió.
-Lenin, te traigo a Josué Salvador para que juegues con él. Quiere una bicicleta. Que a las ocho de la noche Israel me lo lleve a mi casa en la camioneta.
-Sara, así lo haré. Chao –se despide afablemente y cierra la puerta rápida y cortésmente, casi de un portazo, con una inesperada desidia.
Por primera vez en más de tres meses Lenin no le ruega, no le suplica. Es más, ni siquiera intentó hablar con ella y al parecer estaba apurado, y con un rostro juicioso. No la invitó a que pasara a la casa ni nada y la miró sólo lo necesario. Sara Esther se va a su casa con el alma vacía, con la altivez desplomada. Le comunica lo sucedido a la señora Adela inmediatamente, zarandeada y enmarañada.
-Mamá, mamá, esta es la primera vez que Lenin ni siquiera intentó charlar conmigo –lo plantea intranquilizada a una madre que dibuja escenarios factibles.
-Hija, ¿alcanzaste a ver huellas de la presencia de una mujer?
-No, ¿de qué mujer me hablas?
-Pedazo de idiota, me refiero a su amante, a la mujer que hoy lo recrea y lo acompaña. Me refiero a la mujer que lo manosea entero y que intentará borrarte del mapa y que va a convertirse en la nueva ama de casa en La Ventajosa. Hablo de la mujer que en unos meses le va a pedir a Lenin la nulidad de tu matrimonio, por mientras baila desnuda y libidinosa sobre su ombligo –lo dice enfadada y levantando la voz.
-¿Crees que Lenin llegue a ese extremo? –es una pregunta cándida y enfermante.
-Lenin ya está llegando a ese extremo. El desastre ya comenzó. Pedazo de idiota, ¡¿qué crees que hace un hombre sin compañía femenina tres meses y con mucho dinero en los bolsillos y con una buena pinta?! –Adela lo expresa gritando.
-Mamá, no me insultes –Sara Esther intenta hacer el rol de víctima, inútilmente.
-¡¿No me insultes?! Vas a perder a tu marido, tu casa, tu matrimonio y alguna ramera se va a transformar lentamente en la nueva ama de casa en La Ventajosa y tú me pides que ¡no te insulte! Eres una ¡descerebrada! Una puta va a ser la segunda mamá de tu hijo –Adela está furiosa e incontrolable y sus vigorosas razones tiene, ya que divisa un porvenir lóbrego.
-Mamá, sobreviviré trabajando y con la pensión de Lenin –Sara empeora la situación improvisando una réplica altiva.
-¡Pedazo de idiota! la segunda esposa de Lenin te va a dejar en la calle y en La Ventajosa nadie más pronunciará tu nombre. Hay hombres que prefieren ir a la cárcel que pagar una pensión alimenticia. Te repito que no quiero otro divorcio en la familia. Josué va a crecer sin su padre y si la yegua que entretiene hoy a Lenin queda embarazada, capaz que también el chichito pase al olvido. Estúpida, tu arrogancia nos va a perjudicar a todos. Mañana mismo conversarás con humildad con la hermana Marta, que es una mujer sabia. Estás cavando de a poco tu tumba, arruinándote. Con tu mugriento trabajo no vas a educar apropiadamente a Josué Salvador, que asiste a un colegio caro, del barrio alto. Tú sabes que la educación pública es una porquería que sólo genera fracasados y mediocres. Ahora comprendo el sigilo de Israel –Adela se siente impotente ante la necedad de su hija, que no calcula muy bien los ramificaciones de su vesania compacta.
-Mamá, habla con Israel, con astucia de mujer e inténtale sonsacar algo –Sara habla como una tonta, tajantemente, como si fuera el eje de lo que le rodea.
-Querida hija Sara, Israel le es leal a Dios y a tu marido, y no va a traicionar a Lenin ¡ni bajo tortura! ¡Despierta cabeza de cuesco! ¿De qué astucia me hablas?, ridícula engreída -y una iracunda Adela le da una fuerte bofetada a su querida hija-. Si me contestas otra idiotez te más te apaleo aquí mismo – concluye Adela, y Sara, que nunca ha sido insolente con su madre, optó por un sabio mutismo, sospechando que la bofetada era más que merecida. Sabía que ella era sensata y que ha sufrido mucho.

Mayo 1988

Lenin simplemente adoraba a su hermosa esposa y a su hijo. La fotografía de Sara era omnipresente en su casa. Pero considerando la férrea terquedad y sublime cólera de su cónyuge se convenció de que su matrimonio era una ruina. Se cansó de suplicar e intentar pedir perdón, por todos los medios posibles. Sara divisaba cualquier misiva o señal de humo de su cónyuge y le volvía la saña. El caso se cerraba y volvía a estar solo, como un asalariado anciano y pobre, así que decide casi automáticamente ir otra vez a La Tetera, al origen de su mal, a beberse unos tragos, a rearmarse, a deleitar la vista y a llorar. No había ninguna duda de que la colombiana era una bailarina rimbombante y movediza, de una capacidad física privilegiada y con pergaminos, y seguramente con un entrenamiento de atleta. La boite era también una casa de citas de prestigio y cara, en el centro de Santiago, a donde iban empresarios que pagaban cariños expertos, bailes lascivos y todo tipo de excentricidades obscenas. Todos buscaban una Tongolele o una Kim Novak a puertas cerradas. Por mientras miraba algunos de los espectáculos nocturnos se le acerca la misma “condesa del catre”, quien ya sabía que era un próspero empresario el hombre que bebía sin ninguna compañía una piscola en un rincón y a quien le diera muestras de sus destrezas, calor y palpamientos aquella nefasta noche de sexo de alto impacto y reproches.
-Desamparado papi, me puedo sentar al lado tuyo –consulta cariñosamente la epicúrea colombiana, que se acercó como una serpiente versada.
-Por supuesto, no faltaba más. Total, ya nos conocemos en vivo y en directo –ríe-. Quédate conmigo todo lo quieras y pide todo lo que se te antoje. Eres muy cariñosa. ¿Cómo te llamas? –contesta y pregunta educadamente Lenin.
-Soy una bailarina colombiana. Me llamo Tanga y me dicen tanguita o la condesa, y no por ser de la aristocracia –se ríe con las pestañas-. Papi, me gustaría beber lo mismo que tú y una pizza –dice ella llamando al garzón con sus dedos.
-Tanga, eres bella y tú y tu baile son sensacionales. La forma en que te movías sobre mis piernas no lo voy a olvidar jamás, y menos ahora, que parezco soltero universitario en una pensión menesterosa –dice un repuesto y rijoso Lenin.
-Pero mi querido muchacho, yo te puedo repetir el número en mi alcoba, con más privacidad, sabor y calma. Sólo debes conversarlo con el dueño del local. Papi, no seas tímido. Conmigo se te borrarán todas las penas, tú sabes, yo soy “la condesa del catre” y el libro de reclamos está vacío –presume un poco ella, con unas pestañas que son unos abanicos nervudos que embelesan.
-Es una buena idea, trataré el asunto con el dueño del local. Tanga, no estoy muy entusiasmado. Estoy algo deprimido. Mi gran matrimonio se arruinó y en cualquier momento me van a solicitar el divorcio. Estoy liquidado –le comunica Lenin.
-Amorcito, no te preocupes, Tanga se encarga de todo. La sicología del catre es la más fructífera. Sólo debes relajarte y degustar y tu mami se encarga de todos los detalles –lo dice con vivacidad y un rostro deseoso, casi como desesperada por intimar con el adinerado y munífico propietario del supermercado.
Lenin habla con el dueño del local y le cancela 800 dólares por una noche con tanguita. Efectivamente ella no sólo era una bailarina profesional, también en la intimidad sexual era una académica posgraduada, con adornos y figuras que no se ven casi en ninguna parte. Ella se tomaba su tiempo en cada paso lujurioso que le daba y lo hacía bastante concentrada. También lo adulaba y lo estimulaba a seguir luchando en la vida. Lenin se fue tan contentó a su casa que ya había decidido regresar, y Tanga lo animaba de sobremanera a que volviera a repetirse el nocturno y moreno plato especial de pasión cruda con plumas de la boite, que era una película porno en vivo. Casi se lo suplicaba. Además, 200 dólares de propina son un lujo que pocos pueden costear y que la toplera los recibía desnuda y gustosa, con sus tacones altos puestos y música y luces sensuales, finalizado los perspicaces vaivenes. Lenin, al acostarse solo y algo bebido en la cama de su casa, recordaba casi con lágrimas a Sacha, la bailarina del cielo que no pudo tocar por ser pobre y a la que amó y deseó con sinceridad por unos meses. Sacha era su otra utopía, la del proletario. Recordaba su cintura, su trasero, su cuerpo sobrenatural, su sonrisa de actriz famosa y el abatido poema. Sacha era el ángel intocable de una adolescencia romántica y prístina. En Tanga veía a Sacha, y una voluptuosa y sana venganza. Ahora sí podía cancelar al contado algunos placeres burgueses y de ricachones, sin enviciarse, claro está. A pesar de su estrés y de que volvería con su bella Sara Esther en menos de lo canta un gallo, y sin saberlo aún, visitó dos veces más a tanguita y cortejó gratis un par de veces a algunas clientas risueñas y acaloradas que siempre aparecen asombrosamente, desde la nada, cuando hay al frente una billetera voluminosa y solitaria. Lenin no era feo. A Sacha la amó, a Tanga la deseó. Con Sacha no tenía un centavo, con Tanga sí, y muchos. Con Sacha volvía a su novelesca juventud, a su ingenuidad perdida, a sus ideales políticos hoy agujereados por el mercantilismo. El destino es mordaz. No se llamaba Tanga porque le gustara el tango, era en honor a la prenda de vestir y vino a Chile a combatir la escasez. La infancia de Tanga en Medellín fue un tormento. Tanga era su triunfante nombre artístico, que rebosaba de prestigio entre los libidinosos parroquianos. Algunos pensaban que la tanguita era el mejor regalo que se le podía hacer a un hombre en la república. Ser pobre y enamorarse de una bailarina colmada de curvas es un número muy desconsolador. De una u otra forma todos sufrimos y batallamos por subsistir intentando derrotar los sinsabores y desaires del impredecible destino. Si esta ruta seguía, el divorcio era apuesta segura.

Julio 1988

Desvinculándose de la soberbia y la necedad, Sara Esther se presenta en el templo y conversa en privado en una de las bancas con la experimentada Marta, que conjuntamente poseía estudios de sicología y teología, y había escuchado miles de veces a mujeres relatando amargamente sus vivencias y dolores hogareños.
-Hermana Sara Esther, ¿su marido ha vuelto a visitar a la morena? –consulta quisquillosa y necesaria de parte de Marta.
-No, no lo creo hermana Marta. Está muy arrepentido por lo que hizo –lo expresa con una dudosa certidumbre, que la delata.
-¿Está segura?¿De qué tipo de arrepentimiento me habla? Mire que los hombres no aguantan mucho tiempo sin una mujer, y si usted abandonó a su marido por su razonable ira, él está en esa lasciva zona de peligro. Si su marido se apasiona con la morena u otra dama usted no lo volverá a ver, previo desastre. No piense que él es casto o un mártir del amor – le señala a Sara que la ingenuidad en estas circunstancias es nociva, y a veces irreversible.
-Bueno, si mi cónyuge se quiere ir con la morena o con otra, no creo que lo pueda evitar. Por mientras me envíe la pensión de mi hijo y algo para su manutención, todo bien. Tendré que trabajar y buscarme un hombre fiel. Yo soy bonita –lo dice con una resignación y vanidad inconducentes, que inspiran clemencia.
-Si la morena u otra vampiresa se convierte en la nueva dueña de casa en La Ventajosa, usted se va a quedar sin pensión ni dinero, y la bailarina se va a encargar, con su lujuria, de dejarla en calidad de indigente, con su hijo incluido. Sí, puede evitar perder a su esposo, por medio de la gracia del Señor. Perdónelo como el Señor la perdonó a usted. Por su orgullo herido usted se va a quedar sin marido, sin pensión, sin casa y pobre. ¿Qué tipo de hombre vas a encontrar casada y con un hijo? ¿Qué trabajo le va a dar el estilo de vida que le da don Lenin? Por buscar un hombre eternamente fiel podrías terminar casándote cinco veces, y sin éxito. Lo que usted debe hacer es tomar posesión nuevamente de su casa. De repente la dama morena tiene trucos y movimientos pélvicos que usted no posee y que debería aprender. El erotismo persuasivo dentro del matrimonio es santo –Sara la mira casi asustada, porque se supone que es puritana-. Recupere todo lo que perdió por su furia. Si usted no es la ama de La Ventajosa otra morena o rubia o trigueña lo será, y muy pronto, y usted pasará a la historia, Sara Esther. Espero que no sea tarde. Pídale perdón a Dios Padre por su altivez y recupere al único marido que el Señor le va a entregar. Dios no le da dos a maridos a una mujer, y menos si son arrogantes, a excepción de algunas viudas. Muévase con rapidez y la astucia de una víbora y cómprese ropa de cortesana –Marta por medio de una rotunda y amorosa reprimenda pone a Sara en la carretera de la sabiduría, con un consejo prudente y prolífico tras otro.
-Es exactamente lo que haré Marta y gracias –remata Sara, después que un rayo furioso de sensatez y apuro cae sobre ella. El caso está cerrado: Sara Esther no desmantelará su matrimonio por la iglesia y recuperará a su marido como sea, desmarcándose de toda obcecación, con fe y rogativas impetuosas.

Agosto 1988

Sara Esther recordó los principios y la misericordia del cristianismo auténtico. Y le pedía perdón a Jesús de Nazaret por su orgullo, bobería, cólera y por sus palabras y actitudes pútridas. Valoró tremendamente las amonestaciones de su madre y de Marta. La hija de Adela renacía. Ahora le imploraba a Dios recuperar a su marido de una forma digna y segura, de ser posible. Necesitaba una mano del mismo santo cielo. Sí, sumando y restando Lenin era espectacular, un buen esposo y padre sobresaliente, y los maridos de calidad escasean, son una bendición. Las tres mujeres de la casa oraban por lo mismo, con pasión y sinceridad, con ayunos y fe en el Redentor. Y esa ayuda del reino celestial llegó dieciocho días después. Israel golpea la puerta de la señora Adela fuertemente, y atolondrado. La abre Sara.
-¿Qué sucede Israel? ¿por qué tienes esa cara de pánico? –pregunta una impresionada Sara que no imagina lo que sucede.
-Señora Sara Esther, la ambulancia llevó a don Lenin a la clínica “Torrelaguna”. Pensaban que era el páncreas y que se moría, pero no, era la vesícula, por el estrés y su angustia. Lo operaron de urgencia. Tiene tres agujeros por la cirugía y ya despertó. Está convaleciente y triste -explica un desacoplado y desconsolado Israel por mientras Adela da un minúsculo grito del susto.
-¿Y en qué te puedo ayudar Israel? –consulta una atenta y encubierta Sara.
-Cuando don Lenin despertó sólo quería verla. Por eso estoy aquí. Le ruego que me acompañe a la pieza 117. Por favor, no se niegue. Don Lenin sólo pregunta por usted. Está con una depresión aguda y emocionalmente quebrado. Por favor, vaya. Le demando que no sea tan terca, que considere las circunstancias, por favor. Mi jefe está muy mal, y si usted no va yo me la secuestro, porque él necesita verla. No permitiré que empeore –manifiesta un desgarrado y fastidiado Israel, por la situación que pasa su patrón, al que estima sinceramente.
-Israel, por supuesto que iré contigo a la clínica. Espérame cinco minutos –sentencia ella presurosamente, sin descontrolarse y tomando el timón.
Sara en tres minutos se pintó los labios, se peinó y se acicaló, con la complicidad y asistencia de su madre y abuela, como si fuera una operación de comandos. Nadie sabe como se subió a la camioneta con presteza en menos de cuatro minutos y a ésta la estacionaron cerca de la clínica, en un lapso brevísimo. Ella, escoltada por Israel y siguiéndolo, se dirigió con entereza y raudamente a la pieza 117 y al ingresar se encuentra con el médico tratante de frente, dando instrucciones. Todo sucedía vertiginosamente y sin distracciones.
-Disculpe doctor, ¿cómo se encuentra mi marido? –consulta ella con ansias y con un Lenin que queda perplejo al divisarla.
-Señora, don Lenin se está recuperando maravillosamente. Ya le levanté el régimen cero, así que puede comer gelatina. Mañana se lo lleva a su casa –responde un médico que ya no ve ningún peligro y que se retira.
Sara Esther tomó la gelatina de frambuesa con determinación y suavidad y sin consultarle a nadie comenzó a dársela a Lenin en la boca, cucharada por cucharada, como muchas veces antes lo hizo. Lenin sobrecogido con la escena optó por el mutismo y la obediencia. Israel estaba absorto y comedido. Terminada la ligera alimentación Lenin osa hablarle a su esposa, con la voz baja, pensando bien cada palabra y gesto, como transitando en la cuerda floja, con viento.
-Sara Esther, estoy enfermo y me gustaría que tú me cuidaras, por favor –lo señala como sentado sobre vidrios rotos y en tono suplicante, como un flagelado.
-Lenin, no te preocupes, tu esposa te va a cuidar. Ahora descansa –Lenin derrama unas lágrimas, sobre todo porque Sara Esther se veía tan linda como siempre.
-Sarita, me gustaría que regresarás a La Ventajosa –era el ruego incesante de un reo condenado que pedía la liberación de sus padecimientos, con humildad.
-Lenin, -se queda abstraída- acepto tu proposición –lo expresa lenta y parcamente, sin darles más vueltas al asunto. Estaba ganando el juego sin mover una pieza.
-Israel –que estaba parado en la puerta y atento-, lleva ¡de inmediato! todas las pertenencias de Sara Esther y del chichito a la casa, antes de que termine este día, y te apuras.
-Don Lenin, a su orden: voy corriendo –dijo un deportivo Israel, que ya se subía al bólido a cumplir tan magnánima misión.
-Lenin, no grites de esa forma, que te hace mal –lo expresa Sara en su calidad de enfermera privada y ama de casa resarcida.
A los cuarenta minutos después Israel ya empacaba todo, con la venia y alegría velada de la madre y la abuela. Veinticuatro horas después Sara Esther y Josué Salvador se instalaron nuevamente en La Ventajosa. El desorden y la suciedad específicamente de la casa probarían que ninguna mujer rondó por ese sitio. Israel le confesó con convicción a Sara Esther que don Lenin prohibió el ingreso de hembras al segundo piso y que era casi un santo, y que soportó su soledad como un apóstol. Eso tampoco ya tenía importancia. Lenin estuvo sin una compañera casi medio año y nunca fue un apóstol del Dios Todopoderoso. Demasiado tiempo. En todo caso las preguntas se acabaron y manos a la obra hasta que el hogar quede reluciente otra vez. Sara Esther era la única dueña de casa y patrona de don Lenin. Ella, tan decidida y orgullosa al principio, tampoco disfrutó la soledad. Aprendió que sin su marido su existencia emocional y cotidiana era un caos. Dormir sola noche trasnoche no fue un edén. A ella le gustaba dormir semidesnuda al lado de su marido. Toda hembra quiere a un macho. Punto. Ver que Josué residía en una casa sin su buen papá, tampoco era una delectación. No es bueno que la mujer esté sola si lo puede evitar. El lioso sumario amatorio a Lenin Farfán se cerró y aquí no ha pasado nada. Hay que dar vuelta la hoja.

Octubre 1988

El esperado y determinante plebiscito del 5 de octubre de 1988 llegó. Si el proceso se desenvolvía con normalidad, como finalmente sucedió, ganaba la opción No, no a la continuidad de Augusto Pinochet como Presidente de la República y todo lo que representaba. El Comando del No palpaba el triunfo, lo escarbaba. Realizaron un trabajo político inteligente, histórico, pluralista y pacífico. Se avivaron. La franja televisiva del No pasó a ser mítica y mística, por su sabia, prudente y alegre producción. En el azorado Comando del Sí se engañaban con figuraciones estrambóticas y en su franja televisiva sólo les falto disfrazarse de Drácula. El Gobierno Militar nunca reconoció crímenes, nunca tomó medidas para mitigar el
tanto daño causado, nunca reconocieron torturas ni asesinatos a los rivales políticos, nunca dialogó con la oposición de cara al país, nunca tuvieron muñeca política, nunca practicaron la humildad que el catolicismo de barrio predica, nunca entregaron cadáveres, nunca colaboraron con la justicia y con la verdad, nunca cedieron, nunca pidieron perdón, nunca repararon nada. La arrogancia sublime los dominó siempre. Es que colaborar con el enemigo, con aquellos marxistas que destruyeron la patria y la democracia no tenía sentido, y era casi una felonía. Un chileno bien nacido no vende sus principios. La opción Sí a Pinochet era la de los patriotas verdaderos, la de los que amaban a Chile desde el fondo del corazón. No había motivos para pedir perdón o reconocer abusos. El despotismo emperifollado con la bandera chilena en alto era su gran apuesta. Y si hubo algún exceso, fue en defensa del emblema patrio y eso cualquier tarado lo comprende. En el Comando del No era absurdo el concepto de amigos y enemigos, o el de patriotas y antipatriotas. Sólo existían adversarios y eso no es escalofriante en ningún sitio. El triunfo de la opción No fue rotundo y claro con un 55.99% y el fin del Régimen Militar estaba a la vuelta de la esquina. Adiós dictadura, buenos días democracia. La recia lucha en favor de los chilenos bien nacidos finalizaba. La excelente macroeconomía y un país con proyecciones no fueron suficientes. La inequidad era grande como el Everest, el país estaba dividido y polarizado, y los ciertos atropellos a los derechos humanos por parte del Capitán General se suponían que era una maniobra más del marxismo internacional que lo quería denigrar por haber salvado a Chile de la nefasta cubanización que se venía. Unos pocos apellidos eran los propietarios de esta sociedad anónima llamada República de Chile. Los viejos, fogueados y mañosos estandartes de la centro izquierda criolla volverían a La Moneda, legítimamente. La mañosa y cruenta derecha económica gobernaría ahora desde afuera, manipulando al presidente de turno con prebendas y amenazas veladas, con una constitución política pinochetista que les permitía una siesta relajada. Reformas profundas como la total nacionalización de la minería son un peligro para la esencia de la patria misma, es demagogia. Por mientras no le rasguñen la billetera, al faraón le da mismo la democracia, la dictadura, una monarquía o una teocracia. Lenin, Emilio y Rebeca votaron No. Sara Esther votó Sí en silencio, sin pasión. Todos estaban obligados a dar vuelta la página. Es que la competencia comercial era cada día más dura y el quehacer político gratis es estéril y desgastador. El más contento con las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 1989 era Emilio porque estaba totalmente convencido de que el pueblo volvería al poder, y se lo comentaba a Rebeca por mientras ésta intentaba contratar informalmente a Inés como su primera trabajadora de la incipiente pastelería.
-Esposa Rebeca, con el retorno de la democracia desde el 11 de marzo 1990 el pueblo volverá a gobernar en La Moneda, la libertad de expresión brillará otra vez, los derechos de los trabajadores serán respetados, los parlamentarios le van a hacer al trote las transformaciones de fondo a este maldito modelo neoliberal que asfixia a los postergados. Las reformas estructurales se vienen con todo, así que afírmate. Chile se reinsertará en el ámbito internacional y la lucha por los derechos humanos no descansará ni un minuto –comenta un dichoso Emilio.
-Emilio, la joven Inés está dispuesta a ser la primera operaria de nuestra pastelería, pero exige un contrato de trabajo, previsión y el pago de las horas extraordinarias cuando corresponda. Pienso que es demasiado y no lo aguantaré –Rebeca habla como una empresaria primeriza compenetrada con sus metas comerciales y con un ábaco afinado en la mano.
-Rebeca, por favor, intenta firmar un contrato de trabajo con Inés. Son sus derechos. Es por lo que el pueblo ha luchado por tantos decenios en las calles y en las urnas. Tenemos que respetar la dignidad de los asalariados –Emilio lo pronuncia con una profunda certeza filosófica y una estola episcopal socialista en el cuello.
-Muchacho generoso, y ¿quién se preocupa de mis derechos? Si le pago salud, previsión y horas extraordinarias me voy a ir a la quiebra en un tris, antes de empezar. Soy una microempresaria en pañales y mi flujo de caja sobrevive a duras penas. Es nuestra primera trabajadora y tú la quieres malcriar. Le voy a ofrecer el salario mínimo sin contrato, sin previsión ni horas extraordinarias. Y si no le gusta que se vaya. Lo lamento mucho. Me gustaría tener un marido que estuviera de mi lado, que comprendiera que mi único trabajo y sustento es la pastelería, sin beneficios sociales y con utilidades que son exiguas, y que mi jornada es la de un explotado burro de carga. Estoy batallando de lunes a lunes por progresar, sin reposar. Con cualquier dinero adicional que reciba compraré insumos, equipos, infraestructura, tecnología, materiales. Cuando sea solvente me preocuparé de la legislación laboral de la república, obviamente –Rebeca lo señala frustrada.
-Disculpa, soy un partidario de la histórica lucha social de los trabajadores. La dignidad de los trabajadores es sagrada –Emilio insiste en sus profundas convicciones sociales y éticas, con la mano en el corazón.
-Entonces con tu sueldo de profesor le cancelarás las horas extraordinarias y los beneficios obligatorios a Inés, y yo le cancelaré el salario mínimo, y así colaboras con un gramo de arena en la histórica lucha social – replica ella con desagrado.
-Rebeca –su lengua se petrifica por unos segundos-, no lo pongas de esa forma. Mi sueldo de la escuela es escueto, no me alcanza. Tú sabes que me estoy reuniendo con otros profesores muy discretamente para marchar por las mejoras salariales y beneficios sociales, cuando sea el tiempo adecuado –Emilio hace una conmovedora apología a su billetera o capital.
-Emilio, tú no le quieres pagar y yo no le puedo pagar lo que solicita. O Inés se queda bajo mis modestas condiciones o se va de inmediato –Rebeca levanta la voz y ensalza sus principios mercantiles.
-Está bien, está bien, que sea como tú dices –Emilio desestima ya sus profundas convicciones sociales y éticas, con una portentosa rapidez.
-Es extraño Emilio, cada vez que te tocan la billetera dejas de ser socialista de inmediato, sin pensarlo dos veces. No es complejo ser solidario con el dinero ajeno. ¿Cuántos socialistas son generosos con su patrimonio o desprendidos con el mísero? ¿Qué te hace pensar que los empresarios progresistas respetan a cabalidad le ley laboral? El empresario es lo que es aquí y en la quebrada del ají –cree que el incoherente Emilio necesita una reconvención.
-Por favor, no lo plantees así –a Emilio se le cae el credo, su filosofía política, su historia personal, sus periplos, sus convicciones sociales, sus marchas por la Alameda y su ética altisonante, y desenmascarado, se queda sin nada.
-Es fácil ser un entusiasta solidario con el dinero de otros. Los empresarios que son izquierdistas pueden ser tan explotadores y maliciosos como cualquiera. Te sorprenderías lo miserable que es este perro mundo. El único líder es el dólar –Rebeca lo remata con un balazo a su alma, un poco más calmada.
Lo que nadie le comunicó a Emilio, porque aún no ocurría, es que el centro izquierdo político, que gobernó Chile por veinte años desde el 1990 al 2010 con el nombre de “Concertación de partidos por la democracia” no modificó ni modificaría el neoliberalismo, más bien lo exaltaba, entre gallos y medianoche, con sofismas, gafas y rostros de mármol. Se vendieron totalmente al enemigo, como una ramera borracha de barrio pobre. Adiós a las reformas estructurales, que traerían consecuencias. Los cambios eran cosméticos y con el único propósito de incrementar el número de senadores, diputados, alcaldes y concejales, de su sector. El neoliberalismo es el capitalismo prostituido en donde los millonarios se enriquecen mediante la usura, la especulación, la colusión y la trampa, y en donde el Estado es reservista, como los jugadores de fútbol que se sientan en la banca todo el tiempo. Puede convertir toda la selva del amazonas en una alfombra de alquitrán, si es que es un buen negocio, y no hay pecado. Y para lanzar por el desvío al eterno ciudadano crédulo, los creativos progresistas de las comunicaciones diseñaron eslóganes alucinógenos como “crecer con equidad” “gobierno ciudadano” “estar cerca de la gente” “una agenda social vigorosa” “tus desolaciones confeccionan mi agenda” y otros narcóticos. La centro izquierda nunca propuso formalmente estatizar toda la minería, crear una Administradora de Fondos de Pensiones estatal, que los trabajadores sean propietarios del sistema de salud privado en un 70% al menos. Eso sí, en los discursos preeleccionarios lo prometían todo. Algunos hasta hablaban de reformas al torcido modelo capitalista, glorificado por ellos mismos. Al igual que la derecha, particularmente la gélida y sangrienta derecha económica, eran capaces de todo, con el pertinente disimulo. Cualquier analgésico demagogo servía. Los incautos eran los más leales. Lo importante era ganar la próxima elección presidencial, municipal o parlamentaria, no soltar la mamadera, profitar del Estado. La nueva y la vieja derecha tartamudean un poco cuando en nombre de la justicia social se les solicita la estatización de las riquezas naturales estratégicas del amado terruño o que los trabajadores sean propietarios de la banca y de las macroempresas en un 50%, por ejemplo, a través de un capitalismo popular fehaciente. Es que no les gusta fomentar el genuino capitalismo nacional o plebeyo. En un porcentaje significativo, las Administradoras de Fondos de Pensiones deberían ser de patrimonio de los trabajadores, la salud privada también. Una clase obrera capitalizada compraría acciones en la bolsa, de bancos, multitiendas y grandes empresas, fomentándose así el capitalismo gigante y el popular, de un solo golpe, con la intervención del Estado a favor de los postergados en estas operaciones financieras. Alternativas que mejoren las condiciones de vida hay varias, mas la voluntad política es nula a la hora de firmar o de mojarse el culo. Y como la izquierda se ha derechizado, también tartamudea, aunque lo encubren tan bien, que la galería los ovaciona sin más y vota por ellos con carteles de cinco metros. Todos los medios y miedos se subyugaron al faraón o poderosos. La propiedad privada absoluta a todo evento no es el Verbo encarnado, en el congreso descompuesto sí. La codicia demencial es el Sinaí del neoliberalismo. La esclavitud, con sus centenares de nombres y formas es inmortal. El que no cree en el impasible mercado es un renegado. El invisible e impalpable chorreo es su profeta. El chorreo es el cuento de un lobo disfrazado de oveja. La nueva derecha y la nueva izquierda son gemelas, comen de un mismo plato. Son dos traseros en un calzón. Son la misma prostituta con diferente minifalda. Una acribilla al pueblo con la mano derecha y la otra con la mano izquierda. Sólo se visten de dos colores ante las urnas, en el conteo de los escrutinios. Así, existirían dos opciones distintas, con candorosos que defienden con enardecimiento y banderines estas supuestas dos opciones políticas, que nunca han dejado de ser vasallas de la elite. En Estados Unidos uno de los peligros era que el negro aprendiese a leer bien, en aquellos años en que el demonio era el único amo. En mi país la educación pública es de mala calidad intencionalmente, planificadamente. Un chileno pobre bien educado es un ser pensante, un contestatario ilustrado, un peligro multiplicador. Los intereses de la aristocracia santiaguina no tolerarán a un agitador bien instruido parado en cada esquina. La buena formación es un beneficio exclusivo de los establecimientos o colegios privados. El postgrado cierto, en el extranjero, casi no visita la barriada, que duerme el sueño de los injustos. Cada parlamentario es un saltimbanqui, un actor de la comedia escrita sin piedad por los nuevos zares. La idolatría al mercado por parte de los izquierdistas modernos es un espectáculo imperdible. Tony Blair es el padrino de una de las hijas del multimillonario de las comunicaciones Rupert Murdoch. Este manoseo impúdico debajo el ombligo entre líderes izquierdistas “comprometidos” con el pueblo y heterogéneos millonarios es más común de lo que se cree. El más anhelado objetivo de algunos distinguidos izquierdistas o ex-revolucionarios es residir en el barrio alto, al lado de los acomodados y pudientes y estar de esta manera alejado de las barriadas, de los atorrantes, sin que nadie lo note, claro está, y darles así a sus hijos una educación de niño holgado, con enmascaramiento. De Salvador Allende sólo quedan algunas fotografías que custodian con celo. Las imágenes del gran Che Guevara no faltan jamás, sería una procacidad. El intocable modelo económico instaurado por Augusto Pinochet es el que pervive y reina por los siglos de los siglos. Nadie puede publicar en primera plana que Chile en este aspecto es pinochetista porque algunos estómagos se descompondrían y más de alguien propondría un harakiri por el agravio. Y también muchos reconocen que este neoliberalismo en democracia ha traído prosperidad y crecimiento, por que no decirlo, aunque continúe siendo un escándalo, que nació en el centro del infierno, que cien apellidos sean los dueños indiscutidos de la nación. Nadie más juega. La satánica distribución de la riqueza es un dogma que no revisan ni los socialistas ebrios. La excepción la componen los candidatos a cualquier cosa y los que piensan que el crecimiento económico esquelético del modelo cubano es una alternativa viable y veraz. Fidel, el súbdito adicto de la U.R.S.S., es el tirano encantado y lúcido, en estos casos, la vela que ilumina a los sandios y majaderos de siempre. El hambre y la falta de pluralismo en Cuba tendrían razones profundas, excelsas. Chile es una sociedad de responsabilidad limitada y los trabajadores participan de los costos mas no de la rentabilidad. Los postergados de siempre continúan ahí, ahora con un fono celular en la mano. Según Emilio seguimos siendo inquilinos, peones. El fundo es de ellos. Con tal de no mezclarse con el populacho, lo adinerados construyen sus casas cada vez más cerca de la cordillera, y allí entierran sus pecadillos, sus licitaciones brujas, los sobornos de guante blanco, los desfalcos a la amada patria, sus asociaciones ilícitas, sus salidas de madre, sus evasiones hercúleas al fisco, sus prepotencias, sus contratos al estilo de Vito Corleone, sus fechorías sensuales o impurezas de motel previas a la hostia y sus desmanes. Al igual que en Estados Unidos y España y otros, los dos bloques políticos existentes en Chile son de derecha en todo lo que sea economía y concentración de la riqueza. Los demócratas, los republicanos, los banqueros, los masones, la industria armamentista, las empresas multinacionales, la mafia y algunas instituciones nacionales como la CIA y otras, forman una asociación ilícita con el claro propósito de desvalijar a los Estados Unidos, con una Biblia en la mano y membrudas apologías a su estatua de la libertad, cada día más enmohecida, por la infamia.

Enero 1989

Eugenio Morales, un joven alto que asistía al templo metodista, de madre mapuche, le pide a Sara Esther, a través de la señora Adela y el pastor, que interceda ante el coronel Valladares. Morales le rogaba a Dios ingresar a la escuela militar Bernardo O’higgins. Tenía todos los requisitos y ya había postulado. Un impulso no estaría demás. Lo suyo era vocación castrense pura, un don de Dios. Amaba a esa escuela de oficiales que no conocía. Era un patriota entero, verídico.
-Lenin, el joven Morales, quien estuvo en nuestra boda y a quien conozco desde siempre postuló a la Escuela Militar del Libertador Bernardo O’higgins. Toda la congregación quiere verlo vestido de cadete. Tiene un excelente promedio en su colegio particular, es basquetbolista y cumple con todos los requisitos y aborrece a los marxistas y a todo lo que se parezca. Mide 1.83 metros. Por favor, habla con tu amigo el coronel Valladares. Ayúdalo, por favor. Esta bellamente entusiasmado.
-Bueno Sarita, lo intentaré. A mí también me cautivó el muchacho. Se le ve muy contento –lo indica en calidad de flagelante y con sinceridad.
El coronel, amigo personal y cliente de Lenin, escoltado por fino un whisky escocés, le señaló que el currículo del joven Morales era brillante, y que respetando los protocolos hará algunas llamadas telefónicas y consultas. No le prometió nada. Lenin pretendía éxito en la comisión. Por lo ocurrido en La Tetera era un gustoso penitente permanente. Le era un agrado cumplir los deseos de Sara Esther, cual vasallo, y a la que encontraba particularmente bella cuando ésta salía del baño aderezada. Era un lelo que no se cansaba de verla. Además estaba convertido prácticamente en un millonario o algo parecido con una Ventajosa gigante que tenía adentro heladerías, farmacias, centro de apuestas, restaurantes rápidos y otros, más sus infaltables inversiones en la bolsa, considerando la realidad económica del barrio y de la patria. Era un especulador talentoso y muy intuitivo en la compra y ventas de acciones en la bolsa de Santiago, y con información privilegiada a veces en una mañana ganaba varios millones, descontando los sobornos o incentivos obligatorios del caso. El camino recorrido desde el dogmático congreso de Chillán a hoy era anchuroso, liado y sorprendente.

Marzo 1989

El 29 de marzo se instaura como el día del combatiente entre los rebeldes. El modelo político le daba crecimiento y oportunidades al país, con un costo social que obviamente pagaron los trabajadores. Las buenas variables macroeconómicas que exhibía el régimen militar no se generaron de la nada. El efecto de rebalse es una comedia negra. Otros creen firmemente que en democracia hubiese sido imposible una revolución neoliberal de esta magnitud y a este ritmo. Las grandes mayorías fueron eliminadas de las bendiciones del esquema económico copiado por los Chicago boys a Estados Unidos, en una versión autóctona y pintoresca. Algunas privatizaciones se efectuaron con las puertas bien cerradas y determinadas empresas públicas fueron rematadas al peor postor, sin piedad por el prójimo. La sempiterna derecha económica se terminaba de adueñar de un país que ya le pertenecía, con la venia del Capitán General, al cual lanzaron al tarro de la basura al primer percance serio, años después. El Gobierno Militar fue leal con los empresarios. Los empresarios, al igual que los anarquistas, no tienen patria, ni Dios, ni ley, ni ideología, ni lealtad, ni alma ni nada. Su única divinidad es el dólar, o el euro, o lo que venga. De entre los tantos marginados algunos se aburrieron de patear piedras, llorar y de manifestarse apaciblemente. De los más vulnerables y humillados por el beatificado modelo de desarrollo, ciertos jóvenes estallaron y manifestaron su ira lanzándoles cualquier cosa a la policía, saqueando locales comerciales, vociferando, maltratando la propiedad pública y privada. Estos adolescentes eran y son una bomba de tiempo, manejados por mentes radicalizadas. Uno de estos grupos de descolgó de las violentas protestas en la Villa Francia y apareció con rabia esa noche en La Ventajosa, algo bebidos o drogados, arrojando piedras y patadas a una de las cortinas metálicas del supermercado. Lenin e Israel despertaron de inmediato e intentaron poner un macizo mueble de protección. El jefe e Israel, con unos palos en la mano que nunca utilizaron, resistían bien la agresión externa de los furiosos muchachos, al parecer de perfil revolucionario. De repente, con una de las patadas se abre un forado de unos treinta centímetros y Lenin queda expuesto a una eventual embestida. Sara al ver a su Lenin en peligro enloquece, se trastorna. Deja a su hijo solo, toma la pistola debidamente registrada del local que nunca ha sido percutida y baja las escaleras como en un avión gritando en la débil oscuridad: ¡váyanse de aquí, ratas sucias, no fastidien a mi marido! ¡los voy a matar a todos, perros miserables!, más otros epítetos irreproducibles. El primer disparo lo lanza al techo desde adentro, por mientras corría, producto de su crisis nerviosa. Abre la puerta que da a la calle sin precaución alguna y dispara cuatro balazos hacia arriba sin apuntar bien ni medir consecuencias. Avanzando unos treinta metros y gritando: ¡al que vea lo mato! Los alborotadores se disipan, al escuchar el primer balazo. En eso llega la policía con su bulliciosa sirena y se bajan preocupados, parapetándose, debido a los disparos. Un estupefacto Lenin les hace estruendosas señas a los policías uniformados y les grita: ¡todo está bien! ¡calma, calma! El capitán Jorquera se acerca remisamente a la cortina deteriorada, con sus patrulleros, bien armados. También lo hacen una neurasténica Sara Esther y un asombrado Lenin, que busca una postura digna.
-Señora, ¿qué tiene debajo del chaleco? – consulta un atento capitán, al ver que ella algo escondía sin sutilidad alguna.
-Una pistola señor –contesta una aterrorizada Sara Esther, abrazada por su esposo en todo instante.
-Tome el arma con su dedo pulgar e índice y me la entrega, pausadamente –pide el capitán, con impavidez, por mientras un patrullero tiene su dedo en el gatillo.
-Tome señor, aquí está la pistola del local comercial –responde Sara.
-Está debidamente inscrita oficial –acota Lenin.
-Señor, detálleme lentamente lo ocurrido –le solicita Jorquera a Lenin.
-Capitán, yo soy el dueño del supermercado y esta heroína es mi esposa Sara. Unos bravucones intentaron destruir la cortina del local, por esa aberración llamada día del combatiente. Mi esposa se asustó en demasía porque quedé al descubierto, tomó el arma, bajó la escalera audaz e irresponsablemente y en pánico, y disparó varias veces, por defender a su familia y nuestro patrimonio. Su valentía fue increíble –contesta un orgulloso y a la vez algo avergonzado Lenin.
-¿Mató a algún vecino o a algún gato, aparte del foco de la luz que voló? –pregunta el capitán de los carabineros con un demarcado sarcasmo.
-No, capitán, no lo creo –contesta otra vez Lenin, algo desorientado, por mientras los patrulleros miraban por todos lados, con avidez.
-Señora Sara, lo que hizo fue delicado y peligroso, mas la felicitó. Si todos actuaran como usted con estos rufianes, Chile no necesitaría de nosotros –lo expresa con una sonrisa irónica que ya parece carcajada-. Señor dueño del supermercado, usted es un afortunado. A cualquier varón del globo le agradaría tener una esposa como la suya, que arriesga su pellejo por lo que ama.
-Sí, capitán, soy más que un bienaventurado. Esa es la pura y santa verdad – concluye un cabizbajo Lenin, que fue socorrido por su esposa.
-Estimado don Lenin le devuelvo la pistola –que descargó previamente-, y le pido que la aleje de su esposa, o si no podría comenzar la tercera guerra.
-Eso haré capitán –responde Lenin, con una mueca de complacencia.
Algunos vecinos que escucharon gritar a Sara salieron de su casa para aplaudirla en público. Un médico atendió a la atribulada esposa con calmantes y también esa noche llegó el pastor y oró al Señor por todos y no pudiendo creer todo lo que había ocurrido, todo lo que había protagonizado la devota Sara, conversa con Lenin. Todo Lo Prado comenzó a comentar con asombro y socarronería la valerosa reacción de Sara Esther, a la que algunos ya llamaban la “wonderwoman”, cariñosamente. El capitán Jorquera y sus patrulleros se subieron al furgón y se doblaban de la risa y contaron la anécdota por años, como muchos vecinos.
-Don Lenin, lo que hizo Sara fue extraordinario. Es evidente que Dios le dio la fuerza y el arrojo para defender a su familia y propiedad. Su esposa es una hija del Señor, una mujer extraordinaria, como en algún momento se lo comenté. Con una mano sobre la Escritura, usted debe agradecerle a Jesús Nazareno.
-Sí, pastor, le agradeceré esta noche a Jesús por la virtuosa esposa que me regaló, sin yo merecerlo. Terminantemente Sara Esther es un tesoro invaluable.
-Extraña forma la de acercarse al Redentor la suya. Los caminos del Espíritu Santo son insondables. El Padre está usando este complicado episodio para golpear la puerta de su corazón, espero que escuche su llamado.
-Tendré en consideración sus palabras. Muchas gracias por venir a estas altas horas de la noche a orar a Jesús por mi venerada Sarita. Si necesita algo, pídamelo.
-Don Lenin, con lo ocurrido esta noche usted queda moralmente atado a su esposa, por siempre. Le repito, Sara es hembra de un solo hombre, y ha demostrado de sobremanera que está dispuesta a morir por usted y por los retoños que el Señor envíe. Cuando corresponde, ella es una fiera indomable.
-Comprendo a cabalidad sus palabras, como nunca antes. Sara Esther es la mejor mujer del planeta, y es mi esposa, y puede ser más ruda que un boina negra por defender lo suyo. No le voy a refutar eso de fiera indomable –caen diminutas lágrimas por sus mejillas. Posteriormente Sara también le pidió perdón a Jesús en el templo por los vocablos deslustrados pronunciados en su momento de desesperación cuando estaba disparando el arma. El pastor le señaló que no se preocupara más del asunto y que le pidiera al Dios Padre que proteja a su familia, a toda hora y en todo lugar. La lengua traiciona a cualquiera, incluyendo a los inmaculados y reverenciados.

Abril 1989

Por un contacto que hizo Lenin con un coronel amigo al que le consultaba y cotizaba llaman a Rebeca desde el casino de oficiales del Ejército de Chile, para que en su calidad de banquetera le celebre el cumpleaños al general Olivares. Ella llevó las tortas, los vasos, las servilletas y todo, y a Emilio como garzón. Era una oportunidad conquistar más clientes en su ampliación de giro y le recalca a su esposo idealista lo de siempre, con dibujos animados.
-Emilio, a estos oficiales y sus esposas los vamos a tratar como a príncipes. Si al general Olivares le agrada mi servicio, mi sonrisa y mis tortas, incrementaré mi facturación mensual. No hables de política ni con la mente, por favor –le ruega una Rebeca que conoce sus desvaríos ideológicos.
-No te preocupes, te ayudaré en ganar al general como cliente. Eso sí, no le sonrías demasiado. Tú eres bella y tu sonrisa un peligro latente.
-Gracias por lo de bella, deberías decírmelo más seguido, y mirándome a los ojos. Maximizaré la rentabilidad de mi sonrisa, sin sobrepasarme –remata una maciza e irónica microempresaria que jamás se agota.
La celebración del cumpleaños del general fue espectacular. Todos se extasiaron con las disímiles tortas de la talentosa Rebeca. Los garzones Emilio y Rebeca se comportaron tan bien, que el propio general Olivares, amigo personal del general Pinochet, los felicitó personalmente. La sonrisa de Rebeca siempre es provechosa y la unidad de adquisiciones del Ejército de Chile tiene ahora un nuevo proveedor, como lo es La Ventajosa. Emilio y Rebeca se amaron hasta el final. Él continuó siendo profesor y microempresario el fin de semana y los días feriados, acompañando a su incansable Rebeca. Con los años prosperaron y pudieron planificar una verdadera luna de miel en un buen hotel de Arica, cerca del sol, la playa, el desierto y sus valles, y visitar el lago Chungará y el Machu Pichu. Rebeca amó al sano y buen Emilio todos los días de su vida.

Julio 1989

Después de la sonora reconciliación, Sara se puso en campaña para darle un hijo más a Lenin, que incluían más plegarias y obscenidades en la intimidad a destajo. Ella mimaba a su marido con más intensidad que en su primer mes de matrimonio. Lo de Lenin y Sara era una nueva boda, una segunda luna de miel. Desde el punto de vista de ese cristianismo puro, no maleado por fumadores o liberales, ella se convenció más que nunca que la familia era sagrada y que el matrimonio una institución divina. Lo que Dios ha unido no lo separará el ser humano o la legítima furia destemplada de una esposa magullada por las veleidades del casamiento. Ella amaba a Dios, a la iglesia, a la familia, a la patria, a los canarios, a los perros callejeros y a los militares profesionales, con sinceridad, y no con palabras vacías o discursos enmarañados. Rebeca transitaba también por esta profunda vía, con algunos matices distintos. El la mañana del 17 de Julio de 1989 nace en la clínica Torrelaguna la señorita Priscila Isabel, pesando un poco más de tres kilogramos, con ojos claros y una excelente salud. Lenin no podía creer la hermosura suya que tenía frente a sus ojos. Era bella como Sara Esther. Su rostro era el de un papá deslumbrado. Estaba anonadado con la bendición de la mejor hija del continente americano.

Diciembre 1989

Caído el Muro de Berlín algunos marxistas o exrevolucionarios llenaron sus almas dedicándose con ímpetu a la aprobación del aborto, del matrimonio homosexual y otros ideales. La idea es excluir a Dios del quehacer terrenal nuevamente y de esta forma asegurarían otra vez un nuevo fiasco. La moral objetiva es una carga innecesaria. Dos adultos de un mismo sexo pueden casarse, haciendo uso de sus derechos civiles y libertades individuales. También van a permitir que un musulmán se case con las tres mujeres que ama y con las cuales ya tiene ocho hijos, en nombre de esa misma libertad individual. En respeto a los sacrosantos derechos individuales se aprobarán la poligamia heterosexual, bisexual y homosexual, subordinados a la diosa libertad. Un ser humano mayor de edad se va a poder casar con dos hombres y con dos mujeres a la misma vez, y si la relación es consentida también se autorizará el matrimonio entre familiares cercanos o directos, como guinda de la torta, y más, desligándose la sociedad de un leñazo de todo conservadurismo retrógrado. En nombre de la sagrada libertad se canonizarán en el Servicio del Registro Civil el homosexualismo, la poligamia, la poligamia mixta, el incesto, la zoofilia y lo inimaginable. Inclusive, un hombre libre podrá vender su libertad al mejor postor y hacerse esclavo libremente, por una decisión personal que nadie perforará, en nombre de la libertad individual. En esta novedosa y libertina atmósfera, la legislación sobre el o los divorcios y la adopción de menores será un enjambre de nudos ciegos. Un homosexual adulto se va a poder casar con un joven de 15 años de edad, si sus padres lo autorizan. Ser un progresista consecuente hasta el final del camino no es fácil. El nuevo fundamentalismo religioso o confesional se llama secularismo y Lenin no participará de él a plenitud. Con el aborto convirtieron el vientre de una mujer en un patíbulo que no descansa un minuto, en nombre de la libertad. Hay que respetar el derecho reproductivo de la mujer por sobre el derecho de nacer. El derecho del más fuerte, o el de la más fuerte, aplasta el derecho del más débil, del que no se puede defender ni inscribirse en un partido político o en una organización que lo ampare. Cada progresista decidido es un ayatolá de su credo, con la frente en alto. De las reformas estructurales de fondo simplemente se olvidaron y pareciera que el socialismo fidedigno es sólo un mal recuerdo, una punta de lanza de la inmoralidad objetiva. Se ensalzarán las libertades personales aunque no quede piedra sobre piedra. El laicismo es un Estado teocrático, con la libertad individual como el supremo dios. Los bebés que no fueron abortados celebran el día internacional del niño con vigor, gritos, loas, letreros y marchas. El secularismo es el único becerro de oro, el materialismo es el opio de los pueblos. Los progresistas ganan en las urnas batalla tras batalla, fidedignamente. La libertad personal va a ser adulada hasta que el mentado Apocalipsis nos golpee la puerta con un tanque blindado moderno y molestoso, o algo similar. Un progresista apagará el último interruptor en el último día, pensaba Sara, en su hermenéutica de los últimos tiempos, desde su visión confesional de la Escritura.

Febrero 1990

Aunque es delgada y acinturada, Sara Esther asiste a un gimnasio regularmente con el propósito de mantenerse en forma y aprender bailes árabes y sensuales. Con el estímulo de su madre le preparaba una sorpresa libidinosa a Lenin, a pesar de que era muy erótica y movediza con él, gracias al Kamasutra, las plegarias y otros, siguiendo los consejos de Marta y de algunos sexólogos. El democratacristiano y prestigioso Patricio Aylwin se prepara como el próximo presidente del país, con algunos viejos cracks algo sedientos de poder, e inicia el proceso de normalización en las instituciones republicanas. Su primera misión gubernamental era entregarle la banda presidencial a un hombre elegido por el pueblo cuatro años después, con el desasosegado Augusto Pinochet Ugarte en la Comandancia en Jefe del Ejército. Don Patricio, unos de los patriarcas más respetados por todos, no condenó el golpe de Estado de 1973 de inmediato, es más, algunos lo acusan derechamente de golpista. El 9 de febrero era el cumpleaños de Lenin y en un escenario improvisado, a media luz y después de una cena ligera, la improvisada bailarina nocturna le dice a su marido que la espere un momento. Una mujer al cumplir treinta se complicaría entera. Aparece en la yema de la siquis una crisis, que es superable. Se mira desnuda y con ropa en el espejo desde todos los ángulos. Se cuestiona su futuro, el matrimonio, su cintura, el trasero, las piernas, los senos y más. Se siente un poco más vieja y no sabe si es la misma de ayer. Las arrugas y las canas las cuenta de a una, que en todo caso eran muy pocas, casi nada. Se compara con otras mujeres. Busca un nuevo vestuario. Intenta renovarse. E ingresa Sara Esther al hogareño escenario vestida de mesalina y le habla, pestañeando con bríos.
-Hola guapo, yo soy la prostituta –se vistió como tal- más cotizada de este lugar, ¿te gustaría que te baile, con mi pezón en tu boca?
Puso la sensorial música y bailó carnalmente, lo que había ensayado con afecto, desvistiéndose lentamente. Él, de pie y bailando también un poco, gozaba del espectáculo artístico y conyugal. Él se gozaba con todo lo que ella se preocupaba por el matrimonio, sus hijos y el negocio. Terminado todo, y antes de caminar hacia la habitación ella le pregunta un poco obsequiada y levemente deprimida:
-Lenin, en diciembre cumplo treinta años. ¿Me amarás mañana, el próximo decenio, cuando cumpla medio siglo de vida y más?
-Sara, a tu repetida pregunta siempre le respondo lo mismo –le contesta románticamente y con rubor.
-Lenin, dime que me amas mirándome a los ojos, sin parpadear, por favor –ella le ruega dulcemente, y él se ruboriza.
-Sara, tú sabes que soy tímido y lo que siento por ti –replica un sonrojado Lenin.
Al otro día Lenin le compra cien rosas rojas con una tarjeta grande que decía “una rosa por cada año de nuestro matrimonio” más el infaltable oso de peluche, que ella ya los coleccionaba en una pieza aparte. Sara lloró en el baño, de gozo, con la complicidad de su madre. Amaba a su Lenin, a morir, a ese Lenin que estuvo a menos de un metro de perder. A un buen marido hay que cuidarlo con una metralleta, todos los días, dicen las expertas en el área de la vigilancia.

Junio 1990

Instalado ya el nuevo gobierno elegido por el pueblo chileno desde el 11 de marzo de 1990, Emilio sufre su primera decepción porque los ministros y parlamentarios oficialistas, de la centro izquierda, ni siquiera hacen anuncios de las tan famosas y esperadas reformas estructurales. Se les ve cómodos en sus sillones y en el poder. El largo discurso presidencial oficial de mayo de ese año sólo trajo la verborrea clásica repleta de buenas intenciones y anuncios populares. En La Ventajosa estaban Lenin, Sara Esther y la señora Adela y en forma repentina ingresa al hall del primer piso un Eugenio Morales vestido con una impecable tenida de cadete de la escuela militar. Las dos mujeres lanzan un grito controlado, de complacencia, y el joven se dirige hacia don Lenin con gallardía.
-Don Lenin, venía a agradecerle personalmente por todas las molestias que se tomó en favor de mi ingreso a la Escuela Militar. Le traigo este insignificante regalo. Le obsequiaría la fotografía autografiada de mi general Pinochet –la muestra complacido y discretamente, bromeando un poco-, pero es demasiado insigne para mí. Le comunico que en la Escuela soy un muy buen corredor y un excelente alumno.
-Estimado Eugenio, nada agradezcas. Lo que me pida mi esposa trato de hacer. Cuando te cases me entenderás -esboza una sonrisa socarrona-. Te ves muy bien con ese impecable uniforme. El coronel Valladares también me mostró orgulloso una fotografía con el general Pinochet y creo que le hizo una ampliación de tres metros por tres –ríe-. Espero que seas un buen general del Ejército de Chile. Veo que conservas el enardecimiento del principio.
-Gracias Sara Esther y señora Adela por ayudarme a vestir este uniforme, que es lo mejor que le puede ocurrir a un hombre chileno –dice Morales con bizarría.
-No faltaba más. En la congregación estamos todos dichosos que por primera vez uno de los nuestros ingrese a la hermosa Escuela Militar. Que Dios bendiga a todos nuestros uniformados, sin excepción –expresa Sara Esther, con orgullo.
-Don Lenin, que Jesús de Nazaret le bendiga a usted y su familia –dice un agradecido Eugenio Morales, que pinta para general de la república.
-Que le vaya bien mi teniente. Cuando sea coronel espero que sea mi cliente –lo expresa Lenin con un agrado irrefutable y mirando el futuro.
-Así será don Lenin. Le compraré todo lo que venda. Usted va a ser mi proveedor predilecto –concluye el cadete, sonriendo.

Mayo 1995

El empleador Lenin Farfán asiste voluntariamente a la inspección del Trabajo de Lo Prado. Fue demandado por diez extrabajadores de La Ventajosa por el no pago del feriado legal, desahucio y horas extraordinarias, entre otros. Como corre en contra del tiempo, el demandado no acudirá con un buen abogado que intimide a sus ex operarios, así que lo hará personalmente, intentando buscar el mejor acuerdo posible con los curtidos fiscalizadores del Estado.
-Se llama al representante legal de La Ventajosa y a los diez demandantes a la oficina tres –señala el inspector Torres por altoparlante.
Ingresan al despecho Lenin Farfán y enrabiados y humillados diez exoperarios comandados por María Adelina, la marujita, que era la única sin ningún miedo.
-Señor Farfán, le entrego un detalle escrito de las horas extraordinarias, gratificaciones, horas ordinarias y desahucios impagos, más otros ítems menores.
En Chile la jornada de lunes a domingo es anormal –hace hincapié el inspector, de cuero duro y con años en el circo.
-Señor Torres, yo también trabajo de lunes a domingo sin descanso y cuando contrató a un colaborador le explicó sin ardides las características del negocio y las complicaciones de éste –señala Lenin con una dudosa convicción y el rostro severo, como esperando un cachiporrazo jurídico.
-Don Lenin, da la impresión que jamás en su vida usted ha oído hablar de los derechos de los trabajadores de esta nación. Todas las horas extraordinarias se deben cancelar sin cálculos antojadizos, todas –recalca un acostumbrado Torres a estas lides y a empleadores cicateros.
-Inspector, tenga cuidado que este negrero nunca paga nada. No sabe lo que es lo correcto y cree que los aprisionados operarios son esclavos. El señor Farfán es el clásico explotador santiaguino –acota la enfadada marujita, que demandaba desembarazarse también.
-Señora María Adelina, cuide el lenguaje –ordena Torres.
-Disculpe inspector, es que cada vez que veo a un aprovechador, a un abusador del prójimo, me irrito –afirma la marujita firmemente, descargándose otra vez.
-Inspector, yo soy un emprendedor con serias dificultades en mi flujo de caja y le pediría que autorizara un descuento porque el monto a pagar es abultado –solicita mansamente el empleador del supermercado.
-No, no es posible un descuento porque la actual legislación laboral obliga al representante legal a cancelar a tiempo todo lo demandado por estos diez trabajadores que usted despidió injustamente en los últimos seis meses. Esto no es una subasta. Si pretende acudir a los tribunales de justicia, no le conculcaré ese derecho –indica con claridad un estricto Torres.
Un juicio laboral puede durar más de un año y no hay tiempo para Lenin, aunque sabe que puede ganar.
-Lo que sucede es que el ritmo del trabajo en La Ventajosa es tan duro que es por eso que tengo una elevada rotación de personal. No todos la soportan. ¿Es correcto pagar una hora extraordinaria al jornalero que se atrasó en su trabajo o fue negligente? Todos los meses ingresan y se van varios –lo expresa Lenin como disculpándose por sus reiterados despidos de operarios.
-Sí, es lo correcto que pague, además de ser una obligación hacerlo a tiempo, o se expone a multas severas –reitera Torres, que conoce la ley laboral de memoria y las triquiñuelas patronales.
-Lo que realmente sucede es que a usted no le molesta humillar al hombre pobre, al proletario –señala una encolerizada marujita.
-Señora María, termine con este tipo de interrupciones, por favor –reitera el inspector, otra vez, a la enfadada dama.
-Señor Torres, está bien, cancelaré con un cheque ahora todo lo adeudado y actualizaré desde mi oficina el pago pendiente de todas las leyes sociales y beneficios pendientes, y de esta forma le demuestro con hechos mi correcta actitud. No tengo tiempo ni el ánimo para asistir a los tribunales de justicia. No es mi estilo de trabajo –recalca Lenin con gravedad.
-Entonces el caso de La Ventajosa está cerrado –remata Torres.
-Inspector Torres, este miserable de Lenin Farfán paga lo que debe porque va a recibir un importante premio, sólo por eso. Fue elegido el empresario del año y no es un chiste o una pulla –acota una marujita bien informada.
-Por favor, retírense todos de mi oficina, la demanda concluyó -ordena Torres.
Retirándose Lenin por la escalera de la Inspección del Trabajo la marujita le entrega a su ex patrón un mensaje postrero, desde el fondo de su corazón.
-Lenin Farfán, eres un negrero fascista y toda la comuna se enterará. Te vamos a desenmascarar –remató así la marujita el episodio de los finiquitos y beneficios sociales impagos del supermercado La Ventajosa.
Este fue un gritó que los desahogó a todos y descomprimió ese tenso ambiente que se germinó por los atropellos de Farfán a los derechos primordiales de los trabajadores. El desahogo de la marujita interpretaba la frustración de muchos trabajadores y echados chilenos, que con una alta cesantía en toda la república, estaban atados a los caprichos y fechorías de los empleadores mezquinos, que eran la mayoría y vivían su edad de oro. El capitalismo salvaje es el rey con corona.

Junio 1995

Después de cancelar tardíamente algunos finiquitos y otros beneficios pendientes por el valor que realmente corresponde a algunos de sus trabajadores despedidos injustamente y algunas multas ante la Inspección del Trabajo, ya está en condiciones de aceptar de parte de la Ilustre Municipalidad de Lo Prado y la asociación de empresarios el premio al empresario emprendedor del año y dar una entrevista en la radio Pesebre. Lenin fue generoso en la campaña de las pasadas elecciones municipales y es uno de los proveedores favoritos de Lo Prado y de otras comunas. El alcalde y los concejales lo piropean. Como experto en capturar clientes no mira colores políticos, ni sociales, ni religiosos, ni nada. Todo aquel que esté dispuesto a comprarle, es su entrañable amigo. Lo demás es humo y charlatanería juvenil. Ingresa calmo a la radio y el periodista inicia la entrevista.
-Don Lenin, ¿cómo un hombre que fue pobre, de Lo Prado, termina siendo un exitoso y reconocido empresario en casi toda la capital?
-Lo más importante es poseer una visión, un sueño aterrizado. Yo todos los días me levanto muy temprano, trabajo duro de sol a sol, casi sin descanso. Soy ahorrativo, laborioso y austero. Vigilo con responsabilidad diariamente mi estructura de costos. Estoy buscando incansablemente nuevos clientes, nuevos productos, nuevos puntos de venta. Nunca me rindo. Si me caigo diez veces, me levanto once. Vivo y muero por mi negocio. Estoy consagrado a mi supermercado y a las otras inversiones –contesta calmo y claramente seguro de sí mismo.
-Señor Farfán, el Ministro del Trabajo del Presidente Frei Ruiz-Tagle, está empecinado en el cumplimiento de toda la legislación laboral vigente. A usted, ¿qué le parece esta actitud política?
-Respetar las reglas del juego es determinante. Soy un fuerte partidario de que los empresarios deben ser rigurosos en el acatamiento de los derechos de los trabajadores. Esta patria la construiremos entre todos. Nadie sobra. Uno labora con ellos, no en contra de ellos. Con mis trabajadores mantengo un diálogo franco y directo. Son el pilar fundamental de todo negocio o emprendimiento –lo expone como exhortando, a esos humildes y esperanzados oyentes.
-¿Qué opina usted de las reformas laborales?
-En política se debe actuar con responsabilidad. Si unas reformas laborales pactadas y moderadas se aprueban por mayoría, estoy de acuerdo – es una respuesta de buena crianza.
-¿Qué piensa de la estatización de empresas que fueron del Estado?
-Mantengo un elevado e indisoluble respeto a la propiedad privada, mas no me opongo a que se revisen algunas extrañas privatizaciones que pudieron existir en el gobierno del señor Pinochet –no se quiere meter en las patas de los caballos.
-¿Cuál es el rol de la empresa privada?
-La empresa privada es el motor de la economía, el alma máter del progreso. Es importante que aumente el número de propietarios y no de proletarios. El empresario posee la responsabilidad moral y social de generar empleos y riqueza, de pagar sus impuestos. Hay que fomentar el emprendimiento, excluyendo cualquier sobrecarga ideológica, sobre todo ahora que el muro de Berlín ya no existe. Los canónigos del estatismo están obsoletos. El Estado debería participar lo menos posible –lo expresa como un arzobispo del mercantilismo, supuestamente bien interpretado.
-¿Qué opina de las utopías políticas que pregonan algunos jóvenes?
-El derrumbe del muro de Berlín aplastó muchas utopías políticas. Prefiero el pragmatismo y enfrentar la realidad como es, como viene. La mejor utopía es el progreso mediante el trabajo duro y la iniciativa – se independiza de su historia personal y de los decenios de la dura lucha social en un tris.
-Y ¿sobre la familia?
-La familia es la columna fundamental de la sociedad. Todo nuestro pensar y hacer, nuestras alegrías y tristezas, se desenvuelven en una familia. Hay que legislar a favor de la familia, del matrimonio – es un conservador irreconocible.
-¿Qué le parece que Augusto Pinochet sea aún Comandante en Jefe del Ejército?
-Bueno, es una realidad jurídica irreversible que todos debemos asumir hasta la total normalización de la institucionalidad democrática. En lo personal más me preocupa que el hombre pobre encuentre un empleo y que la economía crezca a buen ritmo, hasta superar la marginación y los campamentos –da otra respuesta cliché.
Junto con la premiación, Lenin fue invitado también con su esposa a un tradicional almuerzo de lujo a la Sociedad de Empresarios. Esta vez él era una de las estrellas laureadas. En el exclusivo club La Cúspide los garzones servían una exquisitez tras otra y tragos exóticos. Antes de tomar asiento, Lenin divisa desde el refinado balcón un Santiago muy distinto. La capital del país ahora era sólo un gran mercado, con políticas económicas neoliberales claras y convenientes que abría las más disímiles alternativas comerciales e industriales, con serías posibilidades de convertirte a mediano plazo en un empresario internacional. Si le vendía a cada santiaguino uno o tres de sus productos en un futuro cercano su fortuna personal sería cuantiosa e incalculable y podría comprarse la mesa directiva completa de cualquier partido político u organización e inclusive hacer alguna reservación de primera clase en el santo cielo, adquiriendo sacramentos u ordenanzas puras. La Alameda ya no es el lugar romántico y natural de encuentro de la lucha de las fuerzas contestatarias. Hoy es simplemente la principal arteria capitalina que se dedica a transportar millones de mercaderías, insumos, bienes muebles, activos, valores, trabajadores y asesores. Con rayos del pasado que vienen a su mente, jamás se ha desvinculado del gobierno popular del Chicho. Y no es que no lo quiera, simplemente no puede. Es como un karma, una especie de fantasma que lo interpela. Son chisporroteos potentes y esporádicos en su melancólica alma, en la cuales aparecen vívidamente Allende, las marchas revolucionarias, las peñas folclóricas, los cordones industriales, las paralizaciones, la agitación universitaria sesentera y setentera y más. La agenda de la Unidad Popular es un componente de su ser. Su corazón vuelve a la Alameda allendista, con el flaco Fernández al lado de él, gritando por una genuina reforma agraria, por la anhelada estatización de la banca, por la educación nacional unificada o por lo que sea. A veces sentado en su automóvil o en La Ventajosa ve al flaco y a sus antiguos compañeros pararse frente a él con carteles marxistas y gritando a todo pulmón. Todo es en un blanco y negro paranoicos. Son espectros que apesadumbran su sesera seguidamente. Entre los distinguidos comensales figura el infaltable presidente de los empresarios de la región metropolitana y de toda la patria, don Agustino Casiux, amigo personal y devoto del expresidente Augusto Pinochet Ugarte. Sin la presencia del Don, ningún evento relevante empieza. Don Agustino llega en su Mercedes Benz del año y uno de sus secretarios privados lo acompaña a su mesa en donde saluda a Lenin y a una nerviosa Sara Esther con alguna informalidad, porque el Don es muy afable y simpático. Pide que retiren un cenicero que ve cerca de un florero lejano. Nadie osará fumar delante de su presencia, y en su territorio a nadie se le ocurriría insinuar una mínima interpelación a Augusto Pinochet, el hombre y enviado de Dios que salvó a la patria de la lepra del marxismo y sus aberrantes consecuencias como la demagogia, la improductividad, la irreverencia, la opresión, el resentimiento, la inflación, la pobreza, el ateísmo y cien mil más.
-Don Lenin, lo felicito por su galardón. He sabido que usted es un hombre de esfuerzo, que empezó de cero. Da gusto ver nuevos talentos –dice un magnánimo Agustino, al que todos escuchan con acatamiento y en silencio.
-Muchas gracias por sus palabras don Agustino, usted es un modelo a seguir –se sentía un proletario sucio al lado del Don-. En mí todo ha sido trabajar muy duro, de lunes a domingo. Es un honor conocer a una leyenda viviente como usted. No soy digno de sentarme en su mesa -le contesta un impresionado y humilde Lenin.
-Sí, don Agustino, mi esposo trabaja dieciséis horas diarias y sólo sueña parecerse un poquito a usted porque es muy inteligente, y cordial. Es todo un agrado y un sueño conocerle. Comprenda mi emoción –añade una nerviosa Sara Esther.
-Lo felicito otra vez Lenin. También tiene una esposa hermosa y dulce. Cuídela – le habla como si fuera su padre-. Al final de esta efímera existencia advertirá que lo más importante es la familia, la fe en Dios y la santa iglesia, indiscutiblemente. Todo lo demás es material y pasajero. Hay que alimentar el alma un poquito cada semana –exhorta don Agustino con un espíritu elevado.
-Don Agustino, usted que ha sido el maestro y faro de los empresarios, dígame, ¿cuál es la dificultad más grande que ha superado, en sus quehaceres? -consulta el concentrado discípulo y dueño de La Ventajosa.
-Agustino, cuéntele lo que sucedió con su fundo en los años en que los saqueadores y manilargos gobernaban nuestro querido Chile –intervino con pasión el vicepresidente de los empresarios, don Leonardo.
-Mire hombre, en la paupérrima administración de Allende unos revolucionarios o maleantes, me querían robar mi fundo de Talca, herencia sagrada de mis sacrificados tatarabuelos, pero mi general Pinochet, el salvador de la patria, puso con fe y esmero todo en orden nuevamente y volvimos a la normalidad, al trabajo, al orden y a la decencia. Esos orangutanes marxistas son parte de la historia negra y vergonzosa de la patria –sentencia con convicción un satisfecho don Agustino.
-Que Dios bendiga al expresidente Pinochet y a su familia. Un brindis por don Augusto –dice con iniciativa y respeto Sara Esther. El sublime y espontáneo brindis de una Sara que brillaba con luz propia tocó el fondo del corazón de don Agustino.
-Un brindis por don Augusto –responden todos al unísono en la mesa.
-Mi general debió exterminar a todos esos marxistas sin Dios ni patria. Son una escoria. Los sobrevivientes, los que quisieron cubanizar esta patria libre y soberana, ahora fomentan el odio y el resentimiento por los cuatro costados. Son una plaga y tenemos que desde ya buscar un insecticida -replica con vehemencia don Leonardo, tan pinochetista y peliagudo como el Don.
-Don Agustino, gracias al gobierno anterior hoy en Chile están dadas todas las condiciones para organizarse y progresar. Es una época generosa para los que trabajan mucho y reclaman poco –concluye Lenin, con una sonrisa.
-Lenin, tu comentario es muy sabio y sabroso, como el brindis de su esposa. Se lo diré a mi general Pinochet cuando lo vea, este fin de semana. Si necesitas verme acude a mi banco cuando quieras. Tú y tu hermosa esposa me conquistaron, definitivamente. Desde ya son bienvenidos. Tener a un amigo que es el dueño de un banco nunca está demás –remató don Agustino, ironizando con afecto. Después del sobrio reconocimiento que le hicieron en el escenario de La Cúspide Lenin levitaba de júbilo y placidez. El Don le había dado una bendición personal que muy pocos empresarios obtienen. Algunos matarían por ésta. El Don es uno de los encargados de decidir hacia donde deben soplar los vientos del país, y si deben soplar o no. Los asesores del Don le explicaron a Lenin con peras y manzanas que él no bromeaba. Si él le abría las puertas del banco a un amigo o socio, lo hacía generosamente. Además, que dificultad le traería al Don una empeñosa hormiga, de bajo perfil, como Lenin. El Don era el cielo. Si él te bendecía era el cielo el que te bendecía. Simplemente la gracia del Don cayó sobre Lenin, tal vez influenciado por la preciosidad y el desenvuelto brindis de Sara Esther por el Capitán General. Nadie lo sabrá jamás. En todo caso Sara Esther sentía ahora al Dios Todopoderoso y a los poderosos de Chile como sus aliados, por la vehemencia de sus plegarias al Redentor de la humanidad, seguramente.

Enero 2002

Josué Salvador fue un mimado desde el primer día, su madre lo veneraba y lo regaloneaba en todo, más que a su amado Lenin. Su abuela Adela, que lo acaramelaba todo el día, lo convertía en un niño esquivo y después en un joven inconsciente, con la cooperación de todos. Como su segundo nombre era en honor a Salvador Allende, Lenin le dijo a su hijo “chicho” desde niño, siempre que no hubiesen militares presentes, como en su juventud se refería así del presidente socialista mártir. Las mujeres de la casa le decían “chichito” y satisfacían casi todos sus caprichos. Obsequio que pedía, la mamá se lo compraba sin más. El chichito estudió su primaria y secundaria en el “Big School”, prestigioso colegio privado de la comuna de Providencia, entre los años 1988 al 2001, de primero básico hasta cuarto medio. Era revoltoso, bailarín, sano y le gustaba participar activamente en todo tipo de actividades, paseos, fiestas y espectáculos estudiantiles o de lo que venga. Daba la impresión de que quería ser actor, animador o músico, generando preocupaciones macizas en su contrariado padre. En este último año de secundaria y como cierre anual le solicitó a su padre una motocicleta. Junto con rechazarlo de inmediato, le enseñó que cuando un papá compra una motocicleta, también debe comprar una tumba. Sara Esther si veía una motocicleta en la casa o la regalaba, la quemaba o la devolvía. Lo que sí le rogaba ella a su hijo de todas las maneras posibles era que se bautizara por la iglesia evangélica a la cual asistió muchas veces, particularmente a la escuela dominical, cuando niño. Josué era respetuoso de Cristo Jesús y su credo, mas ni quería acercarse a un templo. Más bien pensaba en el rock, las mujeres voluminosas y acinturadas y en las cervezas, al parecer con moderación. Esta situación forjaba tensiones en la familia. El año 2002 el primogénito ingresa a la Universidad de Chile a estudiar Licenciatura en Historia, siguiendo la ruta escolar de su padre. Si bien obtuvo un buen puntaje en la prueba de aptitud académica, Lenin, sabía que su retoño era inteligente y que el colegio privado lo preparó bien. El problema era que el malcriado chicho no era un lector perseverante y en la carrera de Licenciatura hacen profundas y largas e incesantes lecturas a unos libros que parecen cajas. Lenin soñaba que su farolero y frívolo vástago estudiará Ingeniería Comercial con un doctorado en economía o en administración en el extranjero, o algo equivalente. También hubiese sido muy agradable ver al chichito estudiar Derecho. El objetivo era que se preparara adecuadamente para que un día administre su suculento patrimonio, su herencia. Sara se preocupaba más por el alma de su alocado y artístico muchacho, que ahora le pidió un automóvil a su padre.
-Papá, ahora que soy adulto e ingresé a la universidad cómprame un automóvil, por favor. Lo necesito para movilizarme por Santiago –lo señala Josué con seguridad y una improvisada madurez que no persuade a su progenitor.
-Para correr por Santiago querrás decir, con tus amigas de minifalda corta y que mastican chicle y fuman. Recuerda que eres un atolondrado –lo dice con un poco de inquietud y malquerencia. Su hijo es un mayor de edad impredecible.
-Papá, confía en mí, ahora soy un universitario.
-Querido hijo, yo no confío en tu prudencia –mantiene su desasosiego.
- Mira papá, me bautizo por la iglesia, hago el curso para manejar y tú me compras el automóvil. Tarde o temprano tendrás que comprarme un medio de transporte, como sucede ya con todos mis amigos de los colegios privados. Si soy un peatón permanente se van a burlar de mí y sé que tú no lo soportarías –decía un circunspecto y no tan contundente Josué Salvador.
El chicho encontró el talón de Aquiles de sus padres. La mamá le rogaba que leyera la Biblia y que se bautizara y no avanzaba un metro. Lenin también se estaba cansando de los inútiles ruegos redentores de Sara y de su inconmovible inmadurez. Un automóvil deportivo del año lo podía cambiar todo, limar asperezas, en un escenario preconcebido y bien abocetado.
-Chicho este es el trato. Te bautizas por la iglesia, apruebas el curso de chofer, respetarás los horarios que te impongamos y me prometes un buen rendimiento académico en la Facultad. A cambio yo te compro un sedán deportivo. Este va a ser un secreto entre nosotros –no debía enterarse Sara Esther del turbio acuerdo que salvaría el alma de su díscolo primogénito y futuro chofer.
-No faltaba más. Acepto de inmediato el trato. Te prometo que cumpliré con todo. No te fallaré en un milímetro –responde un alborozado y acelerado chichito, que no se creía ni él mismo. Por mientras hacía el curso de chofer, le comunica a su madre su repentina y copiosa fe en el Señor. Sara habla con el pastor y el 1 de febrero la familia se presenta en el templo metodista. Terminado el culto regular de adoración a Dios, el párroco notifica al rebaño. “Queridos hermanos, quiero que pase aquí adelante el joven Josué Salvador, hijo de nuestra siempre querida Sara Esther. Daremos cumplimiento a lo estipulado en la Palabra y recibiremos como corresponde al nuevo miembro de la grey”. Que pase Josué al altar.
-Querido Josué Salvador, ¿te arrepientes de todos tus pecados? –pregunta el pastor.
-Sí, me arrepiento de todos mis pecados -responde muy serio Josué.
-¿Renuncias a Satanás, al mundo y a los placeres de la carne?
-Sí, renuncio de inmediato.
-¿Aceptas a Jesús de Nazaret como tu Señor y Salvador por siempre?
-Sí, acepto a Jesús como mi Señor y Salvador por siempre –concluye un devoto joven.
- Pues bien, entonces yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo –con un poco de agua en la cabeza que le derrama el pastor.
Si bien el chicho sintió algo extraño y magnífico en su corazón, quería que el bólido fuese de color rojo. Sara Esther lloraba de felicidad por la salvación del alma de su retoño, por su inesperada y luminosa conversión a Cristo, por su emotivo y serio bautismo. Era un milagro de cuerpo entero y no paraba de darle las gracias a la Santísima Trinidad por el magno favor concedido. Lenin estaba más tranquilo al ver a su esposa con el alma en paz y a un hijo algo devoto con una palabra de honor que cumplir. Esta vez el instrumento del cielo que movió algunas montañas tenía cuatro ruedas. Otros han doblado sus rodillas delante del Padre por mucho menos. Son los misterios de la fe, que mueve voluntades en varias direcciones.

Febrero 1963

Lenin Reynaldo Farfán Rojas, Emilio Andrés Peña Alcántara y Juan Francisco Fernández Fernández, nacieron el año 1950 en la aplazada comuna de Lo Prado. Lenin era el hijo de un obrero de la construcción y comerciante esporádico, que era tan comunista, que a su bebé quería ponerle de nombre Lenin Stalin, mas la mamá no lo permitió y acordándose de su abuelo Reynaldo llegaron a un nombre más ajustado. Residía en una humilde casa básica, cerca del flaco, con calles de tierra y carencias para elegir. El flaco Fernández era el hijo de una madre soltera y abandonada que ni el apellido del padre pudo ponerle a su hijo Juan. En aquella época el niño Juan Francisco técnicamente era un bastardo y hasta el cura le ponía mala cara, porque no era bautizado. La digna madre trabajaba de nana puertas afuera y era muy pobre. Emilio, que era el hijo de un profesor socialista, residía en la calle Varsovia y su casa era un confortable. Los tres estudiaron en el “Aurora de Chile” y los tres eran jugadores titulares en el destacado equipo de fútbol “Los Matorrales”, en la división infantil. Los niños se divertían encumbrando volantines, jugando taca-taca, a la rayuela con canicas y en cualquier actividad en la que pudiera participar un joven con los bolsillos sin un centavo. Eso sí, lo más emocionante de ese verano era la final infantil de fútbol de Lo Prado entre el invicto “Los Matorrales” y “Los Pelusas”. La cancha de tierra se llenó de público y la agitación se inhalaba por todos lados. Emilio jugaba de arquero, Fernández de volante de creación por la derecha y Lenin, el goleador, de centro delantero. El partido estuvo peleado desde un principio y nadie marcaba, y las barras de ambos equipos gritaban y estaban con el alma en un hilo. Todo podía ocurrir en esta infartante brega. Al minuto 86 el flaco lanza un centro al punto penal del arco rival, rebota mal en un defensa y Lenin aprovechando la única oportunidad innegable del encuentro mete el balón pegado al segundo palo, y gol de “Los Matorrales”. Un poco de buena fortuna nunca viene mal. Cinco minutos después concluye el partido y “Los Matorrales” son los nuevos campeones de fútbol de la división infantil de Lo Prado versión 1963. En esa tarde de gloria Emilio se disfrazó de La Araña Negra, el flaco de Garrincha y Lenin de Alfredo Di Stefano. La historia estaba escrita a favor de “Los Matorrales” desde un principio, se notaba. Este laurel estaba predestinado. La gloria una vez más tenía nombre y apellido. Con la humilde copa obsequiada por el alcalde, el equipo completo da un inolvidable vuelta olímpica alrededor de un campo de juego que era el protagonista de la satisfacción de unos jóvenes deportistas que lucharon limpiamente partido a partido por el primer lugar y que se lo transpiraron todo. Los tres amigos caminaban borrachos de felicidad besando la copa sobre la inhóspita cancha de tierra y polvo. Con el legítimo prestigio ganado en el torneo, estos triunfadores de fuste ya no eran los mismos. En la escuela y en los pasajes de tierra eran reconocidos como los grandes campeones versión 1963. Más de uno les propuso que se fueran a probar en las inferiores de la Universidad de Chile en donde jugaba el inmortal Ballet Azul, con el sempiterno Leonel Sánchez de cabecilla. El campeonato mundial de fútbol del año pasado jugado en Chile, promovió la locura de este bello deporte como nunca antes. Los tres futbolistas infantiles recibieron varias cartas de amor secretas y poemas de algunas señoritas del barrio. Eran las estrellas de ese verano en la postergada barriada en la que vivían y en la cual a veces eran felices, a pesar de las penurias de una patria tan mísera. Los padres de estos muchachos y la izquierda chilena de aquella época no terminaban de venerar a un valiente e intrépido joven revolucionario barbudo llamado Fidel Castro Ruz que con una metralleta y una fuerte e insólita determinación había conquistado La Habana en el año 1959 para la causa del socialismo, junto a un puñado de revolucionarios decididos a darlo todo en la lucha, y a morir en combate si era necesario. Estos rebeldes jamás pelearon como señoritos y nunca huyeron de las cruentas refriegas con el Ejército de Batista. Sin justificaciones, lucharon como hombres, como guerrilleros comprometidos y vencieron. Esa es la verdad. Fidel Castro, El Che Guevara, Camilo Cienfuegos y tantos otros, marcaron con hierro y fuego el sendero por el cual el marxismo cierto debe transitar, sin candores ni componendas. La democracia burguesa y su aparato militar burgués deben ser derrotados militarmente. Sin sangre derramada en la lucha, no hay revolución, no hay victoria. Todo lo demás es un galón de cerveza en una taberna bebido por los estirados de siempre. No comprender esto es una ingenuidad letal. Cada país, cada postergado debe embarcarse en su propio Granma y ya, y se acabó la tanta filosofía árida y el debate. Jugar, con cien compendios y discursos exaltados, a ser revolucionario y no estar dispuesto a matar a ese enemigo fanático y cruel del socialismo es una falacia, un suicidio. No comprender esto adecuadamente es cavar tu propia tumba. Los tres futbolistas, influenciados por sus progenitores y vecinos, alimentaban su espíritu con la Revolución Francesa, la Revolución Bolchevique, la Revolución Mexicana y con muchas otras, como con la legendaria historia del héroe Espartaco. Eso sí, fue la Revolución Cubana la que transformó los ánimos, el ideario, la agenda socialista, la que apuró el paso y el fervor, la que puso sangre caliente en las venas. Fue Fidel quien con su testimonio y arrojo probó que era posible, desde una Sierra Maestra, liberar a los pueblos del imperialismo capitalista, del yugo de los explotadores, negreros y privilegiados. La semilla de la revolución en la isla incendió de entusiasmo revolucionario a América Latina y el Che y Camilo Cienfuegos, muerto éste último en muy extrañas circunstancias, eran los santos venerados de aquellos oprimidos e ideólogos que veían en la hoz y el martillo el camino de la liberación definitiva y real, y del progreso. Al Che le cantaban alabanzas y le escribían elegías, y hasta más uno se atrevió a encenderle una vela, ya que era uno de los iluminadores de la belicosa carretera. En lo posible había que usar la gorra del Che, o su barba, o su chaqueta o lo que fuere. La idea era, a través de estos símbolos y ritos rojos, empaparse responsablemente y con bravura de lo que realmente significaba ser un revolucionario en una América Latina sumida en la miseria, la desesperanza, la corrupción, la usura y el saqueo ciclópeo, y Chile, empantanado en la privaciones, la desnutrición infantil, la explotación de los trabajadores y campesinos, y en la precariedad, no era la excepción, obviamente. Y curiosamente el instrumento preferido de los negreros para santificar sus abusos, es la democracia representativa, la cual manipulan con su poder económico sobornando, chantajeando, pagando todas las campañas políticas, más otros embelecos y ardides canonizados. Por eso el clarividente Congreso marxista de Chillán fue tan nítido y rotundo al discurrir que la vía armada es el único camino genuinamente fructífero en la construcción de un Estado Revolucionario. Todo lo demás es engaño, inocencia tóxica, discursos nerviosos, verborrea sempiterna y delirante. No es factible habitar entre dos trincheras opuestas. No es posible ser un ángel negro y uno blanco a la vez. Hay dos bandos, dos clases, dos polvorines, dos opciones contrapuestas y es una la que representa a los intereses del pueblo.

Febrero 2003

Después que Lenin le compró un automóvil rojo del año a su chichito, comenzaron los problemas y la irritabilidad. El rendimiento en la universidad no era el adecuado y en Licenciatura repitió una asignatura y puso en peligro otras dos. Tambaleaba en el campus por falta de consagración a su carrera. No era tonto, era negligente. Total, cualquier dificultad en el futuro, su progenitor la iba a financiar o cobijar con su dinero o contactos. Sara no comprendía del todo porque su retoño jamás asistía al templo si se había bautizado con un rostro de misionero. Pensaba seriamente que se estaba descarriando porque llegaba tarde todos los fines de semana con excusas como la semana mechona, la semana universitaria, el cumpleaños de amigos, la integración juvenil, la bienvenida o despedida de alguien. Era un erudito en inventar motivos para que no le prohibieran salir y enfiestarse. Josué Salvador era una parranda juvenil sobre dos pies o sobre cuatro ruedas, pues daba lo mismo. Era simpático, cariñoso y respetuoso con su madre y con todos, y el irresponsable perfecto. En un verano sin clases ni deberes, las salidas y el jolgorio eran diarios. Por darle un beso o manosear a una joven bella o curvilínea era capaz de subir una montaña, cantar una serenata arriba de un árbol o de llevarla en su automóvil al fin del mundo o a Alaska. Cuando le comunicaba en secreto a su papá que había conocido en vivo la hermosa figura de una señorita, Lenin lo autorizaba a perderse una semana completa y le daba dinero y vales de gasolina y preservativos, transformándose en su cómplice y asesor. Eso sí, si lo sorprendía con una mujer casada le iba a patear el trasero un semestre. La mamá no se enteraba de los detalles aunque lo procuraba. En una noche de sábado a las tres de la mañana suena el teléfono en el hogar de La Ventajosa y contesta una soñolienta Sara.
-Buenas noches señora, llamo de la comisaría de Lo Prado, comuníqueme con su esposo por favor –señala el mayor Andrade, de Carabineros.
-¡¿Le sucedió algo a mi hijo?! –le pregunta gritando una y otra vez y Lenin salta de la cama por el despavorido grito y en menos de tres segundos – ella le pasó el auricular en estado de shock porque como madre presiente algo horrible- ya hablaba con el policía, que era uno de sus amigos y clientes.
-Buenas noches, ¿qué sucede? –pregunta un asustado Lenin.
-Buenas noches don Lenin, habla el mayor Andrade –con voz calmada.
-Amigo Andrade, dígame rápido, ¿qué sucede? –consulta un aterrado Lenin.
-Cálmese y escúcheme atentamente. Su hijo acaba de tener un accidente en su automóvil rojo que quedó despedazado, en la Alameda esquina calle Las Rejas. Mis patrulleros llamaron a la ambulancia y por instrucciones de los jóvenes que iban atrás del automóvil lo trasladaron inconsciente y sangrando –por mientras el rostro de Lenin se desfiguraba y emblanquecía, Sara simplemente lloraba y se desesperaba, sin saber exactamente por que -a la clínica Torrelaguna. La joven que lo acompañaba está en la Posta Central, magullada entera pero viva, al igual que los jóvenes que iban atrás. Váyase a la clínica y prepare a su esposa. La verdad es que no sé lo que ocurrirá con él. Espero que todo le salga bien –concluye Andrade.
-Muchas gracias amigo Andrade por preocuparse personalmente del asunto y llamarme –le señala Lenin al mayor y cuelga el teléfono con los pelos erizados.
-¿En la clínica? ¡¿Qué pasó?! – le consulta Sara desesperada y llorando.
-El chichito tuvo un accidente en el automóvil y está en la clínica. Vámonos –le responde a Sara abrazándola con una forzada serenidad. En el trayecto a la clínica Lenin le comentaba más detalles de su conversación con el mayor de la Policía. Ella escuchaba poco y oraba más. Al llegar ella se fue volando al médico que atendía a su hijo, por mientras Lenin firmaba un cheque en garantía.
La familia Farfán era un usuario habitual y registrado de la clínica privada.
-Doctor, dígame ¿cómo está mi hijo? –consulta una angustiada madre. El médico antes de responder espera primero a un Lenin que viene con pasos apurados.
-Señora su hijo tiene un traumatismo encéfalo craneano cerrado al parecer no tan rígido. Esta totalmente inconsciente y ya limpiamos sus heridas. Tiene varios huesos rotos que estamos tratando. Sólo puedo esperar a ver como evoluciona en su actual estado. También es mi obligación decirle que se preparen para lo peor, porque todos los escenarios son posibles y es la incertidumbre la que predomina en circunstancias como estas. El mañana es incierto.
-Doctor, déjeme verlo, se lo suplico –le solicita Sara.
-De acuerdo, pero se toma un sedante previamente –acota el médico con suavidad.
Lenin y Sara vieron a su hijo entubado entero y con vendajes y accesorios por todos lados. Era un espectáculo dantesco, de terror. El alma de Sara Esther se paralizó y Lenin amorosamente no se despegaba de ella, intentando vanamente consolarla. Ella tomó la radical decisión de quedarse afuera de la pieza 75 hasta que su hijo despierte, por un milagro del Señor. Lenin sabía lo tozuda que era su esposa en este tipo de situaciones. Ella iría a La Ventajosa sólo a ducharse y a cambiarse de ropa. Se encadenó a la pieza 75, durmiendo mal y comiendo mal. Lenin, al lado de su incondicional Israel intenta seguir trabajando, a duras penas, con el alma en el suelo.
El martes, ella iba a ducharse, conversan los dos en la casa y él se confiesa.
-Sara, tal vez sea yo el culpable de este accidente. Pienso que Jesús me castigó –expresa un acongojado y contrito Lenin.
-¿Por qué dices eso?¿qué paso ahora? –consulta una enredada Sara.
-Yo al chicho le prometí que si se bautizaba en el templo le iba a comprar el automóvil, siempre que se comporte adecuadamente. Siguió siendo el atolondrado de siempre. Ya no toleraba tu pena por no verlo bautizarse –comenta Lenin esperando el adecuado regaño por intentar comprar el santo cielo con prebendas.
-Tú eres un buen esposo y un buen padre. La única culpable soy yo. Yo los presioné a los dos. Obligué a mi hijo a que se adhiriera a Dios Padre por la fuerza. Nadie puede obligar a un ser humano a aceptar a Cristo por la fuerza, es ridículo, mas yo lo intenté así porque fracasé como evangelizadora de mi hijo. Josué fue malcriado por todos. Mi piadosa y rigurosa madre no falló conmigo, como pienso que estoy haciendo una buena labor con mi Priscila, porque no me despego de ella ni de la Santa Palabra. Cosechamos lo que sembramos y Dios no es el culpable. Yo, con mi madre y mi hija no dejaremos de orar al Padre, para que el chichito vuelva a La Ventajosa vivo. Nadie me robará la bendición –responde una reflexiva y sabia Sara que asombra a Lenin, consagrada ya al divino oficio de la oración, por su hijo.
-Sarita, no te olvides que tú eras pobre. Al chichito le comprábamos de todo, lo regaloneamos tanto, que lo transformamos en un cuervo. Yo, como el hombre de la casa no debí permitir que se sobrepasara, mas no fui capaz –intenta explicar Lenin, exculpando a su amada esposa, que como madre y esposa era radiante.
-Es verdad, Josué tuvo siempre una muy buena situación económica y todos somos culpables porque todos le fallamos al incorregible chicho –concluye una resignada madre que está totalmente entregada a la voluntad de Dios.
Y Sara continuaba encolada a la pieza 75, con una fe y entereza admirables. Lenin iba a la clínica hasta cinco veces por día. Y pasó el martes, el miércoles, el jueves, el viernes, el sábado y todo el domingo. El lunes fue distinto. El médico manda llamar a Sara que estaba en la cafetería de la clínica. Sara camina con dignidad y confianza hacia él, subordinada totalmente a la sublime voluntad del Nazareno.
-Señora Sara, le tengo buenas noticias. Su hijo está despertando milagrosamente bien –le comunica el médico con rostro de arcángel, por mientras Sara llora de felicidad delante de sus ojos-. Le pido que pase a verlo –la invita el médico.
Sara Esther ingresa lentamente a la pieza 75 y su hijo Josué gira la cabeza y le dice: hola, querida mamá. Ella, repleta de felicidad infinita le contesta: hola chichito mío, hola, hola –llorando-. El médico le comunicó que se retirara porque debía descansar.
Previa llamada por celular, en una hora estaban todos en la clínica. Lenin, Adela, Emilio, Rebeca, Israel y otros. En un principio Sara quería estar sola en Torrelaguna, completamente a solas, con Dios y su hijo. La ambulancia trasladó a Josué a su hogar, en el cual fue recibido con globos y amor. Inició una neurorehabilitación de seis meses con sicólogos, kinesiólogos y la Sagrada Escritura, que le leía su madre a veces. Josué se retiró de Licenciatura en Historia e ingresó decidido y transformado a una universidad privada a estudiar Ingeniería Comercial. El accidente lo hizo madurar brutalmente. Con el mismo talento de su padre, empezó a adquirir con el tiempo algunas responsabilidades gerenciales en las inversiones de Lenin. Sara y Lenin, agradecían al cielo por su nuevo hijo, que con los años se le conocería como don Chicho, un gran y agudo empresario y exportador, con la tela y perspicacia de su padre y mentor. Entre los exportadores cresos sería un líder de fuste.

Julio 2003

A diferencia del alocado Josué, Priscila Isabel era una devota de Jesús y leía la Biblia con su madre una vez por semana. Y si bien era una joven preciosa y adinerada, no era presumida ni arrogante, por las influencias de su confesión de fe. Acompañaba con gusto a su madre y abuela al templo metodista. Además en el refinado “Big School” era una muy buena alumna en rendimiento y conducta. Esto último era lo que más le preocupaba a Sara Esther y todo aquello que esté ligado al pudor. La cuidaba como a un tesoro, y Lenin apoyaba cualquier acción es esta dirección. Los fines de semana practicaba ballet y el padre le pagaba caras clases de piano con una profesora, que siempre debía ser mujer. Como era la tradición, en el primero medio del colegio le cantaron el “feliz cumpleaños” a Priscila Isabel, y sonó la campana del recreo. Afuera la esperaba su amigo y admirador más perseverante, el lustroso Santiago Andrés, una estrella en el establecimiento educacional.
-Priscila, permíteme conversar contigo a solas –le solicita cariñosamente.
-Por supuesto Santiago, dime –accede amablemente, como es lo habitual.
Todos los compañeros y compañeras se hacen a un lado como presintiendo algo, desde hace tiempo. Santiago siempre la mira embobado y si bien ella no demuestra ningún sentimiento, como se lo enseñó su mamá, siempre lo escucha muy atento, sobre todo cuando le comenta anécdotas de la historia universal y de los poetas. Santiago Andrés que está en cuarto medio y con dieciocho años es el niño genio del “Big School” y siempre obtiene primeros lugares, también en los ensayos de la prueba de aptitud académica y equivalentes. Ella se cansó de negarse a ser reina del curso, por instrucciones de una Sara Esther que no desea una hija vanidosa. Es el diálogo de una mente brillante y una joven bella, que en ningún caso es tonta.
-Priscila, quiero desearte un muy feliz cumpleaños número catorce. Es lo menos que se le puede decir a la joven más guapa y simpática del planeta –ella ríe-. Te he traído de obsequio un chocolate inglés y un insignificante poema, de mi autoría. Y si bien no hay vocablos en el diccionario que puedan definir toda la gracia y galanura que reside en ti, puse el máximo empeño en mi poema –dice un abiertamente enamorado Santiago que no pretende disimular en ningún instante.
-Santiago –ella está ruborizada con el canchero partidario- siempre eres caballero conmigo. Tus palabras son muy especiales. Yo creo que es por lo inteligente y culto que eres. Gracias por el chocolate y leeré tu poema con atención y aprecio -contesta Priscila con mucha suavidad y manteniendo la distancia.
-Gracias por tomarte la molestia de leerme. Tu sonrisa empalidece mi inteligencia o cualquier supuesto atributo que yo posea. No quiero ser atrevido ni mucho menos pero me gustaría que me acompañaras a tomar un helado este fin de semana en el centro de Santiago a las cinco de la tarde, por favor, por favor – ruega Santiago.
-Sólo tengo catorce años y no sé si sea pertinente. Tendría que pedirle permiso a mi mamá. Tal vez no me lo autorice, no lo sé –responde Priscila.
-Por favor, llámala y consúltale. Yo mismo soy capaz de llamarla si quieres, y le explico todo –insiste un trémulo y condensado admirador.
-Santiago, pásame a buscar al segundo recreo y conversamos –concluye Priscila.
-Recibir una orden tuya es todo un placer. Aquí estaré, como el súbdito tuyo que soy –responde su siempre locuaz prosélito.
En lo que queda de recreo Priscila llama rápidamente su madre, por teléfono celular.
-Mamá, Santiago, el admirador del que te he hablado me ha invitado al Paseo Ahumada este sábado a tomarnos un helado –dice una Priscila algo dudosa.
-¡Al centro de Santiago no vas por ningún motivo y a ninguna hora! –responde firmemente Sara Esther, con una intransable fuerza.
-Mamá, mamá, soy una excelente alumna y no te causo problemas. Además Santiago Andrés es educado y posee una mente esplendorosa. Por favor déjame salir con él –le ruega Priscila con gemidos a una estricta madre.
-Está bien, puedes salir una hora, a las cinco de la tarde con ese joven socialista, pero en la heladería de Lo Prado, la que está cerca de la casa –responde Sara, quien recordó en el acto los ruegos a su madre por lo del concurso de belleza.
-Está bien, acepto el trato, por dos horas eso sí –plantea Priscila.
-Como yo sé que te vas a comportar adecuadamente, acepto. No te desconcentres en clases por ese adepto tuyo, por favor – concluye una aliviada Sara.
Y suena la campana del segundo y último recreo de esa mañana del “Big School”, y Santiago ya está en la puerta de la sala de Priscila, como si fuera su absorbente guardaespaldas personal.
-Hola Priscila, espero ansioso la respuesta de tu madre –señala el inteligente joven.
-Santiago, mi madre me autorizó a salir, a la heladería que está cerca de La Ventajosa, por dos horas y en calidad de amigos, a las cinco –le indica una tímida Priscila Isabel, que se siente agradada.
-Así será y ahí estaré. Las instrucciones de tu madre son un halago. Las acataré al pie de la letra –responde un siempre parlero y correcto Santiago Andrés.
Con puntualidad londinense el joven enamorado toca el timbre de la casa de su bella princesa. La hija de Lenin sólo le encontraba virtudes al joven socialista, así que todos le saludaron y la curiosidad de Sara era indomable.
-Santiago, ¿cómo está?, pase por favor –le dice Sara Esther al despierto joven.
-Buenas tardes señora Sara, Priscila, don Lenin –saluda como un lord.
-Joven Santiago, mi hija me comentó que tienes excelentes calificaciones en toda la secundaria y que pretendes ser abogado –consulta un interesado Lenin.
-Don Lenin, la encantadora Priscila siempre es tan amable en sus expresiones.
Pues sí, pretendo estudiar derecho en la Facultad de la Universidad de Chile. En mis fines de semana estudio derecho romano, filosofía e historia, y la verdad es que estoy entusiasmado con la posibilidad de litigar, de tener mi propio bufete –responde el educando con humildad, que es otra de sus características.
-Y también estudia poesía –opina Priscila, intentando disimular su admiración.
-Bueno, unas gotas de literatura no vienen mal – contesta Santiago esquivando cualquier asomo de pedantería.
-Oraré a Jesús por usted y porque sea un excelente alumno y abogado – lo expresa una hechizada Sara Esther con el espectacular muchacho.
-Muchísimas gracias desde ya por sus eficaces plegarias. Priscila me habla con tanta dulzura sobre el Redentor de la humanidad, que pienso que es mi profesora de teología bíblica –señala el subyugado adolescente.
-Vayan a la heladería entonces –pide amistosamente Sara Esther.
-Don Lenin a las siete en punto estaré de vuelta –se lo comunica serio el chaval.
-Santiago, confío en la palabra de un abogado –concluye Lenin, con una sonrisa.
Santiago y Priscila caminaron por el mismo parque de siempre, entre las dos estaciones del metro. Él no se aburría de halagarla y ella de escucharlo. Después del helado y de regreso a La Ventajosa Santiago se paró enfrente y le robó un beso frágil en la boca, y charlaban amenamente.
-Priscila, cuando me reciba de abogado tocaré el timbre de tu casa y le pediré tu mano a tus padres, te voy a proponer matrimonio. Hablo del año 2009 –promete Santiago Andrés en sus matemáticas personales del amor.
-¿Y de cuántas muchachas te vas a enamorar en el camino escribiéndole poemas? –pregunta una dudosa y femínea Priscila, que sonríe.
-¿Crees tú que es posible enamorarse de otra después de conocer a una estrella cinematográfica como tú? – pregunta como si un fuera Romeo interpelado.
-Con esa locuacidad que posees varias mujeres te perseguirán, seguramente –concluye ella, al observar la vivacidad de su galán, que deslucido no era.
-Te lo repito con el corazón derretido: el año 2009 te pediré matrimonio.
Más allá de unos besos secretos ellos fueron amigos siempre. Él en la universidad fue un alumno de primera línea y uno de los intelectuales de la juventud socialista que anhelaba recuperar sus raíces y principios más sólidos. Se enfadaba con los aburguesados líderes con panza de obispo. La equidad es intransable. Ella era una buena hija y una buena cristiana. Con sus catorce años quedó impresionada con la lucidez e inteligencia de su admirador y futuro jurisconsulto. Pasaban los años y respetuosamente él jamás dejó de expresarle con claridad su amor y la promesa de matrimonio tan singular que le realizó. Ella cuando pensaba en el año 2009 reía en silencio, aunque su madre le indicaba que las promesas de los hombres a veces son frágiles y se diluyen como el agua. Es que algunos varones son como los candidatos a diputado, que dicen cualquier cosa por un voto más, por el aplauso fácil.

Septiembre 2007

Treinta y cuatro años después de fallecido el expresidente Allende mediante un golpe de Estado, Lenin y Emilio dialogan sobre la filosofía política imperante y la contingencia. Es un eterno retorno, un debate circular, una purga interna perenne, un caminar hacia ningún lugar, una catarsis gris e inconducente.
-Lenin, se ha divinizado desgarradamente el neoliberalismo como el pensamiento único, eficiente y desarrollista. La ecología, las tasas de interés demoledoras, la inequidad y los postergados de siempre son un lío secundario, irrelevante. Las pensiones son miserables. El abismo que separa al faraón del indigente es infinito. Atacar al pensamiento único es chocar en contra de los dioses del olimpo, del mercado, del espíritu del mal.
-Emilio, un número indeterminado de consorcios y empresas internacionales pretenden convertir al planeta tierra en su kiosco o minimarket. Estamos atrapados con esta nueva ideología ya elevada a los altares y que socava por dentro el debate genuino. Resucitar la crítica aguda y demoledora es una vileza. Si las variables macroeconómicas están en orden, el reino de este dios retorcido está orden.
-Si la fuerza del Estado disminuye, la fuerza de los poderosos crece. El mercado da una orden y el beato gobierno de turno obedece. El negrero es el mismo de siempre y también cree en el progreso, la libertad y la supuesta igualdad de oportunidades. Este peculiar igualitarismo viene con un sedante que se les da a los que sueñan mucho. Si la clase alta que todo lo posee sigue igual, nada ha cambiado. El irreligioso revisionismo perfora los mantos sagrados de la oligarquía.
-Ahora que se murió Pinochet tal vez la centro izquierda se quedó sin su centro de gravitación, sin su leitmotiv. Es probable que pierdan la próxima elección presidencial. ¿A quién odiaremos, unidos como hermanos? ¿a qué le dispararemos ahora? Si el próximo gobierno es de derecha nuestros anhelos sociales sufrirían un retroceso monstruoso.
Como buenos socialistas, eran expertos en los diagnósticos de la contingencia, generalmente certeros, dada la experiencia.
-Nuestra nueva fe es el neoliberalismo. Somos todos devotos obligados. El FMI, que es una santa sede, pronuncia una exhortación apostólica y nos callamos con respeto y humildad. Toda utopía, toda reforma estructural o pellizco al bolsillo del soberano es una imprecación insostenible. La ideología que señorea es el dinero en sí, con el egoísmo y la ambición como sus padres fundadores, componentes de primer orden de la naturaleza humana estropeada –recalca Emilio.
-Un camino intermedio entre el capitalismo salvaje y los intereses populares debería existir. Algo así como un capitalismo popular, con más participación de los trabajadores en la propiedad de las macroempresas y de la banca, siempre que el faraón no nos acribille primero –propone un incrédulo Lenin.
-Si el carro lanzaguas te moja la cara con ese líquido de dudosa salubridad, impaciéntate. La moralidad de un estómago hambriento es un machete furioso. -El Fondo Monetario Internacional bendice a los ortodoxos y excomulga a los descarriados. Un Estado pigmeo es una calamidad social –dice Emilio.
-Todo beneficio social disminuiría en un gramo el PIB. La pronta intervención del Estado es la manzana de Eva. El lucro y la codicia serían los cimientos de la prosperidad a largo plazo, del sendero lleno de espinas y luminoso. Es que el socialismo real crea parásitos y nunca emprendedores, quejumbrosos y nunca triunfadores o realizadores –en un tono irónico y melancólico Lenin se pronuncia.
-El amo del mundo es el dinero y muy pocos lo poseen en grandes cantidades. Ese es el dinero que financia la actividad política, las candidaturas de todos los sectores. El peatón no participa de las grandes decisiones, sólo las acata y aplaude, y en democracia –expresa Emilio, insatisfecho.
-Como estudiantes de pedagogía intentamos cambiar el mundo, honestamente.
-La especialidad de los universitarios izquierdistas de hoy es beber cerveza, fumar y permitir que el consumo de drogas y el lesbianismo se desarrollen en un ambiente de libertad, sin renunciar en lo más mínimo, eso sí, a las ácidas y estériles críticas al imperialismo. Estos burgueses del mañana y futuros adictos al euro no conocen la disciplina roja y el sacrificio ni cuando predican disolutos del socialismo, hasta las dos de la mañana alrededor de un botellón de pipeño o ron. Defienden justamente a las ballenas y a las mariposas hasta la ira y convierten el vientre de una mujer en un cadalso –está influenciado por su esposa-, relajadamente.
-Creo que la nacionalización del cobre fue el gesto heroico más relevante de nuestra historia. Fue la decisión más beneficiosa y poderosa que un político haya tomado jamás, y los más beneficiados han sido las fuerzas armadas, los andariegos y los excluidos. Allende no perteneció a ningún cartel, por eso fue valiente.
-Desde ese día impactante el presupuesto social nacional se vio permanentemente reforzado. Hoy no poseemos el valor para estatizar toda la minería. Con la célebre nacionalización Allende se convirtió en un patriota sublime, por la valiente manera en que escudó el interés de la república. Muy difícil va a ser superarlo, tal vez imposible, menos con parlamentarios cobardes, siervos fieles del gran capital.
-Todo yacimiento minero y riqueza natural estratégica debería ser del Estado.
A veces, el revolucionario encapuchado que vivía dentro de Lenin, salía a pasear sin disimulos, desenterrando de un palmazo el ideologizado pasado.

Julio 2009

Santiago Andrés, que jamás perdió contacto con su princesa Priscila, empezó a visitarla asiduamente desde el otoño de ese año 2009. El se recibió de abogado con la segunda mejor calificación de su generación y ya trabajaba con éxito en un bufete y participaba de algunas reuniones políticas. Previo acuerdo y aviso de Priscila a sus padres, el flamante abogado se presenta el 17 de julio en La Ventajosa. La adorada hija de Lenin cumple veinte años. El flamante abogado toca el timbre.
-Santiago Andrés, pase por favor –le señala Sara Esther.
-Buenas noches señora Sara, es un gusto verla. Don Lenin, es un agrado saludarle.
Priscilita, como estás de cumpleaños te compré un oso de peluche y veinte rosas rojas, una por cada año –Santiago los sorprende a todo, y Sara recordando el romanticismo símil de antaño de su Lenin se emociona recatadamente.
-Señor abogado, desea un café o algo –pregunta un orgulloso Lenin.
-Por ahora no, muchas gracias –responde un solemne pretendiente.
Conversaron de todo un poco, incluso de política, entre Lenin y Santiago, hasta que llegó el minuto crucial. Priscila se comía las uñas.
-Don Lenin, señora Sara, el motivo de mi visita de hoy es para pedirles la mano de Priscila Isabel. Estoy trabajando bien, sueño con mi propia firma de abogados. Mi vida sin Priscila no tiene sentido –expresa un ceremonioso y enamoradísimo Santiago Andrés que siempre conquista a sus oyentes.
-Joven abogado, has sido respetuoso y correcto desde el principio. Además estás cumpliendo una promesa antigua, lo que implica que también eres un hombre de honor. Va a ser un todo un regodeo ser tu suegro –responde Lenin.
-Sólo pienso en lo hermosa que se verá mi hija en la parroquia vestida de blanco –lo expresa Sara Esther con algunas lágrimas imperceptibles y tomándole la mano a su esposo y rememorando su vestido de novia y años mozos.
En octubre de 2009 se casaron en el templo metodista. La luna de miel fue en Punta del Este, pagada íntegramente por Lenin. Sara Esther daba gracias a Jesús por todo. Sus dos hijos fueron bendecidos grandemente. Era pertinente una alabanza a Jesús de Nazaret, según ella, siempre tan creyente, todo el santo día. A veces aburría un poquito.

Marzo 2010

Con la llegada del empresario multimillonario Sebastian Piñera a la presidencia de la república, vemos a un hombre que le va a imprimir calidad a la gestión pública, que es lo que más se espera. Es un ejecutivo eficiente, de buenos resultados, sobre todo en la bolsa de valores. Casi todos sus ministros, adinerados de la gentil Universidad Católica que nunca se han subido a un microbus y sin experiencia, acompañan al inquieto mandatario en lo que sería una administración histórica. Piñera es un líder visionario que se anticiparía a la jugada, a todos los conflictos sociales que se avecinan, y los resolvería con singular habilidad, de antemano. Se supone que es muy difícil sorprenderlo. No necesita de los partidos políticos de su sector ni de esos viejos zorros de la derecha. Es un conductor político ubicuo e incansable, autosuficiente, vanidoso. Es un hombre que se da el lujo de disfrazarse de buzo o de lo que sea, porque está al tanto sus grandes y sobradas capacidades. Al poco andar Piñera se deprime porque fue la delincuencia la que lo derrotó, y duramente. El agudo conflicto estudiantil, en su segunda edición, lo sorprendió calato, en medio de la noche, en la pampa, y se demoró un siglo en elaborar o negociar una propuesta. A medida que la gente marcha, el primer mandatario derechista se va informando de lo que realmente sucede en el país, en los pasajes de tierra, en los campamentos. Algunos de sus ministros nunca han sido peatones, siempre se trasladaron en cuatro ruedas. El derechista Piñera no quiere ni puede hacerle cambios de fondo a la inmoral distribución de la riqueza porque eso perjudicaría los intereses de sus grandes y entrañables amigos y familiares, de sus vecinos y colegas, y de los nuevos y antiguos ricos de los sectores progresistas. Los jóvenes llevan en su mochila las protestas y requerimientos de los adultos, de las generaciones anteriores que callamos por cobardía o conveniencia. Los rebeldes de izquierda no iban a reventar a un gobierno socialista como los de Michelle Bachelet o de Ricardo Lagos. Aquí cualquier noble causa se puede postergar sin líos, porque amparar a un presidente de izquierda es más relevante que cualquier movimiento estudiantil o ciudadano. No hay ningún apuro. Las necesidades de la gente pueden esperar todo el tiempo que sea necesario. Ya llegará un gobierno de derecha al que puedan detonar y gritarle a los cuatro vientos que ahora sí son justicieros. En este decenio progresista 2000-2010 la tasa usurera sobre el 5% que ahorcó a los estudiantes vivió su mayor apogeo. No insinuaron ninguna reforma estructural que rasguñara ese modelo liberal que los tenía apoltronados en el poder. Los grandes negociados en educación, salud, transporte, obras públicas, justicia, cultura, asesorías y otros, estaban en pocas manos. Unos pocos dioses del olimpo son los propietarios. Muchos se enriquecieron con fondos públicos, dentro de la ley. Cualquier cambio profundo al capitalismo salvaje que imperaba era una blasfemia y también agujerearse a sí mismos. El sabio pueblo chileno castigó a Michelle Bachelet con una popularidad sobre el 80%, al marcharse, con el acompañamiento musical de artistas sensibles, dadivosos, del pueblo. Eran socialistas o concertacionistas sólo en las fotografías o cuando levantaban su mano izquierda, cada vez más encogida, de tanta prosperidad y licitaciones brujas. En medio de las llamas los evangélicos continúan con su tradición de guardar un espectacular silencio. Nunca se mojan el trasero, jamás denunciaron las torturas en el Gobierno Militar o la usura en plena democracia. Al dictador Pinochet nunca le pusieron una mala cara porque no correspondía y a la autoridad política hay que respetarla, y adularla, en este caso. Estos hermanos en Cristo prefieren enfocarse en las plegarias, las alabanzas, la evangelización, las ofrendas, los diezmos, las primicias y en el regreso del Señor, en la parusía. Que otros papanatas terrenales se preocupen de la desesperanza y rabia que se vive en las calles, de los hambrientos. Juan el Bautista habría denunciado públicamente y con un megáfono de un trillón de watts a los negreros, piratas, potentados, banqueros, violadores de bolsillos pobres, fariseos y avaros. El demonio de la concentración de la riqueza en unas pocas manos pasa desapercibido. La inmoralidad es la corona.
Algunas críticas radiales de pastores protestantes son tan timoratas y gallinas que nadie las escucha, y Satán se ríe. Es probable que pretendan seguir el férreo ejemplo de los fríos pastores evangélicos norteamericanos que callan frente a las invasiones y saqueos. Algunos teólogos anglosajones creen de rodillas que el ejército que invadió Irak, es el ejército del Dios de Abraham, el de un Dios petrolero, entonces. A la santa iglesia católica, con su espectacular descrédito, no la necesitan de mediadora ni de escolta ni de nada. Predican de la tolerancia religiosa y no hay ningún templo no católico en el Vaticano. Predican de los derechos de los trabajadores y en la Santa Sede jamás los trabajadores han podido marchar por sus derechos. Todavía esperamos que algún medico firme y confirme el certificado de defunción del envenenado Juan Pablo I. Este papa alegre que no poseyó derecho ni a una autopsia fue enterrado como un gusano. Es una iglesia que no transparenta sus intereses financieros, sus cuentas corrientes y rentabilidades, sus inversiones en la bolsa, sus infinitas propiedades, las prebendas que han recibido de los gobiernos y sus riquezas en general. Pedófilos y homosexuales ven en un seminario católico un gran porvenir. Hombres casados como el apóstol Pedro ven el sacerdocio desde lejos. Nadie sabrá jamás lo multimillonaria que es la iglesia romana. Se podrían acabar las ofrendas de los cándidos y de los desheredados. Tal vez, la reformista y anticomunista Virgen de Fátima no los orientó adecuadamente con sus profecías por goteo, tan bien gerenciadas. Las reformas estructurales se inspirarían en el Perpetuo Socorro. El subordinado Chile no es igual. Quiere rebelarse, transformaciones profundas y mil más. Con diferentes matices los habitantes se sienten aplastados por la banca, las colusiones y los enjuagues infames, con salarios injustos y sin una seguridad social genuina. Muchos trabajan una vida entera ásperamente y progresan poco y nada. El huaso, con sus dientes apretados es una bomba de tiempo. El excluido no anhela que se inviertan más millones de dólares en el modelo de educación. Lo que ansía es que se cambie el modelo de educación pública vigente quemando en la hoguera el actual, que asiente el opresivo endeudamiento sempiterno, el lucro encubierto o encapuchado, la no evaluación estricta de los profesores y el analfabetismo. Existen liceanos de primera, de segunda y de cuarta categoría. No hay disciplina intelectual en los que educan ni en los educandos. Algunos desvergonzados propietarios de establecimientos educacionales hoy son pudientes gracias a la generosa chequera fiscal. Exactamente lo mismo se desea con la pésima salud pública. El hombre pobre espera meses y años por un diagnóstico, por una intervención quirúrgica. Algunos medicamentos cuestan el triple que en otros países porque acá algunos piratas ricos lucran con el dolor ajeno, y La Moneda se encapucha, silba y se desentiende. Actualmente los reclamos por estas injusticias no generan mayores escándalos. El faraón, conformado por los poderosos de siempre, continúa durmiendo plácidamente la siesta en su trono, con algún esporádico refunfuño. La derecha económica con su poder y medios no tolerará que se debatan los temas de fondo, y menos en vivo y en directo en un horario prime. Concluir que un buen porcentaje de la propiedad de la banca y de las macroempresas sean de los trabajadores es un sacrilegio que los inquisidores de siempre frenarán sin escrúpulos. A través de los milenios han poseído una gambeta mágica, muros protectores. Como ya se compraron a los políticos, el debate cierto y duro se trasladó a la plaza, a la barricada, a la avenida central o debajo de un semáforo vapuleado. Cada que vez que un movimiento social vomita con irritación, el señor ministro los invita a platicar, y si la saña persiste, el ministro de hacienda colabora un milímetro y el primer mandatario con sus manos abiertas y una leve sonrisa hace un llamado al diálogo fecundo, como cuando el buen padre les habla a sus hijos con cariño. Cualquier truco es válido si es útil calmando la furia de unos transeúntes que anhelan quemar en la hoguera un modelo político que los ahorca. Las reformas estructurales son hoy un componente del adn de los chilenos. La casta política se preocupa cuando hay una cámara de televisión o una elección ad portas.

Mayo 2010

En los insípidos veinte años que duró la Concertación por la Democracia, de centro izquierda, compuesta por la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido Radical y el Partido por la Democracia, en la casa de Gobierno, no realizó ninguna reforma estructural, asesinando otra vez al honrado socialista Salvador Allende y al democratacristiano Eduardo Frei M., y su “revolución en libertad”. Como el buen samaritano se dedicaron a entregar un beneficio social importante tras otro, a inyectar recursos humanos y financieros donde se necesitaba y a algunas reformillas de dudosa reputación. La gran especialidad de la Concertación fue el chaucheo, la migaja. Transitaron, en democracia eso sí, a través de un pinochetismo con Pinochet a un pinochetismo sin Pinochet. Obviamente el capitalismo hizo y hace una contribución determinante y vigorosa al crecimiento del país, mas no aporta nada en el área de la equidad mínima en sí. Los números grandes o variables macroeconómicas marchan muy bien desde el año 1985, tan bien que la mitad de los chilenos va a percibir una pensión que lo acercará a una hambruna moderada. La vejez de la mitad de los chilenos va a ser una película de terror en vivo en tres dimensiones. El anciano pobre todavía mendiga en los hospitales por alguna colaboración o ayuda a su mal o enfermedad. O la progresista Concertación tuvo pánico de elaborar alguna reforma trascendente como la estatización de toda la minería o sencillamente se vendieron al faraón, cual prostituta tramposa. El que un político, con o sin rostro de apóstol, venda su alma al diablo es casi un dogma, una consigna. En Chile un político honesto y coherente se siente un desadaptado social. La miseria del otro la esquivan con talento y alocuciones con trompetas.
-Lenin, si todos los asustadizos diputados y senadores de todas las bancadas se encadenaran al congreso hasta aprobar la primera reforma de fondo, por una semana, este país empezaría a cambiar para siempre –espetó Emilio.
-Mi último gran sueño, antes de ser un empresario, un hombre exitoso y práctico, me costó el exilio. Al igual que en Estados Unidos, España y otros sitios, los dos bloques políticos existentes son de derecha, en el área de la economía. Las diferencias se profundizan en la agenda valórica, en su rol en la historia y en algunos cambios menores. En Chile la Concertación por la Democracia es una derecha moderada y la Alianza por Chile es la derecha más dura o clásica, como en España con el PSOE y el Partido Popular. Ambos son la misma chola, pero con diferente pollera –replicó el decepcionado Lenin, que no ve salidas o puertas de escape.
-Nadie se juega el pellejo por los postergados. Morirse no es la peor noticia. Si Allende y Frei Montalva vieran todo lo que no hicieron sus discípulos y supuestos simpatizantes, se suicidarían juntos, previa borrachera de lágrimas. ¿Qué es refaccionar el pasado entonces? –concluye Emilio, contrariado.

Noviembre 1970

El ciudadano socialista marxista Salvador Allende Gossens asume el 4 de noviembre de 1970 la presidencia de la república de Chile después de un estrecho triunfo en las urnas, que ratificó el congreso nacional, previa firma de un estatuto de garantías, que Allende prometió respetar y que nunca lo usaría para ganar tiempo, dicen. Los henchidos revolucionarios Lenin, Emilio y Fernández, se reúnen clandestinamente para reafirmar sus propósitos últimos y fidedignos. Estaban ebrios de dicha por este primer avance táctico hacia un Estado Revolucionario legítimo. Era una oportunidad histórica y gloriosa que había que aprovechar con inteligencia y mucho coraje. El desafío de transfigurar totalmente la sociedad chilena, de pies a cabeza, era gigante e infinito y sabían que los enemigos tenaces iban a ir apareciendo por camionadas, en cada recodo y debajo de cada mata. Los tres hablaban infundidos casi al unísono, atolondradamente, como atropellándose con palabras vehementes y ansiosas. Era difícil percibir al autor de cada línea o vocablo. Alucinaban desde ya con el compañero Presidente de la República. Es que no hallaban como empezar, a pesar de que sabían que eran revolucionarios de segunda o tercera línea. Sólo el flaco Fernández formalizaría sus inquietudes inscribiéndose en ese Partido Socialista de Chile que idolatraba, desde la cuna.
-Ahora vamos a poder asentar la ENU, la Escuela Nacional Unificada, de perfil socialista, humanista y pluralista.
-Sí, los colegios privados y católicos sólo fabrican burgueses, capitalistas, momios, supersticiosos, fascistas y muchos lameculos del imperialismo norteamericano.
-Necesitamos una educación justa e igualitaria para todos. Que los educandos no tengan privilegios por su situación económica, clase social, religión, apellido u otro.
-Si el cien por ciento de los chilenos recibe la misma educación, sólo sobresaldrán los más capaces y talentosos, no los hijos de los pudientes o los sobrinos del monseñor o los malditos apadrinados de siempre.
-La educación pública debe ser gratuita y para todos, igualitaria y de calidad, sin predilectos. Nunca más estudiantes secundarios de primera y de segunda y de cuarta clase. Nunca más jardines infantiles para acomodados y otros para atorrantes. Basta ya. El destino nos da esta gran oportunidad.
-En las exigentes universidades estatales se matricularán los que se lo merecen y nadie más. La capacidad personal del alumno guiará el buque.
-Se capacitarán en el extranjero los de mejor rendimiento, y sin mirar a quien.
-Es la escuela humanista la encargada de formar al nuevo hombre, del nuevo país, que comenzaremos a cimentar desde mañana mismo, con efusión.
-La Madre Iglesia es fascista y multimillonaria y es una empresa internacional más. Educa al rebaño para primeramente proteger sus intereses, escondidos detrás de un credo basado supuestamente en la santidad del Evangelio puro y simple de Jesús. Y si no me crees, pregúntale a Franco, a Mussolini, a Pavelic, a los banqueros de Dios y a cien más. La Santa Sede es un enemigo burgués más, un amo más, con la piel de una oveja supuestamente irreprochable, dedicada al encubrimiento.
-Sí, hay que desacralizarlo todo y extirpar el maldito y exasperante clasismo. Si todos nacemos y morimos de una misma forma, entonces debemos vivir y desarrollarnos de una misma manera. Es lo justo. El desordenado ímpetu abarcaba casi todos los tópicos del programa socialista, incluidos los más espinudos. No lograban calmarse ni escucharse bien.
-La Corporación de Fomento estatizará la banca y a los usureros los pulverizaremos uno por uno, hasta el último, con celo revolucionario.
-La Iglesia no es la única enemiga. También están los altos mandos de las Fuerzas Armadas, de histórico talante burgués y aristocrático. El Ejército es el brazo armado de las clases acaudaladas, de los banqueros. Y por supuesto, a los primeros que hay que combatir es a los empresarios, a los explotadores de los trabajadores, a los negreros de siempre. La pelea será larga y compleja. Seguramente la burguesía se va a defender como sea, aunque tengan que pedirle ayuda a la CIA, a la Casablanca, si es que no se han contactado ya.
-No nos olvidemos de las promesas que hicimos en el congreso marxista de Chillán, de que defenderíamos la causa revolucionaria con metralletas si es necesario, sin titubeos o lloriqueos rezagados.
-Debemos invitar al gran Comandante de Latinoamérica para que nos aleone, a que nos dicte una cátedra, a que nos preste su brújula.
-Compañeros, la visita de Fidel Castro está garantizada. El sublime maestro nos guiará por la carretera del sacro verde olivo.
-Yo sé que el espíritu del Che Guevara está con nosotros, que ronda por La Moneda desde hoy. Siento su magna presencia.
-Y nos va a acompañar hasta el último día, porque el Che es una luz inmortal.
- Lo más difícil siempre es la disciplina revolucionaria, la lealtad y el coraje. No nos podemos dividir ni desordenar. Si nos afiebramos y perdemos el orden y la serenidad en el análisis político y en el proceder, nos vamos a extraviar.
-Seamos nosotros los primeros en subordinarnos a la agenda socialista que generará los cambios, con implacable disciplina.
-Viva el cambio.
-Es primera vez que un marxista llega a la presidencia por la vía democrática.
-Eso nos da una mayor responsabilidad y aumenta la carga.
-Nuestros líderes tienen que ser capaces de armar brigadas dispuestas a todo, en coordinación con los sectores postergados y las organizaciones de base.
-Compañeros allendistas, si el pueblo no se empapa de los objetivos y conceptos primordiales y esenciales de lo que es el Estado Revolucionario en sí, estamos perdidos. Hay que instruir al pueblo y formar militarmente a los más valerosos y decididos. De lo contrario el fascismo internacional nos abatirá.
-En la lucha en contra del imperialismo el que pestañea se muere, tengámoslo claro desde ahora. Los pucheros no sirven. La cobardía es basura.
-La Historia es nuestra, nos pertenece, nos dará la razón. Las banderas del justiciero socialismo no caerán jamás. La burguesía fue derrotada en las urnas y ahora será abatida en la calles, en los campos, en las ciudades y en todos lados. La bandera de la hoz y el martillo flameará de Arica a Punta Arenas, de cordillera a mar. El triunfo está a la vuelta de la esquina, si trabajamos con unidad, valor y firmeza.

Junio 2011

Una de las vecinas de Rebeca se compró un refrigerador que no terminó de pagar porque perdió su modesto empleo. Con la leonina repactación su deuda se cuadruplicó y su angustia se octuplicó, y otra vez los supuestos allendistas no resistieron comentar la situación en un almuerzo sabatino familiar. El nuevo escándalo, el número mil, estalló en la televisión, por un breve tiempo, por mientras la impunidad se emperifolla para que los poderosos reciban un tímido rezongo escrito como el más duro de los castigos. La sátira es fenomenal.
-Es increíble que un consumidor quede engrillado a una deuda que crece y que lo va a dejar en la calle o en la cárcel, por comprar una nevera –señaló Lenin.
-Este abuso es una de las tantas formas modernas de esclavitud –replicó Emilio.
-A través de la computación nos ponen un cepo electrónico. Al que no paga lo pasan a la lista de los parias, y todo por perder el empleo o enfermarse gravemente. Una economía sana necesita galeotes leales y los funcionarios de las empresas de cobranzas son unos pistoleros maliciosos. –dijo un enfadado Lenin.
-Algunos préstamos bancarios van amarrados a un seguro propio o a alguna otra triquiñuela sucia. La banca es el godzilla intangible, impoluto. La impía banca internacional con sus cuentas secretas protegen el crimen, a los dictadores, a los mercenarios, el lavado de dinero, el contrabando, la trata de blancas y mil más. El no pagarles o tener lepra es lo mismo. Son una divinidad intocable –recalcó Emilio.
-Los parlamentarios están totalmente subordinados a los usureros, cloroformizados. El Parlamento es una ramera y ahí la sinvergüenzura es parte de la hermosura. De vez en cuando, en una sobresaliente actuación, ponen el grito en el cielo para que creamos que están preocupados con los espantosos atropellos de algunas de las grandes empresas o industrias –dijo Lenin con vehemencia y convencido ya de que el parlamento es un cártel de derecho, una meretriz voraz.
-Crean una comisión investigadora tras otra, hasta que todo se diluye en los vericuetos de los variados limbos de los propietarios legales de la nación –señaló un Emilio hecho trizas con la impunidad infinita de los gigantes.
-No hay comisiones que evalúen con rigurosidad a las comisiones y subcomisiones que crean los parlamentarios, con bombos y platillos –subrayó Lenin, que sabía que el objetivo final era tapar todos los gatuperios con tierra y agudeza.
-Con el cobro de seguros, comisiones, intereses, gastos administrativos, gastos legales y otros, flagelan a los consumidores o plebeyos –apuntó Emilio.
-La clase política, izquierdistas y derechistas, está comprometida con la aristocracia primeramente, y a veces son un componente de ésta -expuso Lenin.
-Candidatos pasan el sombrero indiscriminadamente y los amos del país les lanzan algunas monedas con la cual financiarán sus campañas y vacaciones. La clase política es el mayordomo del faraón, en todos los sitios –recalcó Emilio.
-La democracia de hoy es el acuerdo de unos pocos privilegiados que se amarran a la mamadera del poder con todo lo que poseen –señaló un agotado Lenin.
-Los políticos que sobreviven o sobresalen pertenecen todos a una misma mafia. Se dividen la torta por medio de cohechos, timos, engañifas, licitaciones hechiceras, fiscalizaciones simuladas y contubernios clásicos. A veces el pecado del diputado es solamente de omisión. El guardar silencio también ha sido lucrativo –dijo Lenin.
-Cuando termine todo esto y la televisión ya no hable más de este caso, hallarán otra forma de robarnos, como siempre. Los jueces también participan de la fiesta –concluyó un Emilio que se envenena la siquis con los noticieros.
Tampoco obviaron las revueltas estudiantiles. En abril del 2006 los educandos jóvenes de la noche a la mañana enloquecieron. Con el anhelo de transformar la educación pública chilena, comenzaron a tomarse los colegios y a movilizarse. Cual azote del destino, las tomas eran en una escuela tras otra, en un distrito tras otro, con la respiración sacudida. Trasnocharon, comieron poco, durmieron muy mal, caminaron millas, levantaron carteles y la voz. Pusieron a empujones en una mesa de diálogo al siempre adormilado gobierno para intentar modificar las bases de la mala enseñanza estatal. El astuto gobierno creó una anestesia llamada Consejo Asesor que digería todas las inquietudes e iras, sin soluciones de fondo. Las protestas y las revueltas terminaron. Los jóvenes se desmovilizaron y fueron
estafados con una carismática sonrisa. Si bien al final todo quedó igual, a los estudiantes les quedó la sensación de que hicieron un aporte a la patria y al gobierno le quedó también la planificada y socarrona sensación de que hicieron un aporte al debate sobre la educación y al ejercicio de la democracia cierta. La percepción de muchos ciudadanos era la misma. Ese año 2006 el modelo educacional corrupto ya estaba agotado, mas guardaron silencio por razones políticas egoístas. Y todos fueron felices. El agotamiento del modelo educacional decidieron comunicarlo con megáfonos y trompetas cinco años más tarde, con un gobierno de derecha en La Moneda, ya que así es más cómodo y divertido. Como en el año 2006 nada se hizo y todo fue estéril, en junio del 2011 los mismos estudiantes secundarios y los mismos universitarios, con nuevos nombres y las mismas ilusiones, iniciaron nuevamente tomas, protestas y marchas, con el mismo propósito de mejorar la pésima educación pública chilena. Todo volvió a fojas cero, porque los cambios anteriores fueron triviales, voladores de luces, analgésicos perecederos, como es y será la costumbre, al final del camino, con senadores reservados que no perforan ni en broma el patrimonio de los amos legales del país.
-Si los educandos se sientan apaciblemente a platicar con el Ministro de Educación titular o en ejercicio no consiguen nada o muy poco. Si actúan violentamente, como lo proponen los anarquistas, no consiguen nada. Están atrapados en un callejón sin salida que es de propiedad de los patrones. El ciudadano común está sencillamente acorralado. Hacia donde camine choca con un muro legal que es el cobijo de los inalcanzables poderosos –exclamó un punzante Lenin.
-Al faraón, o los propietarios del poder, no hay como pellizcarlo. Si les dan una educación de calidad a los niños y jóvenes pobres la mano de obra se encarecería rápidamente y los trabajadores no calificados disminuirían considerablemente –replicó un melancólico Emilio, que escuchó a un académico.
-Una buena economía de libre mercado requiere de mano de obra barata y abundante. Las barriadas nos abastecen de los obreros mal pagados que se necesitan para el desarrollo económico del país –dijo un experto y curtido Lenin.
-Calmaron y terminaron las protestas inventando sagazmente comisiones y subcomisiones hasta apagar toda llama de rebeldía –señaló un rendido Emilio.
-Ese truco de marear al que reclama furioso con supuestas medidas y con cien mesas de trabajo es tan antiguo como sentarse en el suelo –intervino la siempre avispada Rebeca, que no veía salida al problema.
-Es un drama ver a jóvenes maravillosos o talentosos sin futuro ni esperanzas. Varios estudiantes cristianos han perdido hasta la fe y hoy beben ron como si fuera agua –opinó una ofuscada Sara, que ve todo oscuro.
-Chile camina en un círculo sin fin y que no parará. No vamos a ningún lado. No hay una agenda transformadora, ni la habrá. El monarca no lo permitirá jamás –dijo Lenin, contenido y buscando con fe una ventanilla a la encrucijada.
-Es curioso, el congreso y la clase política se dan mil vueltas y gastan millones de dólares para dejar todo en el mismo sitio, y con un rostro de “misión cumplida” –indicó Emilio, aburrido de los embelecos repetidos de los parlamentarios y ministros.
-Los cambios son puro maquillaje, externos. Emperifollan el muerto con la intención de conseguir más votos y perpetuarse en el poder, olvidándose de los postergados con una sutileza excepcional –sentenció una decepcionada Rebeca.
-Entonces en nueve meses más la revolución pingüina o estudiantil será sólo un recuerdo romántico más. Los jóvenes pagan intereses exorbitantes para estudiar. Si lo único que falta es que los obliguen a vender un riñón. Como dice Lenin, la gélida y criminal banca es intocable. La banca es el amo del mundo –dijo Sara, desencantada también, de una banca que es el imperio del mal.
-En seis meses más los periodistas o pajes hallarán una nueva entretención.
Ejemplo, algunos neoliberales recalcitrantes buscan la forma de asfixiar y endeudar a algunas empresas públicas hasta hacerlas ineficientes, como la empresa nacional del petróleo, para que de esta manera tengan la excusa perfecta para privatizarla. Es un método poco sutil con el que pretenden robarse las riquezas estratégicas de todos los chilenos que van quedando, otra vez –confirmó Emilio, cáusticamente, sabiendo que los saqueadores de la patria son insaciables.
-Con la efervescencia social los evangelistas del quehacer político trituran el inmaculado bostezo –concluyó irónicamente Lenin.
-La educación, la salud y todo lo demás, requieren reformas estructurales, de fondo, no una inyección de recursos, de lenitivos con una parafernalia que nos humilla y nos ofende cada día más –concluyó Emilio con algo de ira.

Agosto 2011

En la marcha estudiantil del año 2011 por una educación digna y presentable, los mismos moderados universitarios interpelaron al violentista apodado “el terrícola” por lanzarle piedras e insultos a los policías. Los educandos y muchos creían que los métodos utilizados por profetas como Gandhi y Martin Luther King al final son más fructíferos que la ruta del asesinado Che Guevara u otra parecida.
-Estúpido, ¿Por qué apedreas el furgón policial? ¿quieres que te lleven a la comisaría, ante el juez? –le indica un colegial al “terrícola”.
-Los malditos policías son mis enemigos, son los defensores de este sistema policial y fascista que a todos nos ahoga, y tú, te preocupas por una piedra que le lanzo a un furgón que parece de fierro. Todos los jueces son parte de la pudrición y están vendidos a los amos. Son sus cobijos –responde enojado el “terrícola”.
-Tarado, con la violencia se complica todo –le indica un manifestante.
-Es verdad, la violencia estructural o el actual modelo político lo complica todo. Me dicen “el terrícola” porque nací y crecí con un piso de tierra. Los bancos con sus intereses estrangulan al estudiante, al trabajador y a los humildes, coludidos con esa Cosa Nostra llamada “clase política”. El modelo legal sólo nos da carencias, humillaciones y postergaciones, a través de la miseria, del hambre. Somos parias, el Estado nos golpea con todo, y yo, les respondo con mi humilde armamento y tú te enfadas. El primer violentista irracional y furibundo es el Estado, secuestrado por unos pocos, que se encapuchan detrás de sus fortunas personales y de la ley.
-¡Al quemar la bandera del país sólo retrocedemos! –replica otro.
-Yo no tengo bandera, ni patria, ni futuro, ni presente, ni salud, ni educación ni trabajo. Yo orino sobre esa bandera que intenta someterme. Hay que destruirlo todo, quemar las empresas, y expulsar a todos los déspotas que pretenden esclavizarnos dentro del Estado de Derecho, que es el látigo que inventaron los genios para convertir en reos a los que nos rebelamos. Los jueces, parlamentarios y ministros son los enemigos, siempre bien encapuchados, del pueblo. Encapuchados porque cubren y protegen con mañas a los amos del país y sus intereses, con una supuesta perspicacia, y ya que no quieren que los identifiquen, que los descubran.
-No, amigo “terrícola”, ¡debemos marchar pacíficamente! –dice otro universitario.
-Pedazo de idiota, las marchas tibias no sirven para nada, son basura. Si quemas un automóvil, te atiende un asesor del subsecretario, si quemas media ciudad te atiende el presidente de la nación, “muy preocupado”. Los poderosos se ríen de las marchas de boy scout, de los capones, de los asustadizos. Carabineros de Chile es el guardia privado del empresariado. En la primera rebelión estudiantil del 2006 los jóvenes marcharon pacíficamente, como tú, y terminaron haciendo el soberano ridículo y nada lograron. Y que quede claro que fue una gobernante socialista la que los estafó, creando comisiones y subcomisiones, hasta que todos se quedaron dormidos en el laberinto. Cualquier descerebrado lo capta de inmediato. Estamos como corderos sometidos a la tiranía y caprichos de unos pocos negreros, debidamente bautizados, que son los dueños de todo, hasta de nuestras vidas. Esta es la maciza guerra de los oprimidos. Cualquier demagogo que llega al parlamento o a un ministerio vende todo su ser de inmediato, o lo aíslan, y se extravía para siempre. ¿Qué hace la banca privada prestándole dinero a alumnos pobres con dineros que le entrega el propio Estado? La banca presta, ahoga y roba, sin correr ningún riesgo. El banco del Estado es el que debería hacer esta labor, con un espíritu social. Por eso soy revolucionario, y por medio de la violencia romperé mis cadenas. Dialogar con el faraón es sometérsele. Si ustedes quieren marchar como en un jardín infantil, allá ustedes. La actual institucionalidad, enlazada a una constitución política fascista, es nuestro primer grillete. Yo no soy un delincuente, soy un antisistémico, un anarquista, y ustedes un estadio repleto de ingenuos y pelotudos, que lo único que hacen es mendigar una reforma insípida tras otra, trozos imperceptibles de piedad . Púdranse. El camino de Gandhi fue fecundo, el camino de Mao fue prolífico también. La Concertación por la Democracia, la Alianza por Chile, los curas, la banca y los macroempresarios, forman una asociación ilícita que nos lanza piedras, rocas y cepos, respetando los derechos humanos, ja ja ja ja. Lo mismo sucede en España con el PSOE y el PP, y en Estados Unidos con los demócratas y republicanos. Todos chapotean en el mismo barro, con las indecorosas instituciones republicanas como vigilante y adarga de sus monederos delictivos.
-Tranquilo amigo anarquista, esta lucha la ganaremos sin daños a terceros. Dios nos va a ayudar –replica una marchista cristiana.
Católicos y protestantes han bañado con agua bendita la esclavitud y la usura durante siglos y sin asco. La religión es una ramera más, después del congreso, o antes. El templo te invita a la sumisión, al conformismo, no a la rebelión, a la lucha. El Vaticano bendice con el sacramento del divorcio sólo a algunos privilegiados como Joseph Kennedy, Carolina de Mónaco y también a algunos millonarios chilenos, muy secretamente. Se dedican al lavado de dinero y todavía no le hacen una autopsia televisada al envenenado Juan Pablo I. Los obispos no sólo encubren los abusos a los niños, sino también los enjuagues financieros. ¿Cuántos izquierdistas son lustrabotas del faraón, de los que detentan el poder, y no siempre están bien pagados, ah? Que el presidente Piñera estatice su línea aérea como un aporte a la patria, ja ja ja ja. Su primer deber ético es que no les rasguñen el patrimonio a sus amigos y aliados, lo mismo sucede con todos los otros que llegan a ser mandatarios. Como dijo el antipoeta Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”. Todos comprendían que dentro de muchos excluidos dormía un “terrícola”. La ruta de las balas, la intimidación y el saqueo es totalmente rechazada por la ciudadanía, y con mayor razón si la guerra fría terminó. La no violencia es la vía, piensa la gente seriamente y sin fluctuaciones, a pesar de comprender a cabalidad la furia acumulada y expectaciones de los “terrícolas”, que no son pocos. La revolución debe ser por goteo, supeditado a una sabia gradualidad, sin transar, en democracia, defendiendo en la calle y en cada espacio cada metro avanzado, desestimando la violencia. No más traidores o vendepatrias en el Parlamento.

Julio 1971

A través de un decreto promulgatorio que modificaba la Constitución de la Republica o algo así, el cobre quedaba nacionalizado, es decir, la más importante y contundente riqueza del país ahora era de propiedad de todos los chilenos. El grito de júbilo en la patria fue de inmediato, en todos los sectores. Las banderas chilenas no dejaban ver el cielo. Los más beneficiados eran los postergados de siempre. Los tres amigos hacían rondas de dicha y los abrazos se repartían como en año nuevo. La locura era total. El Capitán General Bernardo O”Higgins Riquelme firmó la independencia política de Chile en el año 1818 que nos desvinculó de España y Salvador Allende firmó la independencia económica en el año 1971, que nos divorció de la sumisión, del vasallaje. Viva Chile. Ya podemos pronunciar la palabra libertad.
-Compadre, la patria ha sido renacionalizada, el estratégico cobre es nuestro.
- Primero la independencia política con nuestro padre de la patria don Bernardo O´Higgins y ahora se firma una segunda independencia, la económica, con nuestro prócer Salvador Allende. Más patriotismo imposible. Viva Chile.
-Sí, O´higgins y Allende son los grandes próceres de nuestra historia.
-La iglesia católica se demoró más de veinte años en reconocer la independencia política de Chile, y ni se encogieron.
-Es que los obispos ven lo que les conviene primero, ja ja ja ja. El ojo financiero y político no le falla a la Santa Sede, y después ponen cara de distraídos y se justifican con magia y unos argumentos que son envidiables.
-Con la venía, cobardía y traición de los gobiernos burgueses las empresas extranjeras e imperialistas nos robaron miles de millones de dólares, en un Chile muerto de hambre y mísero. No tienen perdón.
-Ya no recogeremos algodón otra vez.
-Esta firma del Chicho es como la victoria de una segunda batalla de Maipú.
-Con este decreto promulgatorio somos libres otra vez, al fin.
- Como dijo el pastor Martin Luther King: ¡libres al fin! ¡libres al fin!
-Nuestro padre de la patria O’higgins hubiese hecho lo mismo que Allende.
-Sí, nuestro padre de la patria no se habría sometido a los extranjeros poderosos.
-La agenda social se fortalecerá.
-Decenios de sometimiento a las potencias extranjeras terminaron.
-Que el cien por ciento de nuestra minería y grandes riquezas sean de todos los chilenos por los siglos de los siglos, sin triquiñuelas o trucos jurídicos de los imperialistas o sus siervos. No vendamos parte de la patria nunca más. Que Chile sea de Chile, siempre.
-Alcanzar el cielo es posible. La dictadura del proletariado es posible. La victoria final es posible. Este fue el primer gran paso.
-El marxismo es el método de interpretación de la realidad. Interpretemos bien los que sucede, el contexto, sin desbarrancarnos.
-Yo lo sé. Esto significa que le decimos adiós al feudalismo.
-Que la gran minería y las riquezas estratégicas sean chilenas por siempre, en su totalidad, sin traidores astutos y demagogos de por medio que podrían privatizarla fraccionadamente, por medio de subterfugios jurídicos y contratos sagaces. Que así sea, y que con el tiempo esta bendición no se diluya.

Diciembre 2019

En Chile nadie cree en nada. El nihilismo predomina. El mundo religioso, político, sindical y dirigencial está totalmente desacreditado. La poesía fidedigna es lo único que se mantiene puro. Antes de navidad se reúnen en el restaurante Don Jano un trío formado por Lenin, su yerno y Emilio, una vez más.
-En Chile se ha perdido toda credibilidad y fe, el escepticismo y el desaliento reinan –sentencia Santiago Andrés, que advierte un nudo ciego.
-Los estómagos vacíos son incrédulos y los condenados a una pobreza perpetua también. El estancamiento liquida a cualquiera. Los postergados no escalan, dándose vueltas en un pernicioso círculo. La política migratoria es un asco. El país es un ejemplo de crecimiento y a la barriada no se lo han comunicado –acota un ofuscado Emilio.
-En mi juventud la palabra del cardenal Silva se respetaba. Cada sector político tenía personalidades que eran apreciadas hasta por sus adversarios. Ya nada queda de eso. Hoy un político habla y la gente se orina en su cara. Algunos ciudadanos no ven ninguna diferencia entre un diputado y un bandido violento –opina Lenin.
-Los partidos políticos son agencias de empleos y el centro neurálgico del tráfico de influencias, particularmente cuando se trata de licitaciones brujas voluminosas, de contratos millonarios, de contubernios prodigiosos –señala Emilio, que ha visto a políticos menesterosos prosperar robustamente de la noche a la mañana.
-Estamos en un túnel sin salida, aunque Espartaco nazca mil veces. Y la Santa Sede continúa con sus oscuras finanzas, ocultaciones e inmoral testimonio. El encubrimiento duro es su gran distintivo –expresa un decepcionado Lenin.
-El Romano Pontífice debería ordenarle a la Santa Sede, a las órdenes religiosas y las entidades católicas, que transmitan por Internet todas sus cuentas contables. Deberíamos poder ver en una página electrónica cada cartola bancaria, balance, contrato, pagos e ingresos del mundo católico, pero no, la Santa Sede ha optado por el secretismo y el descrédito, a través de los siglos. El secretismo es su impronta. Creo que el encubrimiento inmoral y escandaloso de la pedofilia por parte de cardenales y obispos fue la lápida. Ahí mostraron su carácter, su genuina y milenaria fibra moral. Lo demás es no querer ver ni asumir, simplemente –señala un penetrante Santiago Andrés, que ve en los curas una tropa de degenerados avisados.
-Los evangélicos no andan lejos. También hay evangelistas y pastores que no le rinden cuenta a nadie de sus jugosos ingresos pecuniarios. Hay otros que sólo se dedican a pedir dinero, antes que se venga eso del fin del mundo –expresa Emilio.
-Los partidos políticos y el parlamento hace años se vendieron al faraón, hace siglos en algunos casos. El congreso es la mujerzuela ardiente que se sienta en los muslos del rey, mascando chicle y esperando la moneda generosa – reafirma un fastidiado Lenin, que ve en el diputado una prostituta de esquina.
-A través de disímiles embelecos y malabares legales todo se privatiza y ni cuenta nos damos. La salud se privatiza, la educación se privatiza, la previsión se privatiza, la minería se privatiza –expresa Santiago con una cerveza triste en la mano.
-Privatizar, privatizar, que el mundo se va a acabar, es el Decálogo del actual modelo político –acota un frustrado Emilio, que se siente impotente.
-El desencanto de los peatones es para llorar. No hay acuerdos o candidaturas que generen esperanzas. Sólo se elige entre lo que hay, entre lo que te imponen. Todos los candidatos terminan respetando o subordinándose a los amos del país. Esta democracia es el asistente sumiso del zar, de los negreros –plantea con seguridad y despecho Lenin, que olfatea las secuelas del descontento generalizado.
-Los banqueros creen que Chile es su edén en Sudamérica y no paran de reír. La banca es la dueña de nuestras almas, de la patria y de nuestro diario vivir –ironiza el siempre perspicaz Santiago, que posee un buen ojo.
-Los ciudadanos escuchan los discursos con los oídos tapados. Todos prometen lo mismo, todos mienten por igual –ironiza también Emilio, que sufre con las campañas políticas, que se han convertido en carnavales.
-Si los indignados no canalizan sus inquietudes a través de la ineludible acción política y con vehemencia, pasarán a la historia como una anécdota más –lo señala el joven abogado e historiador aficionado.
-Nuestros desesperanzados jóvenes vagan por las calles consumiendo drogas, bebiendo pisco desproporcionadamente y lanzándole piedras a los carabineros –expresa Lenin, que encontró una ventanilla o supuesta salida política.
-Los señores feudales no ceden un ápice –plantea con rabia Santiago.
-Hay que buscar la forma de instalar en la agenda pública un nuevo contrato social, que excluya a los derechistas cabezas de piedra –indica un furibundo Emilio, que de vez en cuando su sobrecarga ideológica lo monitorea.
-No, si queremos firmar un pacto que promueva la nacionalización de la gran minería y de las riquezas estratégicas tenemos que invitarlos a todos. El faraón quiere vernos divididos. Yo propondría un pacto por la nacionalización que incluya a allendistas y pinochetistas y todo lo que hay entremedio, sin temor –plantea Lenin sorprendentemente y algo ruborizado.
-Esa parece una solución ridícula –señala Emilio, que el igual que Santiago, se quedó con la boca abierta con semejante proposición. Y Lenin no bromeaba.
-Tal vez sea lo que necesitemos. Algo novedoso, ridículo y blasfemo nos sacaría de la podredumbre ideológica generalizada. Los acuerdos políticos convencionales y decentes de los políticos respetables, nos han traído a esta caótica situación. Es el minuto de romper los paradigmas y atreverse. Si todo sale mal nada perderemos, nada. Le he dado muchísimas vueltas a este planteamiento y créeme, no soy el único que piensa igual. Creo que se lo propondré a los Partidos, a la sombra de un vino tinto navegado. Conozco a algunos líderes. Empezaré mis gestiones, que seguramente me costarán mucho dinero, tiempo y paciencia –responde el millonario Lenin con firmeza, que está repleto de influencias y peso, y vislumbra un horizonte fértil, con una fe inaudita y novedosa.
-Suegro, si bien la idea parece más que interesante, pienso que los comunistas le van a cerrar la puerta en sus narices en el acto –lo dice algo preocupado Santiago.
-Obviamente me van a dar un portazo al principio, es parte del proceso de este pacto imposible. Intentaré persuadirlos. Ahora sé que soy un quijote –concluye el socialista que campea dentro de Lenin y que ya ha reunido miles de antecedentes de la estatización de Allende que incluyen periódicos, fotografías, cintas, grabaciones, argumentos políticos, que es lo que necesita como el primer ladrillo de su audaz pacto, versión siglo veintiuno. Su extravagancia se viene. Contrató a un sociólogo, que está dedicado a tiempo completo a la herética propuesta.

Septiembre 2020

La conferencia episcopal, la confraternidad de pastores evangélicos y las otras confesiones religiosas de la patria se han adherido a la conclusión de los luchadores sociales de que los trabajadores sean los propietarios del 70% de la propiedad de las Administradoras de Fondos de Pensiones y de las Isapres como un primer paso en la equidad nacional y en el combate a la horrorosa y perversa distribución del ingreso. Una clase trabajadora capitalizada está en condiciones de comprar acciones de la bolsa y participar de la propiedad de bancos, industrias, comercio, servicios y otros, como se dijo antes, con la colaboración de Hacienda. Las acciones bursátiles de la banca los trabajadores la van a pagar con las utilidades futuras de las mismas instituciones bancarias. La otra posibilidad es que sea una administradora estatal la que gestione los fondos de pensiones de los compatriotas. Chile se ha convertido en país de proletarios, no de propietarios. A la mitad de los trabajadores les espera una pensión de hambre, una salud pública que desespera y una educación que forma más proletarios medianamente letrados y que no dinamita el redondel de la pobreza. Los señores feudales residen en el edén. El rebaño se empobrece y el mundo religioso y sindical anhela una salida civilizada a la inmoral repartición de la riqueza. Algunos plantean que el único problema de fondo de siempre es la distribución de la riqueza. Y como siempre, la estatización de la gran minería es el primer y gran anhelo, solicitado a Dios Padre de rodillas. Los diagnósticos sin solución son los mismos de siempre, con palabras y expresiones que se repiten y cansan. Siempre nos quedamos en el lloriqueo legítimo, histórico e infértil, en la eterna marcha callejera estéril, y no habría un pasadizo por donde escaparse, al parecer. Una salida política herética es la gran y singular solución final, sin estallidos, sin incendios, sin destruir el país.

Diciembre 2020

Don Agustino, el ex líder de los empresarios por mucho años y que por cariño sus colegas y emprendedores le llamaban el Don, está muy anciano y enfermo, y mirando televisión conversa con el abogado Ernesto, su asesor personal más antiguo y leal.
-¿Qué es lo que realmente sucede Ernesto, explícame? –pregunta el Don.
- Don Agustino, son los jóvenes que reclaman y marchan por una educación pública de calidad, y los trabajadores que piden mejores pensiones y un sistema de salud que no excluya a las barriadas y villas de la zona occidente de la capital. El petitorio es extenso, reiterado y aburrido – contesta el incondicional Ernesto.
-¿Y esos jóvenes que rompen vitrinas, semáforos y automóviles?
-Don Agustino, son los anarquistas, judas y violentistas de siempre. El movimiento social crece y nadie quiere concretar las reformas estructurales que la ciudadanía solicita hace tantos años, como dicen ellos con tanto desparpajo. El país se desordena por todos lados y el Presidente de la República y las instituciones republicanas son sobrepasadas, otra vez. Algunos periódicos sediciosos señalan que esto es un movimiento social con las características de una revolución silenciosa, con una masa desesperada, frustrada y furiosa. Las paralizaciones estudiantiles y laborales son como un tren, una primero e inmediatamente después viene la otra. Por momentos el país es ingobernable. Las ciudades también se levantan, gritándolo todo. A los carabineros los insultan y los apedrean como si nada. La Justicia no castiga a los que con palos y otros elementos contundentes devastan nuestro querido Chile. Los saqueadores ni siquiera son procesados. El despelote es total –dice Ernesto, con la película y la ira muy claras.
-No te preocupes, nuestros generales sabrán cumplir con su deber. Todos estos antipatriotas y sublevados tarde o temprano recibirán su merecido. Si la actividad política regular no es capaz, nuestras Fuerzas Armadas impondrán el orden, el respeto a Dios, a la bandera y a la ley. Con revoltosos y perturbadores como estos es imposible emprender, invertir, crecer, producir y enriquecerse limpiamente. Y al final los únicos perjudicados son los desempleados y los humildes, como siempre. Por mientras existan uniformados patriotas, nuestras distinguidas damas dormirán y transitarán en paz por la calles. Añoro esa paz social que instauramos en aquellos inolvidables años, con los militares. Me gustaría saber como vamos a canalizar toda la energía y furia de los indignados con el actual modelo político, a favor nuestro. Necesitamos un cientista político talentoso y sagaz, y abogados constitucionalistas eruditos y zorros, y todo lo demás –sella el Don, que conoce el rubro.
-No se preocupe don Agustino. Ya encontraremos una forma inteligente de lograrlo, de llevar toda esta agua a nuestro molino y volver a hacer así de Chile un país normal –concluye el devoto asesor, que anhela mantener su orden.
El faraón, el Don era una de las estrellas de este equipo dueño de Chile, siempre observó desde su balcón el despliegue de odio e insultos entre pinochetistas y allendistas, que le convenía mucho. Él dividía y vencía. Nada ni nadie interrumpirá la siesta en su hamaca. El faraón posee fuerzas fieles e incondicionales entre los civiles, los uniformados, en el más allá, las potencias extranjeras, la banca y mil más, y siempre tiene cien cartas marcadas bajo la manga, por si alguna mosca impertinente se le quiere acercar. Todo senador de prestigio es un súbdito leal del monarca. El odio entre chilenos es su mejor negocio. Un país fragmentado entre buenos y malos es su edén personal. Los buenos son aquellos que lo defienden, y que por eso aman a la patria y a Dios, y Dios y la patria les aman. La mayor tabla de salvación del patrón de Chile es mantener a los ciudadanos divididos entre allendistas y pinochetistas, entre izquierdistas y derechistas, a través del rencor inmortal. Esa es la barrera o truco que hay que desenmascarar.

Marzo 2021

La concentración de la riqueza en pocas manos continúa tal cual desde que se firmó la independencia en el año 1818 y las carencias en la agenda social son interminables. Después de odiarse por casi medio siglo ocurre lo imposible, casi un milagro, una chifladura de aquellas, una blasfemia. Por muy diferentes motivos y aburridos de las exclusiones, allendistas, radicales, socialcristianos y derechistas hacen una tregua y firman unpacto de noche, que traería las más insospechadas consecuencias comunicacionales a nivel nacional. Pulverizan todos los ladrillos del muro de Berlín y la guerra fría, o lo que quede de ella. Sí, hablo de un pacto entre lo que se ha denominado siempre como la extrema izquierda y la extrema derecha y todo lo que hay entremedio, pensando en el interés nacional. Los sectores, debidamente representando a sus fracciones deciden apoyar la idea de nacionalizar toda la gran minería y una fracción de las macroempresas, como la banca, hasta las últimas consecuencias, desmarcándose de los poderosos, de aquellos que dividen para vencer y de los políticos clásicos o arrastrados. Conversan en un lugar neutral los presidentes de las dirigencias, con respeto. Después de invertir unos millones de dólares y años, Lenin, siempre detrás de las bambalinas, logra sentarlos en una mesa, y escucha atento, lo que otros ven como una blasfemia insostenible, un pedo de Satán.
-Buenas noches Iturra –expresa Miguel Poblete, presidente del Partido Socialista y luchador social infatigable.
-Buenas noches don Miguel –es el saludo de Bernardo Iturra, líder de los derechistas de la nación.
-Le hablaré sin rodeos ni mentiras. No me contacté por carta con ustedes por simpatía, más bien por necesidad, porque estamos atrapados. Mi primer y más profundo anhelo, de muchos más, es que se nacionalice el cobre en un cien por ciento y la gran minería, y que el pueblo participe de la propiedad de las grandes empresas. El pueblo chileno tiene carencias en educación, salud y muchas más. La lista de penurias es interminable. Puede parecer una excentricidad, y en cierta manera lo es, pero para nosotros recibir el apoyo formal de la derecha para intentar nacionalizar la gran minería, sería un avance estratégico en esta lucha en particular, una jugada táctica. La riqueza continúa en pocas manos y estoy enfurecido por esto. Si los polos opuestos se unen, creo que podríamos cambiar Chile. Tal vez la patria quiere tomar el hilo por los extremos –expresa Miguel.
-También le hablaré sin rodeos don Miguel. Los amos de este país, que utilizaron a los militares para sus intereses, siguen enriqueciéndose y algunos uniformados han muerto por no tener una cobertura médica adecuada, particularmente en provincias. El presupuesto previsional militar de la Defensa está prácticamente quebrado. También hay otros requerimientos que ahora no le mencionaré. Me parece brillante vuestra idea de nacionalizar la gran minería en un cien por ciento, sin titubeos ni cobardías. Cuando el señor Allende nacionalizó el cobre tuvo el apoyo de todo el congreso. Podemos hacer algo parecido otra vez. Esto beneficiaría mucho a los dos sectores que representamos y a toda la patria, obviamente. Tengo entendido que los polos opuestos se atraen –bromea un poco-. Quiero dejar en claro que en el pasado usted fue mi enemigo y que el señor Fidel Castro atropelló todos los derechos humanos y que nunca me agradará –señala Iturra.
-Pinochet atropelló todos los derechos humanos y también fue mi acérrimo enemigo, y es precisamente por eso es que lo necesito. Un componente de esta tregua y trato no es revisar la historia o tratar de persuadir al otro de que transitó por un camino profundamente equivocado. El objetivo es uno y simple, sin analizar las ideologías y asesinando el pasado: nacionalizar la gran minería en un cien por ciento, entre otros, como se lo detallara en mis correos electrónicos y sus anexos. Obviamente una buena salud y educación incluye a los militares y sus hijos, también algunos beneficios sociales y globales –afirmó caballerosamente Miguel, que presentía que podía pasar a la historia grande con esta propuesta generosa, irreverente, dislocada y sui generis.
-La causa de la nacionalización de los recursos mineros es una ofrenda de amor a la patria. También ver tanta pobreza que no fenece me cansó. El chorreo nunca dio frutos potentes en las barriadas, nunca. Firmaré sin vacilaciones este pacto y supongo que muchos más se sumarán, dada sus características. Considéreme un adherente fidedigno más –agrega Iturra, sin duplicidades.
-En nuestros primeros sondeos ya averiguamos –Lenin hizo la gestión y pagó varias encuestas, sondeos y consultas- que se van a ensamblar a esta noble causa las diferentes confesiones religiosas, profesores universitarios, gremios, campesinos, sindicatos, juntas vecinales, clubes deportivos, artistas y miles de fuerzas vivas. Pienso sinceramente que este excepcional pacto va a causar una conmoción mundial, y le dará un giro a la historia y comunicacionalmente es un golpe inmejorable. Acudí a usted sólo por razones estratégicas, realmente lo necesito. Seguir teniéndolo como enemigo ya no sirve, es un pésimo negocio, que sólo favorece a los potentados que quieren mantenernos divididos. Odiándolo por decenios, tal vez por siglos, no ha sido útil. Esta es una propuesta política racional en la cual debemos congelar nuestras almas primeramente y el pasado, y pensar en el futuro –dice Miguel.
-Ambos nos necesitamos. Yo también lo recibí por razones estratégicas. De todas mis pesadillas, nunca en mi vida creí que fuera posible pactar con allendistas, a este nivel. Le dimos dos mil quinientas vueltas a su audaz proposición primera. Pensábamos que era una herejía, una burla. Disculpe mi sinceridad –señala Iturra.
-Estamos aquí para firmar un acuerdo con franqueza, a pesar de nuestras brutales diferencias. Tal vez una herejía nos saque del pantano social y moral en el que estamos metidos. Usted ha dicho sabiamente que nos necesitamos. De lo contrario no me habría acercado a usted ni para saludarlo. Disculpe mi honestidad. Entonces este va a ser el Pacto Imposible, por la patria –señala Miguel Poblete.
-Me suscribiré al Pacto Imposible, por la patria pobre –remata Iturra.
Al principio hubo incredulidad y risas, pero el Pacto Imposible elaborado fue detallado, simple, directo, sabio e inteligente, sin profundidades ideológicas ni dogmas, sin herir a los otros y respetando o tolerando el pensamiento del otro, de los cristianos, de los conservadores y el de todos los demás. El Pacto causó revuelo nacional e internacional de inmediato. Fue la locura misma. Lenin, cada día más pragmático brindó de inmediato con su esposa. Sara Esther y Rebeca le dieron algo así como una bendición apostólica al Pacto Imposible. Lenin financió la movilización, los insumos, las comidas, los arriendos, las asesorías, las parrilladas, la publicidad, las encuestas, las bailarinas y todo, detrás de la puerta. Se sumaron las iglesias, asociaciones, indignados, pymes, ecologistas, motociclistas, mapuches, sindicatos, borrachos, rockeros, círculos, clubes, partidos políticos, movimientos sociales y estudiantiles y diez mil más. Hasta las libidinosas bailarinas de La Tetera, en una fotografía casi sin ropa en la cual alabaron el Pacto con letreros y plumas, se suscribieron, y también las monjas. Nadie faltó a la cita, nadie quiso faltar. Se empezaron a firmar pactos imposibles de disímiles e irónicas características en todos lados del globo terráqueo. Entre cien diferencias duras aparecía un punto en común por el cual luchar reciamente, por la patria, por los postergados. El planeta ya no es el mismo. Algunos embelecos y fábulas de los amos del mundo ya no funcionan. Seguramente inventarán otras. Al menos por esta vez el lema divide y vencerás no les fue favorable. El mundo ya no es igual. En la casa de Lenin se juntaron todos a revisar el singular e insólito episodio, que resulto más fértil de lo que se pensaba.
-Lenin, este pacto es una bofetada a la historia, a la dignidad de la izquierda y sus mártires. Es un nuevo orden. No te entiendo –señala Emilio, algo embrollado.
-Ya que los políticos clásicos nada solucionan, tal vez sea hora de acribillar la historia y dejar la infecunda dignidad de lado y someterse a un pacto, que a primera vista parece una calumnia, pero que podría darle un giro a nuestra oscura historia, repleta de tragos amargos y exclusiones. Por ahora nadie apunta con el dedo a nadie. Una vez Hitler y Stalin firmaron un pacto hipócrita, nosotros firmaremos el nuestro, sincero. La apuesta chiflada está hecha –responde Lenin.
-Suegro, este Pacto Imposible nació de la desesperación, es un retoño de la ineptitud incesante de la clase política que se vendió hace decenios a los banqueros y poderosos. Le felicito –opina Santiago Andrés, que se alineó también.
-Cada vez que se firma una ley de presupuesto en nuestro Chile, la banca abre una botella de fino champagne y el simbólico banco del Estado se deprime –ironiza con sabiduría Lenin, que sabe que BancoEstado es un excluido más.
-A través del crédito tienen endeudados, secuestrados y humillados a moros y cristianos. La impía banca es la única intocable. Rockefeller, Rothschild, Morgan y sus amigos, ya son los dueños del planeta. El que rasguña al banquero sufre un ataque cardiaco repentino -expresa lúcidamente Emilio, con sarcasmo.
-El odio entre allendistas y pinochetistas era un negocio redondo de la banca y del faraón. Lenin no cayó en esta trampa esta vez –expresa la intuitiva Rebeca.
-Si este extraño pacto es la solución a la miseria y a las pensiones paupérrimas, que Dios lo bendiga. Y si la banca es el amo de este mundo, entonces la banca es el anticristo –lo expresa Sara Esther con el Apocalipsis de la Biblia en la mente.
-Sí, sólo una bendita herejía como esta nos destrabará –acota Santiago Andrés.
Cada chileno tenía una razón distinta para nacionalizar la totalidad de la gran minería y otras riquezas, pero todos querían incorporar al patrimonio fiscal todos los yacimientos y crear una administradora de pensiones estatal, como las primeras transformaciones estructurales. Los megabanqueros tienen al planeta en la palma de su mano, y si se firma un pacto imposible tras otro, eso podría cambiar el mundo. Que el regreso del Señor nos sorprenda libres, decía Rebeca. No estamos obligados a ser esclavos siempre. Reconozco, eso sí, que firmar un acuerdo con aquel que siempre odiaste es complicado e irónico. Mas la Historia es irónica, mordaz.

Enero 2020

Lenin le dio miles de vueltas a los conceptos, trabas y consecuencias de proponer un convenio de esta índole. Su prestigio y cordura estaban en juego. En esta carrera apostaba todo a ganador. Todo o nada. Los militares han intervenido en la historia política de la Chile más de veinte veces y generalmente protegiendo los intereses de los poderosos o hacendados como quien defiende a Dios, sobre todo si la esclavitud a través de las centurias siempre ha sido alabada y lavada con agua bendita y profundos rezos, por católicos, protestantes y las religiones del globo. La elaboración de la moneda, el crédito, la gran riqueza y el comercio, están gerenciadas por unos pocos aristócratas privilegiados. Espartaco, el Che y sus secuaces son terroristas, criminales, a los que hay que reprimir con el terrorismo de Estado, por el bien y el decoro de la patria. Si bien el muro de Berlín cayó, algunos cerebros no se han enterado o no lo comprenden. Los que antes eran acérrimos enemigos, en todos los campos, ahora podrían dialogar y sembrar la semilla de un Chile nuevo, concentrándose solamente en los que los une, por diferentes motivos, congelando el alma. Este perro mundo entonces no es el mismo. Es factible aunar los dos extremos de una cuerda para así capturar todos los peces, que es el anhelo final. Sólo medidas audaces nos liberarán del lodo en que los ciudadanos viven y respiran, subordinados a una constitución política que no los representa. El quehacer parlamentario clásico de estos decenios de democracia supuestamente representativa no han generado reformas estructurales o cambios de fondo. La clase política está corrupta, totalmente vendida al monarca, y dedicada a darles migas a los peatones por mientras le presentan de rodillas sus respetos a los banqueros y a los grandes grupos económicos, propietarios legales de la república, y a la misma vez transpiran jurando que darían hasta su vida por los excluidos. El parlamento es una prostituta borracha, egoísta y ambiciosa. El congreso es un cáncer. Para nacionalizar la gran minería es determinante la participación de todos, con gestos innovadores e intrépidos, incluyentes. Kennedy intentó lesionar la industria del armamentismo y al FED y lo asesinaron. Allende quiso cambiar la sociedad de punta a cabo y tomó la honorable decisión de suicidarse, en su hora final. Es que deben participar todos en esta insigne tarea. El allendista que residía con camas, petacas y bandera dentro del corazón de Lenin nunca lo dejó en paz, siempre salía a pasear, gritaba, le aullaba. Si bien es verdad que el congreso marxista de Chillán estaba caduco y muerto, el espíritu de justicia social que lo atormentaba no, más allá de su vida empresarial y familiar conservadoras. Y aquí estamos igual de pobres y menesterosos como siempre, decía él. Porque la administración de los fondos previsionales está en manos privadas es que la mitad de los trabajadores chilenos va a marchar a la tumba bordeando la indigencia, con pensiones que inspiran fuertemente al más dramático autor de tangos y tragedias. A ellos les interesa el negocio, la rentabilidad, no el destino financiero final de los obreros y postergados. El Estado es quien debe cubrir o suplir todo lo que falte, porque los empresarios de las administradoras de fondos tienen su mente en las utilidades de fin de año, desmarcándose de toda responsabilidad moral y social con los trabajadores. La salud se privatiza, la educación también, y todo. La arquitectura política que construyó esta actual sociedad los asfixia a casi todos. Somos ovejas que caminan al matadero gritando o votando por los candidatos clásicos que no le mueven un átomo al impávido modelo. Cansado de reunir antecedentes, argumentos y luchar intentando contactarse con todos los políticos, con escuetos resultados, unos sociólogos le entregan los sorprendentes resultados de una encuesta que él financió. Resulta que el más del 75% de los chilenos aprueba el Pacto Imposible, con disímiles matices. Sí, la mayoría de los ciudadanos desea de corazón que se nacionalice la gran minería y las riquezas estratégicas para fortalecer potentemente la agenda social, sin importarles como, sin importarles quien pacte con quien, como un primer paso a las transformaciones de las estructuras de la república. Los jóvenes y contribuyentes se hastiaron de sus carencias y sufrimientos. Esta indagación reavivó la fe y los ánimos de un dichoso Lenin.
-Amigos, hemos conversado decenas de veces, lo hemos discutido todo sin avanzar un metro, pero ahora el escenario cambió. Más del 75% de los ciudadanos comunes aprueba el Pacto Imposible que les he propuesto todos este tiempo- señala un optimista Lenin, con periódicos de importante circulación en su mano.
-Somos amigos y me gusta charlar contigo. Reconozco que ese 75% me mete presión y yo quiero estar al lado de la voluntad de las grandes mayorías. Como presidente de los socialistas no puedo desentenderme de esta inquietud. Sí, ahora tu pacto ya no me parece ridículo, es más, lo voy a proponer a la mesa directiva. Vamos a votarlo, con todos los correos, anexos y antecedentes que has remitido tantas veces. Esta encuesta ha generado impacto en Chile y en el extranjero y debo adelantarme a la jugada. Es que no puedo quedarme atrás. Si por la nacionalización de una minería, sin trucos, tengo que besarle el hediondo trasero al demonio, así lo haré. Que quede claro que no cederé en ninguno de mis profundos principios –señala sorprendentemente, por primera vez.
-Miguel, ¿cómo te voy a solicitar a estas alturas, que transes con tu ética y principios? Este es un acuerdo frío y racional, por el bien de los pobres de Chile, eso es todo. Varios bandos diametralmente opuestos, suscriben un anhelo común que revolucionará la patria, el planeta y el escueto presupuesto social nuestro. Tú sabes que este pacto irrita a los podridos políticos clásicos y a los poderosos. Te he explicado que el odio y esa comprensible bronca que le tienes a la derecha y a los negreros es el mejor negocio de los amos de la patria. Los banqueros y grupos económicos nos quieren ver divididos. Puedes pasar a la historia con honestidad, sin firmar ningún papel o propuesta que te ofenda.
-Lenin, acepto, por el bien de Chile. Si logramos nacionalizar la gran minería otra vez, Allende te va a condecorar personalmente, en el más allá –Miguel ríe.
-No quiero ser melancólico, pero todo esto lo he ideado pensando en el presidente mártir. Y cuando me vea en el más allá, aceptaré gustoso la condecoración. Cuando fui joven le fallé a Allende. No le fallaré otra vez –lo expresa Lenin con tristeza.
-Todos le fallamos al Chicho, unos más otros menos. Supongo que con una herejía como la que propones avanzaremos algunos metros –opina Miguel.
-Con este mecanismo extraño llamado Pacto Imposible nos redimiremos los allendistas y los demás y cambiaremos toda la historia, y me titularé al fin, así, de profesor de Historia –concluye un halagüeño Lenin.
Era tal la insostenible presión social, que la derecha se subordinó al Pacto Imposible.

Febrero 2020

Lenin utilizando como artillería su luminosa encuesta al fin persuadió a unos allendistas que al principio se sintieron ofendidos con un pacto tan estúpido e irreverente. El camino hacia la cimentación de su utopía se allanaba. La encuesta también presionó a unos derechistas ortodoxos que prefieren arder en el infierno que negociar también con comunistas o anarquistas. Pero el tablado cambio y ya los chilenos no son los mismos. La siquis nacional es otra. El Pacto mejoraría su imagen y ayudaría a vigorizar el presupuesto previsional militar y la salud y beneficios de la familia de los uniformados. Después de analizarlo una y otra vez vieron en este acuerdo que proponía el dueño de La Ventajosa sólo trae beneficios. Era una gran oportunidad, en todos los sentidos. Se reúne con su amigo Bernardo Iturra en donde Don Jano, una vez más, casi sin piedras en el camino.
-Señor Iturra, ¿cómo está usted? – pregunta un Lenin feliz.
-Yo estoy muy bien ,¿cómo está su encantadora esposa y familia?- consulta, quien conoce a la bella Sara.
-Sarita está orando por mí a Jesús y por todo lo que me he ilusionado con un Chile próspero –señala Lenin con regocijo.
-Es evidente que usted está feliz con la encuesta que lo pone en una posición muy cómoda, dada sus aspiraciones, por el buen destino de Chile. En las entrevistas usted transmite convicción. En esta nueva realidad, ya no tengo razones atendibles para enfadarme con usted y su ofrecimiento, es más, el clamor de los ciudadanos es que firmemos con los que fueron nuestros enemigos duros un acuerdo como el que usted nos ha brindado destrabando así el aburrido y estéril quehacer político de estos años. Personalmente, lo tomaré como una tregua. Realice todos los preparativos. Firmaremos ese pacto pensando en Chile. El milagro de suscribir el Pacto Imposible estaba a la vuelta de la esquina. Ya todas las fuerzas vivas y entidades de la república lo aprobaban. La nacionalización de la minería es un hecho. Los pocos que se oponían eran parias.

Febrero 2029

Con el Pacto Imposible sólo se podía ganar, es un regalo del mismísimo santo cielo. Años después Lenin y su esposa se quedaron solos en la casa como siempre, porque producto del nido vacío sus hijos y nietos partían a sus nuevos hogares, concluido cada fin de semana. Lenin se confiesa con su adorada esposa. Divisa su final, con paz en su alma.
-Sarita, la incoherencia siempre caminó conmigo. Quise, mas nunca fui muy consecuente ni un hombre de proceder limpio. Por enriquecerme a veces actuaba sin escrúpulos. Es que tenía pánico de volver a ser pobre, el atorrante de siempre. Era ateo y ahora creo en Cristo. Era un socialista ortodoxo y ahora soy empresario, y algo mojigato. Debe ser la vejez. Era un joven idealista y ahora soy pragmático, casi sin alma. No tengo una ideología clara. Estoy en el limbo. Antes la gente votaba por los partidos políticos, después por la calidad del candidato, ahora votan por propuestas concretas. Espero que el Pacto Imposible me redima. Es en beneficio del prójimo, como lo enseña y le gusta a Jesús. Cuando era joven prometí ser un revolucionario hasta las últimas consecuencias y arrugué antes, durante y después del golpe de Estado de la Junta Militar. En vez de volver a mis ideales, me fui a Suecia a convertirme en un flemático empresario a como dé lugar, sin consideraciones morales, muchas veces. Como empleador, otras tantas veces esquivé la ley y la ética. Poseía dinero en mis bolsillos y una extraordinaria esposa, sin merecerlo, y así y todo un bicho dentro de mí me atormentaba y a la vez me invitaba a crear este loco y fructífero pacto, que a ratos parece algo enredoso. Como tú dices, esta no fue una idea mía, me la regalaron del cielo. Sí, yo soy sólo un servidor y nada más, una hormiga –dice un salomónico y avejentado Lenin.
-Amor mío, has luchado toda la vida y nunca te has rendido. Combatiste en contra de toda mediocridad. Siempre fuiste un buen padre, esposo y empresario. Eres un ganador, desde que jugabas fútbol cuando eras niño, en “Los Matorrales”. El destino de tu existencia era ser el ideólogo y financista del Pacto Imposible. El Señor te eligió para esto, así de simple, y te dio el dinero necesario, la inteligencia y los medios para materializar este bendito pacto. Antes de la gran bendición o firma de este acuerdo santo, pasaste muchas pruebas, te equivocaste, sufriste, pecaste, lloraste. Yo soy tu esposa por la voluntad de Dios –mariposea-. Es que nada de lo que sucede es por casualidad, todo tiene un propósito. Sí, casi sin darte cuenta te transformaste en una laboriosa hormiga de Dios, batallando duramente y rompiendo mil muros y frustraciones. A Dios le gusta hacer locuras, tranquilo. Ahora la gran minería es de todos los chilenos por la expresa voluntad del Dios Todopoderoso, y tú, mi querido Lenin fuiste el instrumento del edén que erigió de principio a fin este mil veces bendito Pacto Imposible. Y no te olvides que es la sangre del Señor la que redime. Los pobres de Chile te lo agradecerán algún día y más de una calle llevará tu nombre, te lo prometo. Ya sabemos que la concentración de la riqueza en pocas manos es obra de Satanás y tú ya no necesitas una ideología, ahora que te bautizaste y que eres un redimido del Salvador.
-No quiero la gloria terrenal, sólo deseo morir en paz, en Su paz, con la sensación de que le fui útil al prójimo, a la patria, de que amé a los otros, a través del Pacto Imposible y sus bienaventuradas e insospechadas consecuencias, más las otras reformas en las cuales con honor participé también, detrás de bambalinas. Ahora sí creo que Su Excelencia, el Presidente de la República don Salvador Allende Gossens me miraría con una buena cara y seguramente cuando le cuente en el más allá lo que hice y luché, me va a sonreír. Él era muy educado, refinado. Ya no me siento tan avergonzado con él, desde que se firmó este fructífero acuerdo. A este Pacto le puse todo lo que había y quedaba en mí. Invertí millones, miles de horas, paciencia y todo lo que me quedaba de buena salud. Dí todo lo que tenía. No hay más. Sí, la historia es un caballo y el Gran Arquitecto es el jinete y su amo. Prontamente bajaré el telón, con la frente en alto. Que Jesús me reciba en su santa presencia, por su gracia. Y pensar que todo comenzó con una lectura profunda a la Epístola de Santiago –termina Lenin, que fue influenciado por el evangelio en su proyecto.
-No te preocupes amor mío, la gracia divina es infinita, y por su misericordia estaremos junto a Él, por los siglos de los siglos. Jamás te vas a separar de mí. Estaremos juntos por los siglos de los siglos. Déjame leerte reflexivamente ese capítulo 5 de la Epístola de Santiago que te transformó y que te inspiró en tu fructífero ministerio social y político. “¡Oigan esto, ustedes los ricos! ¡Lloren y griten por las desgracias que van a sufrir! Sus riquezas están podridas; sus ropas, comidas por la polilla. Su oro y su plata se han enmohecido, y ese moho será una prueba contra ustedes y los destruirá como fuego. Han amontonado riquezas en estos días, que son los últimos. El pago que no les dieron a los hombres que trabajaron en su cosecha, está clamando contra ustedes; y el Señor todopoderoso ha oído la reclamación de esos trabajadores. Aquí en la tierra se han dado ustedes una vida de lujo y placeres, engordando como ganado, ¡y ya llega el día de la matanza! Ustedes han condenado y matado a los inocentes sin que ellos opusieran resistencia”. Amén. Amor mío, el evangelio puro y sencillo te inspiró a ti y al país. El Espíritu fue abriendo los ojos de los porfiados y nos guió a todos –expresa la siempre devota Sara.

Septiembre 2030

En el año 2030 y con ochenta años de edad fallece Lenin Farfán en La Ventajosa, que ya la administraba don Chicho, su hijo. Se fue en el sueño, en paz consigo mismo. A sus funerales asistieron muchos humildes que le agradecieron su gestión en la nacionalización de la gran minería y en la benigna creación de una administradora de fondos de pensiones estatal, entre otros justos servicios a la amada patria. Sara Esther les dijo a los periodistas de su marido: “Se ha ido un gran patriota, un hijo del Señor”. Sara Esther junto con malcriar a sus nietos, con poco ánimo, visitaba todos los sábados y con sorprendente rigurosidad la tumba de su marido, en la que puso una fotografía del presidente Salvador Allende con la banda presidencial en su bolsillo izquierdo. Usando un poco del lápiz labial rojo y el perfume que a él gustaban tanto lo visitaba y conversaba con él, a veces con ropa interior roja u otra prenda del agrado de su amado. Por razones obvias, la tumba de Sara, que estaba apegada a la de él, la esperaba. Lenin Farfán partió al más allá con Jesús en el corazón, con una fotografía de Allende en el bolsillo y con la sensación de que cumplió su deber en este planeta o dimensión. Se fue sin ningún problema de conciencia, con todo al día. A los cuatro años después de fallecer su marido, la apenada Sara Esther muere en su hogar, cerca de Priscila y Josué Salvador, con una Biblia en la mano. No soportó estar sola y sólo quería partir a la presencia del Señor a la brevedad, para estar cerca de su amado Lenin y darle algún postre de durazno con una crema sin mucha azúcar, con cucharadas en la boca, como lo hacía habitualmente. Es que el deber de una buena esposa es estar al lado de su marido en todo momento y lugar, y sin excusas, decía ella, siempre tan conservadora y devota de la Santísima Trinidad. Al final de la ruta, el singular Pacto Imposible fue la voluntad del Señor, independiente del maligno nuevo orden mundial que se aproxima, con su agenda valórica podrida. Lenin y Sara fueron llamados por Dios para cumplir una misión sacra, y la patria lo agradece.






FIN





NOVELA: EL MUNDO QUE ME CAMBIÓ.

AUTOR: JAIME FARIÑA MORALES

Arica, Chile

Esta novela fue inscrita en la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile el 09 de noviembre 2011. eliconoclasta63@gmail.com





Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN.

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La antología de blogs LAS SOTANAS DE SATÁN es una querella eléctrica a las imágenes impías teológicas, políticas, filosóficas y culturales que habitan en la mente, en el alma y en la realidad, y que nos adhieren a la desdicha, al desencanto y a los equívocos férreos. JEFM. eliconoclasta63@gmail.com