El pasaje en taxi desde la Estación Central al Estadio Nacional valía $
4.000., mas Albano cobraba $ 7.000., casi siempre, cuando se trataba de
extranjeros o de chilenos de otras ciudades. Era el tambor mayor de la viveza
criolla chispeante. Con su automóvil alargaba la ruta y se daba más vueltas de
las necesarias haciendo trucos también con el taxímetro. Se jactaba delante de
sus colegas que también hacían lo mismo. Albano era reconocido como un embaucador
con encanto y daba consejos a los novatos. En otras profesiones y oficios esa
diminuta malicia e ingenio popular también generaban algunos ingresos extras. Todos
hemos sido cómplices o coautores alguna vez en la vida. Eso sí, Albano se
irritaba, hasta ponérsele la cara colorada, con los políticos tramposos y los
denunciaba a viva voz en las marchas y en las tertulias con un puño amenazante.
Ese pequeño hurto de cada día no está autorizado en la constitución política de
puro cinismo. Albano y sus amigos han asistido a varias capacitaciones de la
dirección de turismo. Tratar con respeto y deferencia a los extranjeros mejora
la economía, nos beneficia a todos. Más de uno alegaba que llegaban pocos
turistas a la Estación Central. El experimentado Albano daba su testimonio en las
capacitaciones, con micrófono en mano y desplante, con la socarronería discreta
de quienes lo conocían bien. El engaño pícaro es un componente del alma
nacional. El folclore ensalza la picardía del roto chileno, que muchos
gerentes, empresarios, líderes y gobernantes imitan a gusto. Para evadir
millones en impuestos también se requiere de ese singular don que nos da la
viveza criolla, orgullo nacional.
Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN
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