martes, 11 de abril de 2017

EL TREN MÁGICO - MICROCUENTOS SON

Desde niño vi como los jóvenes del campo se subían con esperanzas al tren en la estación “Riachuelo” que los trasladaba a Santiago, a la gran capital en busca de nuevas oportunidades o tal vez como una forma de alejarse de la inmutable desventura agrícola. Algunos hablaban de un gran futuro. En ese campo el trabajo consistía en someterse al látigo de don Aurelio o nada, que junto a su familia eran los dueños de la tierra en aquellos años. Cuando crecí yo me subí con fe al tren mágico casi sin pensarlo con una pena de mi madre y un consejo rudo de mi padre de que “la vida es demasiado dura” sin importar en donde resida el cándido peón. En Santiago, después de batallar muchos años, terminé viviendo hacinado en un cité de la periferia con mi familia. Era un obrero de la construcción esquivando el hambre con malabares. El empresario Lorca nos pagaba mal porque la mano de obra barata sobraba. En todos lados era lo mismo. La pobreza fue mi compañera desde la cuna, en la pocilga cerca del río, hasta mi insignificante partida. En la existencia hay que tomar decisiones definitivas y yo opté por el tren mágico que casi siempre me generó la sensación de que huía de las carencias de mi niñez. Esa energía fue útil. Y no iba a regresar derrotado a “Riachuelo”. En el bar era difícil definir cual historia era más desconsoladora que la otra. Cada botella era una tragedia griega, la clase obrera y campesina lo eran. La desnutrición era un problema nacional, una vergüenza. La desdicha era el adn de casi todos mis compatriotas. Cual más cual menos éramos todos piojentos. Fanfarronear era irrisorio. Las excepciones habitaban en barrios lejanos y bien protegidos. Cada uno se subía o inventaba un tren mágico. Los había de diferentes colores y dimensiones. Era el fármaco natural y poético del postergado, junto al vino. La imaginación estaba repleta de estaciones de trenes que nos llevaban a sitios espaciosos y florecientes. Cuando dejé de creer en el ferrocarril por ser viejo vi a un joven subirse a uno y a una madre llorar. Guardé un respetuoso silencio. La esperanza renacía. El ciclo de la vida real es insufrible, los ciclos de nuestras fantasías son tolerables y nos despegan del suelo por periodos indeterminados.





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La antología de blogs LAS SOTANAS DE SATÁN es una querella eléctrica a las imágenes impías teológicas, políticas, filosóficas y culturales que habitan en la mente, en el alma y en la realidad, y que nos adhieren a la desdicha, al desencanto y a los equívocos férreos. JEFM. eliconoclasta63@gmail.com