Los pandilleros
refinados robaron a cara descubierta diez años con los sobreprecios y cuoteos
acordados, como lo hacía el también astuto Lucky Luciano con sus colegas. Nadie
entraba armado a la asociación y no volaba una pluma en las reuniones de los
gánsteres, no era necesario. Los nuevos pistoleros son los abogados. Nadie más
juega en esta colusión y el que codicie participar rectamente en el mercado
avícola sufrirá un accidente mortífero y se desvanecerá de la geografía. Fueron
sorprendidos con las manos en la masa, en los pollos. Es que al final sus
fechorías eran descaradas, a tajo abierto. Tal vez se relajaron, con tanta
fiscalización simbólica e hilarante. A los padrinos nunca les gusta competir,
se enfurecen con las empresas que se dedican a lo mismo. El cartel de los
pollos se enriqueció de sobremanera y van a pagar una multa que equivale a una
propina. Nadie irá a la cárcel porque la Cosa Nostra tiene el derecho de
ganarse el pan de cada día, con la vista gorda del público presente. En Chile
casi todos los carteles son conocidos y todos miran para el lado. Los
propietarios legales de la república no son demasiados. El diputado sabe
aparecer a tiempo ante las cámaras como el evangelista de la justicia,
disfrazado de superhéroe: es parte del sempiterno guion parlamentario, que
agotó hasta al cándido férreo. La derecha económica financia el cartel del
quehacer político. Si bien los poderosos de siempre son negreros, homicidas,
ladrones, mentirosos, apátridas, corruptos, explotadores, caraduras, beatos y
desalmados y más, los queremos porque son nuestros patroncitos. Los carteles en
mi país engordan bien y saludables y al padrino de alto vuelo que lo sorprenden
pajareando se ganará una página discreta efímera en los periódicos y las bromas
de sus pares. Concluida la rabia y la alharaca el agua vuelve al río.
Del blog índice LAS SOTANAS
DE SATÁN
No hay comentarios:
Publicar un comentario