Con el retorno de la democracia en Chile Branco y Evaristo se
encontraron en la reunión de la asociación de panaderos de Santiago, en la cual
ambos estaban inscritos, por lo prósperos que eran en el rubro. Era el año 1990
y después de discutir en la asociación sobre créditos blandos, deudas, costos,
flujos y demás, se toman un café en el café con piernas “Las divas”. La
conversación era obligatoria.
-Hola Camilo, ¿dónde tienes tu panadería?
-Tengo dos, en Lo Prado. Una es grande con diez trabajadores y la otra
es pequeña, con cuatro. ¿Y tú?
-Tengo una panadería inmensa en el paradero 14 de Vicuña Mackenna con
quince trabajadores. Me ha ido excelente- señala Branco con orgullo-. Empecé el
año 1977, trabajando duro, por eso estoy acá.
-Es que la gente compra pan todos los días ja.ja.ja.
-Eso es verdad.
-Yo empecé el año 1974, casi seis meses después del golpe del dictador
fascista.
-¿Te acuerdas cuando marchábamos por la Alameda cantando los himnos de
la revolución criolla?- pregunta un melancólico Branco.
-Jamás olvidaré esas gloriosas jornadas inspiradas por la gesta de
Fidel. Lo que si lamento es el haber pifiado en Concepción a nuestro presidente
Salvador Allende.
-Evaristo, ¿por qué pifiaste el líder del gobierno popular?
-El Movimiento de Izquierda Revolucionaria acusaba al presidente del
pueblo de ser demasiado lento, blandengue, poco revolucionario, y lo
reprobamos, con una silbatina. Hoy siento vergüenza por lo ocurrido –contesta
un alicaído Evaristo.
-No tengo calidad moral para criticarte. Después de escuchar a Fidel
en el estadio quería comprarme una metralleta e instalar la revolución ya, sin
demoras ni titubeos –indica un sonrojado Branco.
-Lo que más me deshonra es que al primer balazo del golpe de Estado me
escondí en la casa de mi primo y no asomé la cabeza por varios meses.
-Yo hice lo mismo. Me escondí en la casa de mi abuelo en Valparaíso.
-Éramos revolucionarios fogosos y no defendimos a Allende en ese
fatídico 11 de septiembre de 1973. Casi nadie se comportó a la altura de las
circunstancias. De una u otra forma, todos huían a máxima velocidad, utilizando
todos los medios posibles.
-Sí, he escuchado a muchos compañeros de la lucha decir que esa mañana
del once pensaban ir a La Moneda a escudar el Gobierno Popular, pero no fueron.
-He escuchado lo mismo. De los mil o más que iban a pelear ese día,
todos se devolvieron, por razones de seguridad personal.
-Y todos los que prometieron luchar, con los ojos desorbitados,
tampoco fueron.
-Sí, de una u otra forma todos traicionamos al presidente
constitucional. No fuimos consecuentes con la ideología, con el credo, con
nuestras fervorosas promesas, que
resultaron ser vacías.
¿Marcharíamos hoy por la custodia de los derechos de los trabajadores?
-No lo creo. Yo a los míos le pago el salario mínimo porque me propuse
ahorrar en todo lo que sea posible.
-Yo hago exactamente lo mismo. La rentabilidad es y será mi norte. Y
si mañana marcho por algo, me pondría bien lejos de las pancartas.
-Es lo más conveniente, aunque a veces pienso que ser empresario y ser
de izquierda no es del todo coherente.
-Me cuesta mucho reconocer que me levanto y me acuesto pensando y
actuando como un pequeño capitalista. Algo dentro de mí me dice muy tímidamente
que soy del pueblo.
-La verdad es que los socialismos reales sólo funcionaron por la
fuerza, con matanzas y torturas.
-¿Peleaste en contra de la dictadura de Augusto Pinochet?
-No tuve tiempo. Este trabajo de panadero es absorbente.
-Sí, es una labor de lunes a domingo, sacrificada.
-Es lamentable que los socialistas de hoy piensen tanto en el dinero,
en su propia holgura, olvidándose de los desposeídos. La izquierda ya no es la
misma, se doblegó.
-Un cierto individualismo nos ha contaminado a todos.
-El socialismo real fracasó, y el socialismo real de hoy posee un
cierto perfil capitalista, notoriamente, lamentablemente.
Fin
Del blog índice “LAS SOTANAS DE SATÁN”
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