La pedofilia
sempiterna, los saqueos mórbidos, sus millones de inmuebles y propiedades, el
homosexualismo desatado, las sanguinolentas cruzadas, las matanzas de herejes y
adversarios, la explotación de los pueblos originarios y de los desposeídos,
los concordatos y acuerdos indignos, las fornicaciones por toneladas, el lavado
de dinero y de activos, la Donación de Constantino, el secretismo milenario y
escandaloso, los archivos negros, las manipulaciones diabólicas y sagaces, las
cámaras de tortura de la Inquisición, el chantaje emocional, la fiebre del oro,
la pornocracia, la santificación de la servidumbre, la protección celestial a
nazis y fascistas, los monasterios del sexo desviado y criminal, los santos
inventados o creados con fórceps, los conventos sin preservativos y con miles
de abortos, las extorsiones de los jesuitas y equivalentes, las perforaciones
al erario fiscal ajeno, el espionaje, las inversiones nocturnas en Wall Street,
los violadores de todo orden, el encubrimiento del horror y de trillones de
abusos, los envenenamientos, las traiciones con y sin un puñal, el tráfico de
influencias, las apariciones dolosas, la pompa, las diversas orgías, las
arraigadas mafias y masonerías bañadas con agua bendita, el fariseísmo
glorioso, el próspero comercio de esclavos, la posesión de billones de
hectáreas de tierra, los milagros prefabricados, las confiscaciones y
expropiaciones a inocentes, la venta de indulgencias y de bendiciones, la
colusión continuada con reyes y poderosos, los besos a algunos tiranos amigos
de la casa, los coitos papales y cardenalicios, la hipocresía clásica, sus
bancos y corporaciones internacionales, las cadenas del sacramentalismo, su
riqueza ilimitada, el paganismo minucioso y el sobrepeso de los monseñores, son
los firmes pilares de un catolicismo parado sobre esa roca eterna que se llama
Lucifer. Roma es un campo de exterminio para la pureza. Cuando la santidad genuina
se acerca a la capilla Sixtina se devuelve, raudamente. El Romano Pontífice
dirige una organización criminal sobrenatural, al servicio de su padre. Algunos
desinformados cardenales suponen, por motivos que se desconocen, ser discípulos
del inmaculado Redentor. Objetivamente, la Tradición romana se ha alejado del
evangelio puro y sencillo de Jesucristo, hasta no divisarlo. La refinada e
infalible madama gobierna su internacional casa de citas sentada sobre siete
colinas, sin minifaldas, con un patrimonio y tentáculos infinitos. Nunca la
salvación fue tan rentable. Ave Mammón. El Vaticano es el paraíso de los
carteristas.
Del blog índice LAS
SOTANAS DE SATÁN
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